Disclaimer: Harry Potter y sus personajes no me pertenecen.

Capítulo 1

Se encontraba cursando su último año en Hogwarts por orden del Wizengamot, que tras un juicio corto donde fue declarado culpable, solo de haber dejado entrar mortifagos en Hogwarts, y siendo menor de edad, su condena solo había sido la obligación de terminar sus estudios. Su madre, Narcissa, había sido absuelta de todo cargo y puesta en libertad en un juicio aún más corto. La verdadera tragedia en su familia había sido el juicio de su padre. Fue un juicio largo y difícil, donde la gran mayoría de los magos del tribunal quería achacarle crimines cometidos por otros mortifagos ya muertos, pero que habían sido perpetuados en la mansión. Al final la sentencia no había sido tan dura, treinta años de prisión en Azkaban y la decomisación de toda la fortuna Malfoy. La mayor parte de la comunidad mágica consideraba que el Wisengamot había sido más que blando con su padre, en cambio Draco y su madre se sentían devastados. El dinero no era del todo un problema ya que su madre tenía una pequeña fortuna propia, pero saber a Lucius, amado padre y marido, en Azkaban era terrible. Treinta años podía ser una largo tiempo…

Draco se sentía devastado, pero aun así volvió con la cabeza alta a Hogwarts y aguanto estoico cada mala mirada, cada burla cruel, cada golpe o hechizo malicioso recibido. No hablaba con nadie excepto con las hermanas Greengrass y Theodore Nott. Ya no le quedaba ningún amigo en Hogwarts excepto ellos. Goyle estaba en Azkaban y estaría allí dos años por pronunciar el maleficio asesino contra Harry Potter. Crabble murió en la sala de menesteres por su propio fuego. Pansy se había ido al extranjero con su madre luego de que encarcelaran a su padre mortifago. Blaise se había ido, apenas estalló la guerra, con su madre a Italia. Millicent Bulstrode había muerto por culpa de un avada kedavra perdido en el caos de la batalla de Hogwarts.

La verdad es que en sus anteriores años en el colegio nunca había sido muy cercano a Daphne y Theo a pesar de que eran de la misma generación de Slytherin. Theo era demasiado callado para su gusto y Daphne para él solo era la amiga cursi de Pansy. Pero tras la guerra solo quedaban ellos, y habían aprendido a estar unidos, y así soportar el maltrato de que eran objeto por las otras casas.

Ahora se encontraba camino a su clase de pociones con Slughorn. Siempre le había encantado el tema de las pociones y ahora que ya no tenía que dedicarse a los negociones porque ya no tenía fortuna de manejar, pensaba dedicarse a la fabricación y creación de estas. Solo esperaba que la academia donde pensaba estudiar luego, no le cerrara las puertas por ser un hijo de mortifago.

Uno de los peores aspectos de las clases de pociones era que tocaba con los Gryffindor, los cuales eran mayoría porque habían muchos alumnos repitiendo el séptimo año que no habían llegado a completar, en cambio en Slytherin eran apenas siete. Y claro, ahora que las dos comadrejas tenían clase juntas, se dedicaban casi por completo a meterse con él, por más que la sabelotodo o Potter les regañaran todo el tiempo. Él por supuesto se limitaba a ignorarlas, ya tenía suficientes problemas y unos cuantos insultos por parte de los pelirrojos no podían hacerle daño.

Ginny Weasley se sentó adelante suyo, solo para girar cada tanto a decirle una de sus aburridas burlas. Por lo menos cuando él insultaba lo hacía con clase, y con mucho mas ingenio que Weasley. Las contantes pullas no conseguían que perdiera la concentración en su poción, la cual le estaba saliendo perfectamente. Claro, podía estar deprimido y cansado de fingir que no lo estaba, pero el preparar pociones siempre le animaba.

Parece que la chica comadreja al fin se cansó de su falta de atención, porque estuvo a punto de hacer algo sumamente peligroso.

— ¡Detente idiota! —Exclamó—, si le echas fluido de erumpent a mi poción explotaras toda la sala.

Era obvio que la chica quería arruinarle la poción, pero su ignorancia hubiera hecho una explosión tal como para destruir todo el salón. Su pequeño exabrupto atrajo la atención del profesor, quien por supuesto en vez de regañar a Weasley, lo regaño a él, incluso le quito cinco puntos "por alborotar en clases". Draco no pudo hacer más que maldecir en su mente al maldito lameculos de Slughorn y la puta rastrera de Weasley.

Claro, porque desde que se había hecho público que Potter había terminado su relación con la menor de los Weasley, la chica andaba de muy mal humor, mal humor que desquitaba con él. De hecho Draco se pudo dar cuenta de que el niño-que-vivió, y venció claro, parecía un poco distanciado de su amigo pecoso, seguramente a causa del rompimiento con su hermana. Tal situación hacia que también estuviera distanciado de la sabelotodo, que desde el fin de la guerra era pareja de Ron Weasley.

Lo que le parecía extraño a Draco era el hecho de que había pescado varias veces a Potter mirándolo con fijeza. Y los más raro era que las miradas que le dirigía no iban cargadas de desprecio, sino más bien eran una mezcla de curiosidad, lástima y algo más que el Slytherin no conseguía descifrar.

A mitad de la preparación de su poción Draco se amonestó a sí mismo, por haber olvidado un ingrediente importante. Durante un rato debatió consigo mismo sobre ir o no ir a buscar huevos de doxy, ya que Ginny podía echarle algo a su poción mientras él se alejaba. Se levantó lo más rápido que pudo y caminó en dirección a la estantería con ingredientes. Tomo rápidamente lo que necesita y caminó de regreso.

Su poción quedaría inconclusa. A mitad de camino a su banco, Ron Weasley creyó que sería gracioso verlo empapado con la fétida y por supuesto mal preparada, poción de Longbottom y le volteo el caldero con la extraña mezcla encima. Draco atinó a hacerse a un lado, pero aun así la mezcla le cubrió las manos y parte de su túnica

Al momento sintió un ardor insoportable en sus manos y cada parte de su piel que estaba en contacto con el fluido. Todo paso muy rápido. De un momento a otro solo lograba ver extrañas formas grisáceas mientras un inmenso dolor de cabeza lo asolaba. Cerró lo ojos con fuerza mientas se sentía caer. Jamás llegó a sentir el temido golpe al chocar contra el piso sino que siguió cayendo y cayendo. Su mente empezó a entrar en pánico al ver que no había un final, pero de repente la negrura se fue disolviendo para dar pasó a formas borrosas. Parecían personas, pero no lograba verle el rostro a ninguna. Además cada uno de ellos parecía estar dando gritos espantosos… parecían estar agonizando. A medida que seguía cayendo veía pasar a toda esa gente sufriendo y después simplemente desaparecían cuando sombras les cubrían.

Draco jamás pensó que tamaña desgracia le ocurriría por una estúpida broma de Ron Weasley. Pero tuvieron que pasar muchos días para que se descubriera por fin porqué, tal poción le había otorgado ese oscuro "don".

Nunca llegó al final de su caída. Sus compañeros vieron como simplemente después de que la poción le cubriera parcialmente, lanzó un grito espantoso y se desmayó. Se dio un buen golpe en el suelo y se rajó parte de la nuca, por donde penetró parte de la poción, mezclándose así con su sangre. Todo esto se lo contaría luego Slughorn, cuando despertó en la enfermería. Tenía un enorme dolor de cabeza y además sentía un intenso frío, por lo que se arrebujó aún más entre las sabanas.

Junto a su cama se encontraba de pie McGonagall, la nueva directora; Slughorn y Madame Pomfrey. A Draco le costaba trabajo seguir lo que decían, pero todos ellos parecían muy preocupados y le daban constantes miradas de reojo a sus manos. Así que Draco también las miró. Cabe decir que en su interior sintió un poquito de miedo al ver que estaban teñidas de un color completamente negro, incluso sus uñas.

— ¿Por qué mis manos están negras? —preguntó con calma.

Slughorn no aparentaba conocer la razón por la que la poción mal hecha de Longbottom había causado tal efecto en el rubio.

—Ire a interrogar al señor Longbottom sobre que ingredientes uso en su poción. Así lograre discernir el porqué de su estado señor Malfoy. No se preocupe —dijo el nuevo jefe de la casa Slytherin.

—Supongo que castigaron a Weasley por lo que me hizo.

La directora le contesto diciendo que la comadreja había declarado que había sido un accidente, que de casualidad había derribado el caldero justo cuando el rubio pasaba a su lado. Por supuesto el estúpido de Slughorn apoyo a Weasley en vez de a su propio alumno. Esto no hizo más que encender la ira del rubio, que ya estaba cansado de controlarse ante todo el abuso que estaba recibiendo.

— ¡Claro que NO fue un accidente! Weasley lo hizo apropósito.

El enojo lo llevo a tomar con fuerza la muñeca de su jefe de casa. Al momento del contacto sus ojos quedaron en blanco y una sensación fría y espasmódica recorrió su cuerpo. Los profesores lo observaban con pasmó pero el rubio ya no los veía. Una visión difusa se presentaba ante sus ojos. Lo que veía era a Slughorn sentado en su despacho, con la piel de un enfermizo color verde, parecía un poco más viejo de lo que era en la actualidad. No pudo fijarse en muchos detalles, pero alcanzo a divisar un pequeño frasco en su mano y como le salía espuma blanquecina por la boca, antes de que el profesor apartara con brusquedad su brazo.

Su mirada volvió al presente y el cuadro que tenía adelante suyo era por lo menos extraño. Su mente aún estaba confundida por la corta escena que había visto. Los profesores lo miraban con desconfianza y la enfermera le estaba tocando la frente.

— ¿Qué fue eso señor Malfoy? — le pregunto McGonagall

—No…no lo sé— respondió con inseguridad.

—No sé qué le ocurrió señor Malfoy, pero esa no es manera de tratar a un profesor. Cinco puntos menos para Slytherin.

Draco ni siquiera pudo enojarse ante la injusta baja de puntos, aun se encontraba en shock por la extraña visión que había tenido. Ni siquiera se dio cuenta cuando los magos abandonaron la habitación y se quedó solo, mientras oía las pisadas de la enfermera en su despacho.

Se puso a cavilar sobre lo que había visto al tocar a Slughorn. ¿Había sido una alucinación? No parecía del todo real cuando la tuvo, parecía más como un sueño. Ahora recordaba las sombras que había visto rodear el lugar, sombras que se iban acercando cada vez más a Slughorn. También recordó sus ojos, y no pudo evitar compararlos con los de los muertos que había visto durante la guerra. ¿Acaso lo que vio fue a su profesor muriendo? No creía que el deseara tanto la muerte del viejo como para tener semejante fantasía vívida.

Al cabo de un rato de tanto pensar sobre lo mismo, se quedó dormido. Después de todo aun le dolía la cabeza por el accidente. Tuvo un sueño raro. Generalmente tenía pesadillas sobre Voldemort y los mortifagos, sobre los meses en que estuvieron en la mansión, sobre personas torturadas por su mano temblorosa, y asesinadas ante sus ojos. Pero no esta vez. Su sueño estaba cubierto de sombras, por donde fuera las sombras avanzaban y amenazaban con cubrirlo todo, pero a él no, a él no llegaban a tocarlo.

Despertó por el ruido de susurros a su alrededor, principalmente por una voz conocida y querida. La voz de su madre.

—Tranquila señora Malfoy. El accidente no fue grave —habló McGonagall— Draco solo se quedara esta noche en observación, y mañana será dado de alta y podrá acudir normalmente a sus clases.

Su madre se dio cuenta de que había abierto los ojos y fue a sentarse a su lado. Seguramente cuando la directora informó a Narcissa de su estado, se habría preocupado exageradamente. Pero él entendía la preocupación de su madre, después de todo ahora solo se tenían el uno al otro y ella no quería perderlo por nada del mundo, lo que la volvía un poco irracional.

—Estoy bien, mamá—le dijo con suavidad.

Se miró las manos y vio que estas habían recuperado su color normal. Ya no le dolía la cabeza, aunque aún sentía frio, especialmente en sus pálidas manos.

La enfermera y la directora se retiraron para darle un ratito a solas madre e hijo. Narcissa le acarició la frente con cariño.

—Dime la verdad Dragón, ¿te están molestando mucho?

—No más de lo que yo los molestaba antes, madre —intentó tranquilizarla—, no debes preocuparte por mí. Unas cuantas burlas no es algo que no pueda manejar.

—Pues lo de hoy no fue una simple burla —Narcissa frunció el ceño.

—No fue más que un accidente, y como ves ya estoy bien —dijo con una sonrisa.

No quería preocupar a su madre por asuntos insignificantes como esos. Narcissa ya estaba lo suficientemente afligida por tener a su amado marido en Azkaban. Ella le dijo que tenía que irse y él se sintió un poquito desilusionado. La había echado de menos en esos pocos meses de clases.

Antes de que la mujer se pusiera de pie Draco le sujeto las mejillas para darle un beso en la frente, pero al momento sucedió lo mismo que cuando había tocado a Slughorn. Sus ojos quedaron en blanco y empezó a temblar levemente por el frio.

Su madre estaba en la pequeña casa que había comprado después de perder la mansión Malfoy. Sentada en el comedor con una carta entre sus manos, parecía triste. Sombras empezaron a cubrir la habitación y Draco supo que eran un mal presagio. La puerta se abrió de golpe y por ella entraron dos tipos, sucios y con la locura manchando sus miradas. Miraron a Narcissa con desprecio y antes de que ella pudiera empuñar la varita le dieron con la cruciatus. Antes de que Narcissa se recuperara del horrible dolor, lo último que su hijo vio fue el destello verde del Avada Kedavra.

Estaba gritando, horrorizado por la vívida visión. La directora había entrado a la amplia habitación seguida de Madame Pomfrey. Su madre le sujetaba por los hombros, diciéndole palabras tranquilizadoras. Draco por fin reaccionó, cuando la vio allí, delante de él, viva.

Aún tenía el susto en el cuerpo y estaba tiritando. Su mamá también parecía asustada y lo miraba con preocupación. Pronto lo rodeo con sus brazos pero él no se atrevió a rodearla de vuelta. La enfermera estaba preguntando qué pasó y su madre se separó un poco de él para responderle.

—No sé qué paso. Nos estábamos despidiendo y de repente los ojos de mi hijo se pusieron en blanco y comenzó a tiritar —ambas mujeres estaban perplejas—. Y sus manos. Sus manos se tiñeron de negro.

Draco bajo la mirada hacia sus manos. Ambas conservaban un color oscuro, gris, como las de un cadáver seco. Pero la oscuridad se desvanecía rápidamente y sus manos volvían a su tonalidad natural

—Draco, hijo. ¿Qué pasó?

—Te vi… Vi como ellos… Ellos te mataban. —terminó de decir en un susurro.

Todas guardaron silencio, sin entender porque Draco decía semejante cosa. El rubio intentó explicarse mejor pero la voz le fallaba. La enfermera le dijo a su madre que quizás estaba teniendo alucinaciones como efecto secundario de la poción.

—No… También pasó antes… También vi al profesor Slughorn…

Las mujeres lo escucharon pero no parecieron darle demasiada importancia. Son solo alucinaciones decían y Draco quiso creerlo, pero aún le quedaba el terror y el dolor en el pecho, muy reales, tan reales como la visión que había tenido.

Su madre ya estaba por irse y la enfermera le coloco a él en la mano un vial con poción tranquilizante.

—Madre, por favor, prométemelo. Prométeme que te cuidaras. —le suplicó— Si lo que vi era real…

—Tranquilo Draco. No fueron más que alucinaciones— le dedico una sonrisa tranquilizadora—, nada malo me pasara.

Y sin más su madre dejó la habitación.

No pudo dormir en toda la noche a pesar de las pociones que le dio a tomar Madame pomfrey, y tampoco pudo entrar en calor, por más mantas extras que pidió.

Continuara...

Bueno, quería pedirles a quienes hayan leído el primer capítulo de esta historia, que por favor me dejen un review diciéndome su parecer o sus criticas, Gracias.