Disclaimer: El mundo de Owari no Seraph, su trama y personajes no me pertenecen; la idea original y las ilustraciones pertenecen a: Takaya Kagami, Daisuke Furuya y Yamato Yamamoto.
Notas de autora: Hay una frase que dice "Un escritor debe estar abierto a experimentar cosas nuevas; no puede quedarse estancado siempre en el mismo lugar o siempre buscar más de los mismo, de otra manera no podrá progresar", de acuerdo, para escribir más variado lo haré sobre varias parejas o personajes.
Pétalos Carmesí.
Krul contemplaba con aburrimiento la rosa que reposaba frágil entre sus dedos de porcelana. A unos metros de ella, Mikaela observaba con azul serenidad a la reina Tepes, atento a cualquier cambio en el semblante de la vampiresa, permanecía sentado en el mismo lugar de siempre, se había echo casi ritual en los últimos días; ella lo llamaba y podían transcurrir horas sin que Krul se dignara a abrir la boca, aveces con la silenciosa presencia de ambos era suficiente, en otros casos era un encargo o misión, el punto es que al menos una vez durante el día, Mika era convocado por su alteza.
Un pétalo se desprendió del botón, rojo como la brillante sangre, elixir de vida para los vampiros, granate similar a los orbes de Krul; los ojos celestes siguieron el suave pétalo hasta que este reposó sobre el suelo con delicadeza.
—¿Alguna vez has pensado en el enigma que pueden llegar a ser las rosas?—él levantó la mirada cuando su reina habló por fin, se mantuvo en silencio, pero parpadeó, haciendo entender a la progenitora de que la atención estaba puesta sobre ella—.Frágiles... hermosas, con una dulce fragancia—mientras hablaba Krul no rompía el contacto visual con Mika—.Pero totalmente cubiertas de espinas.
Ella sonrió aguardando por una respuesta, la cual no tardó en llegar.
—Es un método de defensa.
—Touche. Es doloroso llegar a ellas, sin embargo, los que están dispuestos a que las espinas les provoquen daño, pueden disfrutar un poco de su fragancia y apreciar el encanto y calidez de su color—Mikaela abrió los ojos incrédulo cuando sin el menor atisbo de arrepentimiento, Krul aferró su delicada mano a las espinas agudas y sofocantes, el líquido carmesí se deslizó por las muñecas blanquecinas y unas cuantas gotas cayeron sobre la superficie blanca del suelo. El vampiro se levantó de su asiento con lentitud.
La de largos cabellos rosados miraba sin inmutarse la flor. Tal vez no era la mejor idea, pero si tuviera que comparar a Mika con algo, sería con una rosa; las espinas eran los colmillos que mostraba enojado cuando alguien intentaba penetrar en él. Sin embargo...
Una mano grande y reconfortante cubrió su muñeca, la rosa cayó al suelo, observó atenta como Mikaela, con los ojos opacos y las pupilas hendidas por la sed, acercaba la nariz al líquido carmesí que se deslizaba por sobre la nívea piel. Un instante después sintió la calidez de su lengua al serpentear húmeda por el rastro de sangre, Krul entrecerró los ojos cuando un escalofrío estalló en su espalda, Mika cerró los parpados con suavidad mientras continuaba limpiando con tranquilidad el agridulce espesor.
Con un tembloroso suspiro, Krul hundió la nariz en los cabellos de oro y hundió los finos dedos de su mano libre en las hebras onduladas.
...Sabía que dentro, muy dentro de esa fría capa invernal, permanecía una exquisita y tierna fragancia, la cual estaría dispuesta a encontrar.
"Las rosas más hermosas, son las que más espinas tienen"
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