Crucé rápidamente los jardines de la Casa de la Curación y pensé, no por primera vez, que parecía ser la única persona con prisa dentro de aquellos muros. Suspiré con resignación. Lo que había pretendido que fuese una breve visita a mi hermano Amrothos, que aún estaba al cuidado de los curadores de Minas Tirith, recuperándose de las heridas sufridas en la batalla ante las puertas de Mordor, había terminado ocupando la mayor parte de la mañana y ahora tenía muchas cosas por hacer y muy poco tiempo.
Me volví para despedirme con un gesto de una de las mujeres que se ocupaban de los enfermos y, al girarme de nuevo para salir, choqué contra algo grande y duro. El impacto hizo que me tambalease y habría caído al suelo de no ser por unas manos firmes que me sujetaron, sosteniéndome en pie.
- ¿Estás bien? – preguntó el hombre con voz profunda, casi susurrando las palabras muy cerca de mi oído. Hablaba con un acento extraño, pronunciando despacio y arrastrando algunas consonantes, pero no resultaba desagradable-. No te has hecho daño, ¿verdad?
Instintivamente levanté las manos y me sujeté a sus antebrazos.
- Creo que sí. Que estoy bien, quiero decir-. Asentí alzando la cara hacia él y contuve el aliento ante los imposibles ojos de color verde musgo que me observaban entre divertidos y preocupados. Brillaban de forma casi hipnótica en un rostro de piel dorada por el sol, enmarcado por una larga melena rubia.
Él no me soltó y yo no hice el más mínimo gesto para abandonar el círculo protector de sus brazos. Era alto. Yo no soy especialmente bajita, pero aún así mi cabeza apenas alcanzaba la altura de su hombro. Tenía el torso amplio y firme, fuertes hombros y bajo la suave tela de su camisa podía sentir los sólidos músculos de un soldado. Supe, sin lugar a dudas, que se trataba de un guerrero al que pocos entre los hombres de Gondor podrían igualar en la batalla.
- Lo lamento,- me disculpé sin apartar la mirada de la suya-. Debí mirar por dónde iba.
- Y entonces me habrías privado de la sorpresa más agradable del día,- respondió galantemente. Sonrió y sus ojos resplandecieron con un destello pícaro que hizo que me ruborizase ligeramente.
- Entonces…
El sonido de pasos a mis espaldas me interrumpió antes de que pudiera responder. Como dos niños descubiertos en falta por sus mayores, nos apartamos hasta dejar un espacio prudencial entre los dos. Un hombre vestido con el atavío propio de los guardias de la ciudadela pasó entre nosotros, mirándonos con expresión extrañada, y luego se perdió calle abajo. En seguida oí nuevas voces tras de mí y supe que el momento había terminado incluso antes de empezar.
- Gracias de nuevo,- sonreí acercándome a la puerta-. Espero que el día te traiga todavía muchas sorpresas agradables.
Se inclinó levemente, en un gesto de despedida, y permaneció de pie, observándome mientras cruzaba el umbral. Aunque no me volví a mirar, sentí su mirada fija en mí hasta que giré en la primera esquina, y sólo haciendo un esfuerzo conseguí no volverme de nuevo.
Por suerte, la casa de mi padre no estaba lejos y no tardé en estar ocupada con el sinfín de tareas que tenía pendientes. Hacía por lo menos dos años que ningún miembro de mi familia pasaba en la ciudad el tiempo suficiente como para que mi padre se decidiese a mantener en su casa de Minas Tirith un servicio de forma permanente y ahora todo estaba manga por hombro.
Nuestra ama de llaves había viajado conmigo desde Dol Amroth, pero aún así en los tres días que habían transcurrido desde mi llegada había tenido muy poco tiempo libre. De hecho, prácticamente no había salido de casa salvo para visitar a Amrothos en las Casas de la Curación. Aquel día no debería haber sido una excepción, si no fuera por unos ojos verdes que se obstinaban en aparecer en mi imaginación una y otra vez, distrayéndome hasta el punto de que Hannaeth, el ama de llaves, acabó echándome de casa.
- Ya está bien, chiquilla-, dijo tendiéndome una capa de verano y empujándome hacia la puerta-. Necesitas salir y airearte. No es bueno que te pases el día aquí encerrada. Yo me ocuparé de todo. Tú sal de aquí y diviértete un rato.
Antes de que pudiese pensar siquiera en protestar me encontré en la calle, con la puerta firmemente cerrada a mis espaldas. Sabía perfectamente que no tenía sentido volver a entrar. Conocía lo suficiente a Hannaeth como para saber que una vez que había decretado que debía salir más me valía pasar un buen rato fuera de casa, así que me eché la capa sobre los hombros y empecé a caminar calle abajo.
La ciudad por la que paseaba se parecía muy poco a la que recordaba de mis visitas anteriores. Antes siempre me había parecido un lugar triste, medio desierto, tenso, como si siempre estuviera preparándose para una tragedia. Ahora las calles desbordaban vida. Familias completas volvían a ocupar sus hogares, que en muchos casos habían estado vacíos durante meses; cuadrillas de hombres se afanaban por todas partes para reparar los daños que la ciudad había sufrido durante la guerra; muchos soldados de Gondor se demoraban todavía en la capital antes de volver a sus casas, en los lugares más remotos del reino y una parte de los hombres de Rohan no se habían marchado todavía, aunque mi padre aseguraba que no tardarían en hacerlo.
De hecho, había tanta gente por todas partes que casi me sentía agobiada. Callejeé durante un buen rato, dejándome llevar por la multitud, y casi sin darme cuenta me encontré ante las puertas de la ciudad. Tenía tiempo más que suficiente antes de que Hannaeth o mi padre empezasen a preocuparse por mí, así que sin pensármelo demasiado seguí adelante y pasé ante los guardias que las custodiaban.
Caminé durante un rato, siguiendo la línea de las murallas, y no tardé en dejar atrás el ruido de la ciudad. Incluso ahora, semanas después del fin de la guerra, resultaban evidentes los estragos que la batalla había causado en los campos del Pelennor y egoístamente me alegré de que Dol Amroth hubiese quedado prácticamente indemne.
El relinchar de un caballo me arrancó de mis pensamientos. Alcé la vista, esperando encontrarme con algún jinete acercándose, pero estaba sola. Me detuve un momento y miré alrededor con curiosidad. Seguía sin ver a nadie, pero varios caballos más se unieron al primero. A mi izquierda, una línea de colinas bajas separaba la ciudad del puerto. El sonido parecía provenir de más allá de las colinas. Intrigada, caminé hasta lo alto de la más cercana y, en cuanto miré al otro lado, mis ojos se abrieron de par en par.
Caballos. Docenas de caballos. Supongo que no debería haberme sorprendido. Aún había cientos de jinetes de Rohan en Minas Tirith, y entre los muros de la ciudad no había espacio suficiente como para albergar a todas sus cabalgaduras.
Me senté bajo un árbol y observé el panorama que se extendía entre mí. Los rohirrim habían aprovechado una amplia pradera que se extendía entre las colinas y el río para construir varios cercados entre los que habían instalado un enorme campamento y ahora, al final de la tarde, procedían a preparar a sus monturas para pasar la noche. El prado bullía de actividad y, aunque realmente no se parecía en nada, me recordaba al trajín del puerto de Dol Amroth al atardecer, cuando los barcos volvían a casa con su carga de pescado después de pasar un largo día en el mar y la escena no tardó en captar completamente mi atención.
Observé la escena durante un rato. Si bien la guardia de mi padre disponía de buenos jinetes, lo cierto era que sus caballos no podían compararse con los que veía ante mí. Mi mirada se deslizaba de un recinto a otro, admirando a los animales, y casi sin darme cuenta me encontré buscando unos ojos de color verde oscuro entre los hombres que se movían entre ellos.
Por supuesto, no encontré lo que buscaba, pero aún así no me moví. Hacía una tarde realmente agradable y no tenía ganas de volver a casa todavía. Me recosté contra el tronco del árbol y cerré los ojos, disfrutando de la agradable sensación del sol en mi cara. Empezaba a quedarme dormida cuando sentí una presencia a mi lado. Abrí los ojos perezosamente, sintiéndome más curiosa que preocupada. Después de todo, ¿qué podría pasarme con la mitad del ejército de Rohan a la vista?
