This love: última charla.
Capítulo beteado por Mimi aferHours Sanz, Betas FFAD.
groups/betasffaddiction/
Pude verlo en sus ojos los cuales trataba de esconder de mí; lo sentí en ese último beso… sentí que todo era diferente.
Aún recuerdo que cuando él llegó era un total extraño en esta ciudad; al llegar a Forks entró a mi curso. Siempre almorzaba solo en el patio debajo de alguno de los arboles, leyendo un libro o simplemente mirando a la nada, escuchando quien sabe que música en su iPod.
NUNCA había sentido algo así, esa sensación que recorría mi cuerpo al solo verlo.
Nuestra primera charla fue sobre un trabajo de Literatura Inglesa, en el cual nos habían asignado como pareja. Era la primera vez que estaba feliz por hacer tarea. Nuestro trabajo duró 3 largas semanas, donde nos veíamos casi todos los días y pasábamos las tardes en la biblioteca de la escuela o en nuestras respectivas casas.
Descubrí que él era un ser totalmente tierno y bueno, debajo de ese papel de chico antisocial y solitario se encontraba una persona que buscaba afecto y amistad.
Cuando teníamos 14 años, nos volvimos inseparables. Fuimos los mejores amigos hasta los 18; cuando me confesó su amor, el cual le correspondí con una gran alegría. Nunca me había animado a dar ese paso y agradecí que haya sido él quien avanzó y me dio la valentía y el placer de amarlo. Todo se complicó cuando él decidió unirse al ejército, comenzamos a discutir casi todos los días.
Sentí su mano agarrar la mía, no podía parar de llorar.
—Todo va a estar bien —dijo y me sonrió, pero yo sabía que no era así.
Había confiado en él con todo mi corazón, pero por alguna razón, el destino me daba señales de que lo deje, que me marche y que permita que él sea feliz con su decisión. Pero si dejaba que él fuera feliz yo… yo no lo sería. Sé que es egoísta pero necesitaba de él para vivir; se había convertido en una parte de mí, era insoportable el solo hecho de pensar en mis días sin él, en mis tardes en soledad y en mis noches sin amor.
—Esto no termina ahora, Bella —me miró, sus ojos estaban grises, no tenía ninguna expresión. No decían NADA.
—Edward, ¿es qué no lo entiendes? ¡Tú no entiendes nada! —grité. Estábamos en la estación de trenes y ya no faltaba nada, en menos de 10 minutos todo esto se acabaría, se esfumaría.
—¡DEJA DE LLORAR, BELLA! —me tomó por los hombros y me sacudió para volver en mí. Nos miramos y nos abrazamos como nunca lo habíamos hecho. No quería soltarlo, no podía.
—Dejarte ahora me rompe el corazón. Bella, escúchame, no nos rendiremos. Voy a volver, créeme que voy a volver y vamos a ser felices.
—Por favor, no me dejes, por favor Edward, te lo suplico. No me dejes sola —me besó en la frente y tomó su bolsón que descansaba a nuestro lado.
Se marchó firme y decidido hasta subirse al tren, nunca se dio vuelta a mirarme. Mi alma murió en esa estación de trenes. Una parte de mi sabía que él no iba a volver, otra parte quería creerle que volvería y que seríamos felices por siempre.
Todo era muy difícil. Pasaron meses hasta que tuve noticias de él, recibí una carta, un pedacito de papel semi quemado y destrozado por la guerra. Esta tenía solo cuatro palabras escritas con su excelente caligrafía que nunca podría imitar.
Bella te amo, Edward.
No pude amar a nadie más como lo amé a él. Lo único que volvió a casa fue su uniforme, una placa de honor y un pésame de parte de su cuartel.
