Io sono qui
Adiario vivo en un infierno, en el cual las peleas y los gritos gobiernan las noches. Suelo esconderme bajo la cama y tapar mis oídos con ambas manos, hasta que mis muñecas se duermen y me duelen, a causa de la fuerza que ejerzo al presionarlas contra mi cabeza; Sin embargo hay un solo ruido que no puede ser silenciado por la fuerza de mis palmas y es el de mi hermano menor al llorar sin consuelo. Feliciano no sabe guardar silencio, solo tiene cuatro años, es demasiado joven para entender que sucede, aun así sabe que algo anda mal.
He salido de mi escondite y me he atrevido a abrir la puerta, al hacerlo el sonido de los gritos se intensifica, podría jurar que oí como algo se quebraba al impactar contra la pared. Corriendo me dirijo a la habitación de mi hermanito, una vez ahí subo a su pequeña cama.
-Fratellino, non piangere (Hermanito, no llores)-le susurró abrazándole.
Tomando su mano lo llevo conmigo hasta mi escondite y mirándolo a los ojos trato de brindarle el valor que no tengo, él se abraza a mí y ahoga su llanto en mi pecho. Él es tan pequeño, no merece esto, no es justo. Nadie merece vivir así.
La luz de la mañana trae consigo el consuelo del silencio. Con preocupación me preparo sola para la escuela; no es común que una niña de primer grado tenga tantos problemas de conducta como los míos, pero nadie sabe por lo que vivo y a nadie le importa...
No sé cuántas veces mi papá mi ha pedido perdón, hay ocasiones en las que no entiendo porque lo hace. Lo he visto llorar en soledad, pero jura que está bien, le he preguntado si se ha lastimado, pero siempre es lo mismo, todas sus respuestas son negativas. Él solía tener la sonrisa más brillante de todas y mi madre , ella nunca antes me había asustado tanto, cada noche que ambos regresan de sus trabajos, los gritos y peleas no se hacen esperar, pelean por el dinero, por mí y mi hermano.
Quisiera decirle a mamá que ya no llore más, quisiera decirle a papá que deje de gritar, ansió convencerlo de que no es verdad, todas esas cosas horribles que mamá dice al insultarlo; los necesito a ambos, no puedo atender sola a mi hermano, solo tengo seis años...
-Todo va a estar bien-susurro al oído de mi hermano menor.
Esta noche todo empeoró, puedo oír cuando el vidrio se rompe contra el suelo y como la puerta se cierra con desprecio, las paredes de esta casa retumban y es cuando sé que algo anda mal. Tras decirle a Feliciano que se esconda, salgo de nuestro escondite para bajar corriendo las escaleras, hay vidrio roto en el suelo y el retrato familiar yace en el mismo, corro hacia la puerta y voy tras la figura de mi padre que veo a lo lejos.
-¡Papá, papá!-exclamé corriendo hacia él-¡Regresa por favor, mamá no va a gritarte más, seré una niña buena, no me dejes!-mis piernas débiles tropiezan y me hacen caer al suelo.
Con la cabeza abajo, no puedo ver bien en la oscuridad de la noche, mis ojos se han nublado y las saladas gotas se deslizan por el puente de mi nariz. Sus manos me recogen del suelo y me abraza contra su pecho y es entonces que descubro que él también está llorando.
-Voy a regresar por ti-me promete viéndome a los ojos.
Esa mañana desperté en mi habitación y lloré al recordar que él se había ido. No fui a la escuela, pero escape de casa por varias horas, hui del dolor, del temor, no quiero regresar, pero no tengo otra opción, al ver que estaba oscureciendo, me levante del columpio que había sido mi refugio y me encamine a mi casa. Al llegar sentí temor, porque la puerta estaba abierta y el interior de mi casa era un desastre, encontré a mamá en un rincón de la casa, barias botellas descansan a su alrededor y ella la verme me tomo por el brazo y me arrastró hasta mi habitación, cerró la puerta con llave impidiéndome salir.
-¡No saldrás de ahí, no te llevará a ti también!-exclamó tras la puerta.
Sin comprender que había hecho mal, me senté a un lado de la puerta, no podía hacer más que llorar. Las horas pasaron y finalmente pude escuchar algo, era la voz de mi papá, me llamaba y tocaba la puerta de mi casa. Grite con todas mis fuerzas, patalee y golpee la puerta, pero nada surtía efecto, era demasiado pequeña como para llegar al pomo de la puerta y demasiado frágil como para poder tumbarla. Mi madre hecho a mi papá, lo largó y le amenazó con llamar a la policía...
Lo último que puedo recordar de aquel día, son sus palabras, jurando volver por mí, prometiendo que no me abandonaría; ya han pasado diez años y dudo que pueda cumplir aquellas palabras. Aquella que se hace llamar mi madre, cambió su nombre y el mío, perdió la casa, ya que no podía pagarla, perdí un año escolar, pues ella gastó todo su dinero en alcohol. Solo puedo odiarla, tenerle asco y despreciarla...
Es claro que no soy feliz, vaya donde vaya, haga lo que haga, no puedo cambiar la realidad. Si soy tosca o grosera qué más da, nadie me ha regalado nada, ni una sonrisa siquiera. En este pequeño pueblo todos saben quién es mi madre, no hay quien no diga que es una puttana (puta) y no hay quien no diga "de tal palo tal astilla". El colegio no hace mi vida más placentera, no tengo amigos, nadie a quien recurrir, solo soy yo en un mundo despiadado.
-¿Qué clase de persona será?-murmuraban mi compañeras.
-Mi madre dice que no es bueno acercarse a ella.
-A mí me dijeron que su madre es una puta.
-¡¿De verdad?!
-Sí, no te juntes con ella...
-¡Métase en sus putos asuntos y no en mi vida stronza de merda!- exclamé saltando sobre una de ellas.
Tiré de su cabello hasta hacerla llorar, sus otras amigas escaparon despavoridas, descargue toda mi furia en ella, la hice sangrar; solo me separé de ella cuando un profesor se metió y me arrastró lejos de la chica. La insulté y la maldije un millón de veces, ya estaba cansada, completamente harta de los abusos, de sus chismes sin fundamento, si nadie iba a defenderme entonces yo no me dejaría, no me importa lo que me cueste, estos moretones no son nada comparado a lo que hice con su cara, estas lagrimas no son de arrepentimiento, son de ira.
Me expulsaron por una semana. Sin derecho a notas o reclamos de ningún tipo, fue entonces que lo entendí, a los dieciséis encerrada en mi habitación, descubrí que nadie iba a ayudarme y que si quería salir adelante, tendría que hacerlo con mis propias fuerzas.
-¡Creíste que no me iba a enterar, me avergüenzas, abre la maldita puerta!-grita mi ebria madre aporreando la puerta.
-¡Déjame en paz maldita alcohólica!-respondo encerrada en mi habitación.
-¡Si no abres la puerta voy a castigarte!-exclamó sin detenerse.
-¡Te odio!-grité para escapar por mi ventana.
Esa noche dormí en un parque, el frio era horrible, pero el orgullo puede más que las aflicciones físicas, tras una semana de vagar sin rumbo, desperté una helada madrugada, había dormido sobre una banca, el dolor en mi espalda era insoportable. Regresé a casa entrando por la ventana de mi habitación, tome un baño y poniéndome el uniforme camine hasta el colegio, no había comido nada y no había dormido bien, pero en ese momento no me importaba.
La clase de educación física daría inicio y como siempre nadie me dirigía la palabra en los vestidores de las chicas, pero sucedió algo que nunca imagine que ocurriría, un puñetazo directo a mi diafragma me dejo si aire; frente a mí se erguía la figura de un chica dos años mayor, es más alta, obesa y mucho más fuerte que yo. Resultó ser la hermana mayor de la chica que yo había atacado.
-Te crees muy ruda ¿verdad?, tal vez se equivocaron cuando naciste, no eres una chica eres un brutto y los bruttos no necesitan un bello cabello como el tuyo ¡sosténganlo!-exclamó riéndose con burla.
Rápidamente dos chicas me levantaron del suelo y me rebutieron sosteniendo mis brazos. Vi mi cabello caer a manos de la chica que sostenía una tijera, lloré e intenté gritar, pero el dolor en mi estómago me lo impedía. Me dejaron caer, mi rostro impacto contra el suelo, pronto el sabor metálico de la sangre inundó mi boca. Antes de irse, una patada fue dirigida a mis costillas, haciéndome llorar con fuerza, no bastándoles con eso cortaron la falda de mi uniforme, la hicieron trozos frente a mí y lanzaron un uniforme de varón justo a mis pies, para escapar riéndose de aquello que habían hecho. No tengo dinero para uno nuevo, ni a quien llamar por ayuda.
Tras llorar por largos minutos me arrastre hasta el uniforme que habían dejado para mí, lo tome en mis manos y con dificultad traté de ponérmelo lentamente. Los minutos pasaban y no paraba de sangrar, escupí sobre el suelo varias veces el sabor es asqueroso, pero el dolor es insoportable.
-¡Dios mío!-escuché a alguien exclamar, era una voz femenina.
Al levantar el rostro me encontré con una chica blanca, de cabello amarillo cenizo y ojos verdes, corrió hacia mí y me ayudo a sentarme, limpio mi rostro con un pañuelo y acarició mi cabeza, había pena en sus ojos, pude discernir, dolor también, me abrazo como hace tanto nadie lo hacía y me permitió llorar en su hombro. Emma es el nombre de aquel ángel. No me pidió explicaciones, simplemente me ayudó a ponerme de pie.
Las burlas no se hicieron esperar, cada vez que alguien me veía, se reía de mi apariencia, Pero no me importó, pues si querían burlarse de mi tendrían que prepararse para lo que venía. Lo que sea que me hagan yo lo devolveré el doble.
-¿Seguro que estarás bien?-preguntó ella mirándome con preocupación.
Incluso ella creía que yo era un chico. Con cierta pena le jure que estaría bien. Al entrar al salón de clases pude escuchar las burlas, pero camine con la cabeza en alto, pues ya tomaría mi revancha. Las burlas se detuvieron cuando me paré frente a la hermana de la autora de esta enfermiza venganza.
-Crees que esto es venganza, tu no me conoces, no sabes nada de mí-murmuré mirándola con rabia- Te vas a acordar de mí y juró por Dios que te vas a arrepentir-finalicé dándole la espalda.
-¿Esta loca?-cuestionó alguien.
-Querrás decir loco-corrigió ella.
Las risas no se hicieron esperar, el abuso creció a tal grado que incluso los profesores formaron parte de el, ya que no decían nada al respecto. De la manera más cruel y vil, descubrí que la vida no es justa. No hay quien detenga a esa chica y se podría decir que me metí con la persona equivocada, Danna es despiadada y parece ser popular e importante, pero como si eso me importará.
De la lista de asistencia mi nombre fue cambiado de Lovina a Romano y nadie dijo nada al respecto. Cada vez que Danna le sacaba la punta a su lápiz, las virutas del mismo acababan en mi cabeza y nadie decía nada, sobre mi pupitre rezaban palabras ofensivas escritas en marcador, si antes nadie me hablaba, ahora era completamente ignorada por casi todos, menos por Emma, cada día traía comida para mí, me acompañaba en los recesos y a la salida.
-No deberías dejar que te traten así-decía Emma limpiando las virutas de lápiz de mi cabeza-No es justo...
-La vida no es justa-respondí con simpleza.
-Ese no es el punto Roma-dijo ella acariciando mi cabeza-¿No te duele?-preguntó inquieta ante mi estoica apariencia.
-¿Qué?, ¿No tener amigos?, ¿Qué mi madre sea alcohólica?, ¿Qué la vida me escupa en la cara?-cuestioné al perder la calma-¿Qué quieres que haga Emma? ¿Qué lloré? ¿Qué suplique clemencia? ¿Qué pida perdón?, no sirve, ya lo he intentado años atrás...-Es entonces que las lágrimas se escapan y que el calor de mi rostro aumenta.
-No es tu culpa-murmura ella.
Entre la distorsión que provocan mis lágrimas, puedo ver el rostro lloroso de la única que puedo llamar amiga. Envuelta en su abrazo una súplica silenciosa se produce en mi cabeza... Dios si estás ahí arriba, escúchame por favor; estoy cansada y tengo miedo, no tengo a quien más recorrer, así que si me estas escuchando, ¿podrías brindarme una mano de auxilio?
Las semanas pasaron rápidamente, puedo asegurar que nadie espera que cumpla mi palabra, pero hoy es el día. He tomado una roca y la metí en el interior de mi corbata, busque por todos lados a la hermana de Danna y al dar con ella me acerque por su espalda, hice girar mi corbata y cuando alcanzo suficiente velocidad la deje impactar contra la espalda de ella, su grito hizo retumbar mis oídos; furiosa se dio la vuelta y comenzó la persecución, la hice correr hasta que perdiera el aliento, justo cuando la lleve a donde quería, un lugar en donde nadie la salvaría, se detuvo a tomar aire con desespero y apoyó sus manos sobre sus rodillas, fue entonces que me lancé sobre ella; una patada a su estómago la hizo perder el aire, cinco a sus costillas y acomodé sobre su vientre, para lanzarle un puñetazo con ira y así fue como empezó a rogar por clemencia, mientras lloraba despavorida.
-Ya no más-pedía entre lágrimas.
-No más, eso dices stronza, maldita figlia di puttana-le grité en la cara-Escúchame bien puttana, no te pondré otro dedo encima, solo si prometes dejar de meterte conmigo-dije viendo como asentía con desespero-Ten algo muy claro, si le llegas a decir a alguien que te hice, te va a ir mucho peor y créeme no tengo nada que perder-finalicé mirándola con desprecio.
La arrastre hasta el baño más cercano y le lance agua a la cara, mientras ella sollozaba aterrorizada, observe como se arrastraba hasta una esquina del baño y temblaba entre su llanto. me acerque a ella y tirando de su cabello llamé su atención.
-Vas a decir que te caíste por una escalera mientras me perseguías y yo te ayudé a levantarte-le ordené.
-S-si-respondió entre sollozos.
-Bien, ¡Levántate!-Le ordené.
La llevé hasta la enfermería, ahí la ayudaron y le dieron pastillas para el dolor. Con cinismo acepte el agradecimiento de los padres de la chica y de la hermana de la misma. Nadie se volvió a meter conmigo, había sembrado temor en los corazones de los de los bastardos de aquel colegio.
-Me alegra que hayas solucionado tus problemas con la hermana de Danna-decía Emma sonriéndome amablemente.
-Sí...-si supiese lo que hice, sé que me odiaría.
-¿Pasa algo malo?-preguntó ella al ver la expresión angustiada de mi rostro.
-No, todo está bien-finalicé fingiendo una sonrisa.
No hay mentira que se pueda mantener y los rumores de que yo era un monstruo despiadado se esparcían en todo el colegio; solo anhelo que Emma no crea nada de lo que ellos dicen. Nada es justo y lo sé, fue a mí a quien atacaban y acosaban y ahora soy yo la maldita, las verdades son retorcidas y la justicia es nula, pero mientras tenga a Emma a mi lado nada de esa mierda me importa.
La situación en mi casa empeora, no hay noche en la que no discuta con mi madre, siempre dice que yo arruiné su vida, sinceramente su rostro deformado por la ira me causa temor, pero no voy a dejar que ella me dominé, no le permitiré que me culpe de sus malditas decisiones.
-¡Debí abortar y nunca casarme!-exclamó encolerizada.
-¡Pues yo no pedí nacer!-le grité.
No sé qué es peor, el hecho de que haya abofeteado con lo primero que encontró, el sabor a sangre en mi boca o el dolor de mi mejilla palpitante... segundos de razonamiento me lo hicieron saber, lo que más duele es conocer que fui la causa por la que ella hecho a perder su vida. Escupiendo sangre sobre el suelo, me di la vuelta en silencio, abrí la puerta principal y salí de ese maldito lugar sin derramar una sola lágrima.
Camine por las calles desiertas, hasta altas horas de la noche y como en el pasado me refugié en el viejo parque, sentándome en el trapecio de cadenas oxidadas, me balancee mientras me prohibía llorar, lentamente todo lo que escuché me dejó de importar, cerré los ojos y lleve mi mente a los buenos días de mi infancia. Lo pude visualizar, el calor del verano, las risas de los niños en el parque, los verdaderos años de gloria; mi padre empuja el trapecio haciéndome creer que algún día volaría; las cortas persecuciones entre mi hermano y él, por obvias razones él siempre nos atrapaba. Aunque sus caras ahora son borrosas no puedo olvidaros.
Daría todo por saber que también piensan en mí, desearía que en las mañanas cuando Feliciano despierte trate de recordarme, porque yo nunca lo olvidaré... Pasos a mi espalda me despertaron de mi estupor, al voltear visualice dos chicos que no conozco, uno de ellos me miró con curiosidad mientras el otro se mantenía estoico.
-¡Fuck, eso debe doler!-exclamó el que me miraba, señalando mi boca partida.
-...-En silencio, el más bajo lo golpeo con su codo mientras lo veía molesto.
-Ouch, ¿Qué te pasa? fuiste tú el que dijo que parecía un fantasma-le reclamó el más alto.
-¿Quiénes son ustedes?-articulé mirándolos con desconfianza.
-Yo soy Allen y ese es Luciano-dijo el trigueño señalando a su compañero.
-Se dice por ahí que eres peligroso-agregó Luciano mirándome con interés.
-Lamento desilusionarte, pero soy una mujer-respondí dándole la espalda.
-Bromeas, dude no pareces una mujer-dijo Allen riéndose estruendosamente.
Ambos se sentaron en los columpios vacíos que había a mi lado, Allen se burlaba de Luciano, el cual lucía molesto...
-Vine a este lugar a estar sola...
-Pero todo el mundo dice que eres un hombre-dijo Luciano interrumpiéndome, tal parece que no tener la razón lo estaba molestando.
-Si todos lo dicen quizá sea verdad-respondí con sarcasmo.
-Viejo me estas confundiendo-Comentó Allen mirándome y sintiéndose inseguro.
-Creé lo que quieras, me tiene sin cuidado-respondí levantando los hombros mientras le restaba importancia a lo que ellos pensaban.
-Me caes bien-Dijo finalmente Luciano.
-Tú a mí no, ni siquiera te conozco-respondí levantándome del columpio.
-Yo vi lo que hiciste con la que te perseguía-comentó provocando un escalofrió en mi espalda.
Al voltearme lo vi sonriente, tal parece que ama tener la razón. Desconociendo sus propósitos para conmigo, regresé al columpio y lo mire inquieta, él parecía satisfecho mientras que su acompañante lo miraba dubitativo. Creí que nadie sabía, que me encontraba a salvo, pero ahora estoy en las manos de un extraño, que conocí en una noche, en la cual no tengo a donde huir.
-¿Qué quieres?-pregunté desconfiada.
-Conocerte, me pareces interesante-dijo con una extraña sonrisa.
-Ok, esto se está poniendo raro, si quieres me voy y les doy privacidad-comentó Allen levantándose de su columpio.
-No seas stupido-respondió Luciano.
Finalmente descubrí que tenía más en común con Luciano de lo que había pensado en un principio. Él había escapado de casa también y Allen lo siguió, de alguna manera, lo que inició como una extraña charla, se convirtió en una extraña amistad.
Mure joven y vive al máximo, esa es la premisa de Allen, él es americano y está aquí desde hace un año, es un idiota, pero es divertido; en cambio Luciano tiene algo de mí en combinación a una extraña madures prematura.
Se quedaron conmigo hasta que amaneció y en ese punto cada quien se marchó. Al no tener a donde ir, me dirigí a la casa de Emma, un hombre en saco me recibió en la puerta, lo mire tratando de encontrar algún rasgo similar a mi amiga, pero este señor era completamente distinto a ella, así que rápidamente descarte que fuese el padre de mi amiga; le pedí que llamase a Emma, pero la mirada que este hombre me brindo fue de desagrado, aun así fue en busca de ella, cuando él la trajo a la puerta, Emma pegó el grito al cielo.
-¡¿Qué te pasó, quien te hizo esto?!-exclamó ella tirando de mi brazo para hacerme pasar a su casa.
-No quiero hablar de eso...
-Pero... creí que ya no tenías problemas con las personas del colegio-me interrumpió llevándome hasta el baño.
-No fueron ellas-dije mientras era obligada a sentarme sobre la tapa del baño.
-Dime quien fue y tendré una charla nada agradable con esa detestable persona-comentó molesta, mientras sacaba un botiquín de primeros auxilios de una gaveta.
-Emma...-quería decirle, en verdad quería hacerlo, pero algo me lo impedía, el solo tratar de articular esas palabras formaba un nudo en mi garganta.
-Por favor dime-me pedía mientras limpiaba mis heridas.
-Fue... no...-después de balbucear como idiota sentí mis ojos arder.
-Está bien-dijo abrazándome-Llorar no significa que has perdido, todos lloramos de vez en cuando-agregó mientras acariciaba mi cabeza.
-Fue mi mamá-admití y un peso desapareció de mi pecho, el nudo no me impidió hablar y fue tan liberador.
No hay lastima en los ojos de Emma, solo cariño y dolor. Con ella me siento segura, de cierto modo ella es mi refugio. Pasé una semana viviendo con ella y descubrí que el hombre que me recibió es su tutor, su familia está en Bélgica y ella está estudiando aquí. Pasada la semana decidí que era tiempo de regresar, ciertamente no quería ser gravosa para mi amiga.
-Puedes volver cuando quieras-dijo Emma preocupada.
-Lo haré...
-Promételo, promete que si algo malo ocurre volverás aquí- interrumpió sosteniendo mi mano.
-Lo prometo-dije despidiéndome de ella.
Reingresé a casa por la ventana de mi habitación, caminé hasta la sala y encontré a mi madre dormida en el sofá, habían varias latas de alcohol en el suelo, el cenicero daba asco y la televisión aún estaba encendida, el olor era una mezcla se cigarro y alcohol. Recogí las latas, apague la televisión y boté las cenizas, tomé una manta y arropé a esa mujer.
Solo cuando me detengo a pensar mientras la veo dormitar, es que descubrí que odio todo acerca de ella, pero aun la amo y justamente es eso lo que odio más, saber que ella me culpa de todo y no poder dejar de quererla, sea como sea, sigue siendo mi madre...
Los moretones y heridas sanaron, pero las heridas psicológicas permanecen y sangran. Ella me trajo al mundo, pero nunca cuidó de mí. Sus palabras se enterraron en mi corazón y lo destrozaron, aun así su abuso verbal continuó hasta que rompió mi pecho, haciéndome creer todo aquello que me decía era la verdad.
¿Qué es la cordura? ¿qué es la locura? ¿cómo saber cuándo estas en el borde que las divide? después de tantos años escuchando sus gritos, ya no puedo oírlos, suenan distantes. En la oscuridad de mi habitación, sentada sobre mi cama, la resonancia de sus puños contra la madera de la puerta y su voz, me siento tan ajena a todo aquello, es como si fuera mi imaginación. El repentino silencio despierta mi curiosidad, me levanto y camino hasta la puerta, giro el pomo de la misma y la imagen de mi madre en el suelo me causa impresión. El sonido de la ambulancia retumba por las viejas y sucias paredes, levantan a mi madre con la ayuda de una camilla y se la llevan lejos.
-Sobredosis-
El doctor sostiene conmigo una corta conversación o el intento de una. Una sobredosis es causada por consumir una dosis excesiva de medicamentos o drogas, la administración excesiva de medicamentos o el auto medicación negligente causa intoxicación, pérdida de conciencia, colapso del sistema nervioso y en último extremo... La muerte
-Las posibles causas de la sobredosis son la negligencia en la prescripción y en este caso el consumo de bebidas alcohólicas en combinación con ciertos medicamentos, provocó la multiplicación de los efectos de estos y con ello... la sobredosis-el doctor se coloca sus lentes y me mira con preocupación.
-...-lo encaró en silencio por algunos segundos, hasta que me veo obligada a desviar la mirada.
-Los hematomas se tratan con hielo-dijo llamando mi atención.
-¿Ella se lastimó al caer?-pregunté mirándolo nuevamente.
-No, pero tú tienes uno-respondió cruzando los brazos.
-Me caí, fue un accidente-respondí mecánicamente, ya que estaba acostumbrada a dar esa clase de excusa.
-Lo creería... pero en tu brazo, está marcada una mano-contestó contrariado.
-...-Sin decir palabra alguna, le di la espalda y avancé por el pasillo del hospital.
Podía oír sus pasos tras de mí, está más que claro que sabe que yo mentía, posicionándose a mi lado, caminó en silencio, de cierta forma parecía que buscaba las palabras correctas para hablarme, ¿Quién sabe, tal vez es su primer día de trabajo? situaciones como la mía no son sencillas de tratar y si estamos hablando de alguien que nunca ha atendido un caso como este, lo más común es esta reacción, todos quieren ser los malditos psicólogos de la niña maltratada.
-Los casos como este son más comunes de lo que crees, no estás sola-dijo posando su mano sobre mi hombro.
-Siempre lo he estado y sé cómo arreglármelas-respondí saliendo por la puerta principal.
Caminé en silencio, la noche es tan fría y sin ningún abrigo más que la camisa que llevaba puesta, mis brazos expuestos se erizaban. Mi madre estaría bien o al menos eso dijeron las enfermeras, ¿debería inquietarme? sé que debería, pero repentinamente descubrí que no podía, aunque quería, mi atormentada mente se rehusaba a llorar por alguien que me hiere constantemente.
La mañana llegó rápido y simplemente no pude dormir. me preparé para ir al colegio, en realidad no tenía ánimos de ir, pero no quería estar en casa cuando ella regresará del hospital...
-¡Hey dude!-exclamó Allen saludándome al encontrarme en un pasillo.
-Ciao-respondí seria.
-Tu amiga es linda-dijo sonriendo ampliamente mientras miraba con coquetería a Emma.
-Ya quisieras-respondí parándome frente a Emma.
-Ok, no te quitaré a tu novia-contestó él riéndose.
-No somos novias, además ya tengo novio-comentó Emma abrazándose a mi brazo.
-Aun no creo que seas una mujer-dijo Luciano caminando hacia nosotros.
-Yo tampoco lo creía al principio-comentó Emma riendo.
-¡Emma!-exclamé molesta.
A pesar de todos los problemas, de lo que debía ocultar y del dolor por el que pudiese estar pasando, habían buenos momentos en mi vida, Luciano, Allen y Emma se volvieron parte importante de mi vida, ya que eran los únicos amigos que tenía.
-Hey niñoniña, francesita, ¡¿quieren ir a una fiesta?!-exclamó Allen sonriendo animado.
-Primero que nada, soy Belga no francesa y segundo ¡Claro que sí!-respondió Emma sonriendo ampliamente.
-Que stupido eres Allen, no sabes diferenciar entre el acento belga y el francés-agregué a la celebración mientras me cruzaba de brazos.
-Tomaré eso como un sí-respondió el americano-es en casa de Luciano, les enviaré la dirección a sus teléfonos-finalizo sacando su teléfono de su bolsillo.
-Yo... no tengo uno-respondí avergonzada.
-No importa, yo puedo llevarte-dijo mi amiga tomando mi mano.
-Gracias Emma.
-Bueno, ya no hay excusas para no ir, será la próxima semana, nos vamos a divertir hasta vomitar-dijo el americano, provocando las risas de Emma, mientras pasaba sus brazos sobre nuestros hombros.
-Eres un asqueroso, no me toques-Le dije huyendo de su abrazo.
-Lastimas mi sexy corazón-respondió el trigueño haciéndose el ofendido.
-Y lastimare otra cosa si le pones un dedo encima a Emma-agregué mirándolo molesta.
-Ok, tranquila bestia-dijo sonriendo divertido.
Al finalizar el día me encontraba en un auto en camino a casa de Emma, aun no sabía nada acerca de mi madre, pero esa no era mi mayor preocupación. Hablar con mi amiga es agradable, ya que de alguna manera su sonrisa parecía borrar mis problemas.
Mis noches nunca fueron más tranquilas y mis pijamas nunca habían sido tan rosas, ella me prestaba ropa, ya que yo no había traído suficiente. Algunas veces anhelaba quedarme a vivir con ella, pero por algún motivo, siempre tenía la urgencia de regresar a "casa".
-Recuerda que siempre puedes volver-decía mi amiga despidiéndose con un abrazo.
-Ya lo sé-respondí separándome.
Aunque ella insistía en llevarme de regreso a casa, la vergüenza de que viese en donde vivía me impedía aceptar tal oferta, aparte que le caminar en soledad hasta mi casa, me permitía pensar en lo que haría al llegar ahí...
A quien quiero engañar, nada me puede preparar para regresar ahí. Al cruzar el umbral, la veo sentada en el sofá, sus labios son una línea recta, bajo sus ojos hay ojeras, su cabello es un desastre y se ve tan enferma. A pasos lentos caminó al interior de aquella casa y antes de poder encerrarme en mi habitación la oí decir...
-Gracias...
-¿De?-pregunté sin voltear.
-No me dejaste morir-murmuró ella.
En silencio avance dándole la espalda. Esa es la verdad, si no hubiese llamado a una ambulancia ella no estaría ahí en la sala, teniendo otra oportunidad de destruirse a sí misma. Me senté sobre la cama y mire el techo de mi habitación, pensé en que habría pasado si no la hubiese salvado, ¿Quizá aún la quiero? después de todo aun es mi madre.
Los días han pasado más rápido de lo que pude imaginar, ya lleva tres días sobria y eso es un milagro, incluso una noche me hizo algo de comer, lo cual terminé rechazando, puesto que había ido a comer con mis amigos antes de llegar a casa.
Faltando un día para la fiesta de Luciano, Emma me invito a pasar la noche en su casa. Preparé mi ropa sacándola de las gavetas y con mi maleta en la espalda avance por la sala hasta la puerta principal. Pude divisar a mi madre sentada en el sofá, solo me miraba, no decía palabra alguna...
-¿A dónde irás?-preguntó mi madre repentinamente.
-A la casa de una amiga-respondí sintiéndome extraña; ella nunca se había interesado en lo que yo hacía.
-Que te diviertas-dijo ella dejándome ir.
Siento algo extraño, como un remolino de emociones en mi pecho. Tenía ganas de abrazarla, de decirle que la quería, pero en su lugar, salí con rapidez de aquel lugar, corrí hasta que no podía más, entonces me detuve y me di cuenta que me daba miedo quererla, porque antes me había herido y está en la capacidad de volverlo a hacer...
Al llegar a la estación del tren Emma me espera con una sonrisa en su rostro, no pude evitar devolvérsela mientras me acercaba a ella, su sola presencia me hace sentir mejor, ella es mi mejor y una amiga mujer. Tomando mi mano me llevó hasta el auto que aguardaba por nosotras. Hablamos de todo y nada, hasta que ella se quedó dormida. En silencio miraba por la ventana a los autos pasar y sin poderlo evitar mi mete revivió la corta conversación que tuve con mi madre, fue tan extraño para mí, que dudo que lo pueda olvidar con facilidad...
Al llegar a su casa, le impedí a su tutor despertarla, preferí cargarla por mi cuenta hasta su cama. Le debo mucho a ella ¿Quizá ella es el único motivo por el cual no perdí mi cordura? subí las escaleras y cargándola en mis brazos la lleve hasta su habitación, dejándola sobre la cama, regresé al primer piso para buscar mi maleta, para mi sorpresa el tutor de Emma la había metido a la casa, él no se encontraba ahí, así que decidí volver a subir. me acosté a su lado y miré el techo de la habitación en silencio hasta que sin siquiera darme cuenta me dormí.
-¡Buenos días!-exclamó mi amiga saltando sobre el colchón de su cama.
-Cinco minutos más-gruñí escondiéndome bajo las mantas.
-Nada de eso, llegaremos tarde al colegio-dijo arrastrando mi soñoliento cuerpo hasta el baño, una vez ahí dejo caer el agua fría sobre mi cabeza.
-¡Merda Emma!-exclamé despertando por completo, mientras ella huía del baño riendo de su travesura.
Emma hace que cada situación brille, su sonrisa y su actitud le dan brillo propio, aun no entiendo cómo llegamos a ser tan cercanas, somos tan distintas y a pesar de que ella conoce la mayoría de mis problemas, nunca ha sentido lastima por mí, siempre me anima y eso es lo que más me agrada de ella. Sería perfecto que estuviésemos en el mismo salón de clases, pero aun que no demos clases juntas, ella, Allen y Luciano siempre me acompañan en los recesos y a la salida.
-No puedo esperar por la fiesta-decía el americano.
-Tu solo quieres alcohol gratis-dijo Luciano mirándolo estoico.
-Esta será mi primera fiesta-me atreví a confesar.
-¡The firts! (la primera) eres un nerd-exclamó el trigueño burlándose de mí.
-¡Si te sigues riendo, voy a tumbarte los dientes pezzo di merda!-grité provocando una lucha verbal entre Allen y yo
Luciano se hacia el desinteresado y Emma se reía de cada insulto que nos dedicamos, según ella, ese es mi método para expresar mi aprecio hacia el trigueño. Peleas sin ganador, risas con o sin sentido, malos, raros y hasta buenos momentos, sin duda no me arrepiento de haberlos conocido, si tuviese que elegir de nuevo, los conocería una y otra vez.
El día de la fiesta de Luciano llego y antes de ir hacia su casa Emma se tardaba una eternidad arreglándose y maquillándose. Al salir del baño y ver lo que yo llevaba puesto hizo una expresión de desaprobación.
-Es por esto que la gente cree que eres niño-dijo señalando mi ropa.
-Es cómoda y me visto rápido-respondí cruzando los brazos mientras fruncía el ceño.
-Ven te prestaré un vestido-decía mientras tiraba de mi brazo.
Sin importar todas mis quejas, mis pantalones volaron, al igual que mi camisa y mis zapatillas, en cambio un vestido rosa y unas sandalias doradas me fueron otorgadas por mi amiga, la cual insistió en vestirme. Me llevó hasta el espejo más cercano y me hizo verme en el, no pude soportar ni la vergüenza o la risa. mi cabello era tan corto que el vestido me hacía ver como un niño con ropa de niña.
-Me veo espantosa-dije entre risas mientras mi amiga inflaba sus mejillas como muestra de su desagrado.
-Estas hermosa y eres bellísima-me corrigió ella.
-Como tú digas-dije sarcástica.
-¡Solo falta maquillarte!-exclamó emocionada.
-Oh no, no, no, ni se te ocurra-le dije alejándome de ella rápidamente.
-Solo un poco-rogaba.
-Si quieres que no me quite esta ropa, más te vale que alejes ese labial de mi-le dije al ver como apuntaba a mi rostro con su lápiz labial.
-Que aburrida eres-se quejó guardando el maquillaje-pero eres mi aburrida, ¡¿Qué estamos esperando?!-exclamó tirando de mi brazo.
La mirada que me dedicó el tutor de Emma fue sin precedentes, obviamente nunca imagino verme vestida como mi amiga, de cualquier forma no me importó lo que él pensara, me sobra y vasta con lo que piensa ella. Llegamos a la fiesta de Luciano y Allen nos recibió en la puerta, los comentarios burlescos no se hicieron esperar...
-Pareces un hombre en vestido-se burló él acomodando su brazo alrededor de mis hombros.
-Mira mal nacido, otro comentario como ese y este vestido será lo que usaras por los próximos días por el resto de tu puttana vida-le dije apretando su cuello con ambas manos.
-Que lindos, como se quieren-el sarcasmo en la voz de Luciano era notable.
-Tu casa es hermosa-dijo Emma cambiando el tema de la conversación.
-Y enorme, ¿no serás hijo de la mafia?-comenté con ánimos de molestar.
-Puede ser-respondió sonriendo de manera extraña.
Mi primera fiesta estaba convirtiéndose en un grato recuerdo, lo mejor hasta ahora había sido el hecho de que empujé al americano ebrio a la piscina, las risas colectivas fueron música para mis oídos, sin embargo no contaba con que él tiraría de mi tobillo, acabé tan empapada como él y finalmente vistiendo ropa de Luciano. Después de pasar un tiempo espantando borrachos con ganas de hablarle a mi amiga, sucedió algo que nunca me habría esperado. Emma encontró a su novio en la fiesta, pero no estaba solo, estaba a un lado de la piscina, besando a Danna frente a todos lo presente, los cuales se limitaban a ignorar la escena.
La cara de Emma era de dolor y decepción pura, sus labios temblaban, parecía que en cualquier momento lloraría. Ya nada me importaba, avancé empujando cada persona que se metía en mi camino y al llegar donde estaban ellos, empuje a Danna a la piscina y tras esta acción golpee con toda mi fuerza al tipo, los gritos de los presentes se escucharon y se mezclaron con los del imbécil que recibía mis golpes, solo un puñetazo logro alcanzar mi cara, pero de alguna manera no lo sentí, la rabia era tan grande que lo único que quería era seguir golpeándolo, el calor en mi cabeza no me dejaba pensar, pero los gritos de Emma me hicieron parar.
-¡Roma!-exclamaba tirando de mi brazo-¡suéltalo ya, no vale la pena!-gritó alejándome del tipo.
-Maldita puta, ¡terminamos!-exclamó el tipo desde el suelo.
-¡Puta tu madre bastardo!-grité con ansias de tirarme sobre él y acabarlo, pero Luciano y Allen me sostenían de ambos brazos.
-Terminamos... no ¡Yo termino contigo, imbécil!-exclamó Emma tomando mi brazo y llenándome lejos de todos ellos...
