Compartir las alas

No quiere verlo, no puede verlo, pero lo hace, lo ve. Sally observa impotente como su marido es despojado de sus alas.

Sabe que al año siguiente tendrá la opción de recuperarlas, pero también sabe que un año sin volar es una condena demasiado dura para cualquier alado.

La mirada de su esposo intenta ser fría, pero Sally puede ver en ella todo lo que Corm está sintiendo en esos instantes, su rabia, su desesperación, el dolor de su orgullo herido. Sally le sonríe con ternura mientras se acerca a él. Ahora más que nunca Corm la necesita. Necesita saber que puede contar con ella y Sally está dispuesta a estar ahí para él, a compartir su ira por la injusticia cometida y a ofrecerle el único consuelo que puede darle: está dispuesta a compartir con él sus propias alas.