Exoneración: Los personajes de Mass Effect son propiedad de BioWare.


Reptó bajo la alambrada, tras ella Emma hizo lo mismo.

Cuando llegó al final se levantó. Se giró hacia atrás e intentó alzar el alambre para facilitarle a Emma el paso. Una púa le arañó el brazo, aquella herida quedaría marcada en su piel como una de las tantas huellas tangibles de su paso por una infancia feliz. Emma se sacó el chaleco azul que llevaba y con él le vendó el brazo entre risas. Al llegar a casa mentiría a su padre, diciendo que se lo había hecho persiguiendo a un perro.

Sus padres eran agricultores, poseían frutales y, aún así, para las dos niñas no existía fruta más exquisita que la que robaban al vecino más próximo a la casa de Emma, el señor Belmont, un anciano entrañable y singular, al que cuando eran más chicas tenían miedo porque cada vez que pasaban por su casa, les decía que se las quería comer guisadas con arroz.

El olor de las naranjas era cada vez más intenso.

Shepard fue la encargada de subirse al árbol, desde abajo sólo se podían ver sus piernas arañadas, sus rodillas peladas.

Saborearon su botín con alegría, cerca de un magnolio, donde todavía el aire estaba impregnado de azahar; el calor que el astro rey confería a la fruta para madurarla se desprendía en cada jugoso bocado.

Disfrutaron de una plácida siesta sobre la mullida hierba entre cáscaras vacías de naranjas.

Aquella noche, la pequeña Shepard contempló las estrellas junto a su madre, después de cenar, le encantaba observarlas con ella desde que aquel niño rubio rechazara su carta de amor, había sido entonces cuando su madre la encontró llorando y le mostró los astros para hacerla olvidar. Era el pasatiempo que las unía. En su imaginación bullían imágenes de grandes aventuras que ella y Emma vivirían cuando tuviesen su propia nave. Juntas se comerían el mundo, igual que se comían las naranjas del vecino.

—Hija, no deberías perder tan pronto la paciencia —La niña sabía que se estaba refiriendo a la discusión iniciada durante la cena, cuando su hermano trató de robarle unas patatas del plato y ella intentó clavarle en la mano el tenedor—. Deberías intentar pelearte menos con tus hermanos. A lo largo de tu vida conocerás gente con la que conectarás, pero esas personas acabarán desapareciendo en el tiempo igual que una estrella fugaz. En cambio la familia siempre permanece, los lazos de sangre que nos unen son muy fuertes. No importa lo que suceda porque la familia siempre estará ahí junto a ti. No lo olvides nunca.


Bueno, Fridda y yo, Aladag, escribimos en conjunto el fic y los siguientes capítulos. ¡Ha sido muy divertido! Esperamos que les haya gustado y de antemano, gracias.

¡Felices fiestas a todos!