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Pokémon Alphabet

Capitulo I: Altaria. Una nevada en las montañas.

Ubicación: Puntaneva.

La tormenta había durado aproximadamente dos días completos. La nieve helada no cesaba de caer y congelarle los huesos detrás de su piel. Los Pokémons ocultos en las cuevas parecían tener suerte, calientes, calidos entre ellos. Por su parte, la coordinadora, segada por la tormenta, no sabía por dónde pasaba y pisaba. Caminaba a la suerte, confiando en su instinto de viaje.

Sentía que la mandíbula de temblaba, su piel, pálida contrayendo una hipotermia. Sus ojos habían perdido el brillo azulado. Sus bazos bailaban en el brazo del contrario, abrazándose intentando conciliar calor corporal. Su nariz roja como el reno de invierno, enferma por el estado climático.

Todo por un estúpido concurso. Pensaba ella enojada, con el ceño un poco fruncido. No se podía concentrar demasiado en el tema, ya que lo más importante era encontrar refugio para pasar una calida noche. Su abrigo no le aportaba el suficiente, y su meta era tan importante que seguía caminando. Llegar a ciudad Valor. Cualquiera podría decir que era una coordinadora dedicada, entusiasmada, sin una otra cosa en qué pensar. Pero sus intenciones eran otras…

Hizo un mal movimiento con sus pies, que sintió que caía. Qué importaba si moría, qué importaba si estaba cayendo por el más duro acantilado. Su vida no podía mejorar ni empeorar. No tenía nadie a su lado; era eso lo que ganaba por intentar viajar sola por Johto.

Pero sentía en su espalda un centenal de piedras. Como un resbaladero puntiagudo. Su chamarra se estaba desgarrando por la fuerza, mientras emitía un grito por sus labios. De dolor, de miedo, de soledad. Cayó en la conclusión de que eso no tenía fin.

Hasta que sintió que caía en su retaguardia brutalmente, gimiendo al sentirlo. Se levantó aturdida, con los pasos tambaleantes. Intentando subir nuevamente. Pero parecía atrapada. La entrada estaba muy alta, no había caso de hacerlo. No era tan tarde, pero parecía ya que las nubes nevadas ocultaban el Sol.

Así que no tenía otra opción más que pasar la noche ahí.

Intentó nuevamente cerciorarse calor, comenzando a crear una fogata con un par de ramas congeladas, hojas y dos piedras pegándolas entre sí. Pero no había resultado alguno. Comenzó a sollozar amargadamente. No tenía vida, no tenía compañeros. Sus Pokémons no soportarían ese frío imperdonable.

Hasta que una manada de Swablus y Altarias se acumulaban a sus costados y le aportaban calor. Se acurrucaban en su piel. En su cabeza, abrazando a uno de tantos. Y un vapor congelado remplazaba su respiración. Poco a poco comenzó a calentarse, a dormir y a soñar…

~ O ~

Se puso su chaleco negro, con una franja amarilla en el centro apuntando hacia abajo, su cachucha con una media PokéBall azul, un típico Pikachu en su hombro derecho, su par de guantes sin cubrir los dedos con una franja verde en la muñeca y una sonrisa. Listo para ganar otra medalla y el concurso regional de esa ciudad. La Copa Wallace.

Salió al Lobby principal, la recepción de ese Centro Pokémon.

En el escritorio, tan amplio lleno de papeles, una Enfermera bien parecida ocultaba su preocupación con una sonrisa muy singular. Pero, como el chico especial que era, notó ese sentimiento oculto. Se acercó a ella y se recargó en su escritorio, la observó y acarició delicadamente la entre-oreja de Pikachu.

-¿Sucede algo, Enfermera Joy?-Le cuestionó sin problemas el entrenador, amablemente, observándola con delicadeza y confianza.

-No, Ash. Pero no te preocupes, esto se puede solucionar.-Contestó mientras marcaba son su pálido dedo un numero en el teléfono.

-Pero… ¿Qué pasa?, ¿A quién llama?-No quería ser tan insoportable o meterse en un asunto que no era de su incumbencia, pero había pasado casi una semana completa en ese Centro esperando a alguien especial que se había convertido en un gran amigo para la peli-rosa. Preocupándose por ella a la vez.

-Esta mañana llamaron de la central que está en Ciudad Puntanevada un grupo de Pokémons Rangers pidiendo ayuda, ya que es la cuidad vecina más cercana…-Comentó preocupada mientras colgaba sin éxito el teléfono.-Quería llamar a la Oficina de la Oficial Jenny en busca de ayuda…-

-¿Y qué pasó?-Preguntó alterado y sorprendido, tenía que ser grave como para pedir ayuda de otras ciudades. Tan grande era su sorpresa que había dejado de acariciar a su Pokémon.

-Comentaron que encontraron a una coordinadora inconciente en el interior de una cueva donde estaban haciendo sus investigaciones Pokémon. Dijeron también que si no fuera por una manada de Altarias no hubiera sobrevivido…-Respondió intentando nuevamente llamar a la estación de policías de esa ciudad.

-¿Sabe de quién se trata?-Chilló sintiendo un mal presentimiento sobre el tema, recargándose con más fuerza en el escritorio, asustado.

La peli-rosa, tan comprensible y amable en todo, sentía las lagrimas de culpa en el borde de sus ojos, no podía hacer nada al respecto. Tanta era su amargura, su preocupación, que negó completamente a las interrogaciones de el azabache. Comenzó a teclear unas cuantas cosas en su computadora; minutos después salió de su puesto y caminó a un lado de el joven.

Juntos salieron en busca de la Oficial Jenny por la culpa del mal estado de la conexión telefónica. Con gusto Ash aceptó, sentía que algo no estaba bien en todo eso. Dejó una nota dirigida a sus compañeros y, cuando la peli-rosa lanzó una PokéBall al aire, recuperó esa sonrisa que tanto buscaba…

-¿Iremos en este Arcanine?-Preguntó al aire, aún preocupado no podía contener su afán con los Pokémons.

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Próximo Pokémon:

Beauttifly. Recuperando la confianza.