Cardcaptor Sakura pertenece al grupo de mangaka CLAMP


Un día llegaré
no importa la distancia
El rumbo encontraré
y tendré valor
Paso a paso iré
y persistiré
a cualquier distancia
yo mi amor alcanzaré.

Ricky Martin / No importa la distancia

Pequeña Estrella

En medio de la noche en una pequeña ciudad una mujer de cabello castaño caminaba apresurada. En sus brazos, envuelta en mantas y ajena a todo llevaba a una bebe completamente dormida.

—Llegaré a casa en unos minutos y todo estará bien —se dijo, sus tacones resonaron en la acera mientras iba casi corriendo, giró en una esquina y finalmente pudo ver la luz de su casa, sólo faltaba un poco más y aunque sus piernas pedían un descanso ella se apresuró, sólo faltaban unos metros.

Las luces de las farolas se fueron apagando y la mujer empezó a correr pero a escasos dos metros de llegar a la puerta una oscura daga salió disparada hacia la bebé pero ella puso su brazo y sintió un leve piquete.

—Tonta, no te queremos a ti la queremos a ella, esa niña está maldita, la estrella roja brilló en el firmamento durante el día cuando ella nació —gruñó un hombre desde las sombras.

—¡El brillo de una estrella no puede significar nada! —respondió.

—Tonta mujer, esa estrella es la compañera de las lunas sangrientas —susurró el hombre avanzando en la oscuridad, sus pasos resonaron.

—¿Nadeshiko? —un hombre de cabellos castaños oscuros y ojos marrones apareció abriendo la puerta de la casa. Al instante la misteriosa presencia se desvaneció.

—Fujitaka... —la joven mujer corrió aliviada hacia su casa y cerró la puerta, dentro estaban a salvo segura de que ellos no podían entrar.

Algunas semas después la salud de la mujer empezó a decaer, los médicos no hallaban explicación y pronto la joven madre estuvo internada. Su cuerpo había dejado de responderle y moría lentamente, su esposo pasaba horas con ella pero Nadeshiko estaba feliz de haber salvado a su pequeña de aquellas sombras que la acechaban en las tinieblas.

—Fujitaka... vuelve a Tomoeda... sólo allí nuestros hijos... estarán a salvo... —pidió minutos antes de morir.


Amon había esperado varios milenios para poder conocer a su compañera eterna, milenos en que vagó solo y sin rumbo, aunque a decir verdad no estuvo nunca completamente solo pues conoció a Vald, Elizabeth, Yaten, Haruka, Kety y claro, a la madre de su primogénito, la indomable y hermosa Soare.

El vampiro más antiguo había vivido mucho pero aún no se sentía completo, le faltaba la parte más importante en su vida pero no se rendía pues sabía que en algún momento su compañera o compañero destinado llegaría, algún día aparecería pero mientras él sería paciente y seguiría esperando. Y entonces ocurrió.

La hija de Vald, uno de sus compañeros vampiros, quien había estado desaparecida durante siglos había vuelto a aparecer. Amon corrió a su encuentro apenas la sintió, estando seguro de que ella estaría junto a su querido hijo. Así que sin decir nada salió de la mansión dejando atrás a Elizabeth y a Vald y completamente solo se dirigió hacia aquel país compuesto de islas que hace tanto tiempo había llamado su atención pero apenas piso suelo japonés lo sintió. Algo era diferente, un aroma suave a deliciosas flores se alzó por sobre los demás aromas y el vampiro, olvidando temporalmente su misión, siguió aquel delicioso aroma que provenía de un hombre que llevaba de la mano a un niño de cabello negro y que estaban de espaldas a Amon cuando éste los encontró. Parpadeó sorprendido ¿sería acaso aquel humano su compañero? Debía averiguarlo así que sonriendo se fue acercando y entonces la vio, una pequeña cosita color rosa envuelta en una manta blanca.

—¿Qué ves? —preguntó el niño llamando la atención del faraón.

El hombre que tenía a la bebé en sus brazos se giró, alertado por la voz de su hijo, y lo observó intrigado, el vampiro por primera vez en más de cien años se sonrojó al verse descubierto y sin una excusa.

—Lo-lo siento es sólo que es una niña preciosa —se inventó volviendo su vista a la nena que dormía ajena a todo, aunque en realidad no era una mentira.

—No hay problema —le perdonó amablemente el padre.

—¿Puedo saber cómo se llama? —preguntó sin apartar los ojos.

—Eso no es de tu incumbencia, pervertido —respondió el niño pelinegro.

—Touya no seas grosero.

—Él es quien anda preguntando cosas que no le importan —el niño lo fulminaba con la mirada.

—Lo siento tiene razón, lamento haberlos importunado —se disculpó antes de darse la vuelta y marcharse.

Una vez lejos usó una sombras para seguir a aquella familia entre tanto contactó con Yaten y Haruka para que buscaran a Serena mientras él averiguaba más de aquella pequeña bebé.

La noche después de la partida de esos dos vampiros Amon se dirigió hacia aquel lugar donde la familia de la niña se dirigía. Una ciudad pequeña y tranquila en apariencia pero el vampiro podía sentir que la energía espiritual presente era fuerte, habían espíritus salvajes en los alrededores de Tomoeda pero también una fuente mágica sellada, una muy grande pero que por el momento no representaba ningún peligro. En medio de la noche el vampiro se adentró en la habitación de la bebé, los otros dos habitantes dormían sin notarlo.

—Eres una niña hermosa —susurró Amon inclinándose en la cuna.

En ese momento los ojos de la niña se abrieron y unos grandes ojos verdes lo miraron sin parpadear, él no pudo más que estremecerse por lo linda que se veía su compañera, aún si apenas era una bebé ya era suya. La sonrisa boba desapareció cuando un espíritu se estrelló contra la ventana, era un espíritu menor con la apariencia de un gran ojo con alas pero la bebé rió alargando sus manos hacia el ser sorprendiendo al vampiro.

—¿Tus ojos son los de una sacerdotisa pequeña? —aquello no le gustaba, no quería que la niña tuviera interacción con los espíritus pero tampoco podía bloquear el don de la niña sin un buen motivo, además el espíritu desapareció cuando el faraón colocó una barrera entorno a la casa, le gustaría poner una barrera sobre la niña pero para eso necesitaba un objeto creado con magia astral y el lamentablemente no podía usar la magia blanca.

Los meses fueron pasando y Amon observaba a la bebé desde las sombras, cuidaba de ella cuando Fujitaka se marchaba a trabajar dejando a los niños con la niñera. Touya también cuidaba de su hermanita y aunque él no lo veía podía sentir una presencia que alejaba a los espíritus que solían rondar su casa, incluso en más de una ocasión vio a un gato negro dormitando en el techo, al principio no le gustó pero con el correr de los meses se fue acostumbrando hasta que un día el animal simplemente desapareció.

Durante los primeros años de Sakura aquella presencia que había estado cuidándolos desde las sombras no volvió a aparecer. Touya se alegró de que su hermana al parecer no tuviera los ojos espirituales pero todo cambio cuando la niña cumplió los cinco años y fue a su primer festival.

—Vamos hermano —la pequeña castaña tiraba de la mano del moreno.

—Ten cuidado Sakura, no corras —le habría gustado tener con él a su padre pero Fujitaka había tenido una emergencia y no pudo asistir así que Touya al ver la cara de decepción de Sakura ante la idea de perderse otro festival decidió llevarla él, le costó un poco convencer a su padre pero finalmente el hombre cedió y después de darles las recordaciones de costumbre los dejo marchar.

—Mira hermano, allí venden amuletos —señaló la niña.

Touya sonrió por su entusiasmo aunque sus ojos no dejaban de ver al bosque cada tanto, un festival celebrado en un templo tan viejo siempre tenía espíritus rondando.

—Hermano mira que bonitos peces —exclamó Sakura emocionada viendo las carpas.

—Vamos a comer algo de takoyaki, Sakura —sugirió el niño.

—Yo te espero aquí, quiero ver los peces —Touya miró el puesto de takoyaki, estaba a menos de quince metros ¿que podría pasar?, además su hermana estaba tan ilusionada viendo los peces y globos de agua.

—Iré a comprarlos pero no te muevas a de aquí.

—¡Sí! —respondió la niña.

Touya se dirigió hacia el puesto de takoyaki pero habían otras dos personas delante suyo así que paciente esperó, volvió a mirar hacia el puesto de peces dorados y vio a Sakura animando a un adolescente a intentar nuevamente coger un pez, sonrió y volvió la mirada al hombre que preparaba el takoyaki.

Finalmente después de unos largos minutos fue su turno, cogió la caja y volvió hacia el puesto de peces pero su hermana ya no estaba allí, preguntó por ella al hombre que atendía pero él le dijo que no notó cuando la niña se había ido dio la vuelta. Buscó en los alrededores pero no había nada, las linternas de papel se fueron consumiendo y la luz bajó, el niño había recorrido el festival más de seis veces pero nadie había visto a la niña, entonces en un viejo sendero que se adentraba en el bosque halló una sandalia de su pequeña hermana.

—¡Sakura! —gritó mientras se adentraba en la oscuridad— ¡¿Sakura dónde estás?! —volvió a preguntar pero nadie contestó, siguió corriendo, tanto que se cayó dos veces.

—¿Estás bien? —preguntó una adolescente vestida como sacerdotisa sosteniendo una linterna.

—Perdí a mi hermana —respondió a punto del llanto.

—Cálmate, te ayudare a buscarla —él la miró desconfiado pero finalmente accedió, cualquier ayuda era importante.

—Se llama Sakura y yo Touya.

—Yo soy Kaho Mizuki, vivo en el templo. Tranquilo la hallaremos, conozco bien el bosque.

En un claro del bosque Sakura miraba aterrada a una criatura, un gigantesco ojo con alas y grandes dientes que se iba acercando.

—Una humanita con un olor tan delicioso ¿cómo pudo habérsenos escapado? —el ojo habló.

—Hermano, papá ¿dónde están? Tengo miedo —entonces una luz plateada atravesó al ojo y este desapareció volviéndose sólo humo.

—¿Estás bien? —preguntó un hombre de cabello negro largo y sonrisa amable, Sakura no pudo más y soltó a llorar, después de todo era sólo una niña de escasos cinco años. Amon fue sorprendido por el repentino llanto— Ya estás a salvo, ya no pasará nada yo te cuido —trató de consolarla acariciándole el cabello.

Amon suspiró, el llanto de Sakura no cesaba y él no podía resistirlo, con un chasquido la niña se quedó dormida, el encuentro con aquel espíritu había convencido al faraón de que lo mejor era sellar el don de su compañera así que usando un hechizo cubrió con un velo los ojos espirituales de Sakura.

—Estarás a salvo pequeña, yo te cuido —le susurró acunándola en sus brazos, era aún tan pequeña y vulnerable y con aquel lindo kimono blanco con flores de cerezo era condenadamente adorable, como deseaba tener una cámara y tomarle una foto.

—¡¿Qué haces con mi hermana?! —pregunto Touya furioso, llegando al claro junto con Kaho.

—¡Suelta a la niña espíritu! - demando la aprendiz que acompañaba al niño.

—Tenían que arruinarlo... —el faraón sacó una varita negra con una pequeña cúpula en el centro donde una joya brillaba de verde— obliviate —susurró y el niño quedó con la mirada perdida mientras la aprendiz soltó los pergaminos que había sacado.

Fuijitaka volvió a casa bastante tarde y se pasó por la habitación de sus hijos; Touya dormía sobre la cama con las colchas en el suelo, cosa que hizo al hombre sonreír y que entrara a arropar a su hijo mayor, luego caminó hacia la habitación de Sakura, la niña dormía perfectamente arropada con su colcha mientras que su kimono blanco estaba sobre una silla.

Los recuerdos de Touya sobre aquella noche eran simples: fue a comprar takoyaki y al volver Sakura lo esperaba, ambos comieron y continuaron visitando los puestos del festival y Sakura consiguió un amuleto de la buena suerte aunque no sabían cómo.

Fuera de la casa Amon sonreía, por ahora cuidaría de la pequeña desde la distancia como una sombra silenciosa ya después vería.

Continuara….