Los personajes aquí nombrados, le pertenecen a la autora Rowling. Mengara y la historia, es de mi creación, por tal motivo, no dejo que sea publicada en ningún lugar que no sea el mio, solamente aquí o en las plataformas de Wattpad o Potterfics la verán publicada.
Nota de Autora: Como muchos sabrán, esta historia ya había sido publicada hace tiempo atrás. En un momento quise subir una historia original pero que al final, el resultado no me gusto y la termine eliminando. Hoy día, decidí subir ambas historias en una y en estos momentos me encuentro en la etapa de post edición. A las chicas que ya la había leído, solo les quiero pedir perdón por el error que había tenido. Una noche la borre sin querer de la plataforma. Perdí todos los bellos comentarios que me habían dado en un principio. Prometo ser más cuidadosa para que esto no pase.
Ahora si, las dejo con el primer capítulo.
Capítulo I: El Cuaderno
En la habitación 11 del hospital San Mungo, Theo miraba como el clima iba desmejorando, como su salud. Ya nada quedaba del hombre que alguna vez había sido. Su piel casi morena se había ido aclarando, hasta llegar a un blanco cadavérico donde se podían ver sus venas. Su cabello oscuro como la noche, ahora era de un gris claro, producto de las canas. Lo único que no había cambiado en él, había sido sus ojos azules. Los mismo que miraban a aquella mujer que entraba en su habitación. Azul con azul, chocaron.
— Hola papá. Perdón por la tardanza, pero el tráfico está imposible. Parece que el clima ha hecho que la gente se apurada en llegar a casa —dijo ella, mientras se quitaba la chaqueta y la ponía en la silla a lado de la cama. Le dio un beso a su padre.
— Hola.. Meg —dijo con un hilo de voz— trajiste... lo que te... pedí.
— Si. Estaba en el ático.
— En él vas a encontrar... un cuaderno. ¿Podrías... leerlo?
— Claro.
Mengara se acercó al maletín, que se encontraba bastante viejo debido al paso del tiempo. Sabía que había sido un regalo de su madre. Entre millones de papeles, fotos, postales, encontró un pequeño cuaderno negro, cuya inscripción decía "Flor de Loto". Se sorprendió, ya que ese era el apodo que su padre le había puesto. Lo miró brevemente y con temblor, lo abrió. En la primera hoja encontró una nota dedicada a ella con la letra pulcra y reconocida de su padre.
"Hija mía.
Es el día más dichoso para tu madre y para mí, ya que has llenado nuestras vidas con tu llegada. Eres hermosa, sacaste los rizos y los ojos azules como tu madre. Y de mi sacaste solamente el negro de mi cabello.
Pero no todo es alegría, no todo es felicidad. Sé que este cuaderno te llegará cuando descubras la verdad por ti misma o en el peor de los casos, cuando sepa que mi vida este llegando a su fin. Espero que no sea esto último y si así es, quiero pedirte perdón por no hablar contigo en el momento indicado.
Este cuaderno aclara muchas dudas que estoy seguro tendrás. Espero que nos perdones y que comprendas que todas las decisiones que hemos tomado han sido porque te amamos y que, como padres, hay decisiones difíciles de aceptar, pero sabemos que fueron lo mejor.
Hija querida, te amamos porque sos la luz que nos está iluminando en este momento de oscuridad. Eres y serás la luz que ilumine nuestras vidas.
Con amor, tus padres."
Mengara miró la primera hoja sorprendía. ¿Qué significaba eso? Según la fecha que tenía escrita, su padre la había escrito el mismo día que nació, pero ¿Y el cuaderno? ¿Qué gran secreto contenía para que su padre esperara casi a su muerte para entregárselo? ¿Por qué no lo hizo cuando pudo? ¿O porque sus padres no se lo contaron cuando pudieron? Esas y muchas preguntas cruzaron por su mente. Y ahora, lo único que quería era llorar, como si una parte de ella, supiera lo que iba a pasar...
