Título: Neko's
Summary: Los nekos fueron creados después de que las mujeres, sin razón aparente, poco a poco fueron perdiendo la capacidad de tener hijos. Son hombres, pero más que eso, son hombres que pueden dar vida. Los nekos son tiernos, amables y graciosos, ¿o no?
Personajes: Usami Akihiko; Misaki Takahashi; Kusama Nowaki; Hiroki Kamijou; Shinobu Takatsuki; Yö Miyagi; Takano Masamune; Onodera Ritsu; Yoshiyuki Hatori; Yoshino Chiaki; Yukina Kou; Kisa Shouta; Kirishima Zen; Yokozawa Takafumi; Kokoro Inoue.
Disclaimer: Los personajes utilizados en este fanfic son creación de Shungiku Nakamura (exceptuando los míos, obviamente).
Advertencia (s): Lemon.
CAPÍTULO UNO:
Después de la tormenta vienen más tormentas
Si mis subordinados me vieran en este momento perderían todo el respeto que me tienen, pensó estresado Shi, al tiempo en que caminaba de un lado a otro como león enjaulado. Estaba en el hospital, ya que su esposa, Kazumi, estaba dando luz a su hijo. Estaba emocionado, pero eso no evitaba que los nervios entraran a su cuerpo, porque, ¿qué pasaba si ocurría algo durante el parto?
—Señor —le llamó una enfermera—, ya puede pasar.
Entró a la habitación, rogando que el temblor de sus piernas no se notara —o en su defecto que lo hiciese lo menos posible—. Su esposa tenía en sus brazos a su hijo, el cual estaba protegido por una manta azul bebé. Sonrió, sin pensarlo mucho, porque con sólo ver a su esposa feliz era suficiente para que él lo estuviera. Se acercó a ellos casi con miedo, temiendo que si lo hacía demasiado brusco el bebé en los brazos de su mujer se asustara.
—Shi, ¿quieres cargarlo? —musitó la mujer emocionada. Shi asintió, porque sentía que si hablaba en ese momento se iba a poner a llorar. Era su hijo después de todo, ¿cómo no querría cargarlo?
Con extremo cuidado levantó a su hijo, y lo observó con adoración. Su piel era tan blanca que se veía delicada, estaba dormido y en su pequeña cabeza había una pelusa —el cual era su cabello— junto a dos orejas de marrón claro. Se veía tan frágil.
—¿Es un neko?
—Sí, ¿te preocupa? —indagó nerviosa Kazumi. La señora Ondera siempre supo que su esposo soñaba poder tener un varón, para que éste pudiese heredar la empresa y gozar todo lo que le pudiese dejar en su testamento, pero siendo neko era casi imposible que se pudiera. Kazumi siempre odió que las personas discriminaran a los nekos, como si por el hecho de poder tener hijos les impidiera ser algo más. Por esa misma razón ella pertenecía a una organización donde se protegía los derechos de nekos, y una gran cantidad de mujeres era participe, porque lo que los nekos estaban viviendo no difería mucho de lo que atravesaron las mujeres años atrás, y que aún vivían. Kazumi negó con la cabeza, no era momento de pensar en eso. Ahora lo que le preocupaba era la reacción de su esposo, porque en el momento que supo que estaba embarazada no pudo más que amar a su hijo.
—No, más bien estoy feliz. —Shi sonrió con tranquilidad, por lo cual Kazumi también lo hizo, sintiéndose en paz.
Los años comenzaron a transcurrir a una velocidad impresionante, y tanto el señor como la señora Ondera sentían orgullo de como su hijo cultivaba un gran amor hacía la literatura. Este orgullo no hizo más que crecer al ver como Ritsu siempre era el primero en todo lo que se proponía, porque Ritsu no era tonto, y podía percibir las limitaciones que la sociedad quería implantarle. Tampoco se lo había dicho de forma directa a sus padres —y estaba seguro que tampoco lo fuese a hacer en un futuro cercano—, pero el neko sabía las expectativas que sus padres guardaban para él, y ellos al ser lo más importante de su vida, además de ver lo felices que se veían cuando lograba algo con éxito, hacía que Ritsu se quisiese esforzar más.
No fue hasta que estuvo cerca el séptimo cumpleaños de su primogénito que tanto Shi como Kazumi tuvieron que aceptar que ya no podían estar tanto tiempo con su hijo como antes, y mucho menos cuidarlo. Y no era para menos, porque con cada día las responsabilidades en la editorial eran más grandes para Shi, y Kazumi no sólo tenía que velar por su trabajo como editora, sino también por todas las campañas a las que participaba. Después de conservarlo entre ellos y con su hijo, tomaron la decisión de buscar una niñera para su hijo.
No podía ser cualquier mujer —desde un principio, Shi mantuvo que quería que fuese una mujer—, sino que fuese capaz de proteger, enseñar y educar a su hijo, y más que eso, que pudiese amarlo tanto como Shi y Kazumi lo hacían.
Cuando estuvieron a punto de rendirse conocieron a Inoue Kokoro, una adolescente de tan sólo quince años, la cual resaltaba con su cabello color azul claro y mechas verdes, su piel pálida —llegando a ser traslucida— y sus ojos amarillos. En un principio tanto Shi como Kazumi sintieron dudas al respecto —y más que todo Kazumi, porque a pesar de poder ver lo madura que era la adolescente, la veía como una niña—, porque a diferencia de todas las demás opciones que tenían, Kokoro provenía de un pequeño orfanato, y nunca había tenido una conexión real con una familia.
Sin embargo, aquella adolescente logró conquistar sus corazones al ver como en una semana se llevaba tan bien con su hijo, y no sólo eso, sino también que Ritsu la quisiese como si la conociese de toda la vida. Después de esta prueba pensaron que tal vez Kokoro no sería tan mala como niñera.
Los años siguieron pasando, y con estos la relación entre Ritsu y Kokoro no hizo más que fortalecerse. Con esto, los cambios también llegaron. Ristu ya no era más un niño, sino un pre adolescente de doce años, y como ya parecía una costumbre, llegó a su casa con las mejillas rojas. Kokoro observó todo con una ceja alzada, y antes de que Ritsu pudiera escapar a su habitación lo interceptó. Había pasado ya un tiempo, y no esperaría más para ver si Ritsu se lo contaba por cuenta propia.
—Pasa algo, Ricchan —indagó Kokoro.
—Por supuesto que no, Koko —tartamudeó nervioso el pre adolescente. Intentó mantener la mirada en los ojos de su niñera, pero no pudo, y segundos después se dispuso a mirar el piso.
—¿Estás seguro? —Una vez más, alzó su ceja. La adolescente dejó de serlo para así convertirse en toda una señorita. Su cabello azul con mechas verdes ya le llegaba a los pies —Ritsu aún con toda la confianza que se tenían aún no reunía la valentía suficiente como para preguntarle si era natural o pintado—, su cuerpo era más estilizado y sus ojos brillaban, como si de alguna forma se hubiese enterado de algo que los demás ni siquiera se imaginaban.
Ritsu suspiró, derrotado. Sabía que la guerra estuvo perdida desde el momento que entró por la puerta. Miró a su alrededor, para así observar a Kokoro con las mejillas rojas.
—¿Podemos hablar en mi habitación, por favor? —preguntó en voz baja, avergonzado.
—Esta bien —accedió la chica con una dulce sonrisa.
Ambos se dirigieron al gran cuarto que compartían. Cuando Ritsu cumplió los diez años sus padres pensaron que era el momento indicado para que su hijo tuviese su propia habitación, alegando que necesitaría más privacidad ahora que estaba creciendo. Sin embargo, éste se negó, lloró, y en ultima instancia amenazó a sus padres que dejaría los estudios si le hacían separarse de su Kokoro; desde ese día el tema no volvió a ser tocado.
Ritsu y Kokoro se sentaron en la cama, quedando uno frente al otro.
—Y, ¿qué querías decirme? —Rompió el hielo Kokoro, sintiendo una gran curiosidad.
—Verás, cuando fui a la biblioteca vi a un chico —titubeó, pero al ver la gran sonrisa de Kokoro decidió continuar—. No sé lo que pasó, pero sólo con verlo me sentí en paz, tranquilo. Mi corazón empezó a latir con rapidez a la vez que sólo podía imaginarme a su lado. Pensé en como sería conocerlo, que el quisiese que fuese de ese modo, y por unos instante fue como si sólo él y yo hubiésemos estado ahí.
Kokoro sonrió con dulzura. Al parecer, no importaba el tiempo transcurrido, porque Ritsu seguía conservando la misma inocencia que pudo percibir cuando lo conoció.
—Lo que sucede, cariño, es que has caído enamorado de él.
—¿Pero como es posible? —preguntó confuso—, no lo conozco. ¿Siquiera esta bien? Ten en cuenta que mis padres quieren que me case con An —musitó, sintiéndose deprimido.
—Ricchan, hay veces en que no se necesita conocer a la persona para caer enamorado. Lo que sucede es que hay personas que son afortunadas de que el hijo rojo del destino los guíe a la persona correcta, y uno la identifica. —Ritsu escuchó con atención a Kokoro, con los ojos abiertos, lleno de asombro. Era la primera vez que la veía hablar tan abiertamente de amor—. Y tus padres lo entenderán, y si no es así, yo estaré ahí para ti —finalizó con una pequeña sonrisa.
—¿De verdad? —preguntó Ritsu ilusionado.
—Por supuesto.
A pesar de que gracias a la conversación que tuvo Ritsu con Kokoro lo ayudó a aclarar muchas dudas, no se animó a comentárselo a sus padres, y mucho menos al chico misterioso, que después de una pequeña investigación supo que se llamaba Saga Masamune. Ritsu realmente tenía miedo de acercarse a él, y combinando con el hecho de que era una persona penosa, tomó la decisión de que lo conocería a través de los libros que leía. Cada día se quedaba hasta tarde para ver los libros que agarraba, para así poder tomarlos el día siguiente. Sin embargo, una duda constante aparecía en su mente cada vez que agarraba un libro leído por su sempai, ¿y si lo volvía a leer? Lo menos que quería era ser considerado un acosador. Y así fue como Ritsu, sin avisarle a nadie, cambió su apellido Onodera, por Oda.
Fue así como la inocente atracción de Ritsu por Masamune se convirtió de a poco en un amor puro, y tal vez, demasiado. Cada momento que tenía libre lo aprovechaba para estar cerca y conocer más de su sempai. No fue hasta el momento del encuentro que las cosas cambiaron dramáticamente.
En ese momento Ritsu intentaba agarrar un libro demasiado alto para su estatura, y su cola se movía de un lado al otro gracias a la desesperación que estaba embargando su ser. Fue cuando maldecía su estatura cuando vio que una mano agarraba el libro y se lo pasaba. Fue cuando se volteó para así agradecerle a la persona, que se quedó paralizada, porque la persona quien le había ayudado era ni más ni menos que su sempai.
—Saga-sempai.
—¿Cómo sabes mi nombre? —habló el muchacho con una expresión seria.
Las mejillas de Ritsu se pusieron rosadas, al tiempo que se regañaba mentalmente por lo estúpido que había sido al decir el nombre de Masamune cuando no habían hablado con anterioridad. Pero no pudo evitarlo, el único pensamiento coherente que pasaba por su mente era lo mucho que amaba a Masamune, lo perfecto que le parecía y que lo que más deseaba era que sus sentimientos fuesen correspondidos.
—Lo amo, Saga-sempai.
—¿Estás seguro, Ritsu? —preguntó llena de preocupación Kazumi. De un momento a otro su querido hijo venía a ella y a su esposo para decirles que quiere irse a Inglaterra y terminar sus estudios ahí. Le dolía de sobremanera que su hijo quisiese alejarse de ese modo. Se estaba preparando para el momento que tuviese que irse, pero no esperaba que fuese tan rápido.
—Sí, estoy seguro —respondió con el ceño fruncido. Ya no quería, no deseaba estar en ese lugar. La persona que más había amado lo lastimó de la peor forma posible, y cada vez que lo veía o escuchaba su nombre quería llorar, y ya había derrabado suficientes lágrimas.
—Pero Ritsu, no puedes ir solo. Aún eres menor de edad —intentó convencerlo desesperada la señora Onodera.
—Si Ritsu realmente quiere irse no se tiene que preocupar ya que yo estaré a su lado —intervino Kokoro. Ristu sonrió ante esto, porque en realidad, no se había imaginado irse sin ella.
—Si eso es lo que quiere, pueden irse —suspiró derrotado el señor Onodera.
Después de aquel acuerdo, Ritsu partió a Inglaterra con Kokoro, donde el heredero de la editorial Onodera estudió en la mejor universidad, además de graduarse con honores. Antes ed volver a su país natal tanto él como Kokoro estuvieron trabajando en distintos lugares para así conseguir un departamento propio con su propio dinero. Aún cuando Ritsu volviese para trabajar en la editorial de su padre, quería demostrar que se podía cuidar por sí mismo (y claro, con la ayuda de Kokoro).
—Ricchan, ¿para qué vivir juntos? Sé que estarás muy bien sin mí —comentó una vez Kokoro. No es que no quisiese estar con su pequeño neko, ¡por qué aún lo consideraba su pequeño niño! Sin embargo, comprendía que debía terminar de crecer, y pensaba que con ella a su lado no terminaría nunca de volar fuera del nido completamente. Después de todo, a pesar de no ser muy mayor, ella era una imagen materna para Ritsu.
—Koko. —Los ojos del neko se aguaron, y miró a Kokoro tal cual te mira un cachorro abandonado a su suerte bajo la lluvia—. ¿Ya no me quieres?
—¡Por supuesto que te quiero! ¿Sabes qué?, olvida lo que te dije. Sí me mudare contigo. —Tiempo después Kokoro comprendió que Ritsu había utilizado chantaje emocional con ella.
Ya una vez más en su país natal, Ritsu comenzó a trabajar en la editorial de su padre, donde fue reconocido con gran rapidez, sin embargo, no todo fue color de rosas. Pese su éxito, muchos de sus compañeros susurraban que este se debía a las conexiones que tenía con el jefe, logrando que Ritsu llegara molesto a casa siempre, y como consecuencia, que Kokoro también se molestara.
No fue hasta que Kokoro ya cansada del circulo vicioso del cual se había convertido su vida y la de Ristu que le recomendó que se cambiara de editorial para así demostrar a los demás que sí tenía talento. Eso alegró mucho a Ritsu, quien inmediatamente pidió un cambio a la editorial Marukawa Shoten.
Después de días de espera y mucho estrés, su pedido fue respondido, y junto a éste la entrevista. Se vistió casual, ya que a Ritsu nunca le gustó llevar esmoquin, y junto a Kokoro compartía la idea que no valía la pena ya que casi siempre estaría ocupado editando.
Sólo que al llegar a la empresa se llevó una gran sorpresa.
—¡QUÉ! —gritó exaltado—. ¿Cómo que estoy en el departamento de manga shojo?
—Así es, señorito —susurró nerviosa la mujer encargada de la entrevista.
El neko suspiró, derrotado. Por los momentos dejaría las cosas así, ya cuando llegara a casa le preguntaría a Kokoro si había una forma de que lo cambiaran al departamento de literatura. Es que no podía creer que esas cosas le pasaran a él.
—Está bien, ¿dónde esta el departamento?
—Por aquí, por favor.
Ambos comenzaron a caminar hacía el departamento, y durante el trayecto, muchos hombres se quedaron observando a Ritsu de forma embobada, no que este se diese cuenta. Ritsu era hermoso, pero después de lo que pasó diez años atrás decidió dejar en segundo plano todo el tema relacionado con el amor —esto con ayuda de Kokoro, porque realmente lo que quería era ignorarlo y no experimentarlo nunca más— y centrarse en lo importante: su familia y trabajo.
—Aquí... ¡AHHH!
Ritsu observó con verdadero terror el desastre que estaba hecho el lugar, además de que había tres personas, las cuales con facilidad se confundían con cadáveres en proceso de descomposición en vez de seres vivientes.
—Acompáñeme, le diré quien es el jefe —tartamudeó avergonzada la mujer.
No tardaron en encontrarse con el jefe, el cual, junto a una mangaka estaba haciéndoles unas correcciones a un manga. Ritsu centró su atención en el hombre, el cual, por alguna razón, se le hacía familiar.
—Señor Takano, él es Onodera Ritsu, el nuevo editor. Ritsu, él es el editor en jefe, Takano Masamune.
De pronto, el neko sintió como todo a su alrededor se congelara en un instante, y comenzó a sudar frío. Su mente entró en crisis y lo único que Ritsu podía pensar era en que había hecho en su vida para tener la desgracia de reencontrase con su antiguo amor, y de nuevo,que este sea su superior.
