Lost in the Echo
Yo sólo digo, ¡que el mundo sería un lugar mejor si hiciéramos a Satanás, digo a Nicki Minaj como Diosa mundial! ¿Vale? Vale.
Oh, oh, qué estáis ahí… Sí… Yo no estaba… Haciendo nada importante. (¡UN PALO!)
(Soul Eater le pertenece a Snoopy, pero como es un perro y no puede hablar, le ha dejado el legado a At(su)shi Oh(!)kubo. "LITE" le pertenece a mi perro Momo (tu marido) pero de nuevo, al igual que Snoopy me ha dejado a mí las riendas de esta historia porque es un buen chucho enano manso vago y gruñón.)
Hola lectorzuelos, "¿comostai?" (Ahora a la gente le ha dado por hablar como si fuesen retraídos mentales. ¡Ya podían dejarnos en paz a los retraídos mentales como yo! No nos copies, ya existíamos antes "tíííííííío".) ¿Bien, mal? ¿A quién hay que matar? (¿Hacha afilada o bate con clavo?)
Sé que es muy: "Eh, tú. Sí tú, ¡sorpresa princesa!" Pero allá vamos, ¡de cabeza al inodoro(limpio, no seas cerdis)!
Os traigo esta nueva historia, pero tranquilos (los… Losas… Sas… ¿Sasuke?) ando on vacation, ya os lo comentaré pronto en los demás fics, iré subiendo como dije poquito a poco en mi tiempo libre para que os entretenga y peleé contra el calor sofocante (véase España) o el frío invernal (veáse Latinoamérica). ¡Y venza! Este compi que os traigo, es nuevo, tratadle bien (#pls) es algo tímido. (¡Mami te quiere Fic Junior, dalo todo! Ejem, ejem. Meje.) Es especial, y dedicado. (Lo que me recuerda que tengo que subir el segundo de Nitta Rawr y darle fin, don't worry, como he dicho ya tengo muchos capítulos de todo un poco escrito, pero he de editarlo a lo chachi pistachi y bualá: Bell dando por saco a indescifrables mentes adolescentes en 3, 2, 1...) Y nada, como siempre:
Bello y bella lector, (ogla o aniram al ne etatsila oit -) espero que os guste. Con todo mi espíritu, ¡arriba-rriba!
(Cero.)
Bell Star
Para Aída:
Rock and roll.
Lonely boy
"Bueno, estoy tan por encima de ti,"
"y es fácil de ver."
"Pero llegué a amarte."
"De cualquier manera."
"Así qué, mi corazón te saqué."
"ya no me importa que me estés dejando."
"En los viejos tiempos,"
"me tuviste esperando."
"Esperando y esperando…"
"Oh, oh, oh, oh."
"Tengo un amor que me mantiene esperando."
"Soy un chico solitario."
"Pero tengo un amor,"
"que me mantiene esperando…"
(The Black Keys)
Prólogo
Vamos a contar mentiras.
Cae el sol, fundiéndose con el agua del mar. La brisa en la cara, el sonido de las olas.
Como el agua helada avanza de los talones a los muslos, y más allá. Sentir que te arrastra. Sentir la arena en sitios insospechados e inhóspitos de tu cuerpo, quemarte los pies. Los ojos enrojecidos por la sal. Las picaduras de Medusa. Las rozaduras. El olor a sardina en exceso. Competir con las langostas sobre quien se pone más rojo este año. Esas manchas blancas que deja la crema factor 50. La gente guapa, esos seres extraños y perfectos que salen en los anuncios y películas, han de esconderse bajo las piedras por miedo a contagiarse de los demás "normalitos". Ciertas fuentes dicen que ni siquiera existen y si existiesen jamás vendrán a tu playa.
Las sombrillas voladoras asesinas. Porque los demás se ponen morenos y yo no. Las piedras que se clavan en tus dedos, pero sólo en el gordo, o el pequeño. No se puede nadar esquivando personas aleatorias y colchonetas psicodélicas gigantes que se pinchan con facilidad. Los pesados vendedores de a pie de los que se sospecha que poseen el bolsillo robado de Doraemon. Las ancianas valientes y arrugadas en bikini con los labios pintados. O el típico cuarentón de bañador rojo chillón, con complejo de tetera, que te tapa la vista en la orilla porque su hombría no le permite no mojarse los pies.
Como uno puede adivinar fácilmente:
No me gusta la playa.
Porque no, pero no sin más. Más que todo lo que te he contado. Hay una razón sincera. Sin embargo, te mentiré, estoy acostumbrado. Todos los niños pesados a juego con sus pistolas de agua que son mucho más grandes que ellos, todos esos bebés llorones del planeta deciden asentarse en un lugar común en verano, y preguntarás, ¿a dónde van todos esos niños? Sencillo.
Detrás de mí en la playa. Lo hacen aposta, no me dejan dormir o vivir en paz, es más, se reúnen cada año y lo pactan:
"—¿Ezte vedano fatidiamo' a Soul nio?"
"—Caaaro."
"—Chi."
"—Tengo caca..."
"—¡Brrrrr! Tata tata."
¿Siniestro verdad? Verdad.
"—Vedá."
No es que odiase a los niños, recuerda. Te estoy mintiendo.
Pero sé franco. Para que escuchamos a los demás, si nadie escucha cuando yo quiero hablar, cuando de verdad lo necesito. Yo cumplo, ¿por qué tú no? La ley no se aplica y el amor tampoco. Especial para mí o no. Porque a nadie le importaba lo que yo pensase, sólo era un idiota más en la extensa manada de cazurros. Das y no recibes, hoy, mañana, pasado, durante seis años.
Si hay algo que podía decir con sinceridad, es que me gustaba el silencio. Ese pequeño pedacito del día en el que la playa, el mar, la arena, se vacía. Y la gente desaparece poco a poco. Me gusta vivir a partes iguales, primero mi poco tiempo, y después el de los demás. A veces eso se me olvidaba, y acababa haciéndolo al revés. Había Soul para todos, había Soul para alguien en especial. Pero no Soul para Soul.
"O eso era lo que yo pensaba."
Un día, tuve ese tiempo. Y ese momento llegó. Golpeándome contra una pared.
Una noche larga y fría, habíamos hecho hogueras junto al mar. Se oía una música horrible, no recuerdo de donde se atrevía a salir. Escabulléndome. Me alejé del ruido, de las voces chillonas de la personas. Descalzo, llegué a la orilla. Me tumbé sobre la arena mojada y le dije a la marea: llévame.
Pero nunca me llevó. Sí, estaba borracho. Pero repito, nunca me habían entrado tantas ganas de acabar con todo. Y largarme.
Recojo un puñado de arena con la mano, se me escurren los granos entre los dedos y cae de nuevo al suelo. ¿Habrá más granos de arena en el desierto que estrellas en el Universo? Sí, o no, ¿quién tendría el valor de contarlo?
Me tapo la cara, los ojos, con ambos brazos cruzados. Como si viese venir lo que se avecina. Una tormenta de arena, el aire la lleva en sus fauces atacando a mi cuerpo como una metralleta de la segunda guerra mundial. Impidiéndote ver, caminar. Entonces ella aparece detrás, con los pies descalzos, de puntillas.
—Hola —susurraba con esa voz cantarina tan insoportable—, Sol~…
Me roza el hombro con los dedos, dándome un pequeño masaje. Me siento, dándole la espalda, erguido. Me deja marcado un tierno beso en la nuca. Abro los ojos como platos enmarcados.
Jamás. Jamás se aprendió mi nombre. Es Soul. Es, Soul. ¿Tanto le costaba? Por su culpa todo el mundo empezó a llamarme así. Lo odiaba. Jamás se lo dije.
"Como la odiaba. La odiaba."
—¿Qué haces aquí?
Ella se adelanta, dejándome atrás, se adentra en el agua oscura. Lleva un vestido blanco, a penas transparente. La observo.
Se cree la Sirenita. Mientras yo soy el cangrejo que le canta las gracias.
—Morir —respondo con una mueca, mirando hacia arriba, al cielo.
"Hoy no hay nubes Sol~, el cielo se acuerda de ti."
Ella se ríe tapándose la boca con sus manos delgadas. Se da la vuelta en un giro, chapoteando. Cada vez está más lejos, en el mar.
—No —señala con el dedo acusador—. No te lo permito.
—¿Por qué? —pregunto por inercia—. ¿Qué más te da?
—Sh… Sol —me manda callar, haciendo sonidos sedantes con la boca. Entonces, deletrea—. Es se-cre-to…
Tener secretos conmigo. Eso no era nuevo.
—Eres idiota.
El sonido de las olas se escucha, tapando nuestras voces.
—Si tú estás con una idiota —voltea a mirarme con aquellos enormes ojos—, ¿no te convierte eso en idiota también?
Cierto, como que nunca me veré la nuca.
—Lo mantengo —niego con la cabeza.
Todo se ve tan borroso, tan irreal.
—No me importa serlo, si lo somos los dos. Así está bien —responde con una gran sonrisa.
Nada estaba bien. No estaba nada bien. No se podía sostener por más tiempo.
—Vamos a jugar. Verdad o mentira —no hace falta que asienta, no hace falta que responda siempre hará lo que ella quiere, cuando como y donde—. Pregunta: "¿Qué crees que habrá en el fondo?" —señala el horizonte, el mar negro.
—Es difícil —cierro los ojos—. Un tiburón, gigante, come hombres. La Atlántida… China.
Ella levanta una ceja. Echaba la cabeza hacia atrás, carcajeándose. Se coloca el pelo de nuevo.
—Mentira —responde con la mirada seria—. No lo sabes. ¿Verdad?
—Verdad.
—Y si no lo sabes no tiene sentido que siga aquí —su mirada se vuelve completamente seria, y sincera—. ¿Verdad?
—Mentira —lentamente, dejo la boca abierta, hurgo los dedos, las uñas, en la arena helada.
Entonces sonrío, sonrío y es cuando ella se enfada.
—Deja de mentir. Dilo de una vez, di la verdad —suplica con los ojos llorosos, y sus pequeñas manos a la espalda—. Tienes que decirlo.
—Bien —suspiro. No quería verla llorar, no quería, era la verdad—, verdad. No quiero.
—Entonces yo tampoco —voltea la mirada, mientras unas lágrimas, verdaderas o falsas escapan de sus preciosos ojos—, no quiero jugar —me dirige la vista, me observa con detenimiento manteniendo el silencio. Las olas comienzan a ser cada vez más fuertes, más altas, más peligrosas. El sonido de su choque lo apaga todo a su paso, como una película vieja, oscura y muda.
No me gusta la playa, definitivamente no me gusta la playa. Y es culpa suya. Ella lo empezó todo. Esa es la razón, la razón de todo.
—Es la hora —asiente, cogiendo una gran bocanada de aire, avanza en el agua, me roza con las piernas blanquecinas. Y hace la misma pregunta de siempre—. ¿Dejarás que me marche?
Me entra la risa, y no me abandona. Estoy aterrado.
—No has dicho verdad o mentira —agarro su mano con fuerza, abro los párpados a más no poder.
Estoy asustado.
—Me voy, Sol~ —me devuelve una triste sonrisa, y se aleja zafándose de mi agarre, traspasándome como un fantasma que murió hace mucho tiempo. Siento el verdadero frío por primera vez. Se adentra en el mar, ella sola.
Quiero chillar, quiero gritarla: "¿A dónde vas, idiota?"
Y no sólo eso.
—Adiós —susurro, sonrío—. Mentira...
No voy a ir detrás de ti, ahógate. Ahógate. Quiero creerlo.
Espero, ella sigue caminando hacia dentro, lejos, ya no se ve su espalda, ya no se ve su cuerpo. Alargo el brazo, no me hace caso, acallo un gemido, como un instinto animal. Y voy tras ella, me levanto rápido, porque no tengo remedio y puede que no lo tenga nunca, porque soy ese cazurro que tropieza siempre, con la misma piedra. Y se cae, y se hace daño.
Nado, trago agua salada. Pero la veo, está cayendo, hacia abajo. En la oscuridad. El aire abandona mis pulmones. ¿Y los suyos? Cuando creo que soy capaz de atraparla, de abrazarla, que estoy lo suficientemente cerca de ella. Una ola me arrastra con la propia fuerza de la naturaleza. Como la colleja de una madre, no quiere que cometa el mismo error. Intento salir a flote. Me hundo como si unos mafiosos me hubiesen atado a un saco de piedras pesadas a las piernas. Y a pesar de todo, no siento nada. No veo nada. Afligido, asfixiado. Eso no es lo que más duele.
Soy yo el que se ahoga, y tú la que no estás. Eso no ha cambiado, siempre es igual.
Así fue como conocí a Maka Albarn.
"Aún no hemos terminado de jugar."
Soul.
La luz ha vuelto, cegándome como si fuera un gato blanco ante los faros de un coche a punto de ser atropellado. Tengo los ojos abiertos, pero sigo en el agua. Estoy en el mar, no. En el mar no hay paredes con rotos azulejos azules. Dando manotazos como un perro, trato de salir a flote. Pero no puedo, me pongo nervioso, se me ha olvidado nadar. Me ahogo, me ahogo de verdad, de la que mata. Burbujas de aire escapan de mi boca y de mi nariz. Me duele el pecho, no veo, me voy a hundir otra vez.
Pero una mano amiga, amiga porque me está ayudando; desciende desde arriba y agarra mi brazo con fuerza, tirando hacia lo alto. Al igual que un ascensor, asciendo sobrepasando la última línea. Cojo una gran bocanada de aire, la cogería aunque fuese de humo, de alquitrán puro. Y me agarro al bordillo de cemento pedregoso, arrodillado, como si me fuese la vida en ello.
—¿Te encuentras bien? —mi salvadora en bikini vaquero y pamela de metro y medio, a la que le debo la vida, me pregunta—. Menudo susto.
Es mi especialidad.
—¿Qué…?—comienzo a toser al igual que un enfermo de tuberculosis, me he tragado un litro de agua y media pastilla de cloro a lo mínimo... La chica me da palmaditas en la espalda como si fuese un bebé, me supero, es lo mío—. ¿Qué hago aquí?
—He dejado a tu hermano en la cama por la mañana —eso no me hacía falta saberlo, ella se lleva un dedo al mentón, bajo sus labios con extra de brillo "aturdidor de Soul's"—, y he venido hasta aquí a tomar el sol —no sé da cuenta de que no me importa lo que haya hecho o dejase de hacer—, tú estabas durmiendo encima de una colchoneta —a mi subconsciente le gustan los lugares frescos, cómodos—… Como estabas dormido no te quería molestar —no sé si es demasiado buena o demasiado tonta, o un genio del mal—, después te has movido, te has caído y te he sacado.
—Ah… Tiene sentido —murmuro con la boca llena de babas, continuo escupiendo.
Podía haber empezado por ahí.
—Ya, ya —me sigue golpeando mi espalda, pero me toca con los dedos, más que dar palmadas me está azotando. No tengo fuerzas para decirle que no eso no ayuda, lo empeora—… Duermes en sitios muy raros —olió mi aliento, jugando con su nariz—. Apestas, ¿vienes de una fiesta o qué?
Se restregó la mano delante de la cara, soltando un ligero pero sonoro: "Uh…" Ni que me hubiese tirado un pedo.
—¿Eh? —fruncí el ceño, y la miré a esos enormes ojos azules que Dios, o la genética, le habían dado—. Eso creo…
Dejando el aturdimiento de lado, comencé a recordar. Era cierto, yo vengo de una fiesta. He vuelto de madrugada, y me he tumbado aquí, encima de una colchoneta. He de ser, el ser, más vago del planeta, o bueno, al menos estoy en el top trending. Causo tendencia.
—Eres muy divertido —la chica asentía ferozmente, riéndose como cien hienas hambrientas, sin parangón.
"Y tú una bestia". Ni siquiera la conocía, sería un nuevo ligue de una noche de mi hermano.
Con una mano se tapaba la boca, esos labios tan brillantes que debían dar señales de "alerta idiotas" a los extraterrestres, a los satélites de la NASA o a lo que sea que ahí allá fuera. Con la otra mano continuaba en su placer de golpearme la espalda como si fuese su saco de boxeo particular, o un trozo gigantesco de jamón del malo. Del salado y grasiento.
—¿Qué hacéis aquí tan temprano?
Hablando del rey de Roma, mi hermano. Wes Evans. Otro ser bastante curioso, perdido en la etapa evolutiva de la vida, del mono. Aparece en la escena del desastre, mi caída estrepitosa de la fama a la piscina, con una taza de café entre las manos. Es un extraño humano que sin sus ocho tazas de droga, digo de café, al día, no sobrevive. Se extinguirá pronto, lo sabe él, lo sabemos todos.
Es parecido a mí, sólo que tiene más labia, es más interesante, más alto, probablemente tiene más pene y es un capullo.
—Buenos días, cielo —ella se abalanza a sus brazos, parece una loca ante un ejército de gatos, por el camino, de un manotazo aéreo me golpea el pecho, suelto todo el agua que tenía dentro, casi me tira a la piscina de nuevo.
Animada e hiperactiva, salta como un conejito de indias al lado de Wes. Pero él sigue sorbiendo. Habrá olvidado la cara de la mujer que se acaba de tirar, él es así.
De capullo. Aprendéoslo, no voy a dejar de decirlo. En el fondo ella me da pena, después de todo me ha salvado la vida, aunque luego ha intentado matarme otra vez, pero ha sido sin querer.
—Oh, eres tú —murmura confundido, volviendo a sorber. A Wes se le dan bien los nombres…
Toda la infancia que recuerdo, siempre ha sido así. Wes con mujeres, Wes teniendo una bebida en la mano, Wes echándome la bronca…
—Ha sido una noche maravillosa —el ligue de mi hermano se ruboriza, sujetándole el brazo. Puedo añadirlo a la lista de cosas que no me interesan saber, lo que no sé es que sigo haciendo aquí tirado.
Tengo complejo de fuente.
—Esto, sí. Ha estado bien —y vuelve a sorber sin interés, su vida amorosa se la resbala por completo, es fácil entender lo que le gusta y lo que no—. Bueno, Becky tiene que irse. ¿Verdad Becky? —él sonríe, arrastrándola hasta la puerta, recoge su ropa de la hamaca, tirándosela encima y empujándola por el camino de piedra pizarra.
—Me llamo Lori —Lori intentaba ser reconocida, vanamente, ante mi hermano sin alma, manteniendo esa risa tonta de muñeca tan irritante que tenía... Sus tacones, rallaban el suelo produciendo otro sonido igual de grimoso.
—Sí, sí, lo que sea —le restaba importancia. Es capaz de deshacerse de una chica y mantener el café caliente, nadie sabe quien le dio ese don, creemos que nació en Colombia o cercanos—. Ya te llamaré.
No la llamará.
Es más, la semana que viene, se buscará otra tía buena, igual de tonta e igual de pechugona. Y se la tirará. Vuelta a empezar. Tiene un patrón a seguir que debe respetar. El de ser un capullo.
—Despídete de ella Soul —me observaba mi hermano con inquina, esperaba que yo diese el último paso para su: "hola, soy estupendo y tú estás en un alto estado de embriaguez, hagamos el amor, buenos días y adiós, pardilla."
—Adiós Lori —nos saludamos él uno al otro, encantados de la vida…
En el fondo tenemos algo en común. A los dos nos controla mi hermano al gusto. Antes de que ella pudiese responder palabra alguna, Wes le da un portazo en las narices con el canto de la puerta, ¿y adivina qué? Ha terminado su café.
—¡Eh! ¿Y a ti que te ha pasado? —se cruza de brazos creyéndose mi padre, un rey, un dictador. No es Hitler, pero se aproxima, los comienzos. Para empezar, sus ligues amoroso-desastrosos van antes que yo, muy considerado por su buena parte—. ¿De dónde vienes?
Pasos para afrontar una charla aburrida.
Paso uno: Interrogatorio.
—Del desierto —abro los ojos desmesuradamente, él tenía que preguntar…
Tenía el mismo sueño, una y otra vez. Todas las semanas soñaba el mismo sueño. Esa, pesadilla. Lo mirase por donde o mirase no le encontraba el sentido que yo quería. Me acostaba, no recuerdo donde me acostaba, fuera en el suelo o en la cama, pero a la mañana siguiente, incluso en mitad de la noche. Me levantaba rodeado de agua. En una piscina, o en la bañera, tristemente hasta en el fregadero. Tuvimos que comprar una vajilla nueva.
—¿Otra vez? —me miraba con desaprobación, después peor, con lástima—. ¿Soul?
Paso dos: eres una vergüenza.
—Yo no —crispándome iba a negarlo pero, me corregí—… No lo hago aposta.
Después de todo sólo lo sabe él, y mis padres aunque no se lo haya contado. Ellos lo saben todo.
Paso tres: Insulto mayor.
Me observo de pies a cabeza. Me alegro de acostarme con las camisetas viejas que ya no uso, porque parece que he salido a correr bajo la lluvia como un imbécil.
—Eres imbécil —debería darle el premio Nobel por el gran descubrimiento—. Pues vístete o algo, tú verás —se rasca la cabeza, pensativo.
¿Qué tengo que ver el qué?
Wes me pasa su teléfono, malhumorado para no variar, se adentra en casa. El móvil se me escapa de entre las manos mojadas, temo darme un calambre y morir achicharrado como una sardina en escabeche, consigo atraparlo, arrastro el dedo por la pantalla. Ignoro los treinta dos mensajes amenazadores por parte de la ex de mi hermano mayor y observo la fecha.
"10 de Septiembre"
Levanto una ceja, el labio. Mi nariz gotea. No caigo en la cuenta.
—¿No habías quedado en recoger a Chrona dónde siempre? —Wes vuelve por la puerta corredera y acristalada de la terraza, me lanza una toalla a la cara, colocándomela tras los hombros, revolviéndome el cabello, me envuelve en ella completamente como si fuese una monja de clausura, pero hermosa. Hermoso.
Hermoso.
La sujeto entre los brazos, a la "monja" no, a la toalla. Estaba tiritando. Yo, no la toalla, ni la monja. Dejemos a la monja en paz.
—Ah, es verdad.
Hoy empiezo el nuevo curso, de instituto. Él último.
Paso cuatro: Aceptación.
"Oh, oh, oh oh…"
Espacio Beru*:
¡Biban las presentaciones! Con b. (de vonito) (Beach is a B.I.T.C.H(?)
¡Bell ha sacado un nuevo fic, Bell ha sacado un nuevo fic! ¡Tirítirítirí! (¡No, no, al "calaboso" no!) O sí, o no. Tal vez.
De verdad que yo escribiría One Shot's, pero es que no me llenan. (Malpensaó.) No me salen, gume. Si escribo una historia es para encariñarme con los personajes, darles cuerda, si no, no veo de qué sirve, para mí, quiero decir. (Pero hacer Juan Shot's es bien, eh. Es sólo mi opinión a la hora de escribirlos.) ¡El baile de la frustración, el baile de la frustración, frustraaaanteeee! (¡Wii!)
Dar las gracias a mi compinche Cris, digo a mi Batman. Y a Poppy-chan Makenzie and company. ¡Esto va por ellos!
Y nada, si dejas un Reviewcillo Snoopy te dará la clave del sentido de la vida… O no, pero ya me habrás dejado review así que eso ya es problema de Snoopy. (Si más tarde no os llega la clave y deseáis perseguirle con antorchas y bates con clavos en punta, mapunto.) No en serio, I love your and your comments seres sexys del espacio bultos. (¡Wii! El retorno.)
Nos vemos en el siguiente capítulo, si bueno, lo queréis así:
Capítulo I. Verdad o castigo.
