Hola gente, aquí volvemos con otro fic que sorprenderá a más de una. Una temática completamente nueva que no voy a desvelar para que sea sorpresa.
El fic es en portugués y sus autoras son las mismas que Paradojas de sentimientos, es decir, Luna y Dri Azevedo, y se titula La historia de Emma Swan (bueno, le falta una palabra al título, pero sí la pongo desvelo el misterio, así que no la quiero poner)
Sinopsis: Regina Mills, psicóloga, sale con el joven médico David Swan desde hace más de 3 meses. El día que la lleva a conocer a su familia es presentada a Emma Swan, hermana de su novio, una mujer valiente y poco común, por quien comenzará a nutrir intensos sentimientos.
Conociendo/conversando con Emma Swan
POV Regina
David y yo llevamos en la carretera casi cuatro horas, de Nueva York a Boston.
Nos conocimos hace cerca de tres meses, en la Gran Manzana, en un Starbucks que queda cerca de la clínica donde trabajo y del hospital donde él es médico.
Desde que partimos, he estado muy nerviosa para llegar a Boston, pues adoro esa ciudad, que es la más importante de Nueva Inglaterra, donde lo moderno y lo antiguo se complementan, y además alberga dos universidades importantes, Harvard y MIT.
Sus construcciones siguen patrones arquitectónicos hermosos, además de disponer de atracciones para los amantes de la historia, del arte, de la gastronomía y de la música y ser un importante centro económico de los Estados Unidos.
Recuerdo que en mi infancia y juventud pasé algunas vacaciones en la capital de Massachusetts. Siempre adoré la Biblioteca Pública de la ciudad, que queda en Back Bay, en la que me perdía viajando para otros mundos, disfrutando del vasto acerbo cultural que allí habita.
Y, de camino a la biblioteca, solía admirar los bien conservados edificios victorianos del siglo XIX, existentes en el mencionado barrio.
Por culpa de ellos, me convertí en arquitecta, aunque siempre me sentí más inclinada a estudiar los misterios que envuelven la psique humana.
En medio de esos recuerdos, percibo que David estaciona el coche frente a una imponente mansión situada en Beacon Hill, una de las áreas más caras para vivir en Boston, donde su familia reside.
Respiro hondo, cuento hasta diez mentalmente, pues no sé lo que me espera detrás de la gran puerta blanca, delante de la que estamos de pie, esperando a que nos abran.
Mi novio siempre ha sido muy parco al hablar de su familia, prácticamente solo sé que tiene una hermana, Emma, y un hermano, Jefferson, y que sus padres, James y Margaret están separados, pero que ambos estarán presentes en la cena que disfrutaremos dentro de un momento.
A pesar de que el padre de David se ha casado de nuevo con Ruby Lucas, hoy Swan, una mujer mucho más joven que él, la ex pareja sigue manteniendo relaciones cordiales.
Cuando la puerta es abierta por un hombre negro, que visiblemente se ve que se trata del mayordomo, entramos en el gran hall, donde percibo una larga escalera de caracol, que seguramente llevaría a los dormitorios.
Al otro lado, colocada sobre una mesa blanca con un cristal, decorada con arreglos florales, posiblemente jazmines, veo una enorme foto de familia.
Veo a quienes posiblemente sean mis suegros, sentados en imponentes sillones y detrás de ellos, tres chicos, altos, dos rubios y uno castaño.
Enseguida identifico a David en la foto y noto que el otro muchacho rubio es muy parecido a mi novio, incluso podría decir que son gemelos.
Me quedo confusa, ya que no veo a la hermana de David en la foto y no recuerdo que él me haya mencionado a otro hermano.
Antes de poder preguntarle nada, soy presentada a la dueña de la casa, una señora muy elegante, de cabellos artificialmente grises, pero muy bien peinados.
Viste un tailleur negro, es muy educada, y por el tono de su voz noto ascendencia europea, quizás alemana. Se trata de Margaret Bayern, madre de David.
Una de las primeras impresiones que me causa es que, debajo de su educación, esconde una personalidad fría y arrogante.
Somos conducidos hasta la amplia sala de estar donde los otros miembros de la familia nos esperan.
Cuando entramos, mi atención se gira hacia una mujer rubia, alta, bellísima, vistiendo un mono negro, ajustado a sus grandes pechos, que está conversando cerca de la chimenea con una joven morena de mechas rojas.
Pienso que la rubia posiblemente es la mujer más bonita que he visto en toda mi vida y supongo que debe ser Emma, la hermana de mi novio.
La otra supongo que es Ruby, la actual esposa del Sr. Swan.
Emma mira en mi dirección, sin embargo me siento extrañamente incomoda, y desvío la mirada.
Soy presentada a todos los presentes, y se confirman mis sospechas sobre la identidad de las dos jóvenes y observo al Sr. Swan acercándose a nosotros.
-¡Hola Regina! Ahora que has conocido a toda la familia, creo que ya puedo llamarte por tu nombre, ¿verdad?- indaga, simpático y asiento con la cabeza –¡Estoy feliz de saber que David ha heredado mi buen gusto hacia las mujeres!- concluye, bromista
Sonrío de vuelta, agradeciendo el elogio, y noto que él me gana enseguida, con sus maneras extrovertidas y simpáticas.
Nos quedamos conversando sobre amenidades y, una vez u otra, pillo a Emma, que aún conversaba con Ruby, mirando en nuestra dirección, e imagino que está curiosa sobre la nueva novia de su hermano, pero no sé por qué sus miradas me incomodan y no puedo mirarla por mucho tiempo.
Al otro extremo de la sala, veo a la sra. Margaret dialogando con su hijo Jefferson, que está acompañado de su esposa, Tinker, mientras beben whisky, así como todos nosotros.
Tras algunos minutos, el mayordomo anuncia que la cena está servida y salimos de allí para dirigirnos a la amplia sala que estaba al lado de donde estábamos.
La sra. Margaret ocupa la cabecera de la mesa y yo me siento a su lado derecho, mientras Emma se pone en el izquierdo, frente a mí.
David, Jefferson y Tinker en las sillas más cercanas a mí, mientras que Ruby y James ocupan las que están más cerca de mi futura cuñada.
La conversación transcurre con normalidad, mientras son servidos los entrantes.
Cuando ya estamos en el plato principal, escucho la voz glacial de la sra. Margaret dirigirse a Emma
-Eric, cuéntanos como fue tu viaje por el sur de Francia- pide, y me extraña la forma en que ella se refiere a la hija.
Percibo que un malestar se apodera de todos los presentes en la mesa al escuchar la petición de la anfitriona, excepto de mi novio, a quien no parece importarle aquello.
En ese momento, establezco la unión entre el muchacho desconocido de la foto de familia del hall con la hermosísima mujer sentada delante de mí y maldigo a David por no haberme contado que su hermana es una mujer transexual.
Tras algunos segundos, Emma parece controlar su incomodidad y responde a la madre en un tono aparentemente normal
-¡El viaje fue muy productivo, mamá! Además de conocer a personas nuevas y haber contactado con diseñadores franceses, también pasé por varios sitios encantadores, que me inspiraron bastante.
Ella continúa hablando sobre el viaje y me quedo mirando a la señora Margaret, constatando que mi antipatía inicial hacia esa mujer crece considerablemente a lo largo de los minutos, y detesto cómo intenta tirar por el suelo la nueva identidad de Emma, empezando por esa fotografía colocada en la entrada de su residencia, en la cual Emma aún físicamente representaba al otro género y en su insistencia en llamarla por su nombre de nacimiento.
No veo la hora en quedarme a solas con mi novio para cantarle las cuarenta y saber qué más me ha ocultado respecto a su familia.
Después de unos minutos más, la cena termina y la anfitriona nos invita a volver a la sala de estar.
Aprovecho para empujar a David del brazo, llevándolo a una esquina solitaria y comienzo a preguntarle
-¿Por qué no me dijiste que tu hermana es transexual?- lo abordo, directamente
-Regina, ¿piensas que, al comienzo de nuestra relación, iba a sentirme a gusto para hablar de la anormalidad de mi hermano?- contesta de forma grosera y, por primera vez, me doy cuenta de lo intolerante que puede ser David.
-Primero: ¡ella es tu hermana y no tiene nada de anormal! Que sepas que la transexualidad ya fue descatalogada como trastorno mental en Francia y la tendencia es que en otros países a lo largo de los próximos años también lo sea, considerándose algo natural- digo, indignada
-Mi amor, no me vengas con esa jerga de psicología "moderna" conmigo- responde, irónico, y mi rabia hacia él solo aumenta
-¡Estoy pasmada, David! ¿En solo una noche, además de presentarte como un intolerante con tu propia hermana, también pretendes ridiculizar mi profesión?- cuestiono, dolida
-Amor, no es nada de eso, ¡solo que no entiendo como alguien que compartió la misma placenta conmigo, puede haberse transformado en esa aberración!- dice, enojado, señalando con la cabeza a su hermana, que está al otro lado, conversando animadamente con Jefferson.
-Entonces, ¿sois gemelos como supuse?- pregunto –¡Y, por favor, deja de referirte como esos términos tan odiosos a Emma!- añado, enfurecida
-Regina, frente a "él", por respeto a que pertenecemos a la misma familia, no uso esas expresiones, e incluso lo llamo por el nombre femenino que ha escogido para sí después de que eligió vestirse como una mujer- hace una pequeña pausa –Pero no me pidas que acepte este absurdo como algo natural. ¡Sobre todo porque quien tiene un pene para mí es un hombre!- afirma, exasperado.
Tardo un poco en digerir su última frase, sin embargo, en un relámpago de entendimiento, me doy cuenta de que, probablemente, Emma aún no se ha realizado la cirugía de reasignación sexual.
Me quedo reflexionando sobre lo que David me acababa de decir y él me coge del brazo, conduciéndome hacia la sala, donde los demás están reunidos.
Percibo que todos están algo aprensivos por el hecho de habernos apartado y vernos gesticulando mientras hablábamos.
El sr. Swan llama a mi novio y ellos comienzan a conversar acaloradamente sobre asuntos relacionados con sus profesiones, ya que el padre de David también es médico. Usan un lenguaje altamente técnico, que me deja fuera de lugar.
Aprovecho para distanciarme un poco de ellos y me acerco a la chimenea sobre la que están expuestos algunos cuadros de pintores famosos. Enseguida reconozco obras de Caravaggio y Van Gogh.
Sin embargo, me detengo en un cuadro bastante interesante, y observo elementos cubistas y surrealistas en sus trazos, sin embargo no consigo identificar al pintor de la obra.
-¿Te gusta el cuadro?- escucho una cálida voz detrás de mí y cuando me giro, me encuentro con Emma Swan, con una media sonrisa estampada en su rostro y los brazos a la espalda.
-Sí, pero no he conseguido identificar al pintor- respondo, algo intimidad con ese primer contacto directo
-Se llama Portinari, un pintor brasileño. Conocí su trabajo en un viaje que hice a Brasil. Me quedé tan fascinada con su talento que compré ese cuadro a un coleccionista particular- explica
-¿Qué representa la obra?- pregunto, curiosa y asombrada ante el hecho de que me hable de ese país que tanto deseo conocer.
Aprendí a admirar la cultura brasileña conviviendo con algunos nativos de allí, son personas agradables y juerguistas. Por eso mismo, adoro participar en el Brazilian Day, evento que tiene lugar cada año en la calle 46, popularmente conocida por los neoyorkinos como Little Brazil.
-En esta obra, denunció la vida miserable a la que eran sometidos los campesinos, bajo el yugo de los intereses de los grandes propietarios de la tierra- aclara
-¡Muy interesante!- digo, sintiéndome cada vez más a gusto cerca de ella.
-Estoy de acuerdo. Sobre todo porque considero este un tema universal. Portinari pintó aquello que formaba parte de la realidad de su país, pero no podemos decir que no sirva de referencia para los problemas agrarios en cualquier otro lugar del mundo- dice de manera elocuente.
Me quedo fascinada ante la forma desenvuelta con la que habla tanto sobre arte como sobre cuestiones sociales, principalmente porque Emma, así como David, forma parte de una clase privilegiada.
Y esa preocupación por los problemas que afectan a los menos favorecidos nunca había despertado tanta pasión en mi novio.
Me doy cuenta de que lo único que ellos han compartido en la vida es la placenta, pues nunca he conocido a dos personas tan distintas.
Percibo que estoy mirándola fijamente desde hace un momento y noto que ella me mira atentamente también, probablemente esperando una respuesta.
Carraspeo y digo lo primero coherente que se pasa por la cabeza
-¡Es verdad! Porque mientras hablabas de la obra, me he acordado de los problemas que a día de hoy asolan los Estados Unidos, aún tan dependiente de la producción agrícola- digo, demostrando que también estoy enterada del tema
Emma sonríe y dice
-Esta conversación nuestra es muy intelectual, creo que deberíamos tratar temas más amenos, sobre todo después de la indigesta cena que acabamos de tener- me quedo un poco incómoda ante la mención de lo que ha sucedido en la cena- Y sobre todo, porque a partir de ahora formarás parte de esta disfuncional familia- añade, sonriendo, como si quisiera disminuir mi aparente malestar.
-Entonces, te voy a tomar la palabra, pues también formo parte de un familia disfuncional- respondo divertida –Quizás notes la dimensión de lo que estoy diciendo cuando conozcas a mi "adorable" madre- añado, destacando el adjetivo
-Hablas como si fuera una bruja. ¿Qué sugieres cuando vaya a conocerla? ¿Coloco la mano sobre el pecho para evitar que me arranque el corazón?- pregunta, bromista
-¡No sería una mala idea!- contesto, en el mismo tono.
En ese momento, nos echamos a reír y, mientras pienso que nunca me había sentido tan a gusto con nadie en una primera conversación, noto a David acercándose con cara de pocos amigos.
Enlaza mi cintura y me besa inesperadamente, dejándome avergonzada, porque percibo que Emma se siente incómoda ante esa demostración de cariño innecesaria en ese momento.
-Regina, ya es tarde y estoy cansado del viaje. Creo que es mejor que subamos al cuarto- sugiere, tras interrumpir el beso, ignorando la presencia de la hermana y camina arrastrándome fuera de la sala, sin permitir que me despida adecuadamente de ella y de los otros presentes allí.
Cuando ya estamos en la escalera, empiezo a reclamarle a mi novio, criticando su actitud grosera de minutos atrás.
-David, no me ha gustado la forma en que has ignorado a tu hermana y, además, me sacaste de la sala, sin permitirme despedirme de nadie- digo, rabiosa
-Después de que "él" te monopolizara, te eché de menos- dice e ignoro el pronombre que había usado para referirse a Emma
-¡David, hablando así, parece que estás celoso de tu hermana!- respondo, irónica
-¡No estoy celoso! Pero no dudo de que "él" estuviera lanzándose sobre ti- rebate, irritado
Siento curiosidad ante esa afirmación y, cuando entramos en el cuarto, pregunto
-¿Por qué has dicho eso?
-¡Porque aquella aberración decidió vestirse de mujer, pero solo se acuesta con mujeres! Incluso ha tenido una relación de cinco años con una loca pervertida que debía encontrar muy excitante ser penetrada por un hombre llevando ropas femeninas- dice, enojado
-¿Emma es lesbiana?-preguntó, pues pensé que como mujer transexual, preferiría a los hombres, aunque supiera que la orientación sexual y la identidad de género son cosas diferentes.
-¡No sé como un hombre puede ser definido como lesbiana! Pero si quieres pensar eso, tú misma, doctora- dice, irónico, y me enfado ante la forma en que continúa tratando a la hermana y el desdén que usa, por segunda vez, al referirse a mi profesión.
Antes de poder contestarle, me agarra, intentando arrancarme la ropa y, en ese instante, me doy cuenta de que no tengo ánimos para tener sexo, y mucho menos con él.
-David, tengo que ir al baño, pues no me siento bien- afirmo, intentado soltarme de sus brazos
Interrumpe las caricias y me pregunta
-¿Qué te pasa?- dice preocupado
Pienso en una disculpa convincente, que por un lado me libre de su libido en ese momento, y por otro le deje claro que no vamos a tener sexo esa noche.
-¡Tengo cólicos menstruales!- digo fingiendo pesar
-¿Pero no te vino el periodo a principios de mes?-cuestiona, desconfiado
-Mi ciclo menstrual es bastante irregular, "doctor", pues tengo ovarios poliquísticos- digo, sarcástica, dirigiéndome al baño y dejándolo con expresión frustrada en la cara
Cuando ya estoy en el aseo, apoyo las manos en el lavabo y me miro al espejo, pensando en la persona tan interesante que había conocido esa noche.
Nunca imaginé que mi viaje a Boston me traería a alguien tan particular y que parece tener tantas cosas en común conmigo.
Sonrío, recordando la conversación que habíamos tenido, y que fue bruscamente interrumpida por mi novio, y me quedo preguntándome cuánto más me podría sorprender Emma Swan.
