Severus Snape se encontraba impartiendo una clase aburridísima a un grupo especialmente incompetente de Segundo curso. Era la primera clase después de la comida, y Severus se dio cuenta de pronto de que no debería haber tomado tanto vino, por dos razones: la primera era cierta sensación de bienestar y euforia que le incomodaba en su papel de duro, impasible e inquebrantable muermo; la segunda era una necesidad fisiológica bastante comprensible.

"Oh, demonios", pensó, "¿Por qué tuve que venir a dar esta clase a los laboratorios en lugar de las mazmorras? Ahora tendré que ir al cuarto de baño de alumnos. Lo odio. Los odio..."

Dejó a los pobre Hufflepuff trabajando, sin poder levantar la cabeza de su caldero de peltre, y se encaminó al cuarto de baño de los chicos más cercano. "Al menos no habrá nadie, todos los estudiantes están en clase", se consoló mientras entraba sigiloso como un gato. Pero se equivocaba. Una de las puertas estaba cerrada... y no sólo eso. Un extraño y sospechoso jadeo salía de ella.

"Bien, bien, bien... ¿a quién vamos a pescar hoy?" siguió pensando, malévolamente, mientras se le aceleraba el pulso. "Seguro que es un Gryffindor. Sólo uno de esos imprudentes y ansiosos leones se atreverían a... tocarse... en medio de un cuarto de baño, en pleno día, y a emitir semejantes... ruidos". Se agachó un poco para mirar bajo la puerta, pero todo lo que vio fueron un par de zapatillas de deporte "muggle" con los cordones de color verde.

La verdad era que, por cierto, los "ruidos" estaban empezando a poner muy nervioso al profesor. ¿Sería el alcohol? Con sus silenciosas maneras de espía, pegó la cabeza a la puerta, con la intención de descubrir de quién podía tratarse. De todas formas, fuera quien fuera, podía decirse que el chico estaba disfrutando de lo lindo... seguro que tenía unas manos hábiles, y que sabía manejarlas... Severus se secó una pequeña gota de sudor de la frente, mientras sentía que los pantalones se le quedaban pequeños.

Esa voz... gruñía y ronroneaba deliciosamente, raspando un poco la garganta... Severus podía imaginarse perfectamente sus carnosos labios entreabiertos, el punto exacto donde el aire caliente de sus pulmones se convertía en sonido, y la lengua rosada y húmeda... esa lengüecita medio fuera de la boca, reflejando una expresión de placer muy elevado...

Sacudió la cabeza para rechazar semejantes fantasías. ¿Debía interrumpir aquellos manejos de inmediato? No, eso sería demasiado. Dumbledore le acusaría de trato vejatorio. No, lo mejor sería esperar hasta que el chico saliera, y luego llevárselo de las orejas al director... Pero esos gemidos... esos jadeos... El profesor necesitaba todo su autocontrol para no acariciar su vientre, que se lo reclamaba a gritos.

Entonces los jadeos del chico desconocido tomaron forma de palabras:

-Severus...

¿Cómo? Las lucecitas de alarma se encendieron en la mente de Snape.¿Había oído bien? ¿Era posible? Decididamente, no tenía que haber tomado tanto vino en la comida...

-Sí... sí... soy tuyo, Severus......

Snape sintió una veloz transfusión de sangre hacia una península muy concreta y delicada de su cuerpo, que debía estar tomando cierto color más allá del rojo. Oír la voz del muchacho pronunciando su nombre había sido una agradable sorpresa. ¿Quién sería? Sólo podía descartar a sus propios alumnos de segundo... y sin embargo, tenía ciertas sospechas, o, mejor dicho, deseos... Su erección empezaba a resultar dolorosa, ahora que el chico parecía estar a punto de terminar, y que gemía cada vez más fuerte, pronunciando sílabas entrecortadas que dibujaban de nuevo el nombre de Severus, y el profesor se lo imaginaba acariciándose con fuerza el miembro, agitándose entre temblores, con la blanca piel recubierta de un delicioso sudor, y los ojos verdes cerrados...

¿verdes? Snape se asustó al reconocer que sus pensamientos eran muy concretos, y que en realidad no estaba fantaseando acerca de quien fuera que estuviera dentro del baño, sino con el habitual protagonista de sus sueños eróticos y románticos, dormido y despierto: Harry Potter. "Pero podría ser él", dijo una vocecilla Snapiana... "Sí, pero no es él, no puede ser él, así que mejor vete de una vez de aquí, porque el chaval va a salir, te va a encontrar en este estado lamentable, y al abuelo (1) le encantará la situación".

El chico gimió una última vez, prolongada y apasionadamente, acelerando la huida de Severus hacia sus mazmorras. Concretamente, hacia su confortable y protegido cuarto de baño privado. Su clase tendría que esperar un poco más.

La imagen de unas zapatillas de deporte con los cordones verdes le persiguió todo el día. Y los suspiros de un desconocido, toda la noche.

(1) Nuestro querido director. No es que sea abuelo de Sev, es que lo llama así cariñosamente.

...oooOOOooo...

En la mesa del desayuno de Gryffindor, Hermione intentaba convencer a Ron y Harry de tomar un poco más de café.

-Venga, chicos. Tenéis que espabilaros un poco, no podéis jugar el partido en esas condiciones.

Pero Ron y Harry estaban en un estado zombie. No habían dormido mucho en toda la noche, Ron por estar jugando una timba de Mus ilegal con sus amigos, y Harry porque ciertas fantasías delirantes con cierta especie de mortífago ala de cuervo le robaban el sueño. Además, se sentía tan culpable que no era capaz de contarle nada a sus amigos.

Hermione suspiró, y volvió a hundir la cabeza en su lectura.

-¡Cuidado! ¡Snape a las tres!- susurró Seamus.

-¿Cómo que a las tres? Hoy no hay clases, Seamus, es SABADO- le corrigió la sabelotodo.

Seamus miró hacia el cielo, desesperado.

-Quiero decir que viene por la derecha... y se acerca peligrosamente. Pero, ¿qué demonios le pasa?

Snape caminaba un poco encorvado, como mirando muy atentamente bajo la mesa de Gryffindor.

-B-buenos días, profesor. ¿Todo va bien?- susurró Hermione.

-No encuentro ningún motivo para que usted me haga esa pregunta pero sí, todo va muy bien. Buenos días.- respondió Snape, SONRIENDO, y se alejó de nuevo hacia la mesa de los profesores.

Hermione y Seamus se quedaron con la boca abierta.

-¿Quién es ese y qué ha hecho con Snape?

...oooOOOooo...

Qué tonto había sido, pensaba Severus mientras saboreaba una tostada con mermelada de naranja amarga, su favorita. Por supuesto, en día de partido, todos los jugadores llevaban calzado de Quidditch. ¿Cómo podría averiguar, entonces, quien era el propietario de esas malditas zapatillas muggle con cordones verdes? Bueno, quizá...

Snape sonrió. Sólo se dieron cuenta un par de alumnos, que se quedaron con los ojos como huevos duros. Era una sonrisa extraña, claro, por lo muy inusual; pero resplandeciente.

Tenía un plan. Lo llevaría a la práctica, y sabría por fin quién había sido el estudiante que... bueno, eso.

El estudiante que fantaseaba con su oscuro, seco y desagradable profesor de pociones.

NO voy a tener tiempo de seguir este fic, porque estoy comprometida con "El profesor Potter". Es sólo una idea pervertida que se me ha ocurrido, pero pienso que puede dar bastante juego, ¿no creen? Sigue el esquema del cuento de Cenicienta: la única pista son los zapatos... ¿Y quién será el hada madrina?

"Eeeeres túuuuuuuuu, el príncipe azuuuul..."

¡¡¡¡¡YUJUUU!!!! Cada día encuentro una continuación super divertida en mi buzón. En cuanto alguien me mande el capítulo siguiente lo cuelgo. Gana la/el más rápida/o. Buzón: djunawoolf en yahoo.es.

Besosalamanders.