Miradas
No era la primera tarde que compartían, ambos sentados en los amplios butacones que su madre una vez compró a un precio demasiado elevado, él limpiando vasos u otros objetos y ella ordenando calcetines de toda la orden, zurciendo esto y lo otro y escribiendo con una pluma muy estropeada. Tampoco era la primera vez que se había sorprendido observándola, pelo rojizo cayendo en mechones y pecas minúsculas en la punta de la nariz. Y no era ni la quinta vez que había pensado en otra observándola.
Si a ella le había molestado alguna vez sus miradas, nunca se había quejado, ni siquiera había resoplado o se había movido incómoda. No, ella simplemente era demasiado sencilla como para pensar que era su belleza la que hacía que un hombre que casi la triplicaba en edad la mirara con ideas obscenas en su cabeza.
Alguna vez había recibido un pergamino que su madre le había entregado y ella lo había recibido de la misma forma que recibía sus miradas: con una elegante indiferencia. Muchas veces se había planteado el preguntarle por esa persona, pero siempre se mordía la lengua justo cuando la pregunta iba a salir de su boca. "No parece muy interesada, pero tampoco es que la haya desechado, como hizo con las de Harry" piensa, y al imaginarse cómo estará su ahijado da un resoplido y su corazón de padrino se encoge.
Piensa en Lily cuando la mira, no sólo por su pelo rojizo, sino porque ella transmite la misma mezcla de sensaciones que hacían que Sirius se sintiese poca cosa al lado de la mujer de su amigo. Una tranquilidad razonada, un carácter fuerte escondido tras un cuerpo hermoso y ojos expresivos. Tenacidad y orgullo. Un verdadera Griffindor, una verdadera mujer.
Y de repente ella alza los ojos, y lo mira. Sirius la recuerda a ella, a la joven que encandiló a su mejor amigo con sólo una mirada desde unos ojos verdes, y sonríe tristemente. Lo recuerdo, a Cornamenta, y sonríe. En su imagen recuerdos vividos junto a él, aventuras pasadas, y el peso de los años daña su cuerpo maltrecho. Remus también cambió, y poco queda de lo que él conoció. Pero siempre estará ella, esa extraña pelirroja que comparte sus miradas y le sonríe, recordando que una vez tuvo amigos, y fue feliz.
Sobre todo fue feliz.
