¡Hola! Yo de nuevo molestando con otro multichapter, sé que debería estar terminando "Polyushka Pole" (el título está en caracteres rusos, así que es probable que no lo ubiquen), perooo~ no me podía quitar las ganas de por fin pasar esto a computadora y a FF. Llevo poco tiempo queriendo hacerlo (si es que poco tiempo es medio mes) y llevaba la mitad del primer capítulo escrito en un cuaderno. Así que me puse manos a la obra. Espero que lo disfruten. También espero que esta sea la única nota de autor que ponga en este fic, además de poner algún que otro enlace (cortado, cortesía del sitio). Por cierto, "Shitsure Shimasu" es una expresión japonesa que se usa cuando vas a entrar a la oficina de, por ejemplo, tu jefe; no estoy del todo segura de si sea para pedir permiso o sólo para avisar.


Resumen: La monótona y cuidadosamente estructurada vida de Ikki Kido se reduce a una sola cosa: el ejército imperial japonés. Servir a la patria era su lema, y para servir a esa patria le es encomendado un prisionero de guerra nórdico; Mime Benetoschky le enseñará a Ikki que no todo en la vida es rigidez y disciplina.

Pareja: Futuro Ikki (Kido) del Fénix & Mime (Benetoschky) de Benetnasch Eta. En esta historia, el primero tiene 22 (según la disque línea temporal que hice para no perderme) y Mime le gana por un par de meses.

Notas adicionales: Este fic está ligera (muy ligeramente) inspirado en la canción "It's A Lovely Day Tomorrow" de Vera Lynn, así como del Veraverse por George deValier, los que conozcan dicho trabajo, por favor comprendan que no pretendo robar el universo que dicho autor de fanfiction ha creado, ya que este no es de Hetalia, y ninguno (o casi ninguno) de esta serie de fics está basado en la Segunda Guerra Mundial además de que sólo este y otro más estará basado en una de las canciones de Vera Lynn. Además de eso, hay unas cuantas partes de esta historia que están basadas en la canción "Douki no Sakura (flores de cerezo del mismo lugar)", una canción kamikaze japonesa, búsquenla en YouTube. Disculpen por favor cualquier error en la coherencia espacio-temporal, sepan que yo no viví en la época. Otra cosa: en estos fanfictions de Universos Alternos, el rol de hermano mayor pasa a Shun por cuestiones de coherencia espacio-temporal, cuando llegue a escribir "Camarada en brazos" (del cual espero no tomar muchos capítulos) sabrán por qué, la diferencia de edades es de entre cuatro y cinco años. Y por último: Saint Seiya y sus personajes son propiedad creativa del mangaka japonés Masami Kurumada, si sacamos conclusiones lógicas, yo no soy japonesa, ni soy mangaka, ni soy hombre y dibujo de la mierda; así que usando silogismos, Saint Seiya no me pertenece ni jamás lo hará.


Finales de verano; Niigata, Japón; 1917.

Ikki asintió con la cabeza al tiempo que observaba a su comandante irse, se giró para encarar a su nueva responsabilidad. No le dijeron su nombre, pero sí quién y qué era; le advirtieron sobre él, e Ikki se preguntaba cómo si ése chico lucía como cualquier otro.

Ikki decidió no preguntar, no estaba en lugar de cuestionarse.

Posicionó ambas manos sobre su katana y abrió un poco las piernas, adoptando una postura que le permitiese pelear si llegase a ser necesario.

—Eso no será necesario —dijo el prisionero, removiéndose un poco en su asiento—. No tengo intenciones de escapar. —Ikki se sorprendió de ver que el chico hablara japonés, muy acentuado, claro está, pero eso no opacaba su sorpresa. Cuando registró sus palabras alzó una ceja y soltó algo parecido a un gruñido; con algo de reluctancia, deshizo su postura defensiva y cruzó sus brazos sobre su pecho, recargándose en la pared.

Se dedicó a observar mejor al chico; según le habían dicho era nórdico, y los rasgos más notorios eran lo blanquecina que era su piel, así como sus ojos —ahora cerrados— de un color rosa amatista. El color de su cabello, naranja brillante, le hizo preguntarse si el chico tendría algún tipo de ascendencia escocesa o germana.

— ¿Sucede algo? —Ikki trató de no demostrar su exaltación al verse descubierto. El chico pareció irritarse un poco ante la falta de respuesta del otro y soltó un suspiro—. A no ser que decidan ejecutarme antes, moriré de aburrimiento en esta celda.

Ikki mantuvo su rostro inexpresivo.

—El clima de Japón es un poco más cálido que en Noruega —comentó como quien no quiere la cosa—, digo, no es que el frío me desagrade, crecí en él, pero supongo que es un cambio agradable… —Ikki frunció el ceño al tiempo que dejaba salir un suspiro cansino.

— ¿Y le cuentas a todos tus guardias la historia de tu vida? —El chico se encogió de hombros.

—Es sólo que no hay mucho qué hacer aquí.

Ikki no contestó a eso, asintiendo, para sí, en silencio. Y el resto del día pasó sin que dijeran palabra alguna. A él no le tocaba guardia nocturna, así que en cuanto llegó su relevo se retiró a sus aposentos.

Al día siguiente su rutina fue parecida: despertar, estirarse, enrollar su futón, ponerse el uniforme y dirigirse al área del comedor, donde se encontró con algunos de sus compañeros.

— ¡Buenos días, Kido-san! —El cuerpo de Ikki se tensó al sentir el abrazo efusivo de su compañero castaño.

—Suélteme, Kitamura-san —el otro le obedeció.

— ¿Quieres desayunar con nosotros? Sabes que Shiryu y yo te guardamos un lugar.

—Agradezco la intención, pero tengo que vigilar a un prisionero, así que he de apurarme —a pesar del rechazo, Seiya no parecía decepcionado.

—Buena suerte entonces, Kido-san.

Ikki se terminó su Yakimeshi en silencio y tomó otro tazón para el chico, sus pasos resonaban en los angostos pasillos y se detuvo frente a la celdilla. Se dirigió hacia el guardia nocturno.

—Puedes retirarte a descansar —el chico asintió e hizo una reverencia antes de retirarse. Ikki le extendió el tazón al noruego y este lo miró dudoso.

»Come —le ordenó; el chico tomó el plato con cierta desconfianza, y después de remover un poco los palillos lo hizo a un lado.

—No tengo hambre —declaró. Ikki frunció los labios.

—Debes comer, no sería muy agradable que murieras en mi guardia —el chico hizo una mueca y masticó uno de los trozos de pollo.

Entre mueca y quejido, logró terminarse la mitad del tazón; se lo regresó al japonés.

— ¿No quieres más? —El chico negó con la cabeza, abrazando sus piernas contra su pecho, mirando a la nada en silencio, e Ikki se preguntó por un breve momento qué es lo que reflexionaba con tanto ahínco.

—Me pregunto si tendrán cerveza aquí —y ahí se terminó el breve momento de duda; Ikki no contestó. El chico no insistió. Y los dos resumieron el silencio establecido del día anterior.

Pasado el mediodía el prisionero tomó una siesta, e Ikki decidió aprovechar el momento para ir a la cocina y coger su almuerzo. Debido a que aún era demasiado temprano para la merienda, no había demasiada gente y recibió su tazón con relativa facilidad. Frunció un poco el ceño al observarlo: Yakimeshi de nuevo con una pequeña variación en las verduras que le acompañaban; se dirigió también al área de bebidas y tomó una pequeña taza de té verde de entre las hileras de ellos que había.

Se llevó su almuerzo consigo y cuando llegó a la celdilla se encontró con un plato vacío y un chico aburrido. Observó a los restos de arroz en el plato, luego al prisionero —el cual parecía murmurar cosas para sí mismo en su idioma natal—, y arqueó un poco las cejas.

—Uh, ¿deseas más comida? —El chico advirtió su presencia para luego encogerse de hombros—. Puedo traer otro tazón si gustas. —El chico chasqueó la lengua y el sonido hizo eco en su cavidad bucal.

—No será necesario —se giró hacia el otro—. Ya me han mostrado más que suficiente hospitalidad en mi estadía, aunque esta fuese en calidad de prisionero. —Ikki sólo asintió y consumió sus propios alimentos.

El resto de la tarde pasó en silencio; pero ese silencio, a diferencia del anterior, se sintió menos tenso.

Los demás días pasaron de manera similar, una notoria diferencia era que el chico lograba que Ikki hablase más con cada día que pasaba vigilándolo.

— ¿Cuál es tu nombre? —Le preguntó una tarde antes de que terminara la guardia de Ikki.

— ¿Para qué quieres saberlo? —El chico se encogió de hombros e Ikki suspiro con hastio—. Ikki Kido, ¿y el tuyo?

—Ik-ki Ki-do… —dijo el chico, saboreando el nombre—. Supongo que es mejor que llamarte "Señor Guardia."

—Jamás me llamaste así.

—Nunca es tarde para nada, señor guardia.

Ikki arqueó una ceja, la expresión aburrida de su rostro bordeando en la molestia. —No me llames así.

— ¿Y qué te parece "Fénix"? Ya sabes, como el ave esa de la mitología griega; tú pareces alguien muy explosivo y suena mejor que Ikki.

La molestia en sus facciones se intensificó, pues no admitiría ni para sí mismo que le gustaba el mote. —Cómo quieras —y se retiró.

No fue sino hasta que estaba dentro del futón que se dio cuenta de que en ningún momento recibió el nombre del chico.

Este continuó llamándolo "Fénix". Ikki no insistió en saber su nombre (aunque le daba curiosidad) y este no se lo ofreció.

Otro día estaba llenando un reporte que más tarde entregaría a su superior, el chico le miraba, aburrido como estaba.

"El prisionero no tiene deseos de escapar, y si los tiene, no los demuestra; come poco y durante mis guardias casi no lo he visto dormir. Muestra un comportamiento bastante tranquilo; sin embargo, por lo antes mencionado, temo que llegue a atrapar alguna enfermedad por un sistema inmunológico deficiente…"

— ¿Qué haces? —Preguntó, deseoso de hacer algo que no fuese mirar al espacio frente suyo como un auténtico retrasado.

—Llenar un reporte que más tarde llevaré al comandante. —El chico soltó un tenue "ya veo" y resumió su observación al vacío; Ikki se detuvo a mitad de "Watashi" al recordar una de sus primeras dudas al conocer al otro. — ¿Cómo es que sabes hablar japonés? —El chico se reacomodó a una posición más cómoda para poder relatarle la anécdota a fénix,

—Madre y Padre insistieron en que saber otros idiomas aparte del noruego sería útil, así que me pusieron a estudiar hasta que fuera fluido en otros seis idiomas.

Ikki trazó una última pincelada y enrolló el pergamino para atarlo en su cinturón, donde no se le perdiera. — ¿Cuáles?

—Los que ellos pensaron me resultarían más útiles: inglés, japonés, alemán, francés, italiano y español. Los últimos tres fueron una especial joda, tienen algo llamado "tiempos verbales" y "conjugaciones"; el alemán parece gritado; el japonés es suave pero marcado y es más fácil comprender el inglés americano al británico.

Ikki sintió, preguntándose de qué le serviría saber eso. No llegó ninguna respuesta decente.

—Lo único que no llegué a aprender fueron los caracteres Kanji, mis padres pensaron que sólo serían necesarios los dos silabarios; en mi situación es cierto, pero pienso que habría sido interesante aprenderlos.

Ikki se debatió entre si decirle o no al chico lo que pasaba de su mente. —Si gustas yo puedo enseñarte algunos —pero al final el impulso le ganó a la razón.

— ¿En serio?

—Sí —se levantó del banquillo que le tenían dispuesto para hacer sus deberes de guardia y se sacudió polvo inexistente de sus pantalones—. Debo entregar esto, no te escapes —advirtió.

—Creo que para este punto sabes que no me escaparé —Ikki chasqueó la lengua.

—Cómo sea.

Ikki asomó su cabeza por la puerta corrediza. —Shitsure Shimasu

—Entre por favor, Kido-san —el chico obedeció y cerró la puerta tras de sí. Dentro de la habitación se encontraba el comandante escribiendo cosas en un pergamino, la taza de té a su lado seguía humeante y su tazón de Yakimeshi se encontraba lleno.

—Aquí está el reporta que me pidió —Ikki le extendió el rollo y el otro lo tomó, lo extendió, y después de examinarlo se dirigió a su subordinado.

— ¿Eso es todo, Kido-san? —El chico asintió—. Entonces creo que puedes retirarte —Ikki asintió de nuevo, pero antes de abrir la puerta corrediza, se giró en seco.

— ¿Señor?

— ¿Sí, Kido-san?

Ikki miró al suelo, preguntándose si realmente valía la pena molestar a su superior con algo como eso. — ¿Me permite preguntarle algo?

—Bueno, ya lo estás haciendo. Supongo que otra pregunta no hará daño.

— ¿Usted sabe… cuál es el nombre del prisionero? —Ikki casi pudo sentir la tensión en el ambiente aumentar. Casi se arrepintió de haber preguntado.

—Nadie lo sabe, Kido-san, pero le conocen como "Orfeo". Era el arpista del archiduque y la archiduquesa del imperio Austrohúngaro; se cree que era muy cercano a estos y que, por ende, conocía muchas cosas de ellos, incluyendo planes de guerra —Ikki podría jurar que la voz del comandante se había vuelto sombría en cuanto dictó esas últimas palabras.

—Ya veo —y salió.

El camino de regreso a la celdilla se puso a reflexionar. El apodo era raro, más que el que el chico le había dado. ¿Por qué aquel misterioso chico parecía estar rodeado de la mitología griega?

Cuando por fin llegó, se detuvo en sus pasos, el chico se encontraba dormido, era muy probable que se aburriera de la ausencia de Ikki (luego se recriminó por siquiera sugerirle eso a su mente). Lo observó, todas sus dudas llegándole en una oleada y abrumándolo.

— ¿Qué tantos secretos escondes tras esa fachada tuya, eh, Orfeo? —Como era de esperarse, el cuerpo no le respondió. E Ikki le observó dormir hasta el cambio de guardia.

Esa noche, como le sucedía casi siempre que algo tenía en la cabeza, no pudo dormir.

Giró en su futón más veces de las que podía contar, y el número de ovejas había rebasado el millón; pero cuando el pensar en las viejas canciones de cuna que su madre solía contarle no funcionó, Ikki removió el pequeño cobertor del futón y salió al pequeño campo fuera del establecimiento, fuera de aquel aprisionamiento de concreto y metal traído por los occidentales.

Sintió alivio recorrer todo su ser en el momento en el que aire fresco entró por sus pulmones y fluyó por su torrente sanguíneo. Respiró otro par de veces antes de sentarse sobre el césped y dedicarse a observar alrededor. Podía escuchar el murmullo del viento y el leve aleteo de las luciérnagas. Un espectáculo verdaderamente impresionante.

Mientras Ikki cerraba los ojos, sintió como un recuerdo llegaba a su mente, un recuerdo de tiempos mejores donde la guerra en el país era algo tan lejano…

Hermano —le preguntó al chico de cabellos verdes y sonrisa gentil en alguna ocasión.

¿Qué sucede Ikki?

Escuché a unas chicas en el pueblo hablar del hilo rojo del destino, ¿qué es eso? —Shun sólo rio ante la pregunta del menor y este lo miró extrañado, ¿acaso había dicho algo malo?

Es una vieja leyenda que cuentan por ahí, dicen que hay un hilo rojo invisible atado a tu dedo meñique —tomó la mano del otro y sostuvo dicho dedo, dándole énfasis a su narrativa—, y que al otro lado de ese hilo, está la persona a la que estás conectado por el destino. "El hilo puede estirarse, puede encogerse y puede enredarse, pero jamás romperse…"

¿Y tú ya has conocido a esa persona? —Shun perdió el habla por un par de segundos, y sus siguientes palabras fueron tartamudeadas.

E-eh… noooo… aún no… —miró a su alrededor, esperando buscar algo que le sacase de esa situación tan embarazosa, al no encontrarla, miró al otro y suspiró—. Pero sé que lo encontraré —una sonrisa se plantó en su rostro, luego, sin previo aviso agarró al menor y le dio vueltas—, y que tú también encontrarás a esa persona…

Ikki decidió que eso sería más que suficiente aire fresco por ese día, así que se levantó y caminó en silencio hasta si habitación. Por un momento observó las pocas pertenencias personales (aparte de su uniforme) que tenía allí. Se acercó a un destello dorado que creyó ver desde su posición, al llegar al lugar, visualizó un colgante dorado, el dije era un ave fénix. En su rostro se plantó una media sonrisa al recordar que ese había sido el último regalo de su hermano, diciendo que "eres como el ave fénix, que renace de sus cenizas para alzarse en vuelo". Soltó una pequeña risa sarcástica al recordar las palabras del prisionero, "te queda mejor que Ikki."

Decidió descansar de todo y simplemente intentar dormir. Dejó el colgante en su lugar y se metió al futón.

Ikki podría jurar que simplemente cerró los ojos y ya había llegado el día siguiente. Con otro gran suspiro trató de moverse del futón para iniciar con su día.

Era más que obvio que sus compañeros notaron que se cargaba con un humor de perros, puesto que incluso Kitamura se abstuvo de llegar con sus efusivos abrazos y se limitó a darle un cordial "buenos días"; al cual, Ikki murmuró por lo bajo "¿qué tienen de buenos?"

Uno de los pocos consuelos que tuvo, fue que el Yakimeshi subió de estatus a "Arroz con curry." Aunque eso, al parecer, tampoco merece tanta mención. Ikki tomó su desayuno y se dirigió a trompicones hasta la celdilla de Orfeo.

—Vaya, ¿estás bien? —Ikki se limitó a gruñir y tomar su puesto junto a la celdilla—. Tranquilo, sólo era una pregunta.

—No dormí bien anoche —dijo antes de masticar un trozo de pan bañado en aquella sala especiada.

—Ya veo… —miró a su alrededor, para luego sonreír al pensar en algo—, ¿qué tal si intentas tomar una siesta? Sabes que no me escaparé y te puedo avisar en caso de que alguien venga.

Ikki frunció el ceño, la molestia e indignación más que obvia ahora en su rostro. — ¿Estás insinuando que haría algo tan deshonroso como bajar la guardia durante mi misión?

El chico pestañeó un poco. —Whoa, no insinué nada, sólo pensé que apreciarías algo de ayuda; solidaridad nórdica, ¿te suena, nipón?

Ikki soltó un gruñido y se terminó su desayuno. Sólo fue a la cocina para traerle uno al prisionero y quedarse parado frente a la celdilla durante el resto del día. Aún a riesgo de caer dormido.