Capítulo l

Estaba acostado en la entrada de un viejo santuario, descansando un poco. Últimamente se sentía cansado, ansioso, y tenía mucho calor. Y el clima no ayudaba. Hacía algunas semanas que había comenzado el otoño, pero la temperatura no había disminuido. Seguía casi tan caliente como en verano aunque el suelo se encontrara tapizado de hojas de color rojo, que formaban alfombras mullidas a los pies de los árboles que las dejaran caer.

Tenía los ojos cerrados y aun así podía ver luz, cálida, naranja, a través de sus parpados… la única nube que había velado al sol debía haberse movido con el viento y ahora sus rayos le daban directo en la cara y el calor comenzaba a sentirse excesivo… incluso cuando abrió los ojos y se apartó no disminuyó de inmediato, la sensación se negaba a abandonar su piel y se veía aumentada por los matices de su entorno, rojos y amarillos de los arboles a su alrededor, el olor cálido de sus hojas… sabía que solo era una ilusión de su mente, que colores y olores no podían aumentar la temperatura, pero de todos modos lo sentía así.

Incluso la madera del escalón donde reposaba se sentía ahora caliente en vez de templada como cuando llegó.

Resignado, se levantó. Touko-san debía estarlo esperando y se preocuparía si demoraba mucho, así que lo mejor era dirigirse a su casa. Su casa… se sentía tan bien poder pensar en así de ella y en los Fujiwara como su familia…

Pero cuando llegó, Touko-san arrugó la nariz, involuntariamente, y él se preguntó si había hecho algo mal, sin atreverse a preguntarlo.

-Takashi-kun, ¿te sientes mal?

Ella lucía sorprendida y su mano en su frente fue más rápida que su negativa, aunque ante esta, en vez de regañarlo por no cuidarse o intentar ocultárselo, se mordió el labio y pareció preocuparse, pero él no atinaba a adivinar por qué.

-De verdad me siento bien.-intentó convencerla, y ella fingió que le creía, en vez de solo creerle, lo que lo preocupó un poco, pero lo dejó ir.

Fue corriendo a su cuarto y buscó al sensei con la mirada solo para toparse con uno de sus letreros de que se había ido a beber… a beber, a pesar de que aun ni siquiera anochecía y si llegaba borracho a la cena no podría explicarlo.

Nyanko-sensei era un irresponsable, y aunque no creía en verdad que él hubiera podido ayudarle a adivinar que pensaba Touko-san, se sentía molesto, aunque no era exactamente la palabra que buscaba. Desde hacía días también estaba más sensible a lo que le dijeran, a lo que hicieran a su alrededor… y si se tocaba la frente tenía un poco de fiebre… tal vez solo había pescado un resfrío.

Que no era eso quedó patente horas más tarde, cuando Shigeru-san también arrugó la nariz apenas entró en el cuarto, aunque no pareció sorprendido como su esposa, y le dijo que al día siguiente lo llevarían al doctor, solo para confirmar.

Eso le dio en que pensar. Demasiado, así que no durmió. Si no sentía enfermo de verdad, pero ellos querían llevarlo con un médico y se trataba de algo que podían oler en él, debía ser eso. Pronto tendría su primer celo. Era algo que lo avergonzaba horrores y de lo que nunca había hablado con ellos, aunque tampoco era que nadie se lo hubiera dicho de manera oficial a él, aunque se suponía que a partir de los dos o tres años, en algunos bebés incluso antes, podía saberse si eran donceles o varones.

Él habría querido ser un varón, aunque sabía que era imposible. Lo intuyó de pequeño y tuvo la certeza al entrar en la adolescencia. Hubiera hecho todo más fácil, no les daría molestias a los Fujiwara… en momentos así era difícil considerarlos como su familia y volvía a tener deseos infantiles de estar con sus padres… con su papá, que suponía por su foto, la única foto que tenía de él, debió pasar por lo mismo.

Touko-san podría entenderlo, pero Shigeru-san no, y su presencia solo daría problemas en su casa, y ni siquiera sabía cuántos… es decir, sabía lo básico sobre lo que le pasaría, que su cuerpo anunciaba con bombos y platillos que estaba listo para procrear y su olor sería perceptible a varios metros, que sería irresistible para los varones y se volvería irracional… que no importaba lo que pensara ahora, cuando se desatara el celo lo olvidaría y no pensaría más que en… hacerlo. Con cualquiera que estuviera dispuesto a tomarlo, que sería cualquiera a su alrededor…

Era simplemente horrible y no podía evitarlo. De ser por él habría querido escapar, irse a las montañas los días que fuera necesario y alejarse de todos para no causar problemas…

-Vaya, Natsume… no debe faltar ni una semana para que entres en celo…

Nyanko-sensei volvía luego de irse a beber, de nuevo después de la cena, y había saltado directo a su espalda, haciéndolo arquear. La cara asustada, sorprendida de Natsume, le dijo que ni siquiera se le había ocurrido que él pudiera notarlo, pero en realidad, fue el primero en saberlo, incluso antes de que se pusiera, ¿cómo decían los humanos?, hormonal. Un olfato tan sensible como el suyo le había puesto sobre aviso desde hacía semanas y apenas estuvo bien, porque así tuvo tiempo de limpiar los alrededores de debiluchos que podrían querer atacarlo en ese estado y los días que le restaban reforzaría las barreras para que los fuertes tampoco pudieran acercarse a él.

-No te preocupes… lo tengo todo listo… yo te protegeré… -lo consoló, restregándose contra su mejilla.- ¡Pero eso te costará una docena de manjus de Nanatsuya!

Por un instante el alivio se pintó en la cara de Natsume, pero después, al caer en cuenta lo que significaba que Nyanko-sensei debería protegerlo, se dejó caer sobre su futón con un gemido ahogado.

La semana había transcurrido lentamente y apenas era jueves.

El doctor había confirmado las sospechas de los Fujiwara y desde entonces Touko-san se había dedicado a volver más cómoda su habitación, puesto que debería pasar varios días, al menos dos o tres, encerrado en ella, aunque en esa primera ocasión era difícil de saber si solo duraría eso o se prolongaría hasta cinco. Ella se quedaría con él, en la casa, y Shigeru-san se iría a pasar esos días en casa de un amigo al que le prestó el mismo servicio cuando su hijo atravesó por eso, y aunque le habían dicho que no era ninguna molestia y que desde antes de adoptarlo sabían que eso pasaría tarde o temprano y no era su culpa, no podía dejar de creerlo.

Y ayudaba a eso que aunque el doctor dijo que podría ir a la escuela esa semana siempre que tuviera ciertas precauciones, cada vez había sido más incómodo, hasta que el jueves durante el almuerzo Kitamoto los había dejado solos a él y a Nishimura dando unas apresuradas excusas antes de irse, visiblemente sonrojado y nervioso, y al terminar, Tanuma, a quien casi no había visto los últimos días, se acercó a él y le pidió ir aparte ante la mirada preocupada de su otro amigo.

Lo siguió y le extraño que aun al quedar a solas no se acercara a él, pero cuando habló quiso que se lo tragara la tierra, pues, sin mirarlo ni siquiera, le pidió que se fuera a su casa a descansar, que era peligroso para él permanecer en la escuela. Asintió, y dolido porque cuando intentó tocar su mano antes de irse él se apartó, regresó a su casa, donde su tía se apresuró a llamar a Shigeru-san para decirle que no regresará esa noche. Eso quería decir que debía faltar más o menos de un día, pues su olor ya resultaba demasiado perturbador e intenso, aunque no ayudaba a saberlo que era inmune a su propio aroma.

Pero que sus amigos lo notaran fue demasiado. No estaba preparado para eso… había creído que no lo harían… Nishimura no había dicho nada, pero también era un doncel, y aun no pasaba por lo que ahora le ocurría a él… de hecho, a él le estaba pasando muy pronto, meses antes de lo que todos los adultos a su alrededor habían estimado sin decirle ni una palabra… pero volviendo a sus amigos, que ellos, los que eran varones, lo notaran, lo perturbaba, porque quería decir que más gente debió hacerlo, no solo los que eran cercanos a él, sino cualquiera a su alrededor… era estúpido pensar que no sería así, pero tampoco se había planteado de manera consciente la realidad total de sus situación.

El resto del día lo pasó sentado en su habitación, acariciando su gato cuando no se sentía tan afiebrado, pues algo en el contacto suave de su pelo lo calmaba, además de su compañía. Era un alivio que no se viera afectado, como le explico días antes, porque así no tendría que estar solo.

Después de todo, el doctor también dijo que se sentiría muy mal y le dolería puesto que no tendría una pareja que lo ayudara a pasarlo, y aunque aún ahora lo apenaba pensar en sus palabras, y más en que se lo dijo frente al resto de su familia, cada vez se preguntaba más frecuentemente en que podría hacer para reemplazar a esa pareja que no tenía, y que, de tener de todos modos, no dejarían acercarse a él, al menos esa primera vez, considerando la improbable situación de que sus tíos le permitieran pasar su celo con alguien más antes de ser mayor de edad, o más bien dicho, de estar casado.

Había pasado una mala noche. Las pocas horas que pudo dormir y dejó de retorcerse por el calor y la incomodidad que sentía, las pasó soñando, pero no sueños normales, ni siquiera ajenos, como cuando las memorias de un youkai se filtraban en su mente, sino indecentes… y lo peor del caso es que sus sueños no solo le daban lo que había intentado reprimir, cada vez con menos éxito, de manera consciente, sino también aquello que ni siquiera era capaz de aceptar, porque en ellos no solo estaba él, no solo era él quien lo tocaba…

Se despertó extrañamente mojado, y cuando se revisó, notó que no solo era que se hubiera corrido durante su sueño, como algunas veces ya le había pasado, sino que la humedad también venía de atrás, más líquida, casi transparente… con un gemido ahogado se tocó ahí para comprobarlo y cuando estuvo seguro corrió a bañarse antes de que sensei volviera de donde estuviera. No quería que nadie supiera que estaba lubricando, que nadie fuera a tener la oportunidad de comentar al respecto en frente suyo.

Aunque fue una mala idea tocarse para comprobarlo, porque apenas el roce de su dedo había bastado para desbordar aquello que tenía desde el día antes aferrándose por evitar, ese deseo avasallador de sentir algo por ahí, cada vez más intenso, nada comparable a lo que había sentido durante los días previos, el aumento de la libido y las ganas de ser tocado, de ser besado…

Se tocó adelante, consciente de que solo intentaba engañar a su cuerpo dándole placer aunque no fuera por donde lo necesitaba, pero es que no se atrevía a hacerlo aún por detrás… no era algo que él haría de tener opción, así como tampoco era propio de él pensar esas cosas cuando ni siquiera le habían dado su primer beso…

Para la tarde ya casi era insoportable lo que sentía, pero había dejado de pelear consigo mismo. Ahora pensaba en Tanuma una y otra vez, fantaseando sin culpa… es más, está casi había desaparecido incluso cuando pensaba en Natori-san, y cuando creía que se volvería loco si seguía mirando solo al techo, Nyanko-sensei lo llamó la ventana, apurándolo para que fuera.

-¡Tama-chan!

Su bebé, ese que había cuidado desde el cascarón hasta que dejó de parecerse a él y se volvió un ave dragón, estaba ahí, visitándolo, como sabría que un día haría. Lástima que fuera ese día, cuando se sentía tan disperso, incómodo y acalorado…

-Natsume, quiere que vayamos con él…-le dijo el gato luego de unos momentos y algunos sonidos de parte del gigantesco ayakashi.-Solo quiere que demos un paseo.

-¿Es seguro?-preguntó, acariciando las plumas de su cabeza, pues aunque lo amaba no olvidaba el peligro que podía correr lejos de la barrera de sensei.

-Sí.-iría con él, y Tama también podría protegerlo de ser necesario… además, serviría para que respirara un poco de aire fresco.

-En ese caso…-respondió, sonriendo por primera vez desde que comenzara eso, acariciándolo de nuevo antes de subir a su lomo y dejar que la brisa despejara sus ideas durante un rato, abrazándosele al cuello y mirando pasar el paisaje bajo él, sobre él, el viento en su cabello y un poco más tranquilo, aunque por segundos el vértigo, o una sensación similar en su estómago, lo asaltaba.

Creía que ya no podría soportarlo mucho cuando Tama decidió bajar cerca del lago, y no pudo evitar sentirse agradecido a pesar de que su intención no hubiera sido otra que detenerse a beber. Y sensei también lo disfrutaba, pues mientras que ellos estaban a la orilla del agua una ranita saltó entre las piedras de la orilla y se fue a perseguirla.

Después de eso todo pasó muy rápido. Un hechizo de sujeción que falló por poco, la huida apresurada de su bebé, al sentirse atacado por alguien que no podía oler, la aparición repentina de Natori-san entre los árboles, a contra viento… el modo que lo miró apenas lo tuvo en su campo visual…

En un momento estaba viéndolo, aun a varios metros de él, y al siguiente lo tenía prácticamente encima, sus manos sujetándolo por las caderas, pues se levantó al escapar Tama, y sus ojos fijos en su cara, sus labios cada vez más cerca de los suyos…

Nunca creyó que su primer beso sería así, y aunque aún lograba pensar que no quería que fuera él quien se lo diera, su cuerpo se negaba a obedecerlo. Se negaba a hacer cualquier cosa que no fuera apretarse contra el suyo y recibirlo en su boca, apenas un segundo después de que lo besó, fundiéndose ante su toque.

Natori tampoco había esperado que su noche tomara ese rumbo.

Él había salido de cacería, aunque tal vez el término no fuera el más correcto si no pensaba matar a su presa e iba a liberarla apenas fuera vista por Seiji… El ave dragón era increíblemente escasa, difícil de ver, y decían que solo eso te auguraba la felicidad, definitivamente algo que el líder del clan Matoba querría contemplar al menos una vez con sus propios ojos, pues como se quejó con él una vez, era injusto que la hubiera visto una vez a lo lejos, no hacía mucho, mientras filmaba, y él no.

Se la llevaría y él estaría feliz. Tal vez incluso le diera las gracias…

Era un hermoso escenario que se vio estropeado al verse envuelto por un desconcertante olor al acercarse a donde ésta se había detenido. No se suponía que hubiera nadie con ella, menos un doncel en celo, y su mera presencia, aun cuando todavía no lograba verlo, bastó para alterarlo lo suficiente para que errara la dirección de su hechizo, alertando al ave, que escapó. Dudó en acercarse, pero ya no podía pensar bien y de todos modos lo hizo.

Entonces lo vio, él único que podría haber estado con esa ave, en ese lugar, a esas horas y en semejante estado… quiso acercarse y reprenderlo por su imprudencia, pero apenas lo tocó, cualquier cosa que no fuera besarlo dejó de parecerle importante.

Su olor, su sumisión, el tacto cálido de su piel y lo responsivo que se encontraba a su toque lo hicieron perder el escaso dominio de sí mismo que podía tener, afectado como estaba por el abrumante inicio de su menarquía, y pronto pasó de solo besarlo a buscar como colar sus manos dentro de su ropa, a intentar desvestirlo para poder hacerlo suyo, lamer esa piel hasta hartarse y hundir su lengua en medio de sus encantos, saborear su parte más íntima solo para embeberse de su aroma y sabor y después penetrarlo, pues no podría contenerse mucho más solo frotándose contra su muslo, estrechándolo contra su cuerpo…

Natsume jadeó cuando sus manos soltaron su pantalón y lo bajaron de un tirón lo suficiente para poder afianzar sus nalgas, apretándolas, haciéndolo desear por más… en esos momentos no existía otra cosa que él y lo que deseara hacerle. Gimoteó cuando dejó de besarlo para lamer su cuello y chilló cuando le alzó la camisa para hacerlo en su pecho, sin que por eso sus manos desatendieran su trasero por más de unos segundos… sus dedos largos y elegantes se deslizaban cada vez más al interior, y aunque él lo estorbaba al apretar su cadera con sus muslos, pronto estuvieron rozando su húmeda entradita, apenas un segundo, porque después uno de ellos ya se deslizaba en su interior y era la sensación más enloquecedora que hubiera sentido jamás.

Se sentía tan bien, pero quería más… necesitaba más.

Otro dedo respondió a la súplica en sus ojos, e incluso la molestia de sentirlos moverse de inmediato no era nada comparada al alivio que le daba sentirlos, a la desazón de sentir su erección frotarse contra su muslo y solo tocarla por breves momentos en los que lograba colar su mano entre sus cuerpos, a no tenerla aun dentro… Estaba a punto de llorar, de rogarle, cuando él se separó un poco, soltándolo, dejando de darle alivio con sus dedos, para abrirse la bragueta.

Entonces todo pasó de nuevo muy rápido. Sensei lo alejó lo Natori-san, y dudando de su cordura, lo siguió cargando en su hocico aun cuando se había alejado bastante para que ya no pudiera saltar de vuelta a su lado ni el exorcista intentara arrebatárselo usando un hechizo como el que lanzó contra Tama.

Bufó fastidiado y no respondió cuando pudo pensar de nuevo y le preguntó a donde lo llevaba… se sentía muy mal, las náuseas eran peores que nunca, y lo que Natori-san le había hecho solo sirvió para tranquilizarlo mientras sus manos estaban encima de él, pero ahora era incluso peor, pues ya había tenido una probadita de que lo que un varón podría ofrecerle y no podía dejar de pensar en ello, de querer volver a sentirlo, a pesar de que luego de unos minutos lejos suyo volvía a tener el suficiente dominio de sí mismo para recordar que no era él quien se suponía le diera su primer beso, ni la persona a la que amaba y querría entregarse de poder elegir…

Por fortuna, Sensei también lo sabía.

Se cubrió la cara apenado cuando lo dejó en el patio de la casa de Tanuma y solo atinó a acomodarse un poco la ropa antes de que las ansias de ir a buscarlo pudieran más que su sentido común.

Nyanko-sensei lo miró adentrarse en la casa y después subió al techo a recostarse hecho un ovillo. Fue una suerte que también levantara una barrera alrededor de ella, pues era el lugar más probable para que Natsume pasara su celo. Después de todo ahí estaba ese chico. Solo que había creído que resistiría al menos hasta a mitad de la noche antes de que fuera indispensable que lo llevara a su lado.

También era una suerte que el monje hubiera salido esa tarde rumbo a otra ciudad y no fuera a volver pronto.