Hola! He vuelto, hacia tanto que no venía por aquí, dejé a mis pobres fics empezados tristes y solos... Bueno, intentaré retomarlos. Mientras tanto os traigo una historia que se me ha ido de las manos totalmente.

Para poneros en situación esto sucede en la temporada... Bueno, después de que Emma traiga a Marian del pasado. Os diré que Hook no está, por algún motivo o razón se ha ido. Por otro lado, Robin y Marian no tienen que irse porque todo el rollo de Frozen no pasa, así que Robin se queda con Regina. Pues esta historia sucede unos seis meses después. Me he explicado bien? Espero que sí, :)

Descargo de responsabilidad: Los personajes no me pertenecen, las historia es simplemente diversión y sin ánimo de lucro.

Espero que os guste :)


Tenía los ojos fijos en el techo cuando la alarma sonó. Se limitó a alargar la mano para apagarla y continuó mirando al techo, como había estado haciendo durante las tres últimas horas. No se había pasado la noche así. Al principio había hundido la cara en la almohada durante una hora y media sofocando el llanto para que nadie la escuchase. Después, cuando se hubo calmado, consiguió acurrucarse de lado, apretándose el pecho, con los ojos fuertemente cerrados, intentando que dejase de doler. Finalmente, una insensibilidad se apoderó de ella dejando su mente en blanco por completo.

Hasta que la alarma que debía despertarla para ir al trabajo la volvió consciente de su cuerpo de nuevo. Un suspiro tembloroso escapó de sus labios, tenía los músculos entumecidos, la boca seca y los ojos le escocían. No estaba en condiciones de hacer ningún tipo de trabajo. Así que cogió el teléfono de la mesita de noche provocando que todo su cuerpo se quejara después de tanto tiempo en la misma posición, mandó un mensaje avisando de que no se presentaría hoy a trabajar y lo apagó para que nadie la molestara.

Volvió a suspirar y se giró hacia un lado abrazando con fuerza la almohada, intentando no pensar en lo que había ocurrido la noche anterior, pero sin poder evitar los pinchazos que atravesaban su corazón.

Ocho horas antes

- Regina, lo que quiero decir es que... – Emma volvió a mirarse las manos, estaba agarrando la copa con demasiada fuerza, así que se obligó a respirar para relajarse.

- Emma, suéltalo, no puede ser tan difícil. – Le insistió Regina con una risita. Estaban sentadas en uno de los sofás del salón de Regina, Henry se había ido a dormir después de cenar y Emma se había quedado para tomar una copa.

Emma la miró a los ojos y respiró hondo. Llevaba mucho tiempo pensando en esto y se había convencido a sí misma de que era el día. No podía esperar más, sabía que esto podría no salir bien, sabía que esto podía estropearlo todo, pero tenía que sacárselo de dentro, no podía aguantarlo más.

- Yo, creo que tengo sentimientos por ti… Es decir, que me gustas… - Había agachado la mirada, pero al ver que Regina no hacía ningún ruido levantó la vista. Regina la miraba con cara de palo, ninguna emoción se reflejaba en su rostro y fueron los cinco segundos más largos de la vida de Emma… Hasta que rompió en una risita nerviosa.

- ¡Venga ya! – Regina le golpeó suavemente en el hombro mientras aún sonreía – No digas tonterías, ¿qué era eso que me querías decir?

Emma no había hecho ni el más mínimo movimiento, simplemente se quedó observando a Regina. Mil sensaciones le recorrían el cuerpo y el corazón le latía desbocado. Iba a hacer su movimiento, aunque eso fuese lo último que hiciera. Y sin dejar de mirarla a los ojos se acercó a ella y la besó en los labios.

Toda su piel se erizó ante el contacto, sus labios eran aún más suaves de lo que había imaginado. Comenzó a mover sus labios contra los de ella conteniendo un suspiro. Sentía mariposas en el estómago y, durante los segundos que duró el beso, se sintió estar en el cielo.

Pero entonces se dio cuenta de que ella no estaba respondiendo al beso. En ese mismo instante su corazón se congeló y se retiró de ella como si su contacto le quemase. Regina en cambio no se había movido, tenía los ojos más abiertos de lo normal y los labios ligeramente separados. Emma se frotó las manos, sabía que tenía que decir algo, pero no tenía ni la más remota idea.

- Yo… Yo… - Tragó saliva con esfuerzo, tenía la boca seca y le costó trabajo.

- Emma…

- No, no digas nada. – Emma vio la mirada entre confusa y sorprendida de Regina – No debí haber hecho eso, simplemente tenía que decírtelo. – Regina apartó la mirada.

- Emma, Robin y yo –

- Sí, lo sé. Sé que estáis juntos, pero… - Dudó unos instantes antes de continuar, ya no tenía nada que perder – Pensé que quizá… Bueno, lo pasamos tan bien juntas… Yo creí que quizá sintieses algo parecido o… O no sé, pensé que si te lo decía igual podríamos intentar algo… Yo… - Con un suspiro dejó de hablar, estaba empezando a divagar, todo el discurso que se había estado repitiendo durante meses había desaparecido por completo de su mente y ahora ni siquiera era capaz de formar una frase entera.

- Robin es mi alma gemela, Emma. – Y ahí estaba, esa frase atravesó a Emma como una espada al rojo vivo, justo en el corazón, y sintió como un hielo abrasador se extendía por todo su cuerpo. Fijó la mirada en su regazo durante unos instantes intentando recuperar la compostura.

- Está bien, no pasa nada Regina. – Intentó esbozar una sonrisa, pero fracasó estrepitosamente – Me voy a ir.

- No, espera. – Un minúsculo rayito de esperanza se coló en su corazón y se maldijo por ello – Emma, quédate, no hace falta que te vayas.

- Mira, Regina, igual deberíamos darnos algo de espacio.

- No, por favor no digas eso. – Regina la miró suplicante – Te has convertido en mi mejor amiga… Puede que incluso en mi única amiga. – Soltó una risita nerviosa, mientras Emma la miraba intentando que no se notase como su corazón se hundía cada vez más en la desesperanza. – Por favor, no me alejes.

E inesperadamente la rodeó con los brazos en un abrazo apretado. En un acto reflejo, Emma la rodeo con los suyos y no pudo evitar acercar la nariz a su pelo. Su olor le nubló los sentidos y tuvo que cerrar los ojos cuando notó el picor de las lágrimas tras ellos. Tenía que salir de ahí, no sabría cuanto más podría aguantar sin derrumbarse. Tragó saliva y se aclaró la garganta mientras se separaba despacio de ella.

- Está bien, - intentó que su voz no sonase ahogada por la pena que sentía – todo seguirá como hasta ahora, pero tengo que irme, es tarde y mañana tengo que madrugar. Regina asintió con media sonrisa e intentó levantarse para acompañar a Emma a la puerta. –No, quédate, conozco la salida.

Emma le guiñó un ojo se levantó y se fue lo más rápido que pudo, tanto que ni siquiera llegó a oír el "buenas noches" de Regina.

De vuelta al presente

Cuando abrió los ojos ya apenas entraba claridad por la ventana. En algún momento del día el cansancio había terminado por vencerla y se había quedado dormida. Siendo más zombie que persona, se dio una ducha y se arregló poco antes de acercarse a Granny's a por algo de comida.

Nada más entrar en la cafetería el olor a patatas fritas hizo que su estómago rugiera de hambre e impaciencia y con media sonrisa se acercó hasta la barra.

- ¡Emma! – Ruby la saludó y se acercó a ella rápidamente.

- Ruby, me muero de hambre ponme una hamburguesa con patatas fritas y un refresco.

- ¿Algo más?

- Bueno, sí. Que sea doble de patatas fritas. – Ruby se rio y se alejó para pedir la orden.

Mientras tanto, Emma se hundió un poco más en su asiento. No podía seguir dándole vueltas a lo mismo, cada vez que recordaba lo que había ocurrido sentía como si alguien le apretase el corazón con fuerza. Le había dicho a Regina que le gustaba, que tenía sentimientos, pero en realidad, lo que ella sentía iba más allá de eso. Estaba enamorada de ella. Total, sin remedio y completamente enamorada de ella.

Sacudió la cabeza intentando no pensar en eso y vio que Ruby se acercaba con su bebida. Automáticamente puso una sonrisa en su cara, al menos esperaba que no se viese tan falsa como ella la sentía.

- Aquí tienes. – Parecía que Ruby no le había prestado atención a su sonrisa, pero cuando creyó que la camarera se volvía a la cocina, regresó junto a ella. – Ey, ¿estás bien? Te noto un poco rara.

- No es nada, Rubs, no he dormido muy bien. Tenía una migraña y no he podido ir a trabajar… - Ruby la miró con cara de no estar tragándose ni una sola palabra y ella simplemente apartó la mirada y negó con la cabeza.

- Emma, habla conmigo – le suplicó – si algo está mal, puedo intentar ayudarte…

- Créeme, no hay nada que hacer. – Apretó la mandíbula y sintió como las lágrimas le picaban detrás de los ojos. Se esforzó porque no se le escapasen y sacudió la cabeza.

- ¿Emma? – Ruby la miró con los ojos entrecerrados – ¿No habrás…? - Por supuesto, Ruby lo sabía, a quien más se lo iba a decir. Es cierto que no planeaba contárselo a nadie, pero después de unas cuantas copas y un gran peso en el corazón, terminó confesándose con ella. – ¡Oh dios, sí que lo has hecho!

Emma ni siquiera se limitó a contestar, simplemente se tapó la cara con las manos e intentó desaparecer.

- Bueno, ¿ha ido bien? – Preguntó Ruby. Más rápido de lo que nadie hubiese esperado, Emma se quitó las manos de la cara y las puso de golpe sobre el mostrador.

- ¿¡Tú que crees!? – Volvió a hacer fuerza con los dientes, era un acto reflejo al dolor y Ruby lo sabía. – Ha sido un puto desastre.

- No me lo puedo creer. – Ruby estaba bastante sorprendida de que su amiga finalmente había confesado sus sentimientos, pero lo que no entendía era que Regina no la hubiese correspondido, por el amor de dios, si sólo hay que ver cómo la mira. - ¿Te ha dicho que no siente lo mismo?

- Ruby, en serio, ¿vas a seguir metiendo el dedo en la llaga? – Emma la miró con incredulidad. – Es simple, le dije que me gustaba y la besé, y ella me respondió que estaba con Robin y que él era su alma gemela.

Ruby quiso añadir algo más, pero en ese momento Regina eligió entrar por la puerta. Con una sonrisa, como si fuera la dueña del lugar, pasó su mirada por todo el lugar hasta dar con Ruby. Se dirigió hasta allí con intención de pedir un café y vio que Emma estaba sentada en la barra junto a ella.

Cuando Ruby vio que Regina se acercaba se volvió a mirar a Emma que, por supuesto, ya tenía en su rostro una sonrisa que, de no saber que era totalmente falsa, la habría engañado completamente.

- Emma, que bien que te encuentro, te he estado llamando. – Regina se sentó en uno de los taburetes junto a Emma y se volvió hacia Ruby – Ponme mi café para llevar, por favor, Ruby, que llevo un día… - Dejó la frase en el aire sin dar más explicaciones y se volvió hacia Emma que había perdido la sonrisa. Pues si el día de Regina ha sido malo, no existían palabras en la Tierra para describir cómo lo había pasado ella.

- Lo siento, apagué el móvil esta mañana y lo habré dejado en algún sitio. – Dijo vagamente.

- Bueno, da igual, sólo quería asegurarme de que al final tú y tus padres ibais a venir a la fiesta. – Regina terminó la frase con una sonrisa deslumbrante. Emma se quedó embobada mirándola hasta que Ruby carraspeó antes de dejar sobre la mesa el plato de Emma y el café de Regina.

- ¿Qué? Sí, sí. Allí estaremos. – Dijo Emma intentando dirigir su atención a la comida.

- Magnífico. No será nada muy especial, sólo una cena casual. No hace falta vestir de gala. – Soltó una risa mientras se levantaba y se alejó resueltamente hasta desaparecer por la puerta de la calle.

Emma se quedó observando el espacio que había ocupado Regina. Dios, cómo iba a aguantar a partir de ahora. No tenía ni idea. Pero algo estaba claro, tenía que hacerlo. Apartarse de ella es posible que la ayudara a superarlo, pero para apartarse de verdad tendría que dejar a Henry, a sus padres… Tendría que dejar el pueblo, pero ¿era eso siquiera una opción? No, por supuesto que no. Ya no era sólo que no quisiera estar lejos de su familia, es que ella no quería dejar a Regina. No quería o, simplemente, no podía.

Volvió a pensar en ella, en cómo sonreía, en su forma de reír, en las cosquillas que le recorrían el cuerpo cuando le llegaba el olor de su pelo, su manera de tocarle el brazo cuando estaba contando algo emocionante o gracioso… Definitivamente no quería apartarse de todo eso, porque merecía la pena, una y mil veces, estar en la vida de Regina Mills como amiga, antes que no estarlo en absoluto.

Este pensamiento volvió a agujerearle el corazón, pero mantuvo la compostura. Había tenido que tragarse sus sentimientos y renunciado a sus deseos toda la vida, y podría seguir haciéndolo.

Finalmente, su estómago la devolvió a la realidad y comenzó a comer desganada.

- ¿Qué demonios ha sido eso? – No llevaba ni cinco minutos comiendo cuando Ruby la sobresaltó acercándose por detrás. Llevaba un rato queriendo acercarse, pero tenía mesas que atender y su abuelita la estaba vigilando.

- ¡Joder, Ruby, que susto! – Emma se llevó una mano al pecho. - ¿Qué ha sido qué?

- ¡Eso! ¡Regina! Creí que todo había sido un desastre, que no te había dicho que se sentía del mismo modo que tú. Y resulta que viene aquí y sois súper amigas. ¿De qué va todo eso? – Emma la miró y luego bajó sus ojos hasta el plato y empezó a jugar con las patatas fritas.

- Ella me pidió que siguiéramos siendo amigas, que no me alejara. – No se atrevió a mirar hacia arriba, pero Ruby tampoco dijo nada, estaba demasiado sorprendida. – Y la verdad es que yo tampoco quiero estar lejos de ella. Me mata por dentro lo que siento, pero creo que es peor cuando ni siquiera puedo verla. – Miró a Ruby a los ojos sincerándose con ella, suspirando amargamente - Si soy su amiga, al menos podré estar en su vida, Ruby…

- Emma… - Ruby no sabía qué decir. Era tan injusto, le dolía tanto ver a Emma así. ¿Cómo podía Regina ser tan insensible? ¿Cómo podía ser tan egoísta? ¿Es que no veía lo que le hacía a Emma pidiéndole que se quedara?

No sabía qué hacer, así que se limitó a acercarse y a darle un beso en la cabeza mientras intentaba reconfortarla en un medio abrazo – Tengo, que seguir atendiendo. ¿Te apetece que nos veamos luego?

Emma asintió, no muy segura de que le fuesen a salir las palabras. Cuando Ruby se alejó intentó seguir comiendo, pero apenas si logró dar un par de bocados. Así que, dejando media hamburguesa, se levantó del taburete y puso el dinero del almuerzo más una generosa propia sobre la barra. Con un breve gesto le hizo saber a Ruby que se iba, que la llamase luego y salió del restaurante.


Pensé en publicarlo en un sólo capítulo, al principio se suponía que iba a ser más corto, pero, como dije antes, se me fue de las manos.

Estoy deseando saber vuestra opinión.

Mañana más.

Besos,

S.