Causa Perdida
Capitulo 1: Primer Encuentro
Card Captor Sakura
Lady
El sol apenas brilla en Tomoeda, las personas comienzan a ir y venir dispuestas a terminar la jornada, se escuchan las risas vespertinas de los pequeños que se encaminan a sus hogares después de varias horas de juego en el parque y del jardín de niños y la primaria. Los pocos automóviles empiezan a calentar motores en los estacionamientos de los lugares de trabajo, en oposición a la fría tarde de invierno.
Miró aburrido el pacífico lugar, Tomoeda no se comparaba ni siquiera parcialmente a Tokio. El revoloteo tranquilo pero habitual de la pequeña ciudad era interrumpido por el motor del automóvil que iba transitando por el lugar, y que dejaba boquiabierto a más de uno que iba en su bicicleta.
Parecía un poblado típico, con casitas hogareñas sin una remodelación en hacía mucho tiempo. No podía haber nada entretenido, ni tampoco emocionante, no como en la metrópoli que él tanto amaba, mucho más en esta época cuando todo eran luces y festividad.
-Llegamos a nuestro nuevo hogar-la feliz voz del hombre no fue suficiente para contagiarlo si quiera un poco, miró sin emoción la casa de mediano tamaño que también tenía esa fachada tan sosa y sin gracia, pero sin duda algo más ostentosa que las demás.
En nada se parecía al edificio de 30 pisos que había dejado en la capital, rodeado por las calles atascadas de automóviles en medio del tráfico, y los vapores tóxicos, el sonido intenso y aturdidor.
-No puede ser enserio-gruñó analizando incrédulo la estructura. El conductor sonrió sin sorprenderse de lo que el muchacho decía, pues sabía de antemano que su hijo no estaría a gusto con ese cambio, no después de 18 años de residencia en Tokio.
Donde a aparentemente ya tenía una vida hecha.
-Verás que Tomoeda es mucho mejor que Tokio-añadió risueño apagando el motor del lujoso vehículo únicamente para dos, dejó las manos sobre el volante pensando en sus beneficios.- Más limpio, más seguro…
-Más pequeño, más aburrido…-añadió el joven estirándose sin ganas en el asiento, para después apoyar su codo en el cristal semi empañado.- Más frío…-apretó más la bufanda alrededor de su cuello y también la chaqueta marrón.
-Hay calefacción dentro de la casa-aseguró el otro a modo de consuelo, comenzando a bajar del automóvil.- ¡Vamos hijo!-llamó sintiendo que sus caros zapatos se deslizaban fácilmente sobre la fina capa de hielo sobre el asfalto.
El chico no parecía dispuesto a salir pues se cruzó de brazos y observó como su padre patinaba, sus cejas se arquearon cuando lo vio desaparecer en un resbalón.
-¡Papá!-sin pensarlo dos veces abrió la puerta y salió, pero sus zapatos negros tuvieron el mismo efecto que cualesquiera otros y cayó boca abajo.- Demonios…
-¡Pero que chico tan torpe!-se burló el padre mirándolo por debajo del auto, recostado en la misma posición, el joven esperó a que terminara de reír.- De tal palo tal astilla.
-Ni en broma-le dijo, sonriendo y con una ceja levantada. Con mucho cuidado se fue poniendo de pie, intentando no terminar de nuevo en el suelo.- Entremos de una buena vez.-pidió.
-De acuerdo-apoyó el otro asintiendo con la cabeza, parándose fácilmente y caminando hasta su lado sin ninguna dificultad. Golpeó cariñosamente su espalda ancha mientras avanzaban.- Esto es lo mejor-insistió, abriendo la puerta.
Pero ni siquiera la moderna y masculina decoración interior que en nada combinaba con el exterior de la casa, ni la chimenea sin encender, ni el árbol de navidad ya colocado parecían conmover la mirada helada del joven que no pensaba en otra cosa sino en llegar a una cama y descansar.
-Es muy grande… no necesitamos tanto espacio-confesó el muchacho analizando cada rincón, desde el pequeño bar hasta la sala y el comedor para ocho personas.
-Yo creo que es perfecto-rió el mayor quitándose el saco para dejarlo en el perchero, su hijo le imitó al dejar su chaqueta de piel marrón junto con la bufanda café. Ambos dejaron los zapatos en el recibidor.
El muchacho identificó las mismas pantuflas que usaba en su antigua casa.
Siguió buscando algún detalle que llamara su atención, pero encontró menos cosas que le agradaran. Demasiadas ventanas, demasiada luz. Cuadros de paisajes muertos y adornitos que apenas y se percibían de lo amplio que era el lugar.
Lo único que le gustó fueron los estantes llenos de rebosantes libros, todos bien conocidos por él, pues ya habían pasado por sus manos. Era una alivio saber que su padre no se había deshecho de aquellas reliquias.
-Supongo que está bien, si a ti te gusta-murmuró pensativo estudiando las lámparas del techo, por ahora apagadas.
-Agradezco mucho que hayas venido conmigo Shaoran… aún cuando pudiste quedarte en Tokio y vivir solo-el hombre lo miraba con sus ojos tibios y una media sonrisa mientras el chico rehuía al nerviosismo que le ocasionaba el sentimentalismo de su padre.
Sabía que su hijo no diría nada, por lo menos nada tierno pues ya era casi un hombre. Uno al que le gustaba esquivar su mirada para poder tener sus pensamientos para sí y no ser descubierto.
Y lo sabía por que eran increíblemente parecidos, y no solo en el físico. Ambos con una revuelta cabellera castaña que el mayor podía controlar con más facilidad en comparación con el muchacho quien ni se preocupaba de ello. Ambos altos, el padre más robusto que el hijo quien era más bien de complexión atlética.
Pero si había una gran diferencia entre ellos… la increíble mirada avellana del chico.
-Creo que quiero café-repuso el señor caminando hacia la cocina, un espacio relucientemente blanco con todo el sofisticado equipo que Shaoran también creía innecesario, sobre todo si estarían tanto tiempo fuera de esa casa como suponía.
Como siempre. Entre la escuela y el trabajo nunca tenían un rato libre para compartir en el departamento en Tokio, las cosas no cambiarían de pronto sólo por estar en Tomoeda. ¿O si?
La cafetera nueva comenzó a hacer ruido mientras hervía el agua.
Shaoran en tanto esculcaba en las alacenas para encontrar lo que ya sabía que encontraría.- Chocolate.-susurró victorioso cuando encontró la caja de barritas.
-No vi si había correspondencia ¿podrías revisar?-pidió amablemente su padre, buscando el envase de café instantáneo despreocupadamente. Shaoran con una barrita en la boca salió obedientemente de ahí pensando en el sufrimiento de volver a salir al invierno de Tomoeda.
Se aventuró a salir sin nada más que su camisa blanca y sus pantalones negros. El cabello castaño que cubría levemente su frente revoloteó ante la brisita fría que se filtró cuando abrió la puerta principal. Frunció el ceño; poseía cejas pobladas y oscuras, bien definidas y que marcaban su rostro con una expresión huraña y seria. Sus labios eran delgados pero no lo suficiente, con una forma detallada que en esos momentos se perdía por la tensión que alcanzaban cuando él los apretaba.
Sacó todo lo que encontró en el buzón y entró tan pronto como pudo.
-¿Algo importante?-Shaoran levantó una ceja preguntándose por qué su padre estaba tan ansioso, mientras frotaba sus brazos en busca de calor.
-Al parecer no-respondió en voz alta, revisando los sobres, terminaba la barrita y se encaminándose hacia la sala para dejarse caer en uno de los sofás. De pronto era como volver a estar en magnífico departamento citadino.
Se dio cuenta con asombro de que su padre tenía un montón de cuentas, de bancos e instituciones que ni siquiera sabía que existían. Y no podían estar en una dirección equivocada pues todas iban dirigidas a Yang Li.
-¿Seguro?-la voz del señor era insinuante, Shaoran rodó los ojos mientras lanzaba una sonrisa irónica. A menos que su padre quisiera que se enterara de todo el dinero que tenía no creía que hubiera algo más interesante.
Excepto el sobre amarillo que ahora estaba en sus manos y que tenía su nombre. Shaoran Li.
Lo abrió lentamente, estaba algo pesado como para solo contener hojas o una cartita de agradecimiento por haber aceptado esa absurda mudanza, sacó los primeros y únicos documentos. Cédula de inscripción para un instituto.
Seijo High.
Parpadeó confundido ¿Y eso que era? Casi podía imaginarlo, una escuelita foránea llena de adolescentes tímidas y con una adicción extraña por los muñecos de felpa y muchachos con ganas de ser estrellas deportivas de la nación o tener un trabajo modesto cerca de la casa de sus padres.
Se fijó en el fondo del sobre, unas relucientes llaves estaban ahí. Las tomó sin poder creerlo, sus ojos castaños comenzaron a brillar llenos de asombro y escepticismo, como si fuera una ilusión.
Los ojos avellanas enmarcados por pestañas oscuras, largas y lacias parecía relucir como espejos mientras su boca se entreabría por la sorpresa. Era un cuadro increíble que Yang apenas y pudo ver por casualidad, había encontrado a su hijo, anonadado y quieto como una estatua.
Shaoran solo podía leer y releer. Haley-Davidson.
-¡Pa-pá!-apoyado contra el marco de la puerta de la cocina el señor Li podía sonreír al notar la voz entrecortada de su hijo. Le había costado mucho trabajo decidirse a comprar finalmente la motocicleta que estaba en esos momentos en el garaje, esperando a ser descubierta…
Pero tuvo que hacerlo cuando una mañana descubrió de la nada que su hijo era casi un adulto y que necesitaría un transporte. Y estaba loco si creía que le prestaría su Jaguar para andar jugueteando por las modestas calles de Tomoeda.
-Veo que te gustó tu regalo-soltó una risa al ver como Shaoran no despegaba sus ojos de la llavecita.- Vamos, escúchame-pidió, pero como si estuviera bajo un encanto, el muchacho fingió prestar atención mientras veía de reojo su nueva pertenencia.
-Shaoran…-llamó como advertencia, Li levantó la mirada instantáneamente pero su mente volaba… muy lejos.
-Debes tener mucho cuidado con este vehículo, es muy peligroso en estas calles sobre todo por que hay niños corriendo por doquier y el piso helado…
-Manejaré con precaución.-afirmó mecánicamente, poniéndose de pie mientras las giraba en su dedo rápidamente, una sonrisa de oreja a oreja se dibujaba en su rostro sin poder borrarse fácilmente.- Iré a probarla ahora mismo.
Comenzaba a encaminarse al recibidor.
-¡Espera jovencito!-el castaño se detuvo extrañado de que le hablara así.- ¡No haz comprendido nada de lo que he dicho¡La motocicleta es algo peligroso y no me gustaría que tuvieras un accidente por una tontería!
-Nunca me he accidentado, no hay problema.-confirmó, tranquilamente. Su padre solía exagerar cualquier pequeña situación, y él sabía conducir perfectamente desde una bicicleta hasta el automóvil de su papá.- Ahora… ¿…Podría?-estaba desesperado, como si de pronto fuera una necesidad primordial.
Yang suspiró resignado, pero un sonrisa se asomó a sus labios cuando se fijó en la hora en un reloj de pared que había cerca.- Tendrás que esperar, hijo. Mañana compraremos un casco lo suficientemente resistente para cubrir tu cabeza dura.
-¿¡Mañana!?-miró su sencillo reloj de muñeca. Calculando las horas que faltaban.
-A esta hora no hay nada abierto, así que será mejor que vayas a descansar.-tomó un sorbo de su humeante bebida. Aún así no quitó los ojos negros de encima del furibundo rostro bronceado.
Notó la pesadumbre de aquella noticia sobre el trigueño quien enseguida volvió a su actitud normal, como si se hubiera caído de la nube y hubiera terminado en un fuerte golpe contra el cemento.- Tu nueva escuela es una buena escuela, es privada y está algo retirada de aquí.
Shaoran suspiró, guardando sus manos en sus bolsillos.- Supongo que quieres buenas notas
-Espero las mejores-añadió felizmente, para después beber de su taza completa de un solo sorbo.- Ahora puedes ir a dormir, encontrarás tu dormitorio de inmediato.
-De acuerdo-aceptó desganado, subiendo las escaleras de madera branizada y ya sin voltear atrás, un solo gesto de su brazo levantado fue su despedida- Hasta mañana.
-Hasta mañana, hijo.
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-¡Me divertí muchísimo, chicos!-sonrió la joven de anteojos con toda una bola de jóvenes de su misma edad rodeándola y escoltándola hasta su casa.- ¡Ha sido mi mejor cumpleaños!
-La película estuvo buenísima-afirmó otra niña cerca de ella, de cabello corto y marrón.- Deberíamos salir más seguido, las elecciones de Tomoyo siempre son las mejores.
-¡Es verdad!-rió otra.- ¡Si hubiera sido por Yamazaki seguro hubiéramos entrado a una bobada!
-Pero Chiharu… ¡El Místico Dragón Anaranjado está basado en una historia real…!-uno de los muchachos se adelantó hasta la jovencita que antes había reído, que llevaba el cabello castaño rojizo en dos trenzas altas.- En la antigua China los dragones se paseaban con sus amos… ¡en esa época se inventaron las correas!
-¡Deja de decir tonterías, Takashi Yamazaki!-rugió la chica, realmente fastidiada.- ¡Ya no quiero escuchar más mentiras!
-¡Chiharu, no son mentiras…!-reclamó con voz ahogada.
-Que historias tan divertidas cuentas, Yamazaki…-dijo entre risitas otra niña de apariencia más tranquila, quien llevaba un paraguas y un elegante abrigo puesto.
-Hiragizawa ¡ayúdame!-suplicó el pálido mentiroso quien volteó a ver a su compañero que era mucho más blanco, de cabello oscuro y mirada azulina.
Era el más alto del grupo y también el mayor y más maduro. Su porte elegante permitía que portara cualquier tipo de ropa, y aunque generalmente era callado siempre gustaba hacer rabiar a la novia de su amigo Yamazaki, quien al final no podía enfrentarlos.
-Todo lo que… Yamazaki dice es verdad, miss Mihara.-dijo con su acento extraño, a pesar de eso su japonés parecía fluido aunque a veces cortado por la falta de una palabra en su vocabulario o la dificultad de pronunciación.- He visitado un par de veces China y esos relatos son parte común en su cultura.
-¡Pero no pueden ser verdad!-reclamó, mirando con duda al joven.
-Por lo que sé, puede ser muy cierto… se han encontrado restos de seres diferentes a los dinosaurios y mucho más cercanos a la… actualidad que ellos, los hallazgos fueron hechos precisamente en China.
Chiharu con los ojos abiertos de par en par se había detenido para escucharlo con mayor atención y parecía perpleja ante lo que captaba. ¿Yamazaki no estaba mintiendo?
¡Imposible!
-Creía que solo formaban parte de la mitología china…-murmuró la de anteojos y cabello café, de figura larga y bastante delgada, quien permaneció pensativa.
-El mito debe tener alguna base¿no lo cree miss Yanagisawa?-le sonrió amablemente haciendo que las mejillas de la jovencita enrojecieran, bajó la mirada lentamente pero cuando intentó ver de nuevo el rostro atractivo de Hiragizawa pero en lugar de eso se encontró con el rostro blanco de una de sus amigas, quien la había descubierto.
Ahora no solo eran sus mejillas sino también todo su rostro el que estaba rojo.
-¿Seguimos?-preguntó educadamente la jovencita de dulce voz, divertida en el fondo por la reacción que su amigo tenía con todas las chicas, pues ni sus amigas eran inmunes a los encantos del muchacho.- Eriol ¿Por qué no nos cuentas un relato? En verdad son maravillosos todos los que nos haz contado antes.
-¡Es verdad, eres europeo!-gimió la castaña de trenzas- ¡Tú debes saber mucho sobre el Fantasma de Canterville!-chilló emocionada de la nada, con sus ojos brillosos por la emoción.- ¡Algún día me gustaría visitar Inglaterra!
Todos le miraron algo nerviosos, pues el extranjero no solía hablar mucho sobre su país de origen, más bien parecía que lo evitaba. Y resultaba incómodo que Chiharu (desde que Hiragizawa había llegado) insistiera tanto en ese tema, como si nunca hubiera visto de cerca de una persona de una cultura diferente.
-Es solo un libro-Eriol se encogió en hombros ante el atinado comentario de Yanagisawa quien se dedicaba en sus ratos libres a la lectura y al estudio.
-Naoko tiene razón, es solo un cuento-confirmó la más cercana al inglés, quien sonrió tiernamente. Aquella chica era preciosa con el cabello plomo cayendo pesado y liso en su mayoría pero con las puntas ligeramente rizadas, era de tez blanca, tanto como Eriol.
-A mi me parece muy interesante… creo que muestra perfectamente los deseos realmente humanos.-la chica de cabellera ligeramente rizada y castaña, que se había mantenido a parte en la discusión, habló.
-Quizá deberías estudiar letras y no enfermería, Rika-opinó la de extraña mirada amatista, color que era ensombrecido por las pestañas ligeramente pintadas, y que en conjunto con el rubor artificial hacían que la chica tuviera una apariencia inocente.
-Me gusta más ayudar a la gente, Tomoyo-respondió respetuosa y con su voz serena.- Además, algún día me gustaría trabajar con Sakura…
La palabra mágica para que todo se volviera tensión.
-Chiharu y yo vamos por allá-dijo Yamazaki señalando una calle después de algunos minutos, tomando la mano de su novia y desapareciendo por el camino acordado se despidieron a lo lejos del ya reducido grupo.
Al poco rato después Naoko y Rika también se estaban despidiendo de la pareja albina. La chica bajó el rostro entristecida cosa que Eriol notó, la detuvo tomando sus una de sus pequeñas manos y levantando su rostro con lentitud.
-¿Qué pasa, miss Dai-dou-ji?-su acento, revelando la dificultad que a veces mostraba el japonés, hizo reír a la joven.
-Nada malo… es solo que…-el inglés sonrió con dulzura infinita que enterneció el corazón de la amatista.- Extraño un poco a Sakura… últimamente está más presionada que antes y con lo que pasó con Chiharu hace unos días…
-Pero, eso solo fue un mal entendido… te aseguro que en cuestión de días miss Mihara se disculpará con Sa-kura.
-Ya te sale mejor su nombre-rió divertida, el chico la imitó, después de algunos segundos de silencio ella siguió.- No es ningún misterio para nosotros que ella te gusta mucho.
-Es una chica excepcional-añadió Eriol mirando al frente mientras continuaban con el camino, podían escuchar los estruendos del cielo y el olor a humedad que traía consigo la lluvia.
Su amiga sonrió con orgullo, al recordar perfectamente cada una de las cualidades de su mejor amiga.- Te entiendo, y no pudiste escoger mejor.
El extranjero sólo asintió con la cabeza, para luego llevar una mano su nuca para rascarla.- Aunque todavía no le haya comentado algo, estoy seguro que me rechazará.
-No deberías especular, Eriol.-sugirió con cierta diversión, conociendo la opinión de su amiga de antemano.
De pronto un sonidito se escuchó desde el bolso que colgaba en el delgado hombro de la joven, se apresuró a sacar el móvil que no paraba con su melodía rítmica.
Miró con curiosidad el aparatito y sonrió.- Hablando de la reina de Roma…
Eriol le devolvió la sonrisa mientras su compañera respondía.- Hola Sakura.-la chica escuchaba con atención lo que le decían al otro lado de la línea.- ¡Seguro que sí y te adelanto que no solo saldremos con un cuaderno!
El inglés revisó su reloj sorprendiéndose de lo tarde que era.
-¡Vamos, no seas aguafiestas!-parecía que le explicaban e intentaban convencerla de algo pues podía escucharse con claridad los comentarios al otro lado, aunque para Hiragizawa no era posible entender el japonés tan rápido como aquella chica lo hablaba.- De acuerdo, de acuerdo.-la amatista parecía resignada pero no por eso menos entusiasta que antes.- Entonces nos vemos mañana.
Y colgó.
-¿Sa-kura?
-Quiere que mañana la acompañe por un cuaderno al centro comercial… vimos unos divinos en la papelería.-miró varios segundos el aparatito para después lanzar un suspiro que mostraba su tranquilidad.
-¿Dai-dou-ji?-le sonrió con su calidez característica, que hacía que sus mejillas adquirieran el tono de unas cerezas. Bien, igual que las demás no podía negarlo, ella tampoco era inmune a su nuevo amigo.
-Parece que no le afectó lo que sucedió ayer con Chiharu.-repentinamente parecía reflexiva, cuando su corazón dejó de latir acelerado y decidió deshacerse de esa fastidiosa idea, después de todo, él estaba enamorado de su mejor amiga.- Es como si de verdad no le hubiera importado.
Eriol levantó una ceja como si no creyera lo que escuchaba.- Puede que lo disimule muy bien.- Tomoyo asintió con la cabeza, intentando convencerse a sí misma.
-¿Te dejo en tu… casa?-preguntó afablemente, casi como si le estuviera hablando con una niña mucho menor.
-Claro, a mi madre le agradará mucho verte… quédate a tomar el té; así podrán conversar.-emprendieron de nuevo su camino, las primeras gotas cayeron.
Tomoyo se apresuró a abrir su sombrilla y cubrir a ambos para evitar terminar empapados.
-Mrs Dai-dou-ji es una mujer muy interesante-afirmó, feliz por la idea de su compañera.
Tomoyo rió.
-Las clases de japonés están dando resultado.
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Se equivocó cuando trató de ser positivo en cuanto al pueblito, pensó que tal vez se estaba precipitando y había un lugar (como el centro comercial) lo suficientemente interesante como para quedarse un par de horas.
Todo fuera por conseguir un casco.
Pero lo que se encontró fue una placita con algunos locales vacíos y otros llenos de mercancía que no le incumbía mucho. Había una panadería, una lavandería, una tienda de música demasiado pequeña para serlo, una cafetería, una papelería y el local más grande era departamental, recordaba haber visto el logo en China cuando vivió ahí de pequeño y también en Tokio pero en un edificio mucho más grande y glamoroso.
-De paso podríamos comprar tus útiles escolares.-añadió entusiasta el señor Li, caminando entre los pasillos parcialmente vacíos, el lugar estaba adornado pobremente con detalles navideños.
-Con una carpeta estará bien-respondió despreocupado, mirando las vitrinas sin ningún atractivo.
-Tienes que tomar en cuenta que si quieres conservar la motocicleta deberás ir bien en la escuela.-comentó de manera casual, encontrando la papelería, con paso tranquilo se le adelantó y entró en el comercio.
Había muchas cosas curiosas pero todas parecían demasiado… femeninas. Desde cuadernos hasta peluches en estantes, aunque parecían algo viejos pues estaban llenos de polvo.
-¡Ésta es perfecta!-chilló una voz melodiosa, Shaoran casi quiso taparse las orejas ante el escándalo, frunció el ceño y miró en aquella dirección, apenas y se veían dos cabezas sobresalir entre los estantes que de por si ya eran bajos.
-Creo que tienes razón…-murmuró una voz más delicada a lado de la otra que parecía más pensativa.- Pero la del perrito también está muy bonita…
Li se asomó aun más, pero no era suficiente por que solo podía ver la espalda de las chicas, una de cabello plomizo y largo que llegaba hasta la cintura de la joven, la otra de tono miel lo llevaba corto más arriba de la altura de los pequeños hombros, sujeto con un pequeño broche.
-Mmh… no lo sé, las dos son divinas-opinó su compañera más calmada.
-La otra podría llevármela para la organización del Baile de Navidad.-dijo tomando la que tenía la graciosa figurita de un perrito al frente, adornada con flores.
-¿También estás encargada de eso?-cuestionó sorprendida la plomiza, siguiendo a su amiga hasta la caja, Shaoran las siguió discretamente tomando la primera carpeta y bolígrafos que encontró en el camino.
-Si, como cada año-fue entonces cuando la castaña volteó a revisar una vez más el lugar en busca de alguna otra cosa que llamara su atención.- Tengo que ponerme de acuerdo con los representantes de los otros grados.
Shaoran solo se había sentido así de maravillado cuando vio la llave de la motocicleta que había visto esa mañana a penas se había levantado. Oscura y de tubos plateados.
Era esbelta y el cabello sedoso revoloteaba ante el menor movimiento de su cabeza, se acercó a unos lápices de colores con interés y en un gesto inconsciente llevó un mechón de sus cabellos detrás de su oreja que llevaba un pequeño pendiente.
Dioses, fue lo único que pudo pensar en ese momento, mientras ella leía las características de aquel producto.
Pero hubo algo mucho más llamativo, sus ojos entrecerrados apenas y mostraban el bonito jade. El color oculto entre sus párpados y las espesas pestañas negras, su boca rojiza lanzaba una ligera sonrisa.
-Creo que me llevaré estos también-comentaba más para sí que para su acompañante quien estaba entretenida mirando tarjetas de regalo. Cuando levantó su mirada verdosa no pudo evitar chocar con los atentos ojos avellana del chico al otro lado del estante.
Ella parpadeó algo extrañada, no todos los días te observaban tan detalladamente. Shaoran comenzaba a pensar en una manera de disculparse por ese atrevimiento sintiendo las orejas calientes, pero había sido inevitable aquel comportamiento.
Era preciosa.
Se quedó sin aliento cuando ella ladeó débilmente la cabeza y lanzó una sonrisa comprensiva, como si supiera lo hermosa que era y entendiera que era lógico que la estuviese admirando como un idiota durante todo ese rato.
Entonces, se dio la vuelta.
-Estoy lista-informó, tocando el hombro de la otra chica que no era menos bella con unos misteriosos ojos amatistas abiertos alegremente y que se percataron de inmediato de la presencia del ambarino- Sólo pago y podremos irnos-informó su amiga.
Levantó una de sus cejas oscuras y lanzó una sonrisita inclinada, de inmediato las mejillas de Shaoran se encendieron al verse descubierto no solo por su objeto de admiración, sino también por su acompañante.
¿Era demasiado obvio?
Lógico que sí.
-Ya está-dijo triunfante la castaña, comenzando a avanzar hacia la entrada. Yang esperaba a su hijo en la entrada, así que cuando notó que las muchachas iban de salida se hizo a un lado.
-Adelante señoritas-ellas hicieron una leve inclinación con la cabeza en señal de agradecimiento y desaparecieron.- ¿Y pensabas que Tomoeda era aburrido?-preguntó divertido, por que tampoco para él había pasado desapercibido el repentino interés del trigueño en la morena.
La cajera sonrió coqueta aun ante la mirada de indignación que le dedicó Li a su padre.- ¿Es todo?-preguntó guiñándole un ojo, el muchacho levantó una ceja.
Quien sabe si al final su padre tuviera razón –como generalmente sucedía- pero había descubierto algo: Las chicas eran mucho más atrevidas que en Tokio, eso era seguro.
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-¿Viste como te miraba, Sakura?-la castaña suspiró resignada mientras la otra chica con las manos unidas bajo su mentón y los ojos llenos de estrellas, avanzaba a su lado.
-Tú me emparejas con la primera persona que se te cruza en el camino.-observó, cargando si dificultad las bolsas de la tienda.
-¡Pero Sakura… Si le gustas a todos los chicos que te ven…¿Qué puedes hacer ante eso?-la de ojos verdes levantó una ceja, pero aún ante el comentario burlón de su amiga, no sonrió.
-¡Nada!-Tomoyo amplió su sonrisa al ver como el rostro de Sakura enrojecía como un farol navideño.- Además… no le gusto a todo mundo…
Silencio.
Tomoyo entrelazó ahora sus manos, pero detrás de ella, con un andar relajado y mirando el cielo despejado de esa mañana de Domingo.- ¿Sabes? Conversé ayer un poco con Eriol…
-¿Eriol?-inquirió sorprendida, sin entender bien a donde quería llegar su compañera de salón.- Ah. Fueron al cine…-Tomoyo asintió nada más con la cabeza.- ¿Y¿Le sacaste algo interesante como es tu costumbre?
-¡Vamos, no lo digas así!-se quejó, pero sin dejar de sonreír pues en verdad no le molestaba el comentario, hizo una pausa y después comenzó a tararear una canción.- …Solamente intento ayudarte, es todo.
-¿Y?
-¿Y?-repitió inocentemente Tomoyo.
-¿Qué te dijo?
-¿Mmh¿Quién?-pestañeó infantilmente, a penas viéndola de reojo.
-¡Tomoyo!-rezongó.
-¿Eriol? Ah. Supongo que no te interesará saber… -Si, su amiga se estaba divirtiendo a su costa, pero ya luego buscaría una pequeña venganza.
-Tienes razón, no me interesa-volteó hacia otro lado, aguantando la curiosidad que el tema le causaba. Daidouji abrió la boca y la volvió a cerrar sin saber que decir.
-¡Vamos Sakura¿No quieres saber?-insistió.
-No, ya lo he dicho.- Tomoyo frunció al ceño.
-Pues aún así te lo diré-Sakura sonrió triunfante para sí, pero sin dárselo a notar a su amiga, quien miraba al frente y ella miraba hacia otro punto. Con tal de llevarle la contraria Tomoyo era capaz de contradecirse.- Hablamos acerca de ti… Ya sabes… Con eso de que le gustas…
-¿Te lo dijo?
-Indirectamente pero sí.-suspiró y se volvió para mirarla, deteniéndose.- Amiga, no deberías desaprovechar esta oportunidad, no sabes cuando un chico como él volverá a presentarse en tu camino. ¡No estés esperando al amor verdadero¡Eso no existe!
-Pero Tomoyo... Yo nunca he creído en tal cosa.
-¡Pues bien hecho por que resulta una pérdida de tiempo!-dijo decidida, Sakura asintió dándole la razón.- No dudo que se te declarará en ésta semana, sin falta.
-¿Lo crees?-preguntó incrédula.
-¡Lo afirmo!-lanzó una enorme sonrisa y la abrazó por los hombros.- No creo que pueda esperar por mucho tiempo más, la cuestión es… ¿Qué le responderás tú?
Sakura parpadeó confundida.- No lo había pensado… Es decir, no lo sé.-Tomoyo levantó una ceja.
-¿¡Por que dudas!?
-Somos buenos amigos, pero no sé si…
-Ya haz intentado esto varias veces y aunque te equivocaste, siempre hay una solución. Haz terminado la relación y punto. ¿Cuál es el problema ahora?
-Eriol ha sido muy bueno conmigo, a pesar de que nos conocemos muy poco.-bajó el rostro con las mejillas ligeramente sonrojadas, recordar al chico de mirada azulina le traía recuerdos agradables.- Y a mí… no me gustaría lastimarlo.
-Eso es por que le gustas ¿No lo ves?-rió por lo bajo, lanzándole una mirada pícara.- Además, tú no matarías ni una mosca. Y Eriol es un chico fuerte. ¡Date la oportunidad!
-Quizá tienes razón-murmuró, mirándola de reojo aun con su rostro dirigido al piso.- Ésta vez…
-¡Claro que la tengo!-miró su reloj de pulsera- ¡Vaya, que tarde! Me tengo que ir… Tú mientras piénsalo.
-De acuerdo.-asintió, Tomoyo se acercó para besar sus mejillas tibias, que sólo enrojecieron más ante la despedida de su mejor amiga. Sakura la miró alejarse en un camino completamente opuesto al suyo.
Su sonrisa desapareció en cuanto la figura de Daidouji lo hizo también.
Con que le gustaba a Eriol…
No era de sorprenderse, después de todo, ella no esperaba menos. Es decir, todos los chicos siempre se interesaban por ella, aunque después resultaran muy aburridos o muy desobligados con su pobre novia.
Aquel extranjero tan atractivo había llamado su atención desde el primer instante en que lo había visto, y parecía que lo mismo había pasado de su parte. De inmediato Tomoyo se había puesto en el papel de Cupido.
Aunque no pudiera fingir que a ella también le gustaba.
Siguió su camino dejando atrás las bonitas casas que había por toda Tomoeda, tornándose poco a poco en un barrio mucho más modesto pero descuidado y hasta hostil. Pero ella no temía pues se había criado ahí.
La pequeñísima casita a la que se dirigió era amarilla, le faltaba algo de pintura no solo a sus paredes sino también al techo azul. El mínimo espacio de pasto que estaba enmarcado por una cerca era utilizado para la casa del enorme perro que estaba echado en su casa de madera que rezaba Cerberus.
La ropa tendida resultaba un verdadero fastidio cuando se trataba de atravesar hasta la entrada principal de la vivienda, pero aún así la joven consiguió pasar entre los espacios libres, vislumbrando a su mascota.
-Durmiendo como siempre-suspiró. Sacó las llaves del bolso de su falda y entró sin dejar de hacer el ruido necesario.- ¡Ya llegué!-dejó los zapatos y al no encontrar sus pantuflas entró con las calcetas.
Buscó a su alrededor en busca de alguien pero no había señal de vida por ningún sitio. La casa no sólo era reducida por fuera, sino también por dentro, donde a penas había espacio para una salita y un comedor para cuatro personas. Pasó a la cocina donde no había más que una estufa, un refrigerador de pequeño tamaño, el fregadero, una mesita para cocinar y otra para comer con dos sillas.
Miró hacia una de las repisas donde la fotografía con dos adultos estaba posada, un hombre y una mujer, ambos de mirada afable y sonrisa cálida, aún cuando fueran de papel- Ya estoy en casa… papá, mamá.
Salió de ahí directo a las estrechas escaleras, en el piso superior solo había cuatro puertas continuas, una que era de sus padres pero que ahora era cuarto de lavado, un baño y las de las habitaciones de ella y de su hermano.
Entró a la primera. No había gran cosa ahí, su cama de siempre con su edredón rosa de siempre, el escritorio atiborrado de libros desordenados, cuadernos abiertos con tareas a medio terminar y lápices regados. Algunos cojines en el rincón donde dejó la bolsa de plástico que llevaba, un armario con el espacio mínimo, pero en realidad no tenía mucha ropa así que no importaba y en la pared un calendario con días importantes marcados y una repisa llena de muñecos que le habían obsequiado todos los novios que había tenido.
-El primer peluche que Eriol me obsequie irá en la cama-se dijo sonriente, cambiándose de atuendo. Su delicado peinado fue sustituido por dos coletas, sus ojos verdes opacados por gafas y su bonita ropa de Domingo cambiada por su pijama. Unos bonitos pantalones cortos rosados con rayas blancas y la camisetita de tirantes con borreguitos estampados.
Si Eriol se convertía en su novio las cosas podrían ir muy distintas, no tendría que comer siempre lo mismo y podría ir de vez en cuando al cine, en lugar de encerrarse a hacer deberes, hacer limpieza o hacer cualquier cosa poco divertida.
Se tiró en su cama pensando. ¿Cómo lograría que ese extranjero se le declarara en menos de una semana?
Tenía algo de su lado. La creía perfecta. Como todos lo hacían.
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-Lo harás muy bien, Chiharu-las manos masculinas sobre sus hombros le brindaron una confianza inexplicable, respiró profundo mirando temerosa la entrada enorme del Instituto. A lo lejos podía admirar a su grupo de amigas reuniéndose para adentrarse juntas en el edificio.
-Gracias Takashi-dijo con la voz entrecortada, arregló un poco su falda y aceptó de buena gana la mochila que le pasaba su novio, la acomodó en su espalda y avanzó.- Nos vemos en el descanso.
-Sin falta-sonrió Yamazaki, levantando una mano en el aire para despedirse.
Chiharu Mihara caminó con paso lento, apretando las correas del bolso en sus hombros. Las muchachas frente a ella la notaron hasta que estaba a su lado, el silencio se esparció en cada una tan pronto como ella llegó.
-Nos adelantamos-Tomoyo tomó la mano de Rika y Naoko y las tres desaparecieron una vez entraran en el edifico de gran tamaño, completamente blanco. A donde se encaminaban.
La jovencita de trenzas miró como se alejaban, nerviosa, mientras la otra chica castaña delante de ella la imitaba, cerró los ojos y suspiró.- Chiharu… yo deseo hablarte sobre el otro día…
Mihara abrió los ojos de par en par, volteando el rostro en dirección a su amiga, quien llevaba su genial apariencia de siempre, el brochecito azul en sus cabellos cortos, los labios rojos –al natural- y la brillante mirada verde.-¡Lo siento mucho¡Tú has tenido razón todo este tiempo!-estalló Chiharu, sus mejillas repentinamente enrojecieron- No debí ponerme celosa de ti… lo tuyo con Takashi fue hace mucho tiempo…
-Es lo que intentaba explicarte-añadió Sakura sonriéndole amigablemente, entrecerró sus hermosos ojos verdes.- Ni siquiera duró lo suficiente para ser importante, él y yo somos muy buenos amigos, como siempre debió serlo.
-¡Perdóname!-se abalanzó a abrazarla, gesto que en un principio sorprendió un poco a la morena.
Y así, reconciliadas comenzaron a avanzar frente al enorme inmueble de Seijô High. La fuente y las bancas quedaron atrás cuando atravesaron las puertas y fueron directo a los casilleros para ponerse los zapatos blancos reglamentarios.
-¡Buenos días presidenta!-fueron los saludos generales, Chiharu sonrió a todos los que volteaban, orgullosa de ir a lado de aquella chica, que con la frente siempre en alto daba saluditos con la cabeza.
No había quien no la conociera.- ¡Presidenta!-se interpuso en su camino una joven mucho más baja, de cabello dorados y ojos azules, quien con los brazos atiborrados de cuadernos ya la esperaba en un rincón.- ¡Tenemos pendientes la junta con los representantes de las clases!
-Apúntala para después de clases-pidió tranquilamente, observando la agenda que le estiraba la jovencita.- ¿Por qué Tomoyo no me informó de esto?-inquirió sólo por curiosidad, pero la chiquilla rubia frunció el ceño y sonrió.
Chiharu escuchaba atenta.
-Su secretaria se ha vuelto muy incumplida en sus obligaciones, y yo como miembro del consejo estudiantil quería serle útil.-la castaña movió la cabeza afirmativamente, sin despegar sus ojos verdes de la agenda.
-Te recuerdo que Tomoyo es vicepresidenta, no secretaria.-Mihara sonrió ante aquella declaración y el gesto de indignación de la ojiazul, en esos momentos la castaña le recordaba a una empresaria o un personaje de la política, no a la doctora que la presidenta pretendía ser.- Aún así, hablaré con ella sobre lo que me has dicho.
-Si, señorita Sakura.
Ambas chicas dejaron a la furibunda rubia atrás.
-¡Eres increíble, Sakura!-jadeó con el pecho hinchado de admiración Chiharu, cuando estuvieron alejadas de la otra niña. La castaña bajó el rostro y sonrió.
-¿Tú crees?
-¡Claro que sí!-los ojos de la chica brillaban por la pura emoción.- ¡No por nada has sido elegida presidenta de nuestra generación tres años seguidos!
-Estás exagerando un poco…-murmuró mirándola de reojo.
Pero su conversación fue interrumpida ante el bullicio que se formaba detrás de ellas, chicos y chicas regresaban por donde habían venido para asomarse por los amplios ventanales y ventanas que daban al frente del edificio.
-¿Qué estará pasando?-se preguntó Chiharu, llevándose el dedo índice al mentón, Sakura se encogió en hombros.- Iré a ver.
-Yo me adelantaré a mi salón, tengo que hablar con Tomoyo-informó señalando el camino hacia delante.- Nos vemos después.
-¡De acuerdo!-y así la castaña continuó mientras su amiga retrocedía.
Los ojos de Chiharu se abrieron ante la sorpresa, una motocicleta oscura con un único tripulante se abría paso por el camino dispuesto, rodeó la fuente y se detuvo a la entrada, el conductor buscaba un lugar donde estacionarla.
-¡Jovencito!-un hombro de traje que a penas y le quedaba, y una corbata de colores chillantes, bajaba las escaleras principales del recinto educativo. El muchacho se quitaba mientras tanto el casco negro, para revelar el atractivo y varonil rostro, coronado por la revuelta cabellera castaña.
Notó los saludos tímidos de las jovencitas en tableada falda azul marino con una línea roja en la orilla medio cubierta por el abrigo del mismo color con la boina blanca haciendo juego, lo único que relucía en el atuendo era el corbatín rojo con una línea azul en el extremo inferior y las calcetas que llegaban por debajo de las rodillas eran blancas y lograban que los zapatos negros relucieran.
Horrible, pensó.
No sólo estaba lejos, sino también los uniformes eran ridículos. No se había equivocado: Seijo High parecía una preparatoria más. Miró con cierto interés al rechocho hombre que fue a recibirlo entre gruñidos y gritos.
-¡No se permite que los alumnos ingresen con vehículos!
-Eso hubiera pensado antes de construir una escuela tan lejos de la civilización.-respondió admirando a su alrededor aburrido.
-¡No seas impertinente!-sonrió sádicamente al darse cuenta de que no sabía su nombre, así que debía ser un Don Nadie. De esos que se quedaban en los rincones de los salones, haciendo quien sabe que cosas durante las clases.- ¡Tu nombre!-exigió.
-Soy de nuevo ingreso-los ojitos del director se salieron de sus órbitas.- Mi nombre es Shaoran Li.
Con que ése era el hijo del político Yang Li. Refunfuñó mientras apretaba las gruesas manos.- Nos encargaremos de la motocicleta… pero que no se vuelva a repetir.-gruñó, estirando la mano para reclamar la llave.
-¿Cómo se supone que llegaré a tiempo?-cuestionó, quitando la llave de la motocicleta, y dejando el casco también. Se las entregó al director que las guardó en un bolsillo de su pantalón.
-Tendrás que pensar en un modo ingenioso, Li-sugirió el director, comenzando a avanzar.- Ahora sígueme, te entregaré tu horario y la clave de tu casillero.
Shaoran lo obedeció sin repelar, si no quería conseguirse problemas tan pronto con su padre lo mejor sería guardar silencio. El director lo guió hasta su oficina, un elegante sitio en el cual abundaban muebles comunes y corrientes y la decoración carecía de gracia.
-Ésta es tu documentación-le dijo, pasándole un fólder con el escudo de la institución.- Pertenecerás a la clase 3-B, ahí podrás encontrar el horario para todas tus clases y la lista de actividades extracurriculares con las que cuenta la preparatoria.
Li dio una rápida revisión a los papeles, el director esperó a que terminara para hablarle de nuevo.- Bienvenido a Seijo High.-le estiró la mano, la cual Shaoran miró varios segundos dudoso, al ver que el muchacho no tenía ninguna intención de estrecharla la retiró.- Ahora ve a clases, que seas de nuevo ingreso no representa ningún pretexto para un retraso.
Sin agregar nada más, Shaoran salió.
Que fastidio.
Recordaba a la perfección sus últimos días en su antigua escuela y nada tenía que ver con lo que ahora se abría ante sus ojos, pasillos fríos llenos de gente que lo miraban con curiosidad, notó que la gran mayoría de los alumnos se veía fatal con el uniforme, y no dudaba que él fuera uno más de la lista.
Pero no podía estar más equivocado, con su 1.80 mts de altura y sus kg de peso, Shaoran parecía casi modelar la ropa, con su caminar altivo y sus ojos dorados mirando hacia el frente. Ninguna chica pudo dejar de notar aquel rostro que tenía rasgos oscurecidos por el mal humor y que lo hacían ver rudo pero sin perder ese aire distinguido y juvenil.
-Pareces perdido-el extraño acento llamó la atención del chico castaño quien se giró para ver a quien le hablaba. Un joven de su altura, blanco y de ojos azules que combinaban con el uniforme le sonreía, a su lado otro muchacho aunque mucho más bajo y muy sonriente.
-Busco el aula del 3-B-dijo a modo de respuesta.
-Es en el siguiente piso-informó el otro, con los ojos semi cerrados y de cabello grisáceo.- Nosotros vamos en el 3-A, pero acompáñanos, el 3-B está a lado.
-Gracias-y así los tres emprendieron el camino por las escaleras.- ¿Quiénes son ustedes?
-Yo soy Takashi Yamazaki-le tendió la mano la cual Shaoran aceptó gustoso.- pero sólo llámame Takashi.
-Mi nombre es Eriol Hiragizawa, pero… mi apellido es algo complicado así que dime Eriol-el castaño pensó que tenía razón, así que aceptó.
-No eres japonés ¿cierto?-cuestionó levantando una ceja, al escuchar como de vez en cuando el albino se trababa.
-Inglés-fue su única respuesta.- Estoy de intercambio. ¿Y tú¿Cómo te llamas?
-Shaoran Li.
-¡Tu nombre es chino!-explotó de felicidad Yamazaki. Shaoran levantó –de nuevo- una ceja pero asintió con la cabeza. Que tipos más extraños…
-Por parte de mi padre, mi madre era japonesa.-explicó sin ningún problema, no le molestaba decir que su madre había muerto cuando él había nacido y que se había criado con una única figura a quien admiraba.
-¿Has vivido en China?-preguntó Eriol con curiosidad.- Yo sólo he estado en un par de vacaciones…
-Si, de pequeño.
-¡Mira! Esa es tu aula… ¡Fue un placer, Li!-se despidió Yamazaki después de señalar el letrero del 3-B, Eriol sólo le sonrió.
-Llámenme Shaoran…
Eriol rió.- Li es más corto.
El castaño sonrió divertido, vaya compañeros, lástima que no iban en el mismo salón.
Todos los alumnos estaban reunidos en diferentes puntos, conversando con sus amigos, cuando entró parecía que se había activado una alarma y absolutamente todos voltearon.
-Vamos alumnos, a sus lugares-ordenó la agria voz de una mujer de 50 años, extremadamente delgada y extremadamente arrugada. Llevaba unas gafas que hacía que sus ojos lucieron mucho más pequeños de lo que en verdad eran.
La profesora no lo notó, así que pensó que estaría bien sentarse en cualquier lugar. Y así lo hizo, únicamente tres lugares estaban vacíos, uno al lado de otro, y el tercero detrás de uno. Prefirió el que estaba más cerca de la ventana.
-¡Ese sitio es de la señorita Kinomoto!-Shaoran parpadeó confundido, sólo así parecía que la maestra lo notaría. Esa Kinomoto debía estar en muy alta estima de la señora.
Se pasó al lugar atrás de aquel, y ahí ella ya no dijo nada más.
Repentinamente la puerta corrediza de abrió para dar paso a aquella plomiza que había visto en la papelería, pero su jovial expresión ahora era sustituida por aquella aura de tristeza que poseía toda la Institución.
Que lástima, pensó.
-Adelante, señorita Daidouji-dijo amablemente la profesora, al ver que ella esperaba su autorización. Tomoyo avanzó hasta su sitio, justo a lado del de la "señorita Kinomoto".
Sus ojos lanzaron un reflejo dorado cuando la siguiente persona se dio a conocer, aquella preciosa castaña que llevaba el horrible uniforme pero que en ella lucía como una prenda fina, al igual que su amiga llevaba aun la boina blanca y el abrigo, junto con su maletín marrón mucho más modesto que el de la otra niña.
Ella permanecía exactamente como la recordaba, con los brillantes orbes verdes adornadas por sus negras pestañas, el cortito cabello miel, sedoso y suave a la vista. Toda ella portaba elegancia y serenidad digna de una princesa.
Con la pequeña nariz y la boca perfectamente delineada y roja, con piel de porcelana, sonrosada débilmente en las mejillas, supuso por la vergüenza de llegar tarde.
-Pase por favor, señorita Kinomoto-por la voz de aquella mujer, parecía casi una súplica, y estaba seguro que en su lugar, también le hubiera rogado que lo hiciera con tal de verla más de cerca.
La castaña entró.- ¿Podría dar un anuncio, profesora?
Shaoran levantó una ceja pero aún así prestó atención a lo que la bonita voz decía.- Dentro de tres semanas, se llevará acabo el Baile de Navidad. Todos los alumnos tendrán que presentarse –al escuchar variados reclamos, sonrió- pero hay una magnífica noticia.-todos guardaron silencio para escucharla con claridad.- En ésta única ocasión podrán invitar a alguien que esté fuera del ambiente estudiantil de Seijo High.
Eso causó conmoción general.
-También les recuerdo que después de ése baile serán las vacaciones navideñas y a nuestro regreso los exámenes semestrales, así que como recomendación personal; estudien duro. Dependiendo de éste puntaje y del que saquen en los exámenes finales será su total disponible para entrar a las diferentes Universidades con las que tiene convenio Seijo High.
-¿Es todo?-preguntó tranquilamente la maestra, admirada del perfecto discurso que había dado la ojiverde, siempre natural, espontáneo. Ella negó tranquilamente revisando una hoja que llevaba en la mano.- Entonces continúe para que comencemos con la clase…
-Hay un alumno de intercambio-levantó la mirada revisando a sus compañeros en busca de una cara desconocida. Parpadeó al encontrarse con un rostro familiar y extraño a la vez.
El apuesto castaño se puso de pie para dirigirse hasta donde estaba la jovencita, quien no le quitó los ojos de encima, como intentando recordar.
-Soy Li Shaoran-murmuró ofreciendo su gran mano a ella, Sakura la miró un momento y Shaoran no pudo dejar de sonreír pues parecía temerosa de que fuera a romper su pequeña mano femenina.
Ella respondió al saludo tímidamente, otorgándole el placer de sentir su tierna y tibia piel. Desde esa distancia podía sentir su dulce aroma y sin querer, sus ojos se encontraron pero ella le rehuyó.
Ahí estaba la chica más hermosa que jamás había conocido, intimidada y no era para menos, a comparación con él, ella era diminuta.
-Kinomoto Sakura-respondió, soltándose para levantar la mirada al resto de la clase que observaba la escena estupefacta, ella intentó no parecer afectada.- Él viene de Tokio y será de ahora en adelante nuestro compañero, así que espero lo traten bien.
Sakura.
Nombre común pero bonito.
Continuará.
Notas de Lady.
Como algunas personas vieron en el profile (aunque lo dudo, igual lo dejaré para tener pruebas xD) me puse el propósito de editar ésta historia, algunos van a pensar que se parece a Realidad (¡acertaron!) pero ¿Por qué negar que el Mundo está lleno de hipocresia? Es un tema que me gusta mucho, aún así el fic conservará algo de la idea original (basada en Anna Karenina) y otro trozo de Karekano (que es demasiado obvio). Espero que les guste y que dejen muchos reviews! (Eso no va a cambiar) Muchas gracias a las personas que en la idea netamente orginal dejaron comentarios y lo cambié justamente por algunas observaciones y tb por que de pronto escribirlo se me hizo MUY aburrido (Así lo dejaré :P)
¡Nos vemos pronto con un nuevo capítulo!
Los quiere, Lady.
