I.- La casa del alquimista Un visitante.

A un lado de la montaña helada, donde viven los sellos, cuentan las historias enterradas en baúles cerrados hace muchos ayeres que existía un hombre. Su mirada traía mucha paz y alegría. Poseía extraños artefactos con los que miraba al cielo o estudiaba las rocas minucioaamente, Vivía sencillamente en una pequeña cabaña rodeado de libros, escritos, lámparas y objetos traídos desde tierras desconocidas al sur y al oeste.

Mucha gente le llamaba "el alquimista" porque se rumoraba que era capaz de convertir los metales y los elementos sin magia aparente. También construìa máquinas ingeniosas que lo ayudaban a seguir estudiando la naturaleza. En una ocasión lo vieron pasar cerca de los mercados de la aldea de los sellos. Traía una caja de metal brillante como el oro. Dentro había una especie de bailarina en miniatura vestida con ropas elegantes. Hacía girar una manivela y de la caja salía una música melodiosa, dulce y gentil. La bailarina doblaba por si misma sus piernas en baile grácil y ritmico.

Aquello dejó perplejos a todos. Algunos lo confundían con mago. Pero para demostrarles que no lo era a veces se ponía a desmontar sus aparatos y explicarles como funcionaba. Unas personas se quedaban largo rato viendo que sus mecanismos eran ingeniosos. Pero a veces incomprensibles. "Eres muy inteligente amigo."

Los niños le querían mucho, porque les construía juguetes y a las mujeres máquinas para hacer su vida más sencilla. La gente del pueblo le consultaba cuando se descomponía una de sus invenciones y con el tiempo vieron que podían hacerlo por si mismos. Una especie de maestro pero no de armas. Si no de habilidad manual.

Una noche el alquimista trabajaba en su laboratorio con un ensayo sobre como hacer que una canasta llegase flotando de un lugar a otro y así poder volar. Cuando estaba poniendo su atención sobre un estudio de gases escrito por monjes alguien tocó a su puerta.

- ¿Quién es?

preguntó una vez.

No hubo respuesta

pero entonces escuchó como si muchas cazuelas hubiesen caído al suelo.

El alquimista tuvo que dejar lo que estaba haciendo. Mirando a través de un sistema de rendijas giratorias en la puerta pudo ver que se trataba de un caballero maltrecho.

Fué hasta el otro lado de su casa y llenó una bandeja con agua. Después tomó un pedazo de madera grande y abrió la puerta.

Vació el agua sobre la cara del caballero.

- Hey caballero ¿que lo ha traído hasta acá¿se ha perdido?

- Por favor. Lleveme dentro. Mis heridas ya no me permiten respirar!

- ¡Qué pasó caballero¿Se ha liado con otro por el amor de una princesa?

- Ojalá hubiese sido sólo eso. He luchado en las montañas y he perdido a mi gente.

- Está bien. Lo llevaré dentro y verá como se cura. Tengo unos remedios infalibles.

- Pareces un simple mago.

- No lo soy. Algo mejor que eso. Hoy conocerás el resultado de mis estudios en curación de heridas expuestas.

- Le estaré agradecido. ¿Cuál es su nombre amable campesino?

- Puedes decirme "el alquimista"