¡Hola!
No sé si se acuerdan de este fanfic; hace como tres años que lo escribía pero lo borré, porque no tenía inspiración o estaba desanimada. Si, yo me dediqué por muchos años al fandom de Naruto, pero estoy muy desanimada. Sin embargo, este es un fanfic en el cual he querido terminarlo. Creo que durará 10 capítulos, pero bueno, aún no sé, solo espero apoyo otra vez jaja.
Este es un fanfic que lo estaba escribiendo con Kurauro, pero por razones personales, en el segundo capítulo, lo abandonó y yo lo continué.
Pareja: Madara x Izuna, y otras parejas no tan sorpresas si saben mis gustos XD
Género: Universo Alterno, Ciencia Ficción, drama, romance.
Advertencia: Violencia, YAOI (CHICO X CHICO), INCESTO.
Para mayores de 18 años.
Resumen:
¿Cuál es el castigo cuando un ángel cruza la mirada con un demonio?
¿Cuál será el castigo de amarse clandestinamente en una sociedad donde los demonios deben odiar a los ángeles y viceversa?
El cielo y el infierno... son dos mundos distintos, dos reglas distintas, dos energías distintas.
Pero, un demonio y un ángel, siendo hermanos, romperán las normas y cambiarán esos prejuicios que existen por un amor prohibido en ambos mundos...
~.x.~Madara x Izuna~.x.~
"Incluso si se ha de morir, el amor jamás se apagará..."
Capítulo I: Encuentro inesperado
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Era una noche oscura y silenciosa. El joven podía divisar con sus poderosos y mortales ojos, las nubes cubrir el cielo; ese joven, quien yacía sobre lo alto de un edificio, apreciando la noche, poseía rasgos llamativos: Una cabellera larga, quebradiza y negruzca; piel blanca como de porcelana, un cuerpo atlético, uñas largas y, al parecer, filosas, todas teñidas de un extraño color negro; lo más llamativo en aquel joven, eran unos ojos brillosos con un rojo mortal y una forma nada normal, eran... aterradores.
—Los humanos son tan estúpidos... —dijo para sí mismo tras ver desde lo alto, a una bola de aproximadamente diez hombres, asaltando a los civiles con filosas navajas y temibles pistolas. —Me dan lástima. —dijo esto último, mientras se ponía de pie y miraba hacia algún punto en el cielo. —Más vale que inicie con mi búsqueda de una vez. —una vez dicho eso, el joven echó una última mirada al lejano horizonte, antes de entrecerrar los ojos y, posteriormente, comenzó a revelar unas grandes e impresionantes alas negras tras su espalda, unas alas con dos grandes espinas en la parte superior. Bastó un sólo parpadeo para que el joven iniciara su vuelo.
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Por otro lado, en un lugar que parecía ser una carretera vacía, se encontraba otra persona, con rasgos un tanto similares al joven tan peculiar que se vio en lo alto del edificio.
Éste joven, con rasgos casi idénticos a los del otro, tenía una serenidad en su rostro, un rostro similar al de un adolescente de veinte años; se podría decir que lo único que le difería del anterior joven, era su cabellera atada en una coleta baja y sus rasgos un poco más jóvenes que los del otro.
—Me pregunto por qué será tan importante esos pergaminos, y sobretodo, qué pretenderán hacer con ellos. —habló consigo mismo el chico, su voz era un poco grave, una mezcla de adultez con la niñez, una voz madura y a la vez no. —De todos modos, yo sólo estoy para obedecer órdenes. —comentó, antes de incorporarse y, sacar una grandes alas blancas y comenzar a elevarse con ellas, partiendo hacia el oeste.
El tiempo pasó, las horas volaron y los minutos también; aquellos jóvenes, siguieron su cometido, sintiendo cada uno, por su parte, una extraña presencia, una energía que les mantenía intranquilos. Ambos intentaron ignorarlo, mas no lo lograron; pronto, la pequeña luz del sol comenzó a hacerse presente, iniciando el alba su labor. Por su parte, el joven de las alas blancas, sintió cada vez más cerca esa presencia y sus sentidos comenzaron a despertarse, sus vuelos se volvieron más rápidos, intentando así localizar a ese algo que no encontraba.
— ¿Qué ocurre aquí? —murmuró el chico de coleta, mirando hacia todas partes.
No fue sino hasta después de varios minutos, eternos a su parecer, que logró percibir a lo lejos una figura que, sin duda alguna, era peligrosa, pues se trataba de una criatura a la que, en el cielo, se consideraba maligna, porque realmente lo era. Entrecerrando los ojos, el joven de las grandes alas blancas, decidió acercarse hacia ese individuo, quien, ya había también notado su presencia y parecía esperar a que se revelara. —"Debo tener mucho cuidado..." —pensó, acercándose y sin apartar la mirada.
Los segundos pesados se fueron y sus miradas, con la creciente cercanía, chocaron, fue así hasta que ambos estuvieron a sólo unos pocos metros distanciados entre sí. Ninguno habló, se miraron por otros minutos, creando un incómodo y hostil hielo; uno de ambos debía romperlo, eso no era de dudar y, por ello, se dio el primer paso.
—Tú... ¿Qué se supone que hace un demonio aquí? —cuestionó, mirándolo firmemente, clavándole la mirada, el otro sólo sonrió de medio lado.
—Vaya, lo mismo me pregunto, ¿no se suponía que los ángeles se la pasan todo el tiempo besándoles los pies a sus dioses? —rió sarcástico el joven de las oscuras alas negras, el joven que sin duda alguna, se trataba de un demonio.
—Sólo tenemos un Dios en este mundo. —le informó, frunciendo el ceño por su reciente comentario tan ácido y ofensivo contra su Dios.
—Lo que sea. —escupió. —Ustedes pierden el tiempo alabándolo y protegiendo a los humanos, sabiendas que son almas perdidas, llenas de pecados, que muy pronto serán juzgados, yéndose directo al infierno. —soltó secamente, sin dejar de observar cada detalle en el ángel, sus rasgos le eran demasiado familiares.
—Los humanos son creación de Dios, debemos protegerlos y ayudarlos a no caer en las tentaciones de demonios como tú. —le acató con una voz más grave que el otro pudo interpretar como enojo. El demonio sonrió de medio lado, le encantaba picar a los demás.
—Claro, creer lo que "Dios" les dice a sus ángeles. —habló despectivamente.
—Hm... —el ángel apretó los dientes, intentando mantener la tranquilidad, sabía bien que los demonios, criaturas despreciables, nunca tendrían respeto por nada ni nadie.
—Dime tú, ángel, ¿cómo te llamas? —cuestionó el de las alas negras, con una sonrisa triunfante.
—No tengo porqué revelar mi nombre a un demonio. —gruñó con la voz pesada.
—Hm... —Rió — Tan maleducado. Definitivamente tu dios no te enseñó buenos modales. —comentó, aumentando aún más su sonrisa al ver la expresión en el rostro del otro.
— ¡¿Qué dices?! No nombres a Dios con esa boca. Además, ¿qué hace un demonio en la tierra? —exclamó sin poder contenerse, ese demonio en verdad le estaba haciendo perder la paciencia.
—Creo que a los de arriba no les incumbe. Eso es un problema de abajo. —aclaró, ya sin la sonrisa burlona que momentos antes tenía.
—Claro que nos incumbe; cada vez que un demonio pisa la tierra, el cielo se estremece y cae una desgracia para los humanos.
—Vaya, eso suena bien, hehe. —rió cínicamente, haciendo gruñir al ángel.
— ¡No te burles! Ojalá los demonios se arrepintieran de sus pecados... Y tal vez... Dios les perdone. —dijo esto último con algo de pena, la pena de imaginar lo mucho que esas almas oscuras han de sufrir por los males que tienen en ellas. Pronto, una risa grave y escalofriante interrumpió sus pensamientos, haciéndolo abrir los ojos hacia donde yacía el demonio con un brazo en el abdomen, riendo fuertemente, lo que le causó molestia. ¿Se estaba burlando de Dios?
—Eso fue chistoso. Qué bueno que los ángeles tengan un buen humor. ¿Sabes? me agradas, no te mataré si te vas de mi vista. —dijo mirándole como si fuese algo realmente insignificante, algo que no tuviera el suficiente valor como para hacerle frente.
— ¿Matarme? Siento pena por los demonios. Son almas podridas, llenos de odio, tanto odio que dan pena. Dios es tan bueno que es capaz de limpiar su alma... Si se arrepiente, claro está. —murmuró, mirando al otro con lástima; el joven de alas blancas, notaba el odio y dolor en la mirada del otro, una mirada contaminada, se podía notar a leguas que ese demonio ha sufrido.
— ¿Pena? ¿Un ángel teniéndome pena? —Cuestionó con la arrogancia en su grave y gélida voz— "Qué humillante" —pensó— Estás muy equivocado, ángel. Un demonio no se rebaja. Tu dios se puede ir al infierno, llevándose a sus "guerreros" si quieren, pero nunca esperes que pueda hacernos lavados de cerebros como a ustedes a diario. —escupió con desprecio, ¿Tenerle pena? Eso sí fue demasiado.
— ¡No hables así de Dios! —exclamó furioso el joven ángel, antes de que, con una velocidad rápida, lograra tocar al de las alas negras, rosando una de éstas, mas no resultando, puesto que el demonio, con una velocidad aún mayor, alcanzó a esquivarlo.— "¿Dónde está?" —pensó el ángel, intentando localizar con la mirada al demonio, ya le habían dicho que una de sus tantas habilidades demoniacas, al igual que con los seres celestiales, era hacer desaparecer su presencia. El joven no pudo pensar mucho tiempo, ya que el de las alas negras, apareció repentinamente ante sus ojos.
—Tienes agallas para atacarme. Qué atrevido. —rió burlón el de las alas negras, antes de propinar una fuerte patada en el pecho del ángel, mandándolo a estrellarse contra el duro piso de una carretera, haciendo una grande grieta en ésta.
—Hm… —gimió adolorido el ángel, mas no pudo pensar correctamente cuando el otro, por nueva cuenta, apareció ante sus narices.
—Qué aburrido tener que luchar con alguien tan débil. —murmuró, mirándole con asco. —Mm... Ningún ángel me ha podido vencer. Y escúchame bien, tener pena por alguien, es síntoma de debilidad ¿oíste? —el joven ángel, frunció el ceño y, de una forma que el demonio no pudo percibir, le roció el rostro con agua. El demonio comenzó a alejarse un poco, llevándose las manos al rostro, gimiendo de dolor.
—Esta agua bendecida por Dios. —dijo el ángel, observando como el otro agonizaba por el dolor; el joven de alas negras, sentía su rostro quemarse, era un dolor insoportable.
—Maldito seas… —gruñó ya con enojo el demonio, revelando unos demoniacos y aterradores ojos rojos, signo de que utilizará uno de sus poderes malignos. Antes de que siquiera el demonio haya hecho un movimiento, el ángel comenzó a elevarse por los cielos, tratando de alejarse del otro, más no pudo. El demonio, aún con sus fríos ojos rojos, penetró la suave piel del pecho del ángel con sus grandes uñas negras, absorbiéndole algo de energía, provocándole mucho dolor al de las alas blancas, quien comenzaba a sentir cada vez menos fuerzas. Fue entonces cuando el ángel, liberó un aura roja, haciendo que el demonio apartara las manos de su pecho, con algo de sorpresa; el demonio, sin darle mucha importancia, con una velocidad y fuerzas impresionantes, golpeó al ángel, enviándolo de nueva cuenta al piso, antes de colocarse sobre él y tomar fuertemente su cuello, ahorcándolo.
— ¡S-Suéltame! —exclamó con ira el joven ángel.
—Pides mucho, ángel estúpido. —Gruñó el de alas negras, con una voz cargada de odio y enojo— Ahora, estás muerto. —dijo esto último, intensificando el apriete de su cuello. El ángel, comenzó a sentirse desesperado y forcejeaba en su intento de liberarse, mas no lo lograba; pasó un segundo, un sólo segundo, en el cual, los ojos del ángel se volvieron de un terrible color rojo y el aura roja que había desprendido anteriormente, se intensificó, golpeando con una fuerza extraordinaria al demonio, elevándolo con rudeza hacia el cielo. —"¡¿Qué rayos?!" —pensó el de alas negras, al observar el repentino cambio en el ángel, ese, definitivamente, no era un ángel normal. Ya le había parecido extraño desde un principio, pues ¿Cada cuando se ve un ángel con cabello oscuro? Esas criaturas se caracterizan por poseer cabellos "vivaces", pero no, este joven era diferente y, ahora, el de las alas negras, quedó más que impresionado al darse cuenta que ese ángel, acaba de mostrar características de un auténtico demonio. No le dio tiempo de pensar, cuando el ángel, a una velocidad incluso mayor que la que tenía anteriormente, se dirigió hasta donde yacía el demonio y, con sus uñas ya largas y negras, le rasguñó el cuello y parte del pecho, antes de golpearlo, enviándolo fuertemente contra el piso.— Hm… —era ahora el demonio quien se quejaba un poco, aún sin salir de su impresión, estuvo a punto de devolverle el ataque, cuando de repente, el ángel cayó al piso, ya inconsciente… Se había desmayado.
El demonio se quedó mirando a aquel cuerpo ahora en el piso, era bastante extraño, aún no salía del leve shock, producto de los recientes acontecimientos en aquel ángel. Un sinfín de dudas invadieron la mente del demonio, trató de acercarse hasta donde el cuerpo celestial, pero no pudo ya que, repentinamente, aparecieron otros dos ángeles, arrodillándose junto al joven ángel que yacía desmayado.
— ¡No te acerques, demonio! —habló despectivamente un ángel masculino de cabellos rubios y ojos tan puros como el cielo; a su lado se encontraba una ángel hermosa y de cabellos vivazmente rojos.
—Vaya, pero si son Minato y Kushina, los ángeles confidentes de "Dios". —rió sarcástico el demonio, clavándoles su ya negra mirada a aquellos seres.
—Madara, ¿otra vez en la tierra? Últimamente, el infierno está muy activo. —murmuró Kushina, frunciendo el ceño.
—Asunto que no le incumbe al cielo. —le acató con desprecio el joven demonio y cuyo nombre ya mencionado es: Madara.
—Kushina ¿Cómo está Izuna? —ignorando el reciente comentario del demonio, cuestionó Minato, refiriéndose al joven que se encontraba en el piso.
—Está desmayado, liberó mucho de ese poder... —murmuró, mirando seriamente al rubio, el cual tenía un poco de temor en sus ojos, sabía a la perfección de lo que hablaba.
—Bien, vámonos. —declaró el ángel de cabellos rubios, a lo que la de cabellos rojos asintió.
— ¿Por qué ese ángel tiene poderes demoniacos? —cuestionó seriamente Madara, matándolos con la mirada.
—Eso no te incumbe, Madara. —aclaró Kushina, mirando cautelosamente al demonio.
—Mmm... Ya lo veremos. Ese poder le pertenece al infierno. —murmuró el demonio, nada contento con el hecho de que seres repugnantes como los ángeles, tuvieran algo tan valioso como el poder de un demonio, o eso creía Madara.
—Vámonos, Kushina. Hay que darle energía a Izuna. —dijo Minato, tomando a Izuna en brazos.
—Está bien. —concordó la de cabellos rojos. Ambos ángeles, Minato y Kushina, tomaron vuelo. El demonio estuvo a punto de atacarles, pero, no pudo ya que los dos seres celestiales desaparecieron rápidamente, dejando confundido a Madara.
—Ya nos volveremos a ver, sobre todo ese ángel. —murmuró para sí mismo, entrecerrando los ojos, debía investigar sobre ese ángel tan poco común.
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Lejos, muy lejos de donde yacía el demonio Madara, muy lejos de la tierra, más precisamente en el lugar conocido como el cielo, se encontraban ambos, Minato y Kushina, sobre el pasto de ese lugar, que tenía varios árboles y lagos divinos, con agua pura y bendita por el mismo Dios. Se encontraba el ángel Kushina, dándole un poco de energía al joven ángel cuyo nombre es Izuna, el cual, no parecía querer despertar.
—Minato, esto está empeorando. Izuna está liberando esos poderes tan malignos. —murmuró preocupada Kushina, sin dejar su labor de darle energía al joven Izuna.
—Lo sé, Kushina. Todo este tiempo hemos tratado de que nunca lo libere, pero este tiempo, cada vez que se enfrenta a un demonio, libera poder. —murmuró Minato, apretando los dientes por la preocupación, si ese joven Izuna liberase sus poderes demoniacos, sería muy peligroso.
—Esperemos que Dios nos aconseje con sus sabias palabras. —expresó Kushina, entrecerrando los ojos. Kushina y Minato, fueron como los padres del joven Izuna, ya que, ellos cuidaron de él, lo criaron y le enseñaron el camino del bien.
—Hm… —el joven Izuna comenzó a despertar, se sentía adolorido, sus ojos estaban entrecerrados por el cansancio.—Arg… ¿Qué pasó? —cuestionó el joven ángel, mirando a los mayores.
—Izuna, te desmayaste cuando peleabas con ese demonio. —explicó Kushina, suspirando de alivio.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó Minato, viendo como Izuna se incorporó.
—Sí, eso creo. ¿Dónde estamos? —preguntó el joven, llevándose una mano a la sien, tenía dolor de cabeza.
—En el cielo. Izuna, utilizaste demasiadas energías, más de las que debiste. —aclaró Minato, mirándolo serio.
—Ah, ya veo. —murmuró, agachando la mirada, ese demonio… era demasiado extraño.
— ¿Ocurre algo, Izuna? —preguntó Kushina, mirando con cierta preocupación al joven.
—Yo… —calló por unos momentos —Kushina…
— ¿Qué ocurre, Izuna?
— ¿Por qué soy diferente? No soy igual a los demás. La mayoría de los ángeles tienen el cabello claro o de colores alegres. Yo soy el único ángel que tiene el cabello oscuro. Los ángeles no se me acercan porque me tienen miedo... No entiendo, Kushina ¿Por qué? ¿Qué se supone que soy yo? —preguntó, mirándole a los ojos.
—Izuna, no somos quienes para decírtelo. Sólo Dios sabrá el momento. —respondió Kushina.
—Escúchame, Izuna. Eres un ángel especial, y, Kushina y yo te queremos como un hijo. Naruto te trata como su hermano. Sólo ten paciencia. Dios tiene planes para ti. No te preocupes. —intentó tranquilizarlo Minato, Izuna soltó un suspiro.
—Está bien, Minato, te creo. Muchas gracias por salvarme. —murmuró, antes de colocarse de pie.
—Izuna, ve a descansar. —sugirió Kushina.
—Está bien. —dijo, antes de caminar sin molestarse en mirar hacia atrás. La misión de su búsqueda había fallado hoy, pero, mañana volvería a la tierra para completarla, eso pensó el joven Izuna, ya bastante alejado de donde yacían Minato y Kushina.
—Ay, Izuna, si supieras tu origen... —murmuró Kushina, con cierta tristeza en sus palabras.
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Por otro lado, en la tierra, se encontraba el joven demonio, Madara, oculto en los adentros de un enorme edificio abandonado, completamente solo. Madara se encontraba en una habitación oscura, siendo iluminada por la luz del alba.
—Izuna… —murmuró para sí mismo el demonio, recordando el nombre pronunciado a boca de Minato —¿Por qué será que me suena? —comenzó a llevarse una mano a la frente, sus alas yacían ocultas, por lo que cualquiera pensaría que ese joven era un humano común y corriente, nadie sospecharía que se trataría de un demonio, pues esa era la habilidad tanto de los ángeles como de los demonios: Ocultar sus poderes y tomar formas humanas. —Él no es un ángel normal, no es como los otros. —dijo entrecerrando los ojos. —Mejor será que me duerma, volveremos a encontrarnos, de eso estoy seguro. —fue lo último que dijo, antes de recostarse en un sucio, empolvado y viejo futón que por casualidad, se encontraba en ese edificio, junto con otros elementos. El joven cerró los ojos, a pesar de que ya estaba amaneciendo, el cansancio le invadió.
Espero que les haya gustado. Una cosa que hay que aclarar es que los demonios se caracterizan por tener el cabello oscuro, en cambio los ángeles por tener cabellos coloridos. Y se imaginarán a Izuna y su condición :)
Ojala me inspiré otra vez para Naruto.
Nos vemos la otra semana para publicar les segundo capítulo que está listo :)
Adiós~
