Era ya la quinta vez que Brick volvía a fijarse en el reloj de su muñeca. Se suponía que Momoko ya debería estar allí en el metro, para ir ambos juntos a la casa de la joven y disfrutar de lo que posiblemente sería un sábado de lluvia.

La desesperación de ir por su propia cuenta a donde vivía la adolescente poco a poco le iba carcomiendo los sentidos. ¿Pero por qué no hacerlo? ¿Por qué no mejor volver a revivir su conducta de chico al que ni siquiera le importaban las cláusulas que se le imponía y hacía lo que siempre quería?

Sin embargo allí estaba, obediente, esperando con sus mejores ropas y una caja de pasteles de fresa para sorprender a la bella ojirosa. Sí, Momoko le parecía bonita, hermosa, bella, perfecta, todo eso y más desde que descubrió que se sentía atraído por el sexo opuesto y varias mañanas se despertaba con sus calzoncillos húmedos las veces que soñaba con la líder súper-poderosa. Fue por eso que decidió ponerle un alto al voraz enfrentamiento de su equipo contra sus contrapartes femeninas.

Parpadeó por el cansancio y estiró todo su cuerpo hasta que sus manos casi alcanzaban los extremos de banca en la que estaba sentado. Sabía que su cita era una persona que demoraba más del tiempo debido para arreglar detalles que a él le parecían minúsculos, pero se cumplirían poco más de quince minutos después de la hora acordada. No estaba seguro de poder esperarla por más de otros cinco minutos. En eso, se disponía a revisar otra vez la hora que era, pero el sonido de unas zapatillas que corrían hasta él le hizo fijarse hacia las escaleras. Allí venía Bombón.

—¡Brick! —Prácticamente chilló la adolescente, corriendo hasta el lado del chico de mirada carmín—. Lo siento si me demoré mucho, no sabía que ponerme, Burbuja no estaba para asesorarme esta vez —decía mientras hacía espirales en el suelo con la punta de sus pies, y con la mirada baja.

—Sí, claro, está bien, ten —le extendió la caja de pasteles a la chica, que con ojos brillosos agarró lo que le ofrecían.

—¡Wow, qué delicia! ¡Muchas gracias, Brick! —Dijo Momoko, besando repentinamente una de las mejillas del muchacho y luego volviéndose para sacar un cup cake de fresa y crema—. Ow, son mis favoritos. ¿Cómo lo sabías?

—No lo sé, solo los elegí al azar y ya —Brick intentó mostrar indiferencia aunque se le estaba costando un poco por el rubor y los nervios a causa del inocente beso que había recibido—. ¿Podemos irnos?

Momoko asintió, y colgándose de uno de los brazos de Brick, quién volvió a ruborizarse, caminaron hacia la casa de la joven. Ella no se imaginaba lo mucho que Brick deseaba llegar para estar el mayor tiempo posible a su lado. Oportunidades como esa solo ocurrían los fines de semana.