Note. Masashi Kishimoto.
Shikamaru es adorable (y sexy) y no sé como no he escrito antes sobre él.
1/2 capítulos.
—heartbeat
—Slowdown
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Here I go so dishonestly,
Leave a note for you my only one,
And I know you can see right through me,
So let me go and you will find someone.
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Aquella médico de aspecto imponente me dijo que debía escribir un diario si no quería volverme loco. Así que aquí estoy, escribiendo esta mierda mental que no dará ni para novela barata. Y he de decir ahora, al principio, para advertir, que no tengo ni idea de escribir correcto, es decir, "cosas bonitas". La ortografía no acaba de gustarme, se siente raro escribir anclado a tantas normas, y trazos y directrices que hay que seguir, me enferma de verdad. Luego es cuando me pongo medio histérico y empiezo a abusar de todo tipo de frases hechas, acabo hecho un puto lío del que ni yo mismo sé salir, y me imagino perfectamente a Anko-sensei dándome la charla con que no se escribir mierdas de esas que ella no para de mandarnos, y que cuando me dice de escribir composiciones yo me la salto y le hago lo que mejor se me salga de las narices en ese momento. Y luego como cabría esperarse, termino castigado en la sala de estudios después de clase. Mi madre me apalea al llegar a casa mientras mi padre me mira con cara de "menudo hijo más problemático tengo" y qué se yo. Me hierve la sangre un rato que no sabría decir si es corto o largo, y después me canso porque la ira es agotadora y joder, termino hasta las pelotas y no hago los deberes. Al día siguiente es la misma mierda de rutina y Anko-sensei me llama de todo y yo la ignoro, y ahora pienso que de verdad me estoy pensando con las conjunciones y esto es una pedazo enorme de mierda que arrancaré dentro de pocos minutos. No tengo alma de escritor, me paso la vida haciendo una nada infinita que no tiene ningún fundamento, y después el maldito pesado de Naruto se me acerca diciendo que si no se disfrutar de lo que tengo, que si Hinata vaya tetas tiene, y que si Sasuke será gay porque está ignorando otra vez a esa pelirroja tan sexy que no para de rondarle.
En mi mente se suceden un montón de incongruencias metafísicas por las cuales comienzo a plantearme el verdadero estado en el que me encuentro, porque, siendo sincero conmigo mismo, no sé exactamente qué es lo que me pasa, o por el contrario, qué coño le pasa a Naruto con todas esas preguntas que me hace. Soy un tipo corriente al que los problemas de las demás le son, la mayor parte de las veces, indiferentes. Pero entramos en conflicto con la pesadez extrema de este sujeto al que me ha tocado aguantar. Naruto.
Básicamente Naruto es el típico vecino/amigo/colega que no para un puto segundo y que está todo el día tocándote las narices. Voy a hablar de Naruto porque creo que es tan simple que hasta yo podría definirlo. Tiene cara como de estúpido sin remedio. Parece que las palabras "atrácame" están pintadas en su frente, porque ya le han robado la cartera en el metro casi siete veces, y ha estado en el cuartel de policía el mismo número por atacar al primer pobrecillo que se le cruzara en el camino. Naruto también se jactaba de fumar, aún cuando fui yo el que le dije de probar los cigarros que le había quitado sin pretender a mi padre. Aún ahora recuerdo el sabor amargo y agrio que se me quedó pegado a la lengua cuando el humo me bajó por la garganta, intoxicándome. También conservo la cicatriz de cuando mi santa madre me olfateó y me estampó la mano en la cara diciéndome despilfarrador de juventud o algo de ese calibre… . Y de verdad que no quiero hablar de mi madre, no porque no la quiera, soy un buen hijo exceptuando que fumo, pero me da miedo que me hurgue en la cabeza y acabe diciendo cosas que no debería.
¿Por dónde iba yo? Me balanceo en la silla mientras una brisa húmeda me sacude el cuello de la camiseta, me pican las muñecas como el infierno mientras miro la hoja blanca en la que se supone que debo escribir lo que se me pasa por la cabeza, pero solo hay dos números medio tumbados en aquella blancura insultante. Y es que menuda mierda. ¿Tan difícil le resulta creer a la estúpida médico que las palabras no me salen? Si no me diera flojera discutirla le habría dicho que lo hiciera su abuela, pero tiene pinta de ser de esas que te pegan un mordisco y te parten la crisma. Recuerdo a Naruto de nuevo, pero solo se me ocurre decir que su pelo parece como si le hubiera dado demasiado el sol, y sus ojos son como azules, pero no logro concretar muy bien, porque Naruto nunca mira a nadie fijamente a los ojos. Me dijo Sakura que era porque tenía un trauma o algo así… . Pero eso ya ni me acuerdo, sinceramente. Sakura es una persona interesante, se me parece a alguien que no quiero ni puedo mencionar, pero huele como a flores secas. Y agua bendita. El padre de Sakura era el equivalente a un monje en una religión europea que por lo visto habla sobre cosas profundas, como el alma y demás mierdas metafísicas. Ella siempre lleva la ropa recatada, y solo le vi las rodillas un día en la primaria en el que hacía un viento infernal y su falda se le levantó hasta arriba. También vi sus bragas, pero no me fijé demasiado. En mi casa ya había visto bragas, de mi madre, y no entendí ni entiendo aún hoy lo erótico que puede tener unas bragas. De verdad, me resulta mucho más sexy un sujetador o algo, pero ¿unas bragas? ¿En serio? No lo entiendo. Una vez, recuerdo qué Suigetsu (un tipo con el que no simpatizo, porque es una especie de violador latente, o psicópata igual me da) trajo a clase un montón de revistas que le había mangado a su hermano, y en el que había mogollón de chicas con unas tetas de tamaño estratosférico posando como si llevaran varios quilos de ropa encima. El caso es que había también una página entera en la que anunciaban bragas. Bragas de todos los colores y formas imaginables, recuerdo que fliplé muchísimo con aquella información, de verdad. Había cosas incluso que ni se me habría ocurrido catalogar como "bragas". Unas tiras invisibles que se unían en cientos de lazos y fiigranas, y que se llamba "tanga" según había dicho el latente-violador-psicópata de Suigetsu. Aquello no nos duró, y Anko-sensei nos pilló con las manos en la masa(bragas) y nos atizó hasta que no supimos ni salir de clase para ir a denunciarla por maltrato... . Cuando llegué a casa mi mamá me acabó de moler, y mi padre seguía mirándome casi dándome las condolencias...un día inolvidable. No he vuelto a pensar en bragas hasta este momento... .
En serio, qué mal.
Horrible.
Bostezo y vuelvo a dejar la mente en blanco unos segundos. Sobre mi cabeza hay fotos de todos mis amigos, y una pequeña de una chica con el pelo tímido y la boca llena de palomitas. Mis manos se entumecen y siento que un dolor palpitante me estrecha por la zona de las costillas, en el sitio en el que debería estar latiendo mi corazón. Cuento los días del calendario y veo que ya han pasado casi tres meses y que las flores en el jarrón, camelias rojas, están casi marchitas. No lo pienso, y lloro durante horas ahogando los quejidos roncos que me sacuden, como si tuviera una tormenta dentro y quisiera salírseme de control, y romperme hasta quedar hecho trizas. Cuando termino de llorar es ya de noche, la luna está en cuarto menguante y las hojas blancas del cuadernos están rugosas y húmedas. En las páginas bailan dos números temblorosos, y vuelvo a sonreír y poco. Me duele, pero cojo el bolígrafo.
Voy a escribir sobre Ino.
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De manera poco creíble hago caso a mi madre y me pongo lo más decente que encuentro en mi armario. Los pantalones agujereados la hacen mirarme como si algún tipo de bicho deshonesto se hubiera colado en su consulta de psicóloga de edad indescifrable. La miro y me doy cada vez más cuenta de que soy un negado para las mujeres. Solo de pensar en que tengo que decirle a aquella mujer de pechos enormes todo lo que se me pasa por la mente, se me cierra la boca del estómago y, por improbable que parezca, quiero echar a correr hasta quedarme sin aliento. En ese preciso momento la mujer cuya edad no quiero ni plantearme por miedo a que se me inscriba en la cara, un chapoteo y dos gotas de agua se estrellan contra el cristal exterior de la ventana cerrada. Cabeceo y buscando una distracción plausible rebusco sin ganas en mi mochila desmadejada, la libreta está allí, como siempre, un sinnúmero de pedazos de papel que parecen abrazarse unos a otros, y un imperceptible pero atemorizante olor a flores secas.
Trago saliva e intento tenderle aquel cuaderno sin mostrar que adentro me siento como en un asqueroso infierno, pero es tarde, y oh, se quita las gafas y yo me doy cuenta de que es guapa.
—Señor Nara, me temo que es usted un mentiroso —esas palabras me llegaron algo distorsionadas, manipulé con cuidado el cuaderno donde se suponía yo había escrito mis más intrincados secretos (en serio, ¿en serio?) y se la tendí a la señora cuyo nombre había decidido olvidar—. Cuando le pregunté si había leído las instrucciones que le di, me dijo explícitamente que sí lo había hecho. ¿Está usted intentando tomarme el pelo?
Le eché un vistazo rápido a su traje de chaqueta y falda hasta las rodillas. Irremediablemente me acordé de las bragas de volantes de Sakura aquel día hacía casi once años, en el que el jodido tifón le había levantado la falda de tablas, y había chillado a Naruto por hacerle tal vileza. Y ni que decir que Naruto recibió un puñetazo, en su cara como de bufón sin rey, y…si, ya he hablado antes de él, ¿cierto? A veces olvido cosas después de llorar, porque cuando lo hago me despedazo en millones de fragmentos, y cuendo vuelvo a encontrarme y a montarlos, siento que se me escapa algo. Como si entre las grietas los recuerdos se hubieran fugado, y su sentido de ser se hubiera quedado en el exterior.
—Mire, señora psicóloga le voy a decir esto para que deje de esforzarse, ¿entiende? —me rasqué la cabeza con desgano aparente mientras intentaba de nuevo acordarme del nombre de aquella señora—. Cuando quiero escribir lo que pasó, simplemente no puedo. No hay más tema. Le juro que habría intentado escribir algo si pudiera, pero soy incapaz.
La mujer (¡Se llamaba Tsunade!) cuyo nombre acababa de recordar, se levantó las gafas de pasta sobre aquel pelo cuyo color no sabría definir, y me calzó una mirada que no me cagué en los pantalones de milagro. Porque wow, en serio. QUÉ miedo.
—¿Me está diciendo que lo único que me ha podido escribir son estas dos míseras líneas, y la fecha en la que las escribió fue hace exactamente doce días, señor Nara? —detecté ironía en la partícula antes de mi apellido. Y lo gracioso es que me hubiera reído, porque había sonado casi solemne. Me hubiera reído, si no estuviera con el miedo mordiéndome las pelotas. Ahora, que yo aquí dónde me veis, se fingir no tener ni miedo ni vergüenza con un virtuosismo casi irreal. Que quede bien claro.
—Exacto. Ya le dije que estas cosas tan latosas no eran mi estilo, Señora Psicóloga Analista Tsunade Senju —aquella mención de su apellido me quedó casi de fábula. Ella se reclinó sobre su asiento y su nariz redonda casi me toca la frente. Carajos, si. Era guapa la condenada—. Los problemas y yo no nos llevamos bien.
Tragué algo de saliva cuando me rasqué la cabeza en busca de algo con lo que distraerme. De forma poco convincente empiezo a acordarme de Ino, aquel día en que hacía un frío gélido que te cortaba hasta el tuétano del hueso. Y ella que había llevado una de esas polainas blancas y esponjosas, que se pegaban a las medias, y a la carne rosa y blanca, suave. Como suspirando, Ino, ella se había inclinado sobre la mesa y me había agarrado las muñecas. Y luego de manera increíble se había inclinado hasta que su boca roja y blanda se me había estampado en los labios. Aprieto las muñecas y respiro fuerte contra aquella pesadez que se me pega cada vez más a los pulmones, los humedece hasta que ya no sé si estoy respirando aire, o es agua lo que me ahoga… .
—Señor Nara, usted —noto algo raro en su voz y cuando levanto la vista, algo se retuerce dentro de mi estómago. En sus ojos, redondos y con pestañas rizadas color maíz hay algo que me atormenta, y quiero correr (pero soy vago, y no) y si. Quiero largarme—. Usted…está bien. Lo siento. No pensé que esto iba a ser así y… . Creo que le debo una disculpa.
Tsunade Senju se levanta del asiento y camina en círculos pequeños alrededor de la mesa cuadrada, hasta que llega a la ventana y de espaldas a mi, escucho como su voz languidece, lento y corto, mientras yo me regocijo en ese sentimiento que todos conocemos como tristeza. Pero una mierda, un carajo. Nadie sabe que es eso que te corta por dentro, y que quieres tirarte dentro de un pozo, hasta que puedas salir a flote de él porque tus lágrimas de verdad son más verdaderas de lo que habías podido pensar y te encuentras nadando en ellas… . Pensar en Ino, Ino con sus sonrisas falsamente agradecidas, sus ojos que brillaban justo antes de que terminaras de creerte todas sus mentiras, Ino riéndose en tu cara por creerla, Ino llorando porque la quieres demasiado y ella no está echa para quererte de vuelta. Ino que se quiebra entre tus manos, y te dice que todo va a estar bien.
Ino.
Ino que la tengo impregnada hasta en los huesos, con los suyos pudriéndose dentro de tierra y madera.
—Mire —la voz se me está empezando a descontrolar—. No puedo escribir porque me duele al pensarla, ¿me entiende? —me levanto porque los ojos me escuecen, y pienso en aquella vez que Tenten se le confesó al hermano de Gaara, y él la dijo que no la quería, y joder, como lloraba…(divago mientras los segundos se me pegan en la lengua, y no puedo hablar, me congelo). Llego dónde está la médico—. Maldita sea, yo la quería, ¿es que acaso eso está mal? ¡CLARO QUE ESTOY JODIDAMENTE TRISTE, COÑO! Soy un puto ser humano, así que deje de preguntarse porqué ostias no puedo escribir… . No sé ni porqué sigo vivo, apenas entiendo como puedo respirar, así que deje ya de intentar saber qué me pasa. ¿Entiende? Joder… .
Se ha asustado de mis palabras, lo sé perfectamente, pero ese no soy yo. No.
Ese que grita, y que dice más de lo que debería, ese al que le faltan palabras de tinta y que en su lugar grita más de lo que debería, y menos de lo que podría. Shikamaru Nara no está dónde debería, y me veo desde afuera, como si mi vista estuviera opacada por un cristal oscuro y los contornos se vieran borrosos.
No soy yo desde que ella no está. No soy el mismo que solía desde que Ino decidió tirarse desde su ventana y estrellarse contra el suelo. Ino con su cabello de oro, y su boca como con cientos de flores condensadas. Ino que le dijo por teléfono "no soy lo suficiente bonita" y que luego había estado bailando descalza por todo el suelo aquel, duro. Ino que se había ido para siempre y que ahora le había dejado más vacío que nunca.
No era él desde que ella ya no estaba.
No, no.
Me levanto y decido que ya es hora de largarme.
—Le espero el próximo jueves, Señor Nara.
Pero en realidad no la estoy escuchando.
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Cuando vuelo la siguiente vez, Tsunade-san me cuenta que ella también está vacía. Me dice que su novio se murió entre sus brazos, y que el amigo de la infancia del que llevaba enamorada años sin saberlo se le confesó y murió días después en un accidente. Después de eso yo me quedo parado, y miro el libro en mis manos, ese que debería estar lleno de palabras y que en realidad solo tiene unos poco renglones ambiguos llenos de significados que, si yo quisiera podría darte para entenderlos, pero simplemente no tengo ganas de que te compadezcas más de mi. Ya es bastante difícil quitarse de encima a gente que cree comprenderte, pero en realidad lo que buscan no es más que ese instante de felicidad mortecina llamada autocompasión. ¿Me arrepiento de no haberla dicho todo esto que estoy pensando ahora? Tal vez Naruto estaba en lo cierto y yo debería haberla chillado que quería agarrarla del pelo y llevármela de esa mierda de vida en que estaba metida. Que aquel tipo del que andaba prendada era un capullo sin sentimientos, que estaba harto de que me besara y luego me restregara por el suelo, para pisarme o usarme de alfombra (estoy llorando otra vez). Tsunade-san me agarra de la muñeca, como Ino (no, como ella no, luego no va a besarme para decirme que quiere que sea su amigo) no. Tsunade-san me toca la piel de la muñeca porque no sabe que me está reconfortando y rompiéndome a la misma vez. Pero yo la miro y le sonrío un poco, diciéndola "ey, está bien. Yo también lo siento".
Le tiendo el libro y ella lee.
Cinco segundos.
Uno. Pequeño y breve como un suspiro entrecortado. Y esa chica-mujer que no conozco pero que me desagrada profundamente entra en la habitación como si fuera suya. Me mira entre un color de cabello que me desquicia porque es como el de ella(solo que no) y sus ojos que me pinchan, que son agudos y azules y verdes, todo a la vez, otra vez como los de ella(pero no, tampoco).
Dos. Tsunade-san acaba de leer mi descripción baja y lenta, con su voz de fumadora compulsiva cuando levanta los ojos y los clava en los de la chica-mujer a la que casi ya detesto porque, porque…¿por qué? Lleva la palabra "problemas" escrita en la frente. Y ya lo dije, ¿no? Los problemas no van conmigo, y sin embargo… .
Tres. Y me mira, otra vez, sonríe con esa mueca que quiero quitarle de los labios porque es como la de ella, esa redondez aguda que no le pertenece, que es más real que las de Ino, pero esta vez es externa y puedo apreciarla con claridad, ahí está. Doliéndome y flotando delante de mi cara como si algún tipo de recuerdo vívido se hubiera escapado del lugar del que jamás debería haber salido. Aletea con un murmullo quedo, se arrastra hasta mis ojos y quiero llorar otra vez (mierdacoñojoderostias.)
(Ese no soy yo).
Cuatro. Tsunade-san la hace un gesto con la mano, y la oigo decir que ella va a ser la que me ayude a escribir, que es su ayudante de confianza y la tiende la mano, casi con cariño y algo de pesadez. En los ojos de la chica-mujer que me enerva hay una energía que la hace vivir el doble, y si tan solo hubiera un poco menos de eso en ella y otro poco en Ino, simplemente toda esta mierda no existiría y yo ahora estaría besando a una desconocida que me recordara a Ino, porque (Quiero que seas mi amigo, Shikamaru).
Cinco.
—Soy Temari.
Aquello me duele como el infierno y no puedo ni decirla de vuelta.
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Fin.1.
