Problemas de comunicación

—Para hoy quiero lasaña dijo Lovino, con su habitual recelo hacia todos, incluído Antonio, a pesar de que se pasara el día con él—. Y ponle mucho tomate, imbécil... se dio la vuelta rápidamente antes de que España pudiera verle rojo como su fruta preferida, que se puso manos a la obra.

En la despensa guardaba unos cuantos paquetes de pasta en láminas para lasaña que le había traído Romano de su casa y sonrió al pensar que seguramente se lo había pedido porque quería que las usara.

—Bien, a ver las instrucciones... la mayor parte del paquete estaba escrito en italiano, pero en uno de los costados estaba el modo de empleo en varios idiomas—. Inglés, francés, alemán... Aquí está, español... leyó unas líneas, resplandeciendo de orgullo de que por fin su querido Lovino usara su idioma en algo más que insultos dirigidos a su persona, pero no terminó la primera línea que todo ese resplandor desapareció.

(SP) Modo de empleo: Extender en una cacerola con mantequilla salsa bolones y besamela. Espolver queso rallado y recubrir con una capa de lasagne crudas. Repetir este operac on hasta finalizar [...].

Dejó el paquete sobre la encimera y salió de la cocina con rostro inexpresivo.

—Lovino... llamó suavemente, entrando en el salón. El sur de Italia estaba echado en el sofá mirando algún aburrido programa de tertulia matutina y gruñó para darle a entender que le oía—. Pregunta, por cincuenta euros: ¿Cómo se llama la salsa echa de leche y harina que se usa en algunos los platos de pasta?

Lovino le miró con una ceja alzada, sin entender a qué venía aquella pregunta.

¿Besamela? aventuró.

Antonio se plantó con cuatro zancadas delante del sofá, con una sonrisa que hizo estremecer al otro, e hincándose de rodillas frente a él sujetó su rostro con las dos manos y apoyó con suavidad, pero sin escapatoria posible, sus labios sobre los de Romano. Lovino se retorció, gimiendo por el repentino ataque de su antiguo jefe, pero lentamente rindiéndose por la insistencia de España, permitiendo que entrara y jugara con su lengua, finalmente aprisionando su labio inferior entre sus dientes hasta que Lovino clavó los dedos en sus hombros, haciéndole daño para que se diera cuenta que no podía aguantar más la respiración.

Antonio se lamió los labios por los que se había escurrido un poco de saliva, separándose de él mientras se ponía de pie, observando la incrédula expresión del rostro de su amado, y sonriente le dijo:

—Después de comer te voy a dar unas clases intensivas de castellano. Si hablas así puede que te malinterpreten~ asintió satisfecho.

Lovino se puso rojo hasta las orejas y le tiró un cojín a la cara.

—¡Maldita sea, ¿qué importa cómo hable? ¡Ve y prepara la comida de una vez, cretino!

Buhyooo~...

Aún suerte que no se la había besado. Aunque podría usarlo como pretexto para futuros castigos si no aprendía bien su lengua.

FIN


Basado en hechos reales (lo de la caja de pasta en espaliano).