Historia original: "Turning Page", de bravevulnerability

Dividida en tres capítulos.


Kate levanta el último libro del carro de metal y lo desliza hasta su sitio en la estantería, acariciando su lomo como si estuviera dando la bienvenida a la recién devuelta novela. La hora del cierre se acerca y está planteándose irse a casa quince minutos antes. La biblioteca no recibe mucho tráfico de gente, por desgracia, así que no es estaría haciéndole un feo a nadie.

Suspira, preguntándose en qué estaría pensando su madre al invertir tanto dinero en una diminuta biblioteca cuando la conocidísima Biblioteca Pública de Nueva York está bastante cerca y ofrece una colección de libros mucho más extensa. Por supuesto, Kate no podía dejar que el sueño de su madre muriera con ella, por lo que se convirtió en bibliotecaria tras la muerte de Johanna Beckett. Disfruta con su trabajo, con la constante compañía de páginas llenas de historias que ha leído al menos una vez, pero apenas gana lo suficiente como para mantener el lugar en funcionamiento y teme que tendrá que cerrar las puertas definitivamente en un futuro próximo.

Deja caer su cabeza sobre una novela de Steinbeck, respira el familiar aroma de los libros viejos y el corazón se le encoge en el pecho al pensar en abandonar lo único que le queda de su madre.

– Perdona, lo siento si es un mal momento…

Kate levanta la cabeza y ve a un hombre observándola, con un bolígrafo y un cuaderno en sus manos y una expresión de preocupación y curiosidad en sus facciones.

– ¿Trabajas aquí?

Kate traga saliva, contenta de haber podido aguantar las lágrimas (lo último que quiere es que un desconocido la vea llorar), y asiente.

– Sí, ¿necesitas ayuda?

– Más o menos – él evade la pregunta, mirando hacia el pequeño grupo de mesas cerca de una de las ventanas de la parte de atrás. – ¿Tengo que ser socio para escribir aquí?

Kate frunce el entrecejo, su mirada posándose en el cuaderno que él sujeta contra el pecho.

– ¿Escribir aquí? – repite, y él asiente rápidamente, más que dispuesto a contarle su idea.

– Sí, estoy escribiendo mi primera novela. Bueno, mi primera novela de verdad. Y tener una buena atmósfera ayuda, ¿sabes? He pasado este sitio de largo muchas veces, pero nunca había entrado y me gusta. Es… – sus ojos vagan por la sala, hacia las escaleras y el segundo piso. – Es acogedor.

– Bueno, – accede ella – disfrútalo mientras puedas.

Los ojos del escritor vuelven a fijarse en ella; ese extraño toque de preocupación volviendo a asomarse en el profundo azul de sus ojos.

– ¿Qué quieres decir?

Kate se recoge el pelo detrás de la oreja en un gesto nervioso y cruza los brazos sobre su pecho, en un gesto más para consolarse a sí misma que para protegerse de él.

– Probablemente tendré que cerrar en cuestión de meses – confiesa con un suspiro. – No hay trabajo suficiente.

– ¿Y si te propongo un trato? – dice él, con gesto serio.

Ella alza la ceja con interés, pero solo para seguirle la corriente en cualquier acto de caballería que el aprendiz de escritor quiera intentar, porque ella ya sabe que ningún trato va a salvar su biblioteca.

– Si mi libro se vende bien, de lo que estoy seguro, te ayudaré a mantener este sitio abierto. Después de todo, me estás echando un cable, permitiéndome usar el espacio para ayudar en mi crecimiento creativo y todo eso.

Los labios de Kate se curvan en una sonrisa cansada. La verdad es que el tipo es bastante mono, lo que es un cambio agradable. Por lo general, los hombres que entran en su biblioteca le echan un vistazo y se olvidan del motivo original que les trae allí para dedicarse a flirtear con ella. Normalmente, esos hombres le hacen desear usar uno de sus libros como arma, pero este, el escritor… él es diferente, y aunque sabe que realmente no le puede ayudar, él quiere intentarlo y eso significa mucho para ella.

– Soy Kate – dice finalmente, extendiendo su mano hacia él, sonriendo cuando él la acepta entusiasmado.

– Rick Rodg… Castle – decide él, con un asentimiento convencido. – Rick Castle.

– Bueno, señor Castle – responde ella, devolviéndole la sonrisa, dándole un apretón a su mano antes de soltarlo. – Trato hecho.


¡Feliz Día del Libro!