¡Hola! Un saludo a viejos conocidos y nuevos por conocer. Esta vez les presento un nuevo fic, mi segundo Midosaka. Tenía mis dudas sobre si publicarlo o no, pero al final decidí tomar el riesgo. De antemano les pido que lean con mucho cuidado. Es una historia sencilla, pero tiene su gracia al ser narrada. Ya tendrán el gusto de ver a lo que me refiero conforme avancen los capítulos.
Por otro lado, también quiero advertir que usaré personajes que serán introducidos en la tercera temporada. Sólo personajes; eventos, competencias o resultados los omitiré por completo. Así que está libre de spoiler por ese lado.
También, con el dolor de mi corazón, digo que Yowamushi Pedal no me pertenece si no a Watanabe Wataru-sensei, dueño de mis quincenas.
Y sin más, les dejo leer. Disfruten la lectura.
Primeras veces, primeras cosas
Por: Zafiro Rachel Any
—Buen trabajo, Midousuji-kun
—¡Buen trabajo!
Midousuji ignoró los halagos y felicitaciones del equipo de apoyo y siguió su camino a la tienda que correspondía a su equipo. Alrededor, el barullo comenzaba a crecer a causa de la llegada de los competidores, y de los zaku que corrían a socorrerlos y asegurarse que todo estuviera bien con los ciclistas.
Se desabrochó el casco al mismo tiempo que se abría paso en la tienda fresca. Detrás, los zaku de apoyo se movían aprisa para la llegada del resto del equipo y unos cuantos se alentaban con miradas y murmullos mal disimulados para que se acercaran a ofrecerle una bebida isotónica. Les dedicó un kimo que los otros interpretaron como el momento de dejarlo en paz. Se dejó caer de forma pesada y descuidada en una de las sillas plegables ahí dispuestas. Echó la cabeza sobre el respaldo del asiento, cerró los ojos y se dejó envolver por la algarabía del lugar: el susurro de las cadenas al girar y dar sus últimos giros antes de un merecido descanso; los gritos del staff de cada colegio mezclándose con las voces de los espectadores y sobre ellos, la voz del presentador por el altoparlante ("¡Vamos, apártense, necesita aire!"; "¡Estos chicos son geniales! ¿Viste ese final?"; "En unos momentos tendremos la premiación de este día"). Sonrió para sus adentros. Estiró las piernas cuan largas eran, sintiendo un respiro inmediato, como si hacía tanto que no tenían esa libertad; les había exigido bastante en ese sprint final. Sus manos hormigueaban, recordando la presión que puso para sujetar el manillar al lanzarse por la victoria. La victoria. Su sonrisa de satisfacción coincidió con la suave voz de Komari. (Ese novato cabeza de algodón de azúcar, sonrisa de Mona Lisa y ojos de zorro):
—Buen trabajo, Midousuji-san-senpai. —Midousuji gruñó por respuesta, a lo que el chico respondió a ponerle en la mejilla una botella fría—. Recuerde que es importante hidratarse.
Midousuji volvió a gruñir y aceptó la botella. No pasó mucho tiempo antes que el resto de los zaku llegaran. Mizuta, llenó aun de adrenalina, no tuvo reparo en gritar y felicitar al estrella de segundo año y no se inmutó cuando no obtuvo respuesta. Los otros tres, aunque felices, lo felicitaron tímidamente. Para Midousuji no era la gran cosa, más si se toma el hecho de cruzar la meta a la par de Yowaizumi de Sohoku. Se entrenó y planificó su estrategia para evitar un empate como en su año anterior (durante el primer día, que no contó con la fuerza del chulito de gafas de Sohoku y el oxigenado de Hakone). Evidentemente sus cálculos habían fallado una vez más.
Midousuji dejó que su equipo siguiera comentando y haciendo ruido, mientras él, al fin, daba uno tragos a su bebida. Escuchó a Mizuta preguntar a uno de los miembros de apoyo por el resto de los competidores. Que aun quedaba algo de tiempo para los que venían rezagados. Que Hiroshima Kureminami y Kumamoto Daiichi habían cruzado hacía rato, ambos con sus seis integrantes.
—Como si no tuviéramos suficiente con Hakone y Sohoku —se quejó Mizuta.
—Hablando de Sohoku —habló Kiriya llamando la atención del resto—; Onoda-san no se veía muy bien los últimos kilómetros, ¿no?
—Compitió por el punto de montaña —excusó Komari al tiempo que se quitaba la banda que impedía que su cabello cubriera por completo su rostro.
—Sí, lo sé. Pero...lo oí quejarse...—insistió. Su tono de voz había bajado hasta casi hacerse un susurro, como si no estuviera seguro de poder hablar de eso—. Podría ser una lesión.
El silencio se hizo en la carpa. Kiriya se apresuró a dar un largo sorbo a su botella, a su lado Yamaguchi rodaba los ojos en señal de incomodidad; Komari esbozó una sonrisa extraña y miró de reojo al estrella del equipo, como si esperara que comentara algo acerca de ese factor que no estaba en sus planes. Mizuta soltó un risita nerviosa:
—Ah, bueno...con esa cadencia ridícula que tiene no me extraña. No sé cómo es que logró sobrevivir el año pasado —habló alto, como si intentara apartar esa extraña atmosfera con la misma facilidad con que se espanta a un insecto—. Ah, será una pena si no puede competir mañana, ¿no? Jajaja, Sohoku se ha quedado sin su escalador estrella.
—Nobu... —murmuró Yamaguchi a su amigo y capitán...aun tenía sus dudas sobre porqué Ishigaki había elegido a ese escándaloso como sucesor.
—Capitán-senpai, debería callarse —dijo Komari como quien comenta el clima. Le dedicó una sonrisa tierna que causó un escalofrío en el de los frenillos. Pero antes que pudiera agregar algo más una alta figura se irguió a lado del novato del equipo.
—Midousuji-kun...esto es bueno, ¿no?... ¡Ah! Debes estar agotado y yo hablando. —La mirada del alto chico se ocultaba tras su recto flequillo, y sus labios flojos en una mueca aburrida no sirvió a Mizuta para saber cuan rápido correr para poner su vida a salvo—. Jajaja. Lo siento. Mejor me calló, ¿verdad?
—Zaku.
El capitán parpadeó asombrado, como si hubiese recibido un golpe en lugar de una simple palabra. Midousuji dejó caer con descuido la botella, causando un sobresalto en el sexto zaku, Funatsu, que prefería mantenerse al margen del asunto; dio unos pasos lentos y desgarbados, Mizuta se encogió en su lugar y se cubrió la cabeza con ambos brazos, como si eso bastara para protegerlo de la zarandeada que le daría su menor; sin embargo, el más alto pasó de largo, hacia la salida de la tienda.
Fuera, Midousuji tuvo que entornar la mirada para acostumbrar sus ojos al arrasador sol del día. El barullo aun continuaba, los ciclistas se movían lentos y agotados hacia las tiendas de sus respectivos equipos; el publico continuaba extasiado por los resultados mientras en los altoparlantes mencionaban algo acerca de la ruta del día siguiente. Soltó un kimo cargado de hastío y echó a andar. Le bastó su altura y una mueca de pocos amigos para abrirse paso entre la muchedumbre. Algunos murmuraban y señalaban al verlo pasar; incluso unos pocos tenían la osadía de acercarse a él. Pero los ignoró a todos. "Zaku". No tenía tiempo ni ánimo para esos perdedores. Sus pasos sabían a dónde quería llegar: la carpa de Sohoku.
No tardó en hallarla, el nombre en alto, la cortina corrida para algo de privacidad y una calma inusual para el momento la hacían sobresalir entre las otras. Unos zaku, situados fuera de la misma, lucían atentos, esperando actuar. Se acercó con calma. Los miembros de otros equipos lo miraban extrañados, como si se tratara de una aparición o una señal de mal augurio que acechaba a los de Sohoku. No pasó mucho antes que uno de los de Sohoku lo notara y codeara al zaku más cercano para anunciarle la inusual presencia. El zaku dispuesto a enfrentarlo resultó ser un cuatro ojos, alto y de porte recto. Sin rodeos le preguntó por el qué hacía ahí. Midousuji le dedicó una mirada sin expresión, no lo reconocía, debía ser una zaku más del equipo de apoyo. Irrelevante. El cuatro ojos repitió su pregunta, pero la atención del chico de Kyoto estaba en la cortina corrida.
—¿Qué haces aquí? ¿Vienes a molestar a Imaizumi-kun? O tal vez a Naruko...será mejor que te vayas.
—Kimo —el zaku que lo descubrió soltó un chillido aterrado y se aferró al brazo de otro chico de colorido cabello azul que lo miraba de forma retadora. ¿Era en serio? Se guardó las ganas de reír y encaró de nuevo al cuatro ojos—. ¿Sakamichi está aquí?
Al mismo tiempo, dentro de la tienda, Onoda estaba recostado en una camilla mientras Kanzaki hermano terminaba de vendar su rodilla. El resto de sus compañeros guardaban silencio y en sus rostros se leía a la perfección la frustración ante tal situación. El pequeño escalador sonrió y con voz que buscaba ser alegre, pidió disculpas por preocuparlos. Naruko intento hablar por todos: una sonrisa demasiado forzada y un llano balbuceo, no sirvieron para calmarlo. El otaku se sentía fatal y no por el dolor de la lesión, si no el dolor de haberles fallado. La decepción.
La venda quedó fija a su pierna. Tooji le reiteró que sólo era momentáneo, que debían ir a un hospital para descartar algo más severo. A su lado, Miki sonrió para darle fuerza ante el gris pronostico. El ambiente se volvió pesado y silencioso, tanto que pudieron oír a Sugimoto chillar y a Koga y Danchiku pelear con alguien.
—Qué ruidosos —se quejó Teshima dispuesto a salir y poner orden entre sus chicos.
Pero una voz ajena a los miembros de Sohoku se elevó por encima en un peculiar y bien conocido kimo. Dentro de la carpa se pusieron en alerta y en silencio se preguntaban qué hacía ese sujeto ahí. Teshima supuso que lo que menos necesitaba su escalador en ese momento era que un lagarto viniera a burlarse de él. Se encaminó decidido a la entrada para encarar al otro, pero todo eso se quedó en meras intenciones, cuando con suavidad, la voz de Onoda se hizo oír entre el ajetreo:
—¿Midousuji-kun?
Sus compañeros lo miraron entre sorprendidos y asustados, pero el verdadero pánico se apoderó de ellos cuando lo vieron incorporarse, olvidando la lesión y con toda intención de ponerse pie para salir a recibir a su inusual visitante. Por fortuna, los hermanos Kanzaki se lo impidieron y el resto pudo respirar aliviado.
—Midousuji-kun —volvió a llamarlo.
Un silencio tenso e incomodo se apoderó del lugar en el momento en que el alto ciclista se adentró a aquel sitio atestado de bicicletas y ciclistas.
La vista de Midousuji se fijó de inmediato en Onoda, que lejos de estar sorprendido o extrañado por su presencia, lo recibió con una enorme sonrisa, imperturbable ante el escrutinio de su visita. Midousuji entornó los ojos al reparar en el vendaje que abrazaba la rodilla del escalador; para luego, centrarse una vez más en el rostro sonriente. Onoda podía engañar a cualquier zaku con esa asquerosa mueca, pero no a él.
—No podrás montar mañana. —No era una pregunta, sino una afirmación a la que Onoda mantuvo su expresión, pero no pudo evitar sonrojarse.
—Ah...no lo sé. Kanzaki-san me atendió y eso, pero debo ir a un hospital para descartar algo grave.
—¿Y qué haces aquí? Debiste ir directamente allá.
Aunque excluidos de la interesante conversación, el resto del equipo no se perdió palabra alguna, con la esperanza de captar algo que les explicara tan inusual escena ante ellos: Midousuji aparentemente preocupado por Onoda, escuchaba, no sin fastidio, las explicaciones de la famosa princesa de Chiba. ¿De qué se habían perdido?
—Es decir, no me molestaba...no tanto —decía el otaku con calma pese a sus ademanes nerviosos: la sonrisa pequeña y tiritante, las manos juguetonas entre sí y los zafiros falsamente al frente. Midousuji no dijo nada y algo en ese silencio le indicó que debía esforzarse por decir la verdad—. Quería ver a mis amigos...quería terminar la carrera —confesó al fin. Su sonrisa recobró algo de su luz—. Por cierto, lo hiciste muy bien, Midousuji-kun. Muchas felicidades.
Los compañeros del escalador se sintieron aún más fuera de lugar, como si no debieran estar ahí o al menos no oyendo aquella conversación; y sin embargo, ninguno se atrevía a moverse o decir algo para rescatar al resto. (Los hermanos Kanzaki parecían los únicos tranquilos con ello. Miki sonreía mientras guardaba el kit de primeros auxilios y Tooji miraba, sin disimular su curiosidad, al ciclista más alto). Al fin, un largo pigi se oyó por toda respuesta para asombro y terror de los otros ciclistas. La sonrisa de Onoda cambió a una resignada que pronto se borró cuando el más alto se inclinó sobre él y le dio un golpecito en la frente con el dedo corazón impulsado por el pulgar.
—Eres asqueroso. Eres el zaku más asqueroso que he conocido —sentenció con fastidio—. 'No me molestaba' —se mofó con voz chillona. Onoda apretó los labios como si quisiera contener la risa, y Midousuji lo notó, pues volvió a golpearlo en la frente—. Déjate de tonterías y ve al hospital, que es lo que debiste hacer desde el principio. Bastante queda con que no puedas correr mañana y quien sabe en cuánto tiempo más, Zakumichi.
—¡Hey! —Naruko no pudo contenerse por más tiempo para alegría del resto—. Ya te gustaría que fuera cierto. Onoda-kun estará bien para mañana. Así que no metas tu...tu enorme nariz de... reptil donde no te llaman.
Antes que alguien pudiera decir algo acerca del extraño "insulto" del pelirrojo, Midousuji siseó y giró a mirar al chico. Naruko mantuvo la mirada de aquellos enormes ojos violetas de parpadeó inconstante; tampoco se inmutó cuando el más alto empezó a andar hacia él con pasos lentos y desgarbados, que a cada movimiento iban dibujando una sonrisa que no tardó en alcanzar su forma más siniestra. De mero reflejo, Naruko tragó saliva pero se mantuvo firme en su sitio. Un amenazador giii escapó de labios del más alto, y cuando Naruko sentía las filosas palabras del chico, la voz de Onoda lo salvó:
—Akira-kun —"¿Lo llamó por su nombre!" Eran demasiadas emociones para un sólo día, y de todos, Teshima tenía cara de necesitar una taza de té con urgencia—. Iré enseguida al hospital. No es necesario que te enojes.
Midousuji miró por sobre el hombro al más bajo que hacía ademanes de querer incorporarse, notó la mueca de dolor del megane cuando intentó siquiera doblar la rodilla. Midousuji frunció el ceño ante esto y siseó un kimo antes de salir de ahí con pasos largos y rápidos. Onoda quiso seguirlo, detenerlo y decirle que todo estaba bien; pero, el dolor punzante de la rodilla le recordó que hacer y decir eran opuestos. No estaba bien, y no se sentía capaz de mentirle al alto ciclista. Obedeció a Miki cuando le pidió que se recostara de nuevo.
Fuera por la salida de Midousuji o la muestra de dolor del otaku, pero la vida pareció volver al lugar. Kaburagi soltó un grito en un intento de sacar todo la adrenalina acumulada; Teshima suspiró cansado mientras se dejaba caer en una silla cercana; y Aoyagi hizo otro tanto al acercarse a Naruko que de pronto se había puesto a reír escandalosamente.
—Onoda —Imaizumi se acercó al escalador. Y sin rodeos y sin poder ocultar el tono irritado de su voz, preguntó—: ¿Qué fue todo eso?
El de gafas lo miró con una expresión en el rostro difícil de descifrar, los ojos muy abiertos y con un parpadeo inconstante que lo hizo sentir incómodo. "¿Pero qué...?". Imaizumi preguntó lo que todos ahí querían saber, pero que de alguna manera no se atrevían a preguntar, pues temían que el sólo mencionar su nombre, trajera de vuelta a Midousuji. Pero al parecer también debían temer de la dulce princesa. Imaizumi se controló y esperó, fingiendo una silenciosa paciencia, pero lo único que obtuvo fue una dulce sonrisa.
—¿Podrías ayudarme? Necesito ir a un hospital.
Al parecer las sorpresas no paraban. Onoda era tímido para algunas cosas y preferías guardárselas, o excusarse con mentiras muy malas; sin embargo, era la primera vez que Onoda evitaba el tema de forma tan descarada. Tan evidente y tan dulce, pero cortante.
¿Qué rayos estaba pasando?
Espero que les haya gustado, es sólo el inicio de esta historia así que pueden esperar más cosas.
Respecto a la actualización, el fic lo tengo concluido sólo me hace falta la edición de cada capítulo. Así que no sufrirán tanto con la espera.
Siguiente actualización: 25 de noviembre.
Sin más, nos leemos la próxima.
