Simplemente: No me dejes dormir solo.
Sadiq
Jamás pensé que llegara a necesitarte, algo tan ilógico nunca se me pasó por la cabeza, que tenga ganas de ti es algo bastante absurdo, más que absurdo, estúpido.
No puedo evitar caer en la cuenta de que tu lado de la cama está preocupantemente vacío, a pesar de que solo llegaste a ocuparlo una única vez me parece que siempre has estado durmiendo a mi lado, descansando tras toda nuestra desenfrenada batalla de besos y caricias.
Un combate en el cual nos debatíamos básicamente por ver quién era el que se imponía ante el otro.
Sin embargo tras aquello debiste decidir que mi compañía no te era grata y te marchaste de mi apartamento sin siquiera dirigirme la palabra.
Me sentí tan degradado aquella noche que no fui capaz de dormir en la cama donde minutos antes me habías tomado, porque tu olor la impregnaba y no conseguía no pensar en ti.
Y lo peor de todo es que a pesar de que me hubieras tratado así mi persona no se daba el lujo de odiarte, no podía, simplemente.
Sabía de antemano que no eras una persona fácil y que para colmo no se te conocía precisamente por ser buen amante, pero no me importó.
Yo quería llevarte a mi cama, enredarte en mis sábanas y rendirme ante ti.
Me atraías demasiado, pensé que podía satisfacerme contigo como tú lo habías hecho, pero me equivoqué.
En estos momentos, mientras ruedo por la cama intentando en vano conciliar el sueño, me he dado cuenta de que Ivan Braginski me ha invadido de tal forma que no puedo sacármelo de la cabeza.
El fuerte olor a vodka de su aliento invade mis fosas nasales.
El sabor de sus labios se ha instalado en los míos.
Sus gemidos de placer permanecen en mi cabeza.
El tacto de su suave piel ha quedado grabado en mis dedos.
Por puro cansancio acabo cayendo en los brazos de Morfeo, abrazado a la almohada, pensando que quizá debí haberle pedido que se quedara conmigo aquella noche.
No se en qué momento de la noche noto que alguien se acurruca a mi lado en la cama, que me toma entre sus brazos y me acerca a él.
En un principio tengo miedo, es lo lógico.
No es normal que un extraño se meta contigo mientras duermes así por que sí.
Pero en cuanto inhalo su aroma y tanteo la bufanda alrededor de su cuello no me importa lo más mínimo que haya allanado mi apartamento, es él.
Está aquí, conmigo.
Y en esos momentos se encuentra besando mi frente, hundiendo su aguileña nariz en mi cabello para apoyar sus labios contra mi piel.
Entrabro los ojos, fingiendo que ha sido él quien me acaba de despertar.
Él sonríe, no con malicia.
Tiene una sonrisa tierna y un rostro bastante dulce.
Quiero quedarme así, para siempre.
-No quiero dormir solo, da –susurra contra mis labios.
Y me besa, sin venir a cuento.
Tardo unos segundos en reaccionar, apenas soy consciente de mi situación actual, estoy ensimismado.
-Yo tampoco quiero –le digo tras cortar el beso.
Él solo sonríe y me mira.
Consigue que tenga ganas de perderme en sus violáceos ojos durante toda la noche.
Debería odiarle tras lo que me hizo, tras como me trato, pero soy tan estúpido que pierdo mis formas ante su persona.
Consideraré esto un mal romance.
