Plus cautionis

Keiichi piensa, cuando ve a Takano Miyo por primera vez (en el primer mundo donde fue pieza del ajedrez blanco de la bruja de Bernkastel) que le gustaría conocer más mujeres mayores con esa frescura. Entonces analiza su postura, mientras ríe de sus chistes y felicita por dentro a Tomitake por semejante hallazgo. Tropieza con una frialdad felina en sus movimientos, en su postura al observarlos como si fueran especímenes en formol, en la risa que retiene su garganta y que seguramente se parece a la que lanzan las hechiceras malignas en los cuentos del folclore europeo que tanto interés sin motivo le despertaban cuando estudiaba en la ciudad. Por suerte Shion está ahí con él, para tomarle la mano y recordarle que no todas las mujeres le despiertan esa clase de inquietud. Algunas pueden tener al menos la intención de poseer una naturaleza benigna.