Todo era como él lo deseaba, su vida era perfecta, pero comenzaron a suceder cosas que le mostraron la realidad, algo que él no quería aceptar.
"Como un sueño"
Capítulo I: "Sorpresas"
-¡Morfeous!
Harry entreabrió los ojos con pereza. Ladeó la cabeza y palpó la mesa de noche. Alzó su mano cuando tomó el despertador y con la vista borrosa, ya que sus lentes estaban también sobre la mesa de noche, trató de observar la hora. Eran tan solo las doce de la noche. Se rascó la cabeza y dio un bostezo pequeño. Se acomodó en la cama y se quedó nuevamente dormido.
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-Harry, cariño, levántate son las diez – Sintió como lo remecían con delicadeza. Abrió un ojo y vio otro par que lo miraban con dulzura. – Acuérdate que a tu padre no le gusta el desayuno frío.
-Ya voy – Contestó con pereza y la voz ronca.
Luego se levantó de la cama, todavía con los ojos medios cerrados, y se dirigió al baño como pudo para lavarse la cara y luego ir nuevamente a su habitación para vestirse.
Al cabo de diez minutos, Harry estaba listo para ir a tomar desayuno. Caminó por el pasillo que separaba su pieza de la de sus padres, el baño y la escalera, y se dirigió hacia ella. Bajó afirmándose de la baranda. Cuando estuvo abajo, se dirigió a la cocina, donde su padre y su madre lo esperaban sentados en la mesa.
-Buenos días, dormilón – Dijo su padre sonriéndole.
-Buenos días – Dijo Harry, acercándose y besándole la mejilla, luego hizo lo mismo con su madre. – ¿Alguna noticia nueva?
-Te llegó una lechuza de la Madriguera.
-¿De Ron?
-Si.
-¿Dónde está la carta?
-Sobre la mesa de la entrada, pero la lees después del desayuno – Ordenó su madre, viendo las intenciones de su hijo de pararse de la mesa.
-Está bien – Dijo resignado.
Tomaron desayuno tranquilamente, hablando y comentando lo que había sucedido en Hogwarts ese año, ya que solo llevaba dos días de vacaciones en casa.
-¿Qué planes me tienen para el verano? – Preguntó contento.
-Ya veras – Le dijo su padre en tono de misterio.
-No seas malo, James – Le reprochó Lily.
-No soy malo, es solo que no quiero arruinarle la sorpresa a Harry – Dijo defendiéndose. – Permiso, tengo que mandarle una carta a Sirius, me dijo que vendría – Se levantó de la mesa y se dirigió hacia la biblioteca de la casa.
-¿Sirius viene? – Preguntó emocionado.
-Si.
Harry sintió una oleada de felicidad en ese momento; su padrino vendría a la casa, y de seguro se quedaría un par de días a dormir en ella.
Siempre lo pasaba bien con su padrino, el mejor amigo de su padre. Vivían haciendo estupideces y le encantaba que su madre los reprochara, lo encontraba entretenido. Una sonrisa se dibujó en su rostro al acordarse de un par de bromas que habían hecho hace un verano atrás.
-Permiso mamá, iré a leer mi carta – Dijo rápidamente, al acordarse que Ron le había escrito.
-Bueno, ve.
-Gracias – Diciendo esto se paró de la mesa y besó a su madre en la mejilla.
-De nada.
Caminó hacia la entrada de la casa, pensando en el verano que tendría por delante. Se imaginaba que la carta de Ron trataría sobre la Madriguera, invitándolo a él y a Hermione a disfrutar un gran verano. Otra sonrisa se dibujó en su rostro. Sus dos mejores amigos y su familia lo eran todo para él, daría lo que fuese por ellos.
Buscó sobre la mesa la carta que le había llegado. Cuando la vio la cogió y se fue directo hasta su habitación para leerla.
Se sentó en su escritorio, desenrolló el pedazo de pergamino y leyó:
Harry,
¿Qué tal todo amigo? Acá todo está normal, excepto Fred y George que siguen tratando de hacer todo lo posible por enfadar a mamá con lo de su tienda de chascos e insisten en hacer experimentos a escondidas de ella. Pero bueno…
¿Cuándo te vienes para la Madriguera? Ya no hallo las horas, amigo, tenemos mucho de que hablar ¿no? Bueno… Espero tu respuesta pronto, y habla con tus padres para que te pongas de acuerdo con el día y la hora para esperarte.
Un abrazo,
Ron.
Dejó el pergamino sobre el escritorio, el cual se enrolló levemente, sonrió pensando en cuando vería a su amigo.
Sintió unos pequeños golpeteos en la ventana de la pieza, miró con atención para ver lo que ocasionaba ese ruido y se impresionó al ver que era una lechuza parada sobre el alfeizar de la ventana, que él no conocía. Abrió la ventana para darle paso. La pequeña lechuza entró agradecida, se posó sobre el escritorio y levantó la patita para que Harry retirara el pergamino que ésta traía.
Desplegó cuidadosamente el pergamino y se alegró al reconocer la letra de Hermione.
¡Harry!
¿Cómo estás? Espero que bien.
Supongo que nos veremos en la Madriguera ¿no? Yo llegaré un poco tarde, porque con mis padres iremos a ver a mis abuelos, pero llegaré.
Bueno, cualquier cosa, mándame una lechuza.
Cuídate mucho y nos vemos pronto. Te quiero mucho.
Besos y abrazos para ti y tus padres.
Hermione.
Sonrió nuevamente, pensando en cuando la vería a ella… De pronto sintió unas pequeñas cosquillas en su estómago, pero esa sensación le agradaba, no sabía por qué, pero le gustaba.
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-¡Sirius! – Gritó Harry, y corrió para abrazar a su padrino.
-¿Cómo está el ahijado mas matador de todos?
-Sirius – Dijo Lily en tono de advertencia.
-¿Qué? Si Harry es todo un galán como su padrino – Infló el pecho con orgullo.
-¿Y que hay del padre? – Dijo James resentido.
-Basta los dos. No perviertan con sus estupideces a Harry.
-Ay, mamá, ya tengo 16 años, estoy en edad de saber de galantería.
Sirius, James y Harry rieron al ver la expresión que puso Lily. Al fin y al cabo, Harry ya estaba en la edad suficiente para saber de galantería. Hace dos años había estado con Cho Chang, la buscadora del equipo de Quidditch de Ravenclaw y el anterior con Ginny, la hermana de Ron. Aunque no se considerara un experto en conquista y en amoríos, por lo menos tenía lo suyo en lo que respecta a eso; varias chicas lo seguían a donde fuese para pedirle una cita.
Nuevamente sintió esas fastidiosas pero a la vez gratificantes cosquillas en el estómago; Hermione siempre ponía cara de fastidio cada vez que una chica se acercaba a Harry para pedirle que salieran, y Ron solo le daba palabras de ánimo para que fuera.
En realidad, Harry no sabía el motivo por el cuál siempre les decía que no a todas ellas.
-Harry ¿Qué tal si jugamos Quidditch en el patio? – Preguntó su padre, sacándolo completamente de sus pensamientos.
-¡Ya! – Dijo Sirius emocionado.
-¡Buena idea! – Dijo Harry sonriendo.
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Los días siguientes fueron muy gratificantes para Harry; disfrutó cada momento con su padre y con Sirius jugando Quidditch, haciendo ejercicio y además, entrenándose con hechizos de defensa, ya que su padre quería que fuese el mejor Auror de todos los tiempos.
A pesar de esos últimos excelentes días, Harry se sentía un poco abandonado por parte de sus dos amigos. No había recibido carta de ellos en una semana completa, y cuando envió a Hedwig a la casa de Ron y luego a la de Hermione, no recibió respuesta alguna.
Estaba tirado sobre la hierba mirando las estrellas y pensando. Sirius y James fueron hasta donde estaba él y se sentaron cada uno a un lado. No dijeron nada, pero lo observaron. Harry no quería que lo miraran y tampoco quería mirarlos.
-¿Qué pasa, hijo?
No sabía si responderle o no. No quería pasar por frágil frente a su padre y Sirius, pero después llegó a la conclusión de que su padre tenía todo el derecho de saber sus penas y qué cosas pasaban por su mente en esos momentos. Después de todo, ellos dos lo conocían bastante.
-Na-nada… Bueno, si… Es solo que me siento un poco abandonado por parte de Ron y Hermione.
Sirius y James intercambiaron miradas, lo cual Harry no pasó desapercibido, pero no dijo nada.
-No pienses eso, ellos te quieren mucho – Dijo nervioso James.
-Si, además, puede que estén un poco ocupados, eso es todo – Sugirió Sirius.
-Pero… ¿no tienen ni un minuto para mandarme una carta? Ya les he enviado dos cartas a cada uno y no he tenido respuesta.
-Ya responderán, dales tiempo.
Harry no dijo nada, solo cogió una piedra que se encontraba a su lado y la lanzó con fuerza contra un árbol, lo cual produjo que Hedwig volara enojada por el susto, gorjeando a todo lo que podía.
Cerró fuertemente los ojos y apretó los puños, tratando de descargar un poco la rabia contra él mismo y no gritar descontroladamente. Luego se paró y comenzó a dar vueltas por todo el patio. Finalmente camino hasta la casa y se metió en ella.
-Se irá a la ducha – Escuchó que decía su padre. "¡Por qué mierda me conoce tanto!" Pensó. Pero era verdad, iría a la ducha.
Subió al cuarto de baño y prendió el agua caliente, llenó la tina, se desvistió y se metió en ella.
Dio un suspiro al sentir el agua caliente sobre su cuerpo. No había nada mejor que una tina caliente para esos momentos, eso siempre lo relajaba.
-Basta de ser tan mierda contigo mismo y con la gente que te quiere – Se reprendió. Después de todo, ellos no tenían la culpa de que sus dos mejores amigos no le respondieran. Quizás Sirius tenía razón, podía ser que sus dos amigos estuviesen ocupados realmente ¿o no?... ¿Estaban ocupados, como decía Sirius¿O solo lo querían hacer enfadar?
Salió de la tina, sacó el tapón que la mantenía ahí, luego se puso una toalla amarrada sobre su cintura y caminó hasta su habitación para vestirse.
A los minutos, bajó con la toalla en la mano, para colgarla cerca de la estufa. Mientras pasaba por la cocina, oyó voces susurrando algo que él no entendía. Entró en ella para saber que estaba pasando.
Su madre, Sirius y James estaban conversando, y cuando vieron que Harry entraba en la cocina, se callaron inmediatamente y lo quedaron mirando.
-¿Qué pasa? – Preguntó Harry.
-¿Por qué habría de pasar algo, hijo? – Preguntó Lily.
-No lo sé.
-No pasa nada, hijo… ¿Quieres algo de comer?
-Si, por favor – Dijo mientras se sentaba y los miraba con cierta desconfianza. "¿Qué estarán planeando?"
Sintió el olor a comida. Bajó la mirada. Tomó el tenedor y la cuchara. Con cuidado comenzó a enrollar los tallarines y, al ver que estaban bien, se los metió en la boca. Alzó una ceja al ver que sus padres y Sirius lo miraban. Tragó.
-¿Sucede algo?
-No, hijo. Come tranquilo – Le dijo con dulzura Lily y él dejó los servicios a un lado. Colocó sus brazos sobre la mesa y miró a los tres adultos.
-No comeré hasta que me digan lo que pasa.
-Bueno, estamos viendo la posibilidad de ir a ver el campeonato mundial de Quidditch.
-Pero si fue hace dos año, es imposible – Dijo de forma fría y calculadora, haciendo que a los otros tres les palideciera el rostro.
-Eh bueno… habrá un baile y se reunirán todos los magos y sus familias y estábamos viendo como ir. Eso es – Le dijo Sirius.
-¿Y por eso tanto misterio?
-¿Misterio? Yo no he sentido misterio – Sirius se colocó con la mano arriba de sus ojos y comenzó a mirar hacia todos lados, como si estuviera buscando algo. – Yo no veo el misterio, ahijadito.
Alzó una ceja y luego sonrió. Sirius siempre le sacaba una risa de vez en cuando y, aunque lo odiase, cuando él quería estar serio. Se metió un poco de tallarines a la boca y se limpió con la servilleta los restos de salsa que le quedaron en la comisura de sus labios.
-¿Y cuándo será el baile?
-Dentro de unas semanas. Creo que dos – Dijo pensativo James.
-¡Debemos ir a comprar vestimenta! – Gritó entusiasmada Lily, mientras era mirada por los tres hombres. - ¿Qué¿Acaso no puedo entusiasmarme? Hace mucho que no voy a comprar túnicas nuevas.
-La verdad es que no me vendría nada de mal comprarme una nueva túnica de gala – Dijo Harry pensativo. – Y un par de zapatos nuevos – Agregó alzando un dedo.
-Vamos mañana, cuando lleguen…
-¡Cuando lleguen las cartas que enviamos pidiendo las entradas de la fiesta! – Gritó James, interrumpiéndola.
-Eh… Está linda la noche¿por qué no vamos afuera y hacemos una linda fogata? – Sugirió Sirius rápidamente.
-¡Buena idea! – Corroboró James, mientras se paraba de la silla.
"Qué par de idiotas" pensó Harry mientras hacía un enorme esfuerzo por no reírse y ellos caminaban en dirección al patio.
Cuando terminó de comer, Lily hizo desaparecer el plato con una sacudida de su varita. Luego le dijo que fueran para afuera a acompañar a su padre y Sirius en la súper fogata entretenida. La verdad es que él no podía estar triste en esos momentos, ya que, estando con ese par de 'idiotas' hablando estupideces, era imposible estarlo. Sin embargo, aun estaba algo resentido.
-Creo que me iré a la cama – Dijo después de una hora.
-Está bien – Dijeron los tres al mismo tiempo.
-Buenas noches, mi cielo – Dijo Lily con dulzura y lo besó en la mejilla.
-Que descanses, príncipe – Dijo James y lo besó en la frente.
-Dulces sueños – Dijo Sirius.
-Adiós – Dijo y se fue caminando a paso lento hasta la casa.
Se metió en la cama, cogió el primer libro que pilló sobre su mesa de noche y se dispuso a leer un rato, puesto que no tenía tanto sueño. Trató de concentrarse pero no podía. Dejó el libro de lado y comenzó a observar su habitación.
Era grande, tenía un enorme guardarropa frente a la cama, un escritorio y un librero, el cual estaba lleno de toda clase de libros. Sonrió al imaginarse a Hermione lo que le diría si viera toda esa cantidad de libros, ya que ella y Ron nunca habían ido a su casa, y el tiempo que pasaría encerrada en la habitación de él, leyendo.
También tenía pegado en la pared un enorme dibujo de una snitch dorada y un banderín con el león de la casa Gryffindor, además de un par de fotos donde estaba con sus dos amigos y otra donde salían los tres junto con Hagrid y, mirando esa foto, se quedó dormido.
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-Mira si no se ve como un angelito.
-Eh… Si.
Harry entreabrió un ojo y la luz del sol le obligó a cerrarlo. Hizo el segundo intento, parpadeando muchas veces, hasta que se acostumbraron a la luz. Borrosamente vio dos figuras paradas frente a su cama, observándolo.
-Buenos días, amor – Dijo la dulce voz de Lily.
-Hola – Dijo con voz ronca.
Buscó a tientas sus lentes, que estaban sobre la mesa de noche y se los puso. Observó bien la habitación, y se sorprendió cuando vio a Hermione parada al lado de su madre, mirándolo con timidez. Una enorme sonrisa se le dibujó en los labios, se paró de la cama de un salto y abrazó a Hermione tan fuerte que casi la parte por la mitad.
-Bueno, yo los dejo. Los llamaré cuando esté listo el desayuno – Dijo Lily e inmediatamente se separaron ruborizados.
-Bu-bueno – Dijo Harry un poco avergonzado.
-Gracias, señora – Dijo Hermione igual de avergonzada.
-No hay de que, cariño – Le dijo, mirándola tiernamente, luego se fue de la pieza.
Al principio se quedaron callados. Harry sentía tanta vergüenza que era incapaz de sostener por mucho tiempo su mirada con la de Hermione.
Nuevas sensaciones enajenantes sintió en su estómago. Puso una mano en él y se apretó con fuerzas, deseando por primera vez, que desaparecieran.
-¿Qué pasó? – Preguntó preocupada Hermione, al ver como Harry se apretaba el estómago.
-Nada – Mintió – Solo un pequeño retorcijón.
-Ah…Bien – Sonrió – ¿Cómo estás? – Pregunto animada.
-Sorprendido – Dijo sin rodeos.
-Me imagino.
-Bueno, esperaba verte en la Madriguera.
-Ah… si, es que tu padre me envió una lechuza, en la que decía que me estaba invitando a pasar parte del verano acá. Además me dijo que no te dijera nada, por que era sorpresa.
-¿Por eso no me enviabas cartas?
-Si – Dijo ruborizándose nuevamente.
-Malditos… – Murmuró.
Se miraron fijamente unos segundos y Harry no pudo reprimir una enorme sonrisa. Se veía tan radiante ahí parada, con unos jeans y una polera con tiritas, que le marcaban su esbelta figura.
Por primera vez en su vida, Harry se dio cuenta de lo hermosa que era su amiga.
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Después del enorme desayuno que Lily les tenía preparado y que con mucho gusto se comieron, Harry y Hermione salieron a dar vueltas por el valle de Godric, ya que era la primera vez que ella iba para esos lados.
Caminaban, hablan, reían y Harry no podía evitar darse cuenta que la sonrisa de su amiga le hacía verse más linda de lo que normalmente era. Otra vez, esas malditas cosquillas o lo que fueran, volvieron a atormentarlo. Puso nuevamente sus manos en el estómago y se apretó con más fuerzas que la primera vez, ya le estaban resultando fastidiantes.
-¿Otra vez retorcijones? – Preguntó Hermione, ya que nuevamente se dio cuenta del gesto de Harry.
-Si – Mintió nuevamente.
-Debería consultar un libro de antídotos para el dolor de estómago – Dijo más para ella que para Harry.
-No, no, no… No es necesario, gracias – Dijo poniéndose colorado.
-Cómo quieras, pero después no te andes quejando de que te duele el estómago.
-¡No me quejo! – Dijo sentido – Solo lo apreto, es muy diferente.
-Ya, está bien, está bien – Dijo levantando las manos, como indicando que ella no era culpable de nada.
¿Qué significaban aquellos "retorcijones" que sentía? No sabía cómo explicarlo y por alguna razón no quería mencionarle a Hermione que él no tenía idea de por qué le sucedía eso, por eso era más fácil decirle que solo eran retorcijones comunes y corrientes.
De pronto se puso a recordar una cosa: Cuando estaba con Cho Chang y Ginny sentía casi lo mismo, eran menos intensos, pero igual de molestosos. ¿Qué significaban entonces? No lo sabía, pero por el momento no le interesaba mucho averiguarlo.
Siguieron caminando por el Valle, disfrutando de los rayos del sol que comenzaban a pegar con fuerza sobre ellos. Harry ya estaba acalorado, así que se sacó el polerón. Al quitárselo, la polera se le levantó un poco mostrando su desarrollado abdomen. Se dio cuenta justo a tiempo que Hermione se le quedó mirando fijamente esa zona, lo cual le incomodó un poco, pero a la vez le agradaba y le subía el ego el saber que por lo menos era atrayente hacia su amiga.
-¿Volvamos a la casa? – Dijo Harry.
-¿Ah? – Preguntó Hermione, pegando un pequeño saltito.
-Te pregunto si volvemos a la casa – Repitió lentamente.
-Bueno, de todas maneras ya tiene que haber lle… – Se quedó callada.
-¿Haber qué? –
-Nada, nada… Vamos – Le dijo nerviosa y lo cogió de una mano, conduciéndolo por el camino.
Se fueron todo el camino tomados de la mano y pareciera que ninguno de los dos se hubiese dado cuenta, ya que llegaron hasta la casa y cuando entraron, Sirius se dio cuenta de la pequeña unión de ellos y no paró de molestarlos en todo lo que restaba de la tarde, haciendo que ambos evitaran sus miradas y se pusieran colorados cada vez que se dirigían la palabra.
-Manitos – Susurró Sirius, moviendo sus dedos.
-Cállate – Le espetó Harry entre dientes. Mientras movía la reina del tablero de ajedrez mágico.
-Vamos, yo sé que te gusta¿por qué no le cuentas a tu padrino favorito?
-No me gusta – Dijo también en voz baja.
-Que sí.
-¡No me gusta! – Gritó Harry, harto de que su padrino lo molestara. Todos los que estaban ahí en la sala, se quedaron mirándolo.
-¿Qué no te gusta? – Pregunto su madre. Que estaba de lo más entretenida tejiendo gorros de lana con Hermione y hablando cosas de mujeres.
-Eh… no me gustan los riñones de cerdo – Mintió. Sirius soltó una risotada.
-¿Qué es tan gracioso? – Preguntó James, que leía concentrado el Profeta.
-Mm… No, nada – Dijo Sirius, al ver la mirada amenazante de Harry hacia él.
Harry observó de reojo a Hermione, que casualmente había levantado la vista hacia él, y se dio cuenta que también estaba igual de colorada, ya que ella había entendido perfectamente de qué estaba hablando Sirius. Pero en ese preciso momento, en una milésima de segundo, Harry sintió que habían compartido algo más que la vergüenza. Habían compartido otra sensación, una muy fuerte y poderosa.
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Eran las ocho de la noche, ya habían cenado y se encontraban completamente agotados por la enorme caminata que habían tenido en la mañana y en la tarde después del almuerzo. Bueno, la verdad es que más que caminatas fueron carreras, ya que jugaban un juego muggle llamado 'la pinta', el que consistía en que uno tenía que arrancar del otro, hasta el momento en que el que perseguía tocara alguna parte del cuerpo – espalda, hombros, brazos, cabeza – y dijese 'pinta' para luego arrancar hasta ser pillado.
A las nueve menos cinco, la también inesperada llegada de Ron, hizo que se le subiera bastante más el ánimo, puesto que Sirius lo había estado molestando todo el tiempo con lo de las 'manitos' y aquello había hecho que estuviese todo el rato enojado con su padrino.
-¡Harry! – Gritó Ron, desde la chimenea cuando llegó.
-¡Hola, Ron! – Dijo Harry y caminó hasta donde él estaba. – ¿Cómo estas?
-Bien… Vaya Harry, has crecido.
-Tú también has crecido mucho.
-Hola, Ron – Dijo Hermione, que apareció por la puerta de la cocina.
-¡Hermione! – Dijo Ron – ¿Cómo estás?
-De maravilla ¿y tú?
-Muy bien. Oye Harry, mi madre te ha enviado esto – Le entregó un paquete – Y a ti esto – Le entregó otro a Hermione.
-Gracias – Dijeron al unísono.
Al rato, se fueron para la cocina, donde estuvieron conversando con los padres de Harry y con Sirius que, para variar, hablaban puras estupideces.
Harry estaba disfrutando mucho ese momento. Por fin estaba con sus dos mejores amigos y además con sus padres y padrino. Por fin comenzaba a saborear el verano y tenía el leve presentimiento de que sería el mejor de todos los que haya tenido.
Después de una hora, la madre de Harry les dijo que fueran a dormir, puesto que al día siguiente les esperaba un paseo al lago y tendrían que levantarse muy temprano para 'aprovechar el lindo día' como dijo Sirius.
-Les puse una cama a cada uno al lado de la de Harry – Dijo Lily – ¿no te molesta dormir con dos hombres Hermione? – Preguntó después.
-Eh… No, no tengo problemas – Dijo, algo nerviosa.
-Bien entonces, vayan a la cama que son las diez y media.
-Buenas noches, señora – Dijo Hermione.
-Buenas noches, cariño – Dijo ella dulcemente.
-Adiós a todos – Dijo Harry, muerto de sueño.
-Buenas noches – Dijo Ron.
-Descansen – Dijo James.
-Si, eso mismo – Dijo Sirius, que estaba sentado, quedándose dormido sobre la mesa.
Subieron las escaleras y se introdujeron en la habitación de Harry. Dos camas extras habían sido puestas al lado de la de él. Caminó somnoliento y se dejó caer pesadamente sobre su cama, dio un largo bostezo y luego miró a Ron.
-Tú duermes en la cama de allá – Le dijo apuntando la que estaba en el otro extremo, aunque no sabía por qué lo había dicho.
-Está bien, solo quiero do-dormir – Dijo dando un pequeño bostezo.
-Iré a cambiarme – Dijo Hermione y salió de la pieza.
Con mucha calma, Harry sacó el pijama de debajo de la almohada, se desvistió y luego se lo puso. A los cinco minutos, entra Hermione con un pijama de pantalón corto y polera con tiritas. La miró de pies a cabezas y se sonrojó. Aquel pijama le sentaba bastante bien y podía observar sus piernas con lujo de detalle. Tragó nervioso y tuvo que mover un poco el cuello de su pijama, ya que se sentía sofocado e hizo un sonido que se parecía a un "¡Uf!". Entrecerró los ojos, como si así la pudiese ver mejor. Las tiritas se le habían bajado y ahora estaban en el costado de sus hombros, dejando ver la empezada de sus senos. Harry carraspeó nervioso y respiro profundamente.
Hermione lo miró y pudo ver como la mirada de Harry se encontraba levemente desviada hacia ella y…
Se sonrojó con demasía. Subió con rapidez y torpeza las tiritas y se aseguró de que nada estuviese fuera de lugar. Tragó y se apresuró en llegar a la cama que estaba al lado de la de Harry.
-Buenas noches – Dijo de forma rápida y se sumergió entre las sabanas.
No escuchó respuesta alguna, aunque los ronquidos de Ron eran bastante... prominentes. Se descubrió un poco, dejando que tan solo sus ojos castaños observaran el lugar. Suspiró con alivio al ver que Harry ya no la miraba y que casi estaba durmiendo.
-Errr… Hermione.
-¿Si?
-Yo… – Miró hacia varios lados sin saber que decir. – ¡Buenas noches! – Dijo y se cubrió entero.
-Buenas noches – Dijo en un murmuro y riendo en sus adentros.
Fin capítulo
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Bueno, este fue el primer capítulo. Espero que les haya gustado y dejen reviews, así continuaré el fic más rápido y ya verán como las cosas se pondrán buenísimas nn
Un saludo a todas(os) y espero que estén en perfectas condiciones para leer el proximo capítulo
Au revoir
