Ran: ¡Buenas a todos! Dejar claro que este fanfic es una segunda edición del original del mismo nombre, que aún podéis encontrar en esta cuenta.
Como la primera edición estaba muy obsoleta y 'mal escrita' desde mi punto de vista, decidí reescribirla... a veces hay que ir hacia atrás para mejorar, ¿no es así?
Sin embargo, no quise borrar el fic antiguo, aunque no me agrade demasiado, sigue siendo mío, y vosotros podéis seguir disfrutando de él, o compararlo con este nuevo ;)
Por otra parte, este fanfic es un crossover, es decir, tiene influencias de dos series diferentes: Inazuma Eleven y Saiyuki. Pero no os preocupéis si no os gusta alguna de las dos, podeis 'saltaros' los capítulos referentes a la serie que no os agrade, aunque no lo recomiendo, pues leyendo la totalidad de la historia es como uno se entera de todo lo que está pasando en la misma.
Sin más dilación, aquí está el capítulo introductorio.
1. Un accidente afortunado:
"¿Nunca has pensado que este mundo no es para ti?"
Era verano. El dorado sol se levantaba grandioso y ardiente sobre el cielo de Japón.
Un pequeño coche azul como ese cielo se veía desde las alturas. En él viajaban tres chicas comunes, con sus sueños, sus metas, sus problemas, tres chicas normales a las cuales el destino ofrecerá una nueva e inesperada oportunidad.
Una rubia bajó la ventana del auto. El cabello dorado le resbalaba por los hombros y pecho hasta llegar a tocar el asiento del conductor. El ambiente era tan sofocante que sentía sus manos pegadas al volante a causa del sudor.
-¿Falta mucho para llegar? -sus ojos color miel echaron un rápido vistazo por el espejo para ver como dos chicas menores que ella le daban una mirada inquisidora. Una de ellas era casi tan morena como una nativa de Osaka y en su pelo negro brillaban una serie de mechas moradas. Sus orbes azabaches estaban ligeramente entrecerrados y una pequeña arruguita se notaba en su ceño. La chica a su lado tenía el largo cabello castaño recogido en dos altas coletas, y miraba a su hermana mayor con sus grandes ojos rojos llenos de cansancio y aburrimiento.
-Ya os advertí que serían seis horas de Miyavi a Tokio -explicó de nuevo volviendo su mirada a la carretera- aguantad un poco más.
-Eso lo dices porque estás muy cómoda ahí delante sola. Ryuusei y yo estamos rodeadas de equipaje -contestó indignada la pelinegra.
-De cualquier modo... os dije que trajerais solo lo necesario -suspiró levemente para luego recibir unas indignadas miradas de las otras dos.
-¡Mi Hiro-chan es muy importante! -replicó la de orbes escarlata aplastando contra sí un enorme peluche que reposaba en su regazo- me acompaña cuando estoy sola y me aconseja cuando lo necesito.
-Y yo necesito a mi pequeño Shirou para dormir -continuó la de ojos negros- además, las consolas son imprescindibles cuando se va de viaje -añadió intercambiando una mirada de comprensión con la castaña.
-Amén -concluyó la otra afirmando levemente con la cabeza.
-Además Ran, tu estúpida espada ocupa mucho más espacio que nuestras cosas -contraatacó volviendo su dedo índice hacia la rubia.
-¡Bien dicho Yukiko! -apoyó a la de cabellos azabache levantando el peluche.
-Oh vamos, estáis exagerando -se defendió- y ya sabes Ryuusei, que mamá no dejaría la katana en casa...así que no tengo más opción que llevármela.
-Mmm... Conociéndola acabaría por tirarla o venderl- ahh -se agarró al asiento sujetando fuerte al pelirrojo sintético, el auto se había sacudido tan violentamente que todas sus pasajeras saltaron en sus asientos a pesar del cinturón de seguridad.
-¿Qué ha pasado? Ran, ¿no vas muy deprisa?
-Ahora que lo dices... es cierto pero... -se interrumpió con la tez pálida.
-¿P-pero...? -preguntaron con temor observando cómo la rubia manejaba todos los controles con rapidez y ansiedad- ¿qué está pasando?
-Es... imposible... no he subido de velocidad en ningún momento... -susurró más para sí misma.
-¡Espera! ¿Y no puedes detenerlo? ¡¿Vamos a morir aquí?!
-Escuchad, esta es la situación... los mandos no responden, ni siquiera el volante... y cada vez vamos más rápido... -explicó con la voz quebrada- por ahora vamos en línea recta, pero en cualquier momento la carretera podría girar...y ahí terminaría todo -se viró para verlas con expresión temerosa pero con decisión- tenemos que salir de aquí.
Todas se volvieron hacia las puertas del auto, solo debían abrirlas y saltar fuera de esa maldita máquina diabólica. Cargaron las mochilas a sus espaldas y entonces las abrieron, no sin recibir una gran resistencia debido a la velocidad a la que iban. Podían sentir los latidos desbocados de sus corazones, el viento furioso pegándoles en el rostro, y una mezcla de formas y colores imperceptibles allá donde estarían los árboles a ambos lados de la carretera.
Se miraron entre ellas, manteniendo la respiración, y asintieron para inmediatamente coger impulso con las piernas y saltar.
"¿Y si te dieran la oportunidad de viajar a otro mundo?"
