Porque la vida/historia no fue muy justa con él.
Y porque Suzanne Collins es dueña de todos los personajes, yo sólo quise rellenar los huecos.
OXÍGENO
Vuelve a echarse hacia atrás con el cuerpo pegado al tronco del árbol. Sabe que su madre no puede con todo sola y que además debe descansar; casi puede ver a Rory molestar a Vick haciéndole llorar, la pila de ropa que su madre tendrá que lavar para poder sacar la comida de la semana, las lágrimas furtivas que seguramente bajan por sus mejillas, casi escucha el llanto del bebé pidiendo atención… pero permanece en el mismo sitio, escondido detrás del árbol.
"Sólo un poco más. Un rato más", piensa, como si pidiera permiso a Hazelle, su madre, para llegar tarde. Por un segundo se siente un idiota desconsiderado con su familia, cosa que en definitiva no es, pero no puede evitar la desconfianza y la curiosidad. La primera es clara y justificable, si alguien rondaba por ahí debía ser más cuidadoso con las trampas no porque temiera colgar a la presa equivocado sino porque corría el riesgo de perder las correctas. Por muy pobre y hambriento que estuviera él detestaba el robo y no estaba dispuesto a que alguien le quisiera ver la cara de imbécil. La segunda, por supuesto no deseaba admitirla porque al mismo tiempo le parecía divertido, irónico e imposible. ¿Una niñita andando por ahí sola en el bosque? ¡Claro, no me jodas! Esperó pacientemente un minuto, dos, diez, media hora para descubrir al autosuficiente adulto que se había introducido tan dentro del bosque con esa niña, sin embargo éste nunca apareció, entonces volvió la desconfianza porque si se atrevía a tocar una de sus presas… Ella se acerca a las trampas arrastrando un saco pequeño del que asoma la cola de una ardilla y la tierra de algunas raíces, él entrecierra los ojos preguntándose cómo habrá obtenido al animal enojándose al pensar que no es el único que sabe el arte de usar lazos para diseñar trampas, porque las plantas, bueno, la ha estado observando lo suficiente para ver que las ha ido cortando no como quien corta una flor, sino como quien sabe qué corta y para qué lo hace. Cuando ella se detiene frente al conejo que había caído en una de las trampas que él había tardado en armar Gale tensa el cuerpo haciendo que los conejos que lleva colgados del cinturón reboten en su cadera.
"Que no se atreva…", piensa apretando los dientes. Continúa observándola mientras ella disminuye la distancia que la separa del conejo. Piel aceitunada y cabello trenzado, lleva puesta una cazadora que le queda enorme haciéndola ver más pequeña de lo que es, botas de caza descocidas que dejan ver uno de sus calcetines y complexión delgada; hasta que toca el conejo con la punta de los dedos la reconoce: es la misma niña que estuvo a su lado en enero, cuando en el Edificio de Justicia recibió de manos del alcalde la medalla al valor en honor a su padre quien había estallado en mil pedazos en la mina. Igual que el padre de esa niñita. El repentino enojo se esfuma en un instante y la rabia que llevaba meses anclada en su pecho le da un respiro que lo desconcierta, incluso la tristeza que se esforzaba en ignorar de pronto se hace menos pesada ante la sola idea de que no sólo a él le pasaban las cosas. Es un pensamiento egoísta y lo sabe, pero se siente bien saber que no sólo él se siente vacío, no sólo él se siente solo, burlado e impotente, no era el único que debía apañárselas solo para alimentar a su familia.
El instinto territorial lo empuja a salir de su escondite con el firme propósito de dejarle claro que no debe meterse con lo que no es suyo. Debe admitir que también lo hace para asustarla.
_ Eso es peligroso _ dice con una voz grave que no se conocía. Internamente sonríe agradeciendo a la pubertad por esa arma capaz de amedrentar a cualquiera.
Ella suelta el conejo dando un salto hacia atrás con sorpresa. Lo mira unos segundos tal vez comparando sus oportunidades contra él por si finalmente decide hacerse la valiente y huir con las presas que no le corresponden. ¡Pobre mocosa! Con esfuerzo su cabeza llega por encima del ombligo de él y es tan delgaducha que no tiene la mínima oportunidad. Gale le pregunta su nombre con la misma voz grave.
_ Catni…
¡Qué nombre tan raro… horrendo! Ella habla con voz tan queda que le es imposible entenderla del todo. ¿Estará asustada? Pero estos meses sin su padre le han enseñado a no fiarse de nadie, ese anciano idiota del Quemador que le había cambiado 5 ardillas por leche rancia hacía varias semanas le había hecho aprender la lección sobre la confianza: no existía tal cosa. Niñita o no, podía ser una ladrona, así que se acerca y descuelga el conejo de la trampa con el cuchillo, colocándolo junto a los otros que lleva en el cinturón.
_ Bueno, Catnip, robar está castigado con la muerte, ¿no lo habías oído?
Ella parece repentinamente enfadada y eso le causa gracia. ¡Vaya crío!
_ Katniss _ dice en voz más alta ("Igual es horrendo", piensa él)_. Y no estaba robando, sólo quería echarle un vistazo a tu trampa.
_ ¿Entonces de dónde has sacado la ardilla?_ ¿Estaba intentando mentirle o de alguna forma él no había notado que ella ya había hurtado sus presas?
_ La maté con el arco _ responde ella muy segura dedicándole una mirada penetrante y desafiante. Él arquea las cejas levemente notando el rudimentario arco que la niña lleva al hombro y una repentina envidia le invade. ¡Qué ganas de hacerse de uno como esos! Se encuentra preguntándose cómo demonios había hecho esa diminuta y enclenque niña de la Veta para adquirir uno. ¿Lo había fabricado ella misma? Al parecer no era el único que tenía secretos.
_ ¿Puedo verlo?
_ Si _responde ella dándoselo_, pero recuerda que robar está castigado con la muerte.
Es involuntario, con los dedos callosos acariciando el arco, sus labios se curvan en una sonrisa ante el sonido de sus propias palabras ahora en voz de la niña. Y la sensación es extraña y placentera, pacífica, hasta los músculos de su rostro se sienten extraños y agradecidos por la sonrisa que hacía tantos meses no aparecía en su cara. No se toma la molestia de ocultarla porque una súbita alegría lo invade al comprobar que se trata de un arco de verdad, uno que sirve, no como las fallidas armas que él intentó fabricar los primeros meses. Le pregunta en dónde lo ha conseguido aceptando en voz alta que desea uno aunque fuera un objeto ilegal en el distrito. Lo que ella le responde es lo más raro y al mismo tiempo inquietante: ella le conseguirá uno siempre y cuando él le enseñe a montar una trampa decente para poder atrapar no uno, sino más de 5 conejos al día y poder llevarlos a casa para comer. Él no recuerda a la familia de la niña pero le parece injusto, exactamente como en su caso, que ella tenga que llevar la comida a su casa siendo tan pequeña.
_¿Aceptas o no? _ le apresura ella con impaciencia.
_ Sólo unas semanas _ responde encogiéndose de hombros ocultando las ganas y la necesidad que tiene de un arma como esa.
La niña frunce los labios, afirma y se aleja corriendo en dirección a la pradera sin siquiera decirle adiós. Él la sigue con la mirada a la distancia antes de volver a poner las trampas y verificar el contenido de las más lejanas. La idea de tener compañía en el bosque no le gusta nada y mucho menos la compañía de un crío porque al margen de todo ya pesar de tener 3 hermanos pequeños, no le gusta hacerle de niñera.
