Ninguno de los personajes del siguiente texto me pertenece. Todos y cada uno de ellos son propiedad de sus respectivos dueños, y son llevados a mí con el único propósito de escribir. No se busca fin de lucro.

Gracias.


Jack siempre tuvo un lindo rostro, era el centro de atención de cualquier transeúnte ordinario que se cruzase con él en la calle. Quien no lo dijera sencillamente no lo conocía, pues era cierto. Su vida no había sido mucho más complicada que la de cualquier otro individuo cero en el mundo, y sin embargo; allí recaía cualquier otro motivo de su actitud. Él había adoptado tan particular personalidad que se había vuelto tan único y necesario. Su existencia era vital. Muy pocos se hallaban en su línea de rechazo, eran escasos aquellos que lo odiaran tanto como para que él sintiese lo mismo. No, Jack no daba tregua al asunto. Le gustaba que lo quisieran, y a él le gustaba querer.

«Era un muchacho amoroso, siempre me saludaba cuando pasaba frente a mi casa a la hora del almuerzo. Siempre iba tarde, apresurado, pero jamás te negaba una sonrisa», decía con tono de júbilo una de las tantas vecinas de su barrio; una anciana que había perdido hacía ya tres años a su marido y actualmente vivía con su mascota, un coker café oscuro. «Causaba problemas en la escuela, pero era muy inteligente», comentaba su profesor de segundo año en Educación Nivel Primario Inicial, mientras observaba hacia una de las ventanas en la zona inferior al establecimiento educativo, destacando en su mirada un esfuerzo excepcional por recordar aquella época; agregó, «. Tenía su carisma, era lo que daba vida a mi clase.» Recorrer las calles de Burgess no era realmente sencillo; preguntar por el joven causaba en la gente mucha angustia y cierta decepción. «Él era mi gran héroe,» compartió su pensamiento, un adolescente de ahora quince años, «él tenía mi edad cuando lo conocí y durante ese año logró ser mi imagen a seguir. Porque siempre será lo que fue», espetó James Bennet, otro vecino de la zona, «. Un guardián

Su hermana menor, de quince años por igual, también quiso compartir su dolor. «Jack salvó mi vida una vez, creo que fue el mismo año en que pasó eso. Me dijo, "Emma, no tengas miedo, no mires abajo". Realmente dejé de temerle a muchas cosas gracias a él.», rememoró el momento más importante de su infancia. Posterior a eso, añadió: «Yo sólo quiero que se llegue a la verdad. Duele saber que puede que esa persona sea él, pero aún tenemos esperanzas, mi familia y yo, de que no sea así.», concluyó, quitándose los guantes de polar blanco y agradeciendo a su receptor previo a entrar nuevamente a su casa.

Todas las emisoras añaden lo siguiente: «Se está realizando una precisa autopsia del cadáver hallado junto al río, en la zona descampada del norte, a cuatrocientos diez kilómetros de la entrada a Burgess. En breve, aportaremos más información.» A juzgar por la mirada de los reporteros fuera de la morgue, esperan desesperadamente por que el médico forense salga ya a anunciar la afirmativa para obtener su noticia y largarse de ese lugar. La tensión había vuelto nudos de imprecisión a la gente que no dudaba en callar cuando se mencionaba a Jackson "Jack" Overland, el muchacho que había desaparecido a sus quince años de edad, un veinticuatro de diciembre, cuando el reloj de la pared de la casa de su abuelo marcó las doce en punto y la gente festejaba una navidad más. Y la última de Jack.

Morterya: la verja olvidada a lo inconsciente

"¡Hiccup!"


Fecha acordada de comienzo: Diciembre 2014.

Gracias a Jo, por apoyarme y soportar mis delirios literarios. Se te quiere mucho.