Disclaimer: The Rise of the Guardians y todos sus personajes no me pertenecen. Pertenecen a William Joyce, y lo amo por ello. Gracias por crear a Jack, Joyce, es puro amor.

Lo que sí me pertenecen son los OCs que irán saliendo. Espero que os gusten.

En esta historia no se va a desarrollar ningún romance con OCs. Pero si es lo que quieres, tienes derecho a hacer pairing, me encantará oír tus opiniones.

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Por supuesto, lo que más le gustaba a Jack Frost, era el invierno. Sobre todo ahora, que tenía amigos con los que jugar en la nieve. Sí, lo que más le gustaba a Jack, era jugar en la nieve en invierno, hacer muñecos, ángeles, guerras de bolas de nieve, reír, saltar y pasárselo bien con los niños.

Porque ahora, los niños creían en él. Aunque solo fueran unos cuantos.

Por eso, todos los días salía a jugar con Jamie y los otros niños del barrio en la nieve. Y por eso no se dio cuenta cuando Sophie perdió una de sus botitas de agua floreadas.

Ahora Jamie, su niño favorito por encima de todos, el primer niño que creyó en él, estaba en el hospital con su familia, mientras Sophie estaba bajo observación debido a su alta fiebre. Había oído decir al doctor que tenía una buena pulmonía. Jack aprovechó el momento en que los padres de Jamie y Sophie salieron a hacer cierto papeleo para hablar con su niño favorito. Después de todo si lo veían hablar sólo también lo ingresarían a él, pero en el departamento de salud mental.

-Eh, Jamie… -intentó empezar con un tono alegre, como el que siempre usaba, pero no le salió muy bien, así que carraspeó un poco y lo volvió a intentar- Llevas mirando un buen rato por la ventana, ¿qué haces?

El niño, sin apartar la mirada del cielo nocturno, contestó con voz quebrada:

-Busco una estrella fugaz.

-¿Una estrella fugaz? –preguntó Jack, sentándose junto a él, dirigiendo la mirada al limpio cielo invernal. Su frío viento mantenía el cielo despejado, y podían verse todas las estrellas que la contaminación lumínica permitía. Normalmente se sentía orgulloso de sus limpios cielos, tal y como los dejaba después de sus buenas nevadas, pero aquella noche no podía pensar en otra cosa más que el mismo frío era el que había enfermado a Sophie.

Porque él sólo podía dar frío.

-Mamá siempre nos decía… Que cuando viésemos una estrella fugaz le pidiésemos un deseo tres veces, porque así se haría realidad.

-Entiendo –por supuesto, Jack ya conocía esa costumbre. Ya era conocida cuando él todavía era un niño humano normal y corriente, aunque nunca la había puesto en práctica. Es curioso, pero cuando era humano no creía en ninguna de las cosas que ahora conocía o daba por sentadas. No creía en nada en lo que se había convertido después. Era un niño estúpido después de todo. Pero al menos tenía una hermana pequeña que le quería.

-¿Es verdad, Jack? –preguntó Jamie mirándole con los ojos anegados en lágrimas. Se estaba haciendo el valiente, pero sin duda estaba asustado por la salud de su hermana.

-¿El qué?

-Lo de las estrellas fugaces.

Jack no lo sabía. Seguramente debería saberlo después de tanto tiempo siendo lo que era, pero no lo sabía. Le iba a dar vergüenza admitirlo delante del niño, pues era su niño favorito, el primero que había creído en él, el primero que le había visto, y no quería defraudarle.

-Eh Jamie… Vamos a pasarlo bien –le dijo con una media sonrisa, tal como había hecho un año atrás, y mucho antes también, cuando salvó a su hermana.

Jamie lo miró sin entender de qué hablaba. Cuando Jack le iba a contar su plan, la señora Bennett volvió a entrar en la habitación, y se acercó al niño, atravesando por un momento la mitad del cuerpo de Jack, que se apartó de inmediato.

-Cariño, ¿por qué no vas a comprar tu cena con papá? Hay una hamburguesería ahí al lado, y tienes que comer algo aunque ya sea un poco tarde –Jamie miró significativamente la cama en la que dormía, pero no descansaba, su hermana pequeña-. No te preocupes cielo, yo me quedaré con Sophie. Y las enfermeras la cuidarán bien, ¿vale? Es como una gripe, con las medicinas se pondrá bien enseguida.

Jack no podía más que mirar la escena. Sin duda la madre también estaba un poco asustada, pero hacía muy bien su papel. Jamie no consiguió darle una sonrisa, pero asintió con la cabeza y salió de la habitación. Su padre estaba en el pasillo esperándole. Jack caminó con ellos unos cuantos pasos.

-Tranquilo Jamie, Sophie se pondrá bien. Seguro que puedo hacer algo por ella.

"Ya que todo esto es mi culpa, y es lo mínimo que puedo hacer".

Jamie le dedicó una sonrisa, mientras miraba cómo Jack sacaba una pequeña bola de nieve, como la que le había visto usar a Papá Noel, la tiraba, y desaparecía por un portal camino del polo norte.