Disclaimer: Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. Este fic es sin fines de lucro, solo lo hago para mi y vuestro disfrute personal.

Advertencias de esta historia:

-AU

-Lemon

- Crack

-Lenguaje adulto

-Violencia

-OoC (Procuraré que no)

Pareja principal:

-Gaara/Hinata

Pareja secundaria:

-Kiba/ Hanabi

Gracias por adelantado por los reviews.

¡IMPORTANTE! Recomiendo leer para saber mejor de que va este corto long fic la historia "Presa de un pirata" de Aisha Uchiha. Es un proyecto en conjunto entre nosotras dos.

Ella escribe la primera parte del fic, yo el segundo y termina de nuevo ella con el tercero.

Sus partes obviamente están publicadas en su cuenta, así que para saber de que va recomiendo leer primero su parte, consta de tres capítulos muy rápidos de leer.

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La vida está llena de injusticias, deseos y desalientos. Cada persona tiene un poco de todo y deben acoplar la vida a ello. En el mar incluso todo es más duro y difícil a pesar de lo que la gente y las leyendas pueden hacer parecer.

Muchos desean un cambio pero luego deben tener cuidado.

El mar no siempre te concede los deseos como uno los imagina exactamente.

Y un pirata tampoco.

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La fresca brisa de la madrugada envolvía con su suave manto de rocío los jardines y calles de la cuidad con su deliciosa humedad de verano.

Dejó que el manso viento de la mañana meciera suavemente sus oscuras y largas hebras mientras sus ojos nacarados miraban con nostalgia el paisaje a través de su ventana sintiendo que algo de ella faltaba. Mirando al azul horizonte con ojos perdidos.

Al inmenso mar.

Suspiró bajando su mirada de un paisaje que en su día cotidiano consideraría hermoso y que ahora le causaba una inmensa pena para mirar con leve tristeza el papel entre sus manos.

Una carta. La carta que hace pocos minutos llegó en una blanca paloma a la barandilla de su balcón.

Un pequeño mensaje de su hermana Hanabi.

Tal vez la única pista de su posible paradero se encontraba en sus delicadas manos en ese momento.

No negaba que tras abrir la carta y ver quien la había firmado se había sentido por dentro, perdida. Una mezcla imparable de sentimientos como el miedo, la curiosidad y la felicidad entre otras luchando dentro de su corazón.

La carta era concisa y directa al punto de la situación. Algo que era propio de Hanabi dada la situación tan complicada en la que se había dado todo lo ocurrido en esas dos semanas pasadas.

Confiaba en su hermana, al contrario que en si misma, Hanabi poseía una personalidad abierta y fuerte que la hacía ser capaz de superar cualquier cosa que se le presentara en su camino.

Tenía fe ciega en ella, pero le preocupa.

Siempre lo haría, era su hermana pequeña, la pequeña florecilla, con espinas por supuesto, que había en la mansión. El alma inocente que tanto se esmeraba en cuidar y no marchitar su alegre inocencia por culpa de la ambición de su padre.

Y al final no había podido conseguirlo.

El dolor de su hermana pequeña estaba teñido en aquellas palabras. Los restos de tinta corrida por las lágrimas le eran prueba suficiente para saber la pena que el corazón de Hanabi profesaba.

Manchado por las acciones de su progenitor.

Encontró la salvación de una vida bajo la sombra de los Hyûga y sus deseos de poder huyendo a lo desconocido.

Lanzándose a brazos de un pirata.

Su pecho aún palpitaba con esa idea, un mercenario del mar tenía a su hermanita en su barco lejos de su hogar.

Debería odiar a ese hombre por hacer presa de un pirata a su hermana, presa de si mismo. De llevarla lejos de ella, por ser capaz de verla todos los días cuando en cambio ella misma se tenía que conformar con su efímero recuerdo.

Pero no podía, no solamente su corazón no era capaz de engendrar odio a nadie, si no porque también era el hombre que le estaba dando a Hanabi la vida de libertad que siempre había deseado.

Le estaría eternamente agradecida por cuidarla.

Salió de sus pensamientos cuando tocaron dos veces a la puerta y escondió la carta de su hermana velozmente dentro del primer cajón de la cómoda que tuvo mejor a mano.

Segundos después de cerrarlo la puerta se abrió y una criada joven se inclinó hacía ella.

-Hinata-sama, su padre la está esperando en el comedor para empezar el desayuno.

-Enseguida voy, gracias.

Sola de nuevo en su habitación, se acercó al espejo de cuerpo entero y se adecentó el ya de por si perfecto semi recogido con florecillas malva y el largo vestido lila con intrincados bordados de morado oscuro hasta el final de los blancos volantes.

El reflejo del espejo le daba la imagen de una joven mujer hermosa y elegante con finos rasgos en piel de alabastro.

Una belleza irreal según el género masculino.

Muchos hombres habían ido ante su padre pidiendo su mano en matrimonio y ofertando miles de cofres y carruajes llenos de fortuna, pero por suerte para ella, Hiashi no les concedía tal deseo porque ya tenía para ella otros planes como próxima heredera del gigantesco patrimonio de los Hyûga.

Un matrimonio ahora no era parte de sus planes.

Caminó por los pasillos de la mansión viendo como los jardineros regaban el jardín interior, las encargadas de la colada pasaron frente a ella y le dedicaron una reverencia cada una para seguir con su trabajo.

Odiaba ser tratada de esa manera. Su pensamiento era igualdad para todos, no quería ser tratada de forma diferente a otros. No se sentía cómoda.

Llegó al comedor donde su padre ya la esperaba sentado en una punta de la mesa y ella tomaba lugar en la otra.

-Buenos días padre.

-Te has retrasado tres minutos, un líder debe ser puntual.

-Lo lamento-. Ni siquiera un pequeño saludo le daba, solo una regañina.

Comieron en relativo silencio, solo el sonido de los pasos apresurados de las mucamas aquí y allá aseando la casa y las mandíbulas de ellos dos masticando junto a los cubiertos chocar contra la delicada vajilla de porcelana.

-Hinata-. Alzó la cabeza para que su padre entendiera que estaba escuchándole y que tenía toda su atención-. Estarás al corriente de lo que ha pasado.

-Si padre, la escapada de Hanabi con un pirata.

Estaba en boca de todos.

-Comprenderás que esa acción inmadura de tu hermana nos has traído más deshonra a nuestro apellido del que ella imagina. Somos el punto de atención de todas las habladurías de la cuidad y las venideras.

Asintió mientras apretaba con fuerza la tela del vestido aguantando las ganas que tenía de mandar callar a su padre.

A pesar de ser él el culpable de su huida de casa le echaba la culpa a Hanabi por traer deshonor.

Su ambición era lo que destrozaba la familia. Todo se volvió así cuando su madre murió hace ya tantos años atrás.

El corazón de Hiashi se fue junto a la vida de su mujer.

-Ahora te corresponde a ti regresar el honor que tu hermana nos ha hecho perder-. Miedo, tenía miedo a las siguientes palabras que podrían salir de la boca de su padre a continuación. Su aliento se retuvo-. Un matrimonio con uno de los hijos de otra familia tan importante como la nuestra traerá todo el orgullo que necesitamos.

No se lo podía creer, estaba sin palabras, inmóvil como una estatua de blanco mármol. Sentía su corazón ahora mismo romperse en miles de pedazos y como sus ojos se aguaban.

Lo que tenía deparado para Hanabi y por lo que huyó pasaba ahora a ella.

No había suficiente con controlar casi todo lo que hacía cada día como una marioneta para prepararla cuando tuviera que llevar el nombre de la familia como nueva líder aristócrata de los Hyûga.

Ahora también se tendría que casar con un hombre al que no conocía para nada y que no amaba porque su padre así lo dictaminaba.

Podía ver cuanta preocupación sentía hacía sus hijas.

Sentía ganas de vomitar, sus ojos picaban por retener las lágrimas que deseaban salir libres y recorrer sus mejillas.

Pero no tenía más remedio que aceptar o su padre podría exigirle algo peor.

Lo cual dudaba que hubiera algo peor que casarte a la fuerza con un hombre que no quieres solo por los beneficios estatales que se podría obtener de dicho matrimonio.

-Lo… entiendo-. Mordió sus mejillas por dentro para no tartamudear delante de su padre-. Pido permiso para levantarme de la mesa, no me encuentro demasiado bien.

-Concedido. Descansa, tu profesor de lengua antigua estará a punto de llegar.

Le hizo una pequeña reverencia y salió hacía el pasillo rumbo a su alcoba con las lágrimas cayendo sobre la tela de encaje de su ligero escote.

Sus pisadas con los pequeños tacones resonaban trastabilladas por los pasillos, el llanto no la dejaba ver con claridad y chocó con un par de macetas hasta que llegó a su habitación y se echó en la cama tras cerrar la puerta.

La almohada silenciaba sus sollozos de triste desaliento.

No supo cuanto tiempo llevaba llorando pero el que fuera le hizo tener un picor insoportable en la garganta y un aspecto deplorable en el rostro.

Una cara que mostraba la más absoluta tristeza.

Ahora entendía porqué Hanabi había huido, para tener la vida de libertad y felicidad que una mujer desea y debería tener. No ser un peón para su propio padre para fines meramente egoistas.

Se incorporó quedando sentada sobre la cama y sacó un pañuelo delicadamente bordado de su mesa de noche para secar los surcos de lágrimas de su rostro y serenarse para que nadie descubriera que estuvo llorando.

Por la ventana vio a su profesor Iruka entrando por el arco del jardín exterior que daba a la calle. Sus clases de lenguaje por ese día comenzaban y aún sentía sus ojos hinchados por el llanto anterior.

Miró el basto mar desde su ventana sintiendo su pecho oprimido por el sentimiento de impotencia.

Posó una mano sobre su corazón.

-Ojala yo también pudiera escapar de esta jaula. Lo deseo.

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El intenso y cruel calor del sol bañaba por completo toda la envergadura de su galeón en mitad de aquella inmensidad de mar traicionero y mortal a manos de alguien inexperto o con pocos conocimientos.

Una trampa perfecta.

Los potentes rayos del sol picaban en la piel expuesta de ropa dejando paso en poco tiempo el color rosado de una quemadura solar o un potente color tierra como bronceado.

El mecimiento constante del agua producía un sutil balanceo que los acunaba en aquellas claras y cálidas aguas.

Tan claras y trasparentes como si navegaran en un enorme y líquido cristal.

Sus ojos, afilados y del color del mar al que servia y pertenecía, miraban con intensidad y determinación toda la inmensidad que ante él le brindaba el paisaje que tantos años le había dado cobijo.

Lo que le había vuelto un hombre ante su dura mano y peligro constante.

Buscando ese algo que ansiaba encontrar desde el mismo día que puso un pie en aquel precioso y elegante galeón de oscura madera y blancas velas que con el paso del tiempo adquirieron el color de la arena que tanto caracterizaba el barco que gobernada.

Junto a su bandera hondeando con el favorable viento.

Dejó un momento de admirar el azul del cielo fundirse con el eterno azul del agua para mirar el viejo libro de pasta oscura carcomida y frágiles hojas que guardaba oculta en el negro y apretado fajín que rodeaba su cintura.

Su ceño se frunció y su rostro siempre inexpresivo adquirió una escalofriante mueca de disgusto y frustración.

Llevaba años, incesantes y largos, buscando al parecer un imposible en aquellos mares cercanos al desierto donde él había nacido y prometido gobernar cuando llegó a la edad adulta y sus ideas estaban ya bien claras a un objetivo que muchos deseaban.

Poder.

El poder de ser el señor de los desiertos, esas tierras que muchos creían sin vida e imposible de sacar beneficios pero que ocultaban en verdad una rica variedad de vida y fuerza de supervivencia a lo adverso.

En sencillas palabras, genero exótico y poco visto entre la gente de grandes ciudades en otros lugares de climas completamente dispares.

Lo exótico siempre atraía a los ricos y el desierto era abundante en algo que solo la arena podía crear.

Pero no solo los beneficios que eso proporcionaría era lo que buscaba. Lejos de la realidad y las muchas historias, algunas ciertas, que se decían sobre él en todo el mundo. Muchos decían que era por ansias de poder, otros creían que era simplemente vanidad y deseos de ser más reconocido de lo que ya era, habladurías, pero se equivocaban completamente.

Él solo quería gobernar las tierras del desierto para proteger a quienes vivían allí. A su pueblo que sufría ante unas manos que solo deseaban el propio beneficio a través del sufrimiento inocente.

Su deseo era mejorar la vida de las tierras que de pequeño lo criaron.

A pesar de que no tuvo la infancia más bonita que uno pueda imaginar para una tierna criatura.

Pero para ello necesitaba encontrar eso. Ese tesoro buscado por miles de mercenarios del mar o de tierra.

El pergamino que otorgaba el poder legitimo del desierto a aquel que lo poseyera.

Así que por eso se encontraba buscando cualquier tipo de pista posible sobre el paradero de aquel cofre blindado por todo el mar colindante a climas extremadamente calientes y faltos de vegetación.

¿Pero para qué? Para nada, tres años de su vida buscando al parecer un tesoro que no podía ser encontrado jamás.

Tres años perdidos. Tres años de frustración constante. Tres años donde cada vez perdía más las esperanzas. Tres años para simplemente nada.

Estaba desesperado.

Veía su vida correr buscando por todos los mares que conocía un objetivo inalcanzable.

-Gaara-. La voz de su hermano captó su atención. Viró el rostro hacía él levemente para indicarle que le escuchaba-. Debemos volver a un puerto pronto. Necesitamos provisiones para seguir navegando.

Miró de nuevo la lejanía asintiendo con la cabeza mientras apretaba los puños alrededor del viejo libro hasta darse cuenta de que podría dañarlo y perder cualquier posibilidad de encontrar el pergamino.

Si tan solo pudiera saber que decía en aquel libro viejo y de idioma desconocido las cosas serían más sencillas.

Guardó correctamente entre sus ropas el viejo y maltratado libro y se dio media vuelta mirando la madera saliente que había en cubierta que solía utilizar como mesa improvisada.

Marcó con tinta el lugar con unas cuantas anotaciones y enrolló el mapa atándolo con una pequeña cinta morada.

Se acercó a la baranda mirando a sus hombres.

-¡Medía vuelta! Vamos al puerto más cercano para reponer las provisiones.

-¡Sí capitán!

Tras ver que su mandato se había escuchado y se estaba obedeciendo, tomó el mapa con su mano y se dirigió con porte sereno y poderoso a su camarote personal para seguir escribiendo anotaciones sobre la búsqueda.

Lanzó el sombrero sobre la cama y se quitó el negro pañuelo que había dejado para despeinar su rebelde cabellera de fuego.

Su hermano fue tras él y entró a sus aposentos para encontrar al pelirrojo ya sentado en su silla y con pluma en mano escribiendo en su diario de abordo todo lo acontecido desde el amanecer.

Era fácil sentir que el pelirrojo no era feliz, para nada. Su expresión inexpresiva mostraba un pequeño deje de tensión y angustia.

Por no mencionar la tensión que su cuerpo mostraba desde hace meses. Hasta su piel parecía más pálida de lo normal a pesar de estar en mitad del mar y bajo el sol la mayor parte del día y su cuerpo estaba algo más delgado.

Sufría.

Por mucho que los demás no lo notaran, él, como su hermano si podía verlo perfectamente.

Quería ayudar.

-Sé que te encuentras ofuscado por esto pero guardártelo todo dentro no es la mejor solución al problema.

Lo escuchó gruñir por lo bajo pellizcándose el puente de la nariz con notable irritación.

-Kankuro, lo último que quiero ahora mismo es que mi hermano me de un sermón sobre qué debo y no hacer por mi bien-. Rechinó la mandíbula molesto al tiempo que sacaba del fajín el libro y lo dejaba sobre la mesa-. Márchate, quiero estar solo.

Pero a pesar de pedírselo de buenas maneras por así decirlo viniendo de él. Siendo una orden del capitán precisamente también. No lo hizo.

Se acercó a su mesa ignorando su mirada entrecerrada e intensa.

Abrió la maltratada pasta color tierra mojada del libro y observó las oscuras letras detenidamente sobre el amarillento papel.

-Esto parece ser japonés o chino.

-¿En serio? No me había dado cuenta.

Ignoró el tono sarcástico de sus palabras por su más que claro enfado para proseguir tanto si le parecía bien como si no a pesar de correr el peligro de que Gaara le metiera un tiro entre ceja y ceja o le atravesara el pecho con su sable.

Eran hermanos de sangre, eso nadie lo cuestionaba porque su parecido físico era increíble y era bien sabido que se criaron juntos en la misma aldea junto a su hermana mayor que allí residía en aquel momento. Pero todos esos años sirviendo a su lado en aquel galeón como segundo al mando le habían servido para saber que el pelirrojo no tenía muy demasiado en cuenta los lazos fraternales.

A su padre lo mató sin siquiera parpadear cuando su cuerpo lleno de balas calló rodando a sus pies hace ya tanto tiempo.

Pero debía arriesgarse.

-Deberías buscar a Perro-lobo, él tal vez pueda ayudarte-. Gaara lo miró esta vez con algo de curiosidad. Buena señal-. Él te puede dar la ayuda que ninguno de este barco te puede dar. Navega por esos mares y es originario de allí ¿quién mejor que él para tener al menos una pequeña pista?

Cierto. Inuzuka era el conocido y casi amigo por decirlo de alguna manera que podría echarle una mano si sabía que letras extrañas eran esas que nadie en el desierto conocía ni nunca habían visto.

Además, el castaño le debía un pequeño favor desde hace cuatro años y era un buen momento para cobrárselo.

Está decidido.

-Cuando carguemos la comida en las bodegas iremos en busca de Perro-lobo en aguas tibias.

Y sería más fácil de lo pensado encontrarlo. Sabía donde gustaba navegar cuando no eran necesarios los motines y escapar de la marina para salvar la vida.

Su expresión facial y rigidez corporal se relajaron y se permitió el lujo de dejarse caer vulgarmente sobre la silla y suspirar mientras la negrura de sus parpados se incrementaba al cerrarlos.

El agobio de la búsqueda no le dejaba dormir lo suficiente.

Se sentía más liviano ahora que una nueva esperanza afloraba para él y su pueblo.

Escuchó a su hermano caminar hacía la puerta sin decir nada. No hacía falta palabras, dejar su cuerpo tan relajado y fuera de alertas era el mejor agradecimiento para Kankuro.

Confianza en su hermano mayor.

Solo en su camarote viró los ojos a la ventana abierta de vidrieras que había sobre la cama, viendo el tranquilo y sereno paisaje marítimo que otorgaba el anaranjado atardecer de verano.

El manso balanceo de las olas mecía el barco como si fuera una cuna. Relajante y sereno.

Invitándole a dormir.

Pero eso no importaba, sus ojos miraban anhelantes los colores anaranjados del cielo y el agua sintiendo su corazón palpitar con renovadas fuerzas al ver los mismos colores que su tierra poseía al atardecer.

-Deseo encontrar lo que más necesito.

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Si deseáis saber el contenido de la carta que Hanabi a escrito a Hinata, debéis leer el fic de Aisha Uchiha.

Este primer capitulo ha sido algo así como una introducción de Gaara y Hinata sobre como viven y que hacen en la trama para posicionarnos y entender las cosas antes de ir más adelante.

No será un fic muy largo porque tengo uno ya empezado que debo continuar.

Cualquier duda, ya sabéis, por un review resolveré las cuestiones sin adelantar demasiado de la trama.

Así que por ahora me despido de todos.

Hasta el próximo capi. Cuídense.

Publicado el 14 de Julio del 2014.