Renuncia: todo de Sui Ishida.
Prompt: 020. Hundimiento [Tabla "Angst"; minutitos]
n.a: esto va dedicado a Gene, Furugirl, Deku y Harley porque las loveo mucho muchísimo y merecen el mundo entero help. *se tira al piso a llorar* también porque Ihei es mi guía espiritual. Advierto OoC y crack gratuitos y Hairu Harem.
I— Itori.
La señorita soda de cereza (que tan sólo tiene diez años de edad, igual que ella) viene bailando un suave rock desafinado y sus huesecitos de pastel se mueven con ritmo, embarrándose con un glaseado muy dulce.
Ihei no puede evitar observarla —con los dos ojos de pétalo bien sujetos a sus corneas, no vaya a ser que se los saquen con una cuchara o así, lo que es poco probable pero no imposible—. Y ey. Su corazón decide tomar unas maletas que ni siquiera sabía que estaban ahí y sale por la puerta, sin mirar atrás.
Adiós, adiós.
(&)
Ihei decide que lo odia, entonces (a su corazón de rosa, ese que tiene mil menos siete espinas para pincharse los dedos y sangrar sangrar sangrar sangrar sangrar).
Sin embargo, volviendo a la señorita soda de cereza–
Se llama Itori y es preciosa de una forma en que duele, asisten al mismo salón de clases. A Ihei le gusta el dolor como un accesorio de modas para acompañar sus faldas modestamente largas, a la rodilla, y sus camisas con holanes en las mangas, usualmente salpicadas con acuarelas de colores, todos los colores. Se puede decir que el dolor es algo así como su mejor amigo.
Se sienta con él en los recreos y cotillean sobre las demás personas, a veces burlándose de ellos sin ápice de culpa.
Pero Itori es más como un sorbo de agua con sal una vez que la conoces y de pronto a Ihei le parece (un poquitito) fea. Con cabellos de algodón de azúcar, muy similares a los suyos, y ojos que parecen desangrarse de tan rojos que son.
— Tienes un océano que se muere ahí dentro ¿no? —señala con curiosidad, típica de cualquier niña de diez.
Itori le sonríe como si supiera todos los secretos del universo y le responde con un vago: quizás. Dejándola con más dudas que respuestas. Itori es así siempre. Se hace la interesante aunque no haga falta porque ya lo es, demasiado.
(A Ihei la encandila como una luz a una polilla).
Está segura de que va a electrocutarse pronto.
Pero.
(&)
Un día Itori les presume a las demás compañeras que ha cogido prestado del bolso de su madre un labial con brillos de estrella. Todas exclaman qué emoción o se encelan y la incitan a ponérselo para ver si le queda bien. Ihei permanece rezagada.
Piensa: no Itori-san, tú no necesitas esas cosas banales para ser bonita, tu hermosura es natural.
Y por accidente rompe un pincel con el que bosquejaba guillotinas (le parecen fascinantes). Nadie lo nota.
— Hairucchi, ¿por qué la cara tan larga? —pregunta Itori.
Se muerde los labios y se ahoga en su propia saliva.
— Por nada Itori-san.
(Déjame admirarte un poco más, sólo un poco...)
(&)
Llega a la conclusión de que no puede soportarlo.
No es su culpa, tampoco la de Itori (es del labial el labial el labial). Simplemente la situación la supera. Está más allá de sus capacidades de sobreponerse a perturbaciones e Ihei siempre ha sido una niña que sabe cumplir sus metas.
No importa que ni mamá ni papá le presten atención por andar cuidando los rosales del jardín. La soledad da unos abrazos muy reconfortantes.
(y el dolor se ríe).
Así que Ihei invita a su casa a Itori a una pijamada y ésta acepta de inmediato, sin sospechar.
— Si me das un beso puedo revelarte cualquier cosa que gustes —dice. Ihei sólo quiere saber cómo hacer que el pulso no se le acelere en su presencia y si Itori es una soda de cereza dietética o no.
— Itori-san, eres como un sueño en una noche de verano.
(y lo que más deseo es despertar).
No lo siente.
(&)
Ocurre de noche.
Mamá y papá duermen en su habitación e Itori descansa en el suelo alfombrado, con un par de sábanas. Son las dos de la mañana e Ihei con cuidado sale del colchón y agarra un par de tijeras que tiene en su mesita de noche. No le tiemblan las manos y tampoco duda ni una sola vez.
Se acuclilla en el suelo y alza las tijeras, empuñándolas como una daga.
—para que no te mancilles, para que el tiempo no te robe nada, para que seas una bella durmiente por toda la eternidad—.
Ihei se las clava en la garganta, y ella no alcanza a gritar.
— Luces tan linda así Itori-san, sin maquillaje,
sin vida.
(&)
Entonces guarda su cuerpo en una caja de cristal, metafóricamente hablando.
(&)
Y tan negligentes sus padres, ni siquiera notan que Itori vino a la casa. Se reporta su desaparición, ponen carteles de "se busca" por toda la ciudad, los policías tratan de encontrarla en vano. Ihei permanece muda, como indiferente, y prosigue su día a día con normalidad.
Que es un pimpollo con manos de satín y sonrisa perezosa, sin garras, sin colmillos–
Dibuja, dibuja a todas horas. En el piso, en los cuadernos, en los manteles.
(&)
Si le preguntan, su color favorito es ese rojo soda de cereza que acaba de comprar recién.
—
tbc
