Los personajes de Ranma no me pertenecen, son de Rumiko Takahashi. La historia si lo hace.

Aprendiendo a ser una dama.
Janne & Harry

Go.~

Idiota Ranma. Pensó Akane enojada.

¿Cuál era el problema ahora? Fácil, el mismo de siempre. Él criticaba algo de ella, se enojaban, se peleaban, y se separaban. Hoy le había tocado a su comida. Aunque no había sido un insulto tal cual, no era tampoco que no lo fuera. La cosa era que había vomitado su estofado apenas al tocarlo con los labios. ¡Qué necesidad tenía! Es decir, ella sabía que no era la mejor cocinera, sí, que tal vez su cocina no era comparable con la de Ukyo o Xian-Pu, pero no era necesario que se lo restregara en la cara.

Además de lo que siempre le decía. O sea: que no era femenina, que tenía pechos planos, que era fea, tonta, marimacho, entre otras cosas que ustedes saben bien.

¡Pues entonces ve a pedirle a tu amiguita Ukyo que te prepare algo delicioso para comer! ―había gritado ella.

¡Sabes qué, eso voy a hacer! ―Y salió por la puerta.

Le dio tanto coraje.

Ahora ella estaba recogiendo la mesa y limpiando los platos. O el plato, ya que Soun, su padre, se excusó con decir que ya había comido, Genma se convirtió en panda y comió bambú, Nabiki había salido desde la mañana a quién-sabe-donde ―seguramente a hacer dinero― y Kasumi estaba con el doctor Tofú, por lo que ella había tenido que comer sola.

Al estar tan concentrada pensando al lavar los platos, se molestó bastante cuando el tímbre de la puerta sonó y fue ella la que tuvo que ir a abrir.

Pero todo coraje se le bajó al ver quién estaba detrás de la puerta.

Una mujer alta, con cabellos canosos y de porte elegante con un aire de superioridad estaba ahí parada. Llevaba puesto un conjunto de una falda estilo árabe con una blusa morada rayando en el estilo español y zapatos que juraría ser ingleses, ¿o canadienses? Como fuere, bien combinados y dándole excelente gusto. Con su metro ochenta y cinco miró hacia abajo a Akane con aire de indiferencia.

―¿No me vas a invitar a pasar? ―Preguntó y, sin esperar respuesta, entró.

Akane no se movió.

―¿Quién era, hija? ―Preguntó Soun. Lo que no requirió respuesta al ver a la mujer que ahí estaba.― Adelida. ―Susurró.

La mujer no le contestó y, por el contrario, se dedicó a estudiar la casa con sus fríos ojos color azul rey mezclados con el gris. Estudió, casi, a través de las paredes. Cada pequeña telaraña, esquina y pelusa de polvo fue estudiada por esa mujer. Finalmente, volteó a ver con desaprobación al hombre pelinegro.

―Tienes una casa muy simple, Soun. ―Él no dijo nada. Adelida se volteó hacia Akane y le mostró una sonrisa fría.― ¿Te molestaría traerme una taza de té? ―Preguntó con tono condescendiente.

Akane asintió y salió hacia la cocina. Tomó la pava y la puso a hervir con agua, pero, al agarrar la caja con los tés, se dio cuenta que había olvidado preguntarle cuál le gustaba más.

Salió de la cocina y se dispuso a entrar a la sala principal, cuando escuchó las voces de su padre y su tía discutir sobre algo que ella ignoraba.

―¿Qué hace aquí, Adelida? ―Preguntó Soun.

―¿No es lógico? He venido por Akane, a llevármela. ―Contestó simple la mujer. Soun jaló aire.

Akane se asomó a la puertita corrediza para poder ver mejor las reacciones de las personas que ahí estaban.

―¿Qué? ―Volvió a preguntar incédulo Soun.

―¡Oh, vamos, no te hagas el tonto, Soun! ―La espontaneidad con la que habló la muer sacó de onda a padre e hija. Era la primera vez que ambos la escuchaban hablar así.― Recuerda que ella casi cumple dieciocho.

Soun asintió.― ¿Y?

―Recurerda la promesa de mi hermana, querido ―apremió.― Cuando Akane cumpliera dieciocho iría conmigo para aprender todo lo que en estos diecisiete años no ha aprendido. ―Sentenció.

Akane jaló aire y fue descubierta en su espionaje.

―¡Oh, Akane querida, estabas oyendo! ―dijo la mujer― Ven, siéntate. ¡Oh! Pero antes ve a traerme mi té. Té negro, por favor.

Y la peliazul salió derecho a la cocina. Sirvió rápido la taza de té y agarró el sobrecito, ¿cómo estaba eso de que ella iría con su tía? ¿A dónde? ¿Por qué su papá no le había dicho nada? ¿Y su madre? ¿Qué la había impulsado a tomar esa desición? Es decir, no la había conocido, pero aún así tenía derecho a saber de qué iban las cosas. Sobre todo tratándose de ella.

―Gracias, primor ―dijo Adelida cuando le entregó la taza― siéntate ―agregó.

Akane se sentó de pies cruzados y miró alternativamente a su padre y a su tía.

―¿Tendo? ¿Qué ocurre? Me dejaste en medio de un juego de... ¿.¡Usted!.? ―Gritó Genma al ver a la mujer sentada.

―¿Qué hace éste hombre en tu casa, Soun?―Preguntó indiferente al grito de él.

Akane no entendía ni mu.

―¿Se conocen? ―Preguntó.

―Quiero saber lo mismo. ―Habló Soun.

La mujer miró sobre el hombro y despectivamente al hombre mitad panda. Bufó y volteó el rostro.

―¿Qué hace en tu casa? ―Volvió a preguntar.

―Es el... ―dudó pero, finalmente, decidió decirle― El padre del prometido de mi hija... De Akane. ―La pliazul se ruborizo.

Adelida primero fue indiferente, luego se puso roja, morada, azul y, finalmente, saltó de la silla enfurecida.

―¡De eso nada! ¡Jamás permitiré que mi pequeña Akane se case con un Saotome! ¡ESO JAMÁS! ―Gritó, se volteó a ver a Akane y habló demandante, dándole una orden―: Ve arriba a hacer maletas, vendrás conmigo.

Akane no se movió, si no que volteó a ver a su padre, que no supo que decir. Adelida sorbió de su taza y miró a Soun.

―Y que ni se te ocurra evitarlo, que mi hermana no lo hubiera querido tampoco. ―Finalizó.

El hombre parecía tener una lucha interior, finalmente miró a la canosa mujer y dijo un monosílabo que hizo que sus fracciones se descompusieran de nuevo. Dos veces en un día, debían considerarse afortunados.

―No.

Adelida frunció el seño y levantó una ceja.

―¿No? ―Preguntó.― ¿Romperás la única última voluntad de tu esposa? ―Volteó a ver a la peliazul y sonrió cínicamente― Da la vuelta ―ordenó. Akane comenzó a girar― ¡Más despacio, mon chérie! ―Y bajó tres cuartos su velocidad.

Adelida la estudió cuidada y estructuradamente, sus cabellos, su cintura y porte. Su perfil y manos, quedando inconforme con lo que veía. Negó con la cabeza.

―Habla.

―¿Qué quiere que diga? ―La mujer rebuscó en sus bolsillos y le tendió un papel.

―Quiero que recites este poema.

Akane comenzó a leer, con su chillona y normal voz, sin poner ninguna entonación especial a la lectura, lo cual desaprovó.

Despuez de una gira larga por Monteria, me presente a Cartagena una tardecita, y a bocagrande llegue cuando el sol moria, y me puse a contemplar...*

―Gracias, así está bien ―la detuvo y le retiró el papel de las manos.― Ahora camina.

―Soun, ¿qué hace ésta mujer? ―Preguntó Genma.

―Cállese, Saotome. ―Demando, Akane caminó de un lado a otro de la habitación, tensa.― Gracias, querida.

Akane se detuvo y, tras un movimiento de la mano de su tía, se sentó a su lado. La mujer comenzó a peinar sus cortos cabellos y tocó sus mejillas. Volvió a negar.

―Soun, ella no es una mujer, es una sciocca ragazza ―pronunció en italiano.― Debe venir conmigo.

El pelinegro suspiró.

―¿Cuál era el trato? ―Preguntó.

―Akane, al cumplir la mayoría de edad, vendría conmigo tres años... ―Fue interrumpida por el grito de Soun.

―¡Tres años!

―Sh, querido, no interrumpas. ―Dijo simple― Sí, tres años, a aprender a ser una seniorina. ―Recitó.― Viajaría alrededor del mundo, iría a School for ladies en Londres conmigo y, luego, te la regresaría lista para asumir sus roles de mujer de la casa, así como jefa y dueña del dojo. ―Miró despectivamente a Genma― Lo que no contaba es con que estuviera comprometida.

―Así es ―asintió Genma― está conprometida con mi Ranma, así que no podrá ir, como lo lamento ―dijo con voz fingida.

―Pues yo rompo ese compromiso ―habló Adelida.

―¿QUÉ? ―Gritó Soun― ¡USTED NO PUEDE HACER ESO!

―Oh, si que puedo, y lo hago. Akane, ―y la volteó a ver― estás soltera de nuevo. Ahora sube a hacer tus maletas que nos vamos.

―Pero yo no quiero ir con usted ―dijo Akane. Una de las primeras frases que había dicho y su voz sonaba ronca. Tanto que estaba prácticamente irreconocible.

Adelida se levantó sin decir nada, agarró su bolso e hizo una reverencia muy femenina hacia sus anfitriones, agradeció el té y se dedicó a caminar hacia la puerta con pasos lentos y elegantes. Soun miraba el suelo con las manos cerradas en puños, parecía luchar consigo mismo, con dos partes de sí.

―Akane, ve con Adelida. ―Ordenó.

―¡Qué! ―Gritó Genma.

―Descuida, Saotome. ―Le calmó― El compromiso con Ranma no está anulado ―Adelida le miró con veneno, pero él no titubeó― cuando Akane regrese en tres años, podrán casarse bajo cualquier sicunstancia. Además será suficiente tiempo como para que usted y su hijo puedan ir a Jusenkyo a librarse de su maldición. Así también Akane aprenderá a ser buena mujer para su hijo. ―Terminó, volteó a ver a su hija y le sonrió tristemente.― Sube a hacer tus maletas.

―¿Qué? ¡Pero papá...! ―Quiso protestar.

―Hazlo por tu madre Akane. ―Pidió, la ojicafé no dijo nada y subió.

...

Akane estuvo lista en media hora. No había empacado demasiado ya que su tía había insitistido en que no lo necesitaría, ella le compraría ropa.

Paradas frente a la puerta, se despedían de los dos hombres que estaban ahí.

Afuera llovía.

―Nos vemos en tres años, Tendo ―dijo, condescendiente, la mujer.

Akane no se despidió.

Y subieron al auto que las llevaría al aeropuerto.

En un parque de Nerima, un pelinegro tenía un mal presentimiento.

...


**Pedazo de la canción Tardes de Verano, de Hermanos Zuleta

Es el primer capítulo de una historia de veinte, aproximadamente. Es sólo un prólogo, así que entiendo que no comprendan muchas cosas, pero esperen al que sigue y entenderán.

No sé cuándo lo subiré, pero no creo tardar demasiado.

Comenten o Harry hará explotar sus computadoras.

*Harry pone cara de psicótico*

Hasta la otra.