Como siempre, después de una rigurosa y peligrosa expedición para introducirse en la zona de los dormitorios masculinos, la rubia aporreó la puerta con el número #114 gritando animadamente.
-¡Leeeeeeeeeen! ¡Abre la puerta o la tiro abajo de una patada, tienes que ayudarme con los deberes!
A pesar de la "amenaza", su ánimo era bastante bueno, aunque con aquellos gritos todos sus esfuerzos anteriores por ser silenciosa y esquivar a los prefectos de las habitaciones quedaban reducidos a la inutilidad.
Al otro lado de la puerta, Len suspiró. Ya la esperaba, a fin de cuentas ella iba cada día, a la misma hora. Pesadamente se levantó y arrastró los pies hasta la puerta. Al abrirla se encontró a su impaciente hermana, que daba golpecitos al suelo con la punta del zapato.
-¿Podrías dejar de armar tanto escándalo? Además, creí que sabías de sobra que está prohibido que vengas a los dormitorios masculinos. ¿Quieres que vuelvan a castigarte?-Cuestionó él, arqueando una ceja. Allí, en el refinado internado en el que sus padres les habían encasquetado a ambos, estaba terminantemente prohibido la intromisión de las chicas en el área masculina y viceversa.
-Está bien, está bien, ¡no hay ningún problema, estoy segura de que nadie me verá!-Insistió ella, y cada día tenían la misma conversación.-Bueno, entonces, ¿me ayudarás?
Len suspiró otra vez y la hizo pasar a su habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Entretanto, Rin se sentó frente a la mesa de estudio de su hermano y dejó su cuaderno encima, pasando las hojas en busca de la tarea que le habían encargado hoy en clases.
Su hermano ya sabía que tarea tenían (pues iban a la misma clase), es más, ya tenía preparados sus deberes para dejar que Rin los copiara. Len se asomó por el hombro de Rin para ver como esta pasaba las páginas de un cuaderno lleno de garabatos, pero de repente vio algo que no le gustó ni un pelo.
-¿Qué es eso?
Agarró el cuaderno a pesar de que ella intentó impedírselo y encontró otra hoja más llena de garabatos, lo cual habría sido completamente normal para el chico de no ser porque aquellos garabatos eran diferentes a los que ella solía hacer.
-¿Corazoncitos? ¿"Rin y Kaito"…?-Él se giró para mirarla con una ceja alzada-¿Qué es esto, Rin?
-¡Devuélveme eso!
La rubia se apresuró a recuperar su libreta, totalmente avergonzada. La apretó contra su pecho con fuerza, no sabía dónde meterse.
-¡Yo no escribí esto, seguramente fue alguna amiga! Además, ¡no me eches nada en cara, es normal que a mi edad me interese por estas cosas!
Excusas, excusas, excusas. Cuando el nerviosismo te invade, es bastante difícil decir algo con coherencia, y ya de por si Rin era una mala mentirosa.
El menor de los gemelos, que actualmente era más alto que ella con diferencia y era perfectamente confundido como el mayor, frunció el ceño molesto. Se acercó mucho al rostro de su hermana, tal como si estuviera vacilando para besarla. Qué tontería, ¿no? Dos hermanos jamás podrían unir sus labios. Por eso se podía interpretar como un gesto únicamente para que ella le prestara atención.
-¿Y si te digo…-Murmuró él- que ese chico no vale nada? Hace poco se acostó con Meiko, la profesora de matemáticas. Y se rumorea que se ha acostado con varias más.
A Rin esto le sentó como un puñetazo en el estómago. Su admirado Kaito no podía ser así, ¡en absoluto! Él era dulce, amable y comprensivo. Ella llevaba detrás de él desde que, sin querer, se chocaron en los pasillos y ella lo primero que hizo fue pegarle una patada por chocarse con ella. Lo que pasó después es otra historia, pero ambos se volvieron muy cercanos. Y la rubia no dudaba en defender a su querido peli azul.
-¡Kaito no haría algo así, estoy segura de que estás mintiendo, los rumores no tiene porqué ser ciertos, y creo firmemente en que él es un buen chico! Y… ¡y no te acerques tanto! S-Siempre pareces un pervertido actuando así.
Pero a su hermano esto no le agradaba ni un poco. Años conviviendo con Rin y aún no toleraba tener con ella este tipo de conversaciones que eran el pan de cada día.
-¿No quieres creerme? Vale, puedes verlo tu misma.-Se separó de ella y se giró hacia su ordenador portátil, trasteando entre las carpetas y documentos en busca de la imagen incriminatoria.-Ah y, Rin. No parezco un pervertido, lo soy.
La miró y le guiñó un ojo, lo que hizo soltar un gruñido a la mayor. Ella sabía perfectamente que su hermano era un pervertido, y nada la molestaba más. Un rato después, Len chasqueó la lengua y la llamó con un suave "Acércate".
Rin observó la pantalla del ordenador y pudo ver fotos de Kaito y Meiko besándose, metiéndose mano descaradamente en los aparcamientos. Estaban algo borrosas, pero ella reconocía a la perfección las dos figuras demasiado juntas. Se quedó de piedra.
-¿Quién te ha… pasado esas fotos?
-Alguien.
Ella agachó la cabeza, sintiéndose decepcionada y rota.
-Supongo que da igual, de todas formas sé que él no podría haber estado interesado en mi… nunca.-Gimoteó un poco. A veces estaba demasiado sensible, y aquella era una de esas veces.
En seguida el cuerpo de Rin fue rodeado por los brazos de Len con cariño, pero este, sin que ella pudiera verlo, sonreía con picardía. Había mentido, había trucado las fotos, había abusado de la ciega confianza que su hermana tenía puesta en él. Pero no le importaba demasiado si así conseguía alejarla de ese molesto tipo.
-Shhh. No te preocupes, Rin. Tú eres demasiado buena para él, así que no debes pensar más en ello.
Acarició el cabello de la chica para calmarla, y disfrutó del abrazo. Rin ya tenía dieciséis años, y cabía decir que su carácter estaba más difícil que nunca: se avergonzaba más de la cuenta, no se dejaba abrazar y se pasaba el día pegándole patadas o codazos en el estómago a la gente. Por esa razón últimamente eran contadas las veces en las que ella se dejaba abrazar.
La nombrada, por su parte, hacía esfuerzos por no echarse a llorar por una tontería así. Quería desahogarse, sí, pero odiaba llorar delante de los demás, quería hacer creer a todos que era más fuerte de lo que en realidad era.
-Yo estaba decidida a… a confesarle mis sentimientos un día de esto, aunque en realidad no estaba segura de lo que sentía –Ella río con amargura y luego subió la cara para mirarle, pero a Len ya lo había dado tiempo de sobra para cambiar esa sonrisa maliciosa y poner cara de preocupación.- Por favor Len, quédate hoy conmigo, no quedes con-…
En ese momento el teléfono móvil del gemelo masculino sonó, y Rin refunfuñó algo en voz baja cuando él se levantó para cogerlo. Una voz estridente y chillona habló en cuanto él activó la llamada:
-¡Len-kun! Te he llamado porque quería recordarte que hemos quedado esta noche en los jardines, no llegues tarde o tendré que castigarte.-Soltó una risilla juguetona-
Rin no tardó ni un segundo en reconocer esa voz: Miku Hatsune, odiosa chica un año mayor que ella, con más pecho, más alta, más alegre, más… todo. Y además, actual novia de su hermano.
-Miku, preciosa…-Él respondió con una voz cargada de seducción, y pareció olvidarse de la presencia de su hermana en la habitación, o quizás lo hacía a propósito; ver a su querida Rin hecha un manojo de celos le encantaba.-No te preocupes, no lo he olvidado. Aunque… ¿castigarme? Quizás me deje caer por allí más tarde de la hora.
-¡No puedo creerlo!-Gruñó Rin, alzando la voz lo suficiente para que Miku también pudiera oírla a través del teléfono.- ¡Estábamos teniendo una conversación y esa estúpida nos interrumpa!-No la soportaba, simplemente no la soportaba.
-¡Oh, vaya! Se escuchan gruñidos de fondo, ¿está por ahí Rin, Lenny?-Miku volvió a soltar otra risita, disfrutando de su manera tan inocente de burlarse de la rubia. Ella tenía una actitud un tanto extraña, incomprensible, y había cierto asunto que la hacía guardar rencor a la mayor de los gemelos Kagamine.
Pero esa misma rubia que tanto rencor despertaba en una peli verde se hartó, su paciencia era mínima. Le quitó el teléfono a su reflejo masculino y tomó aire para chillar justo antes de colgar:
-¡LA CITA QUEDA CANCELADA!
Estaba furiosa, y al otro lado de la línea Miku se resintió del dolor en su oído izquierdo.
Len volvió a formar una sonrisa con algo de maldad, y de repente acorraló a Rin contra la pared de la habitación.- ¿Cómo se te ha ocurrido hacer eso? ¿Qué piensas hacer para recompensarme por la cita perdida?
Pero por el tono de voz que usaba, no parecía molesto. En realidad, él ya esperaba que actuara así, y pensaba sacar partido.
