Ya saben, los personajes no son míos así que no me demanden.

Amor primero

1. La trampa.

Siempre pensé que el amor era una fuerza sobrenatural, capaz de hacerte creer que todo es posible. Un sentimiento tan sublime y a la vez tan poderoso que no se puede comparar con nada en este universo. A m o r, una palabra de cuatro letras que no puede ser explicada con palabras, que ironía. ¡Ah bendito amor maldito! Sin lugar a dudas, el Amor es la expresión universal y máxima de la belleza pura. Su presencia se encuentra a nuestro alrededor, en cada gota de rocío, en cada pincelada de cielo y en cada fragmento de esperanza. Y está tan presente en nuestras vidas que incluso el más insípido segundo de nuestras vidas ha sido un acto de amor. La música, el cine, la literatura. Todo es Amor. Ja, incluso en los libros hay amor. No por nada el héroe siempre lleva a cabo su misión gracias a la fuerza que le inspira este sentimiento, un motor para sus proezas. ¡Que maravilloso es el amor! Obviamente su manifestación es bien diferente en cada persona. Tan diferente que a veces es difícil identificarlo y hasta nos llegamos a confundir. Aunque, supongo que cuando lo sabes, lo sabes ¿No? Sino ¿cómo llamas a ese sentimiento estremecedor que taladra tus huesos, fluye en tus venas y se almacena en cada una de las células de tu cuerpo? Sin embargo, ese sentimiento también es peligroso, en especial cuando no sabes cómo reaccionar o simplemente deseas ignorarlo. Ya que así como es capaz de hacerte infinitamente feliz, también te puede destruir. No por nada su fuerza es la más temible. No hay en el mundo fuerza tan arrebatadora, compararla con la magnitud de un huracán sería nada.

– Leyendo a Shakespeare otra vez– me acusó mi hermana, soltando un bufido desaprobatorio.

Alice siempre se quejaba de mí, con frecuencia me decía que estaba enamorado del Amor. A veces le creía. Pero no estaba dispuesto a confesárselo.

– Edward, hermanito, lo que tu necesitas es salir– movió la mano hacia la ventana– aún recuerdas lo qué es eso ¿verdad?

La miré un poco ofendido y añadí:

– Alice, pero a mi me gusta estar aquí. Y a ti no te haría mal leer un libro– dije mientras me acomodaba mejor en el sillón de la sala.

Puso cara de asco y me ignoró.

– Sí, si, ya lo creo, pero a ti te haría bien dejar de fantasear con esas historias románticas y conseguirte una novia. Una chica de verdad, de carne y hueso con la que puedas tener se…

– Alice– intervino mamá justo a tiempo.

– ¡Mamá! Yo sólo le decía que salir no le haría nada mal replicó– bueno, como quieras entonces– me lanzó una última mirada y salió de la habitación.

– No le hagas mucho caso cariño, ella sólo piensa en…– reflexionó un momento– en realidad no está pensando con la cabeza.

Ja, ja. Esa fue buena. Mamá prefería admitir que su hija era medio lenta antes que aceptar que a Alice la dominaban las hormonas.

– Pero sabes, la atolondrada de tu hermanita tiene razón, deberías salir y divertirte con tus amigos, como cualquier muchacho normal de tu edad – Me animó sentándose junto a mí.

Lo único que faltaba, ahora yo no era normal.

– Tienes razón mamá– me levanté del sillón y con aire decidido me dirigí hacia la puerta. Voy a salir, a conocer chicas y a divertirme con mis amigos– dibujé una enorme sonrisa en mi rostro– Pero sabes, aún me falta medio libro– le grite desde la entrada y eché a correr hacia mi habitación.

– ¡Edward!

Llegué a mi dormitorio y cerré con fuerza la puerta. Alguien inteligente debería interpretar ese sonido como un "No molestar".

Por un momento un pensamiento macabro afloró en mi cabeza "ellas tienen razón". Eso me estremeció. No, no, me dije a mi mismo moviendo la cabeza de un lado al otro para tratar de disipar la idea. Además, hoy no tenía ganas de salir, tampoco es que hubiera tenido ganas ayer. Y por si fuera poco, aún tenía cien páginas delante de mí y no pensaba desaprovechar mi tiempo con chicas como Jessica Stanley. Arg. Antes vivía en un manicomio.

Toc toc

– ¿Estás solo?– susurró Alice asomándose en la puerta. Ella definitivamente no era inteligente. Se recargó en el marco y me miró fijamente. Su mirada tenía un brillo especial. El mismo que solía tener antes de hacer una travesura.

– Sí, aunque mamá debe estar buscándote en este momento– dije incorporándome sobre la cama– Creo que ella ha comenzado a preguntarse qué haces todas las tardes con Jasper.

– Bah, tu deja que su imaginación vuele  dijo con gesto despreocupado. En fin, yo quería decirte algo– me miró un momento y luego habló– bueno, en realidad quiero pedirte un favor.

– Ya sabía que tanta atención no era de a gratis–

– Que gracioso, recuerda que tu eres mi hermano favorito– Claro, sobre todo teniendo en cuenta que era el único– además no te puedes negar esta vez – dijo sonriendo para tratar de restarle importancia al asunto– el caso es que mi amiga Bella va a venir de visita a la ciudad. Y quiero que vayas por ella al aeropuerto.

¿Eso era todo? Y yo que por un momento creí que tendría que asesinar a alguien.

– Alice, pero por qué no vas tú.

– Es que yo, bueno, tú sabes que quiero mucho a Bella y todo eso, pero justamente mañana no voy a estar en la ciudad– La miré con incredulidad. – En serio Edward, Jasper y yo tenemos que ir de paseo escolar al acuario de Connecticut.

– ¿Segura?– le pregunté aún incrédulo mirándola fijamente– ¿Estás segura de que no me estás engañando?

– Claro que no– sonrió triunfante– ¿Engañarte yo? ¿Qué clase de hermana crees que soy Edward?

– ¿Quieres que te responda?– Y antes de poder negarme cerró la puerta de sopetón y grito desde afuera.

– Bella llega a mediodía.

Como siempre, yo había creído en la buena voluntad de Alice y sin saberlo, justo en ese momento había firmado mi sentencia de muerte. Gracias a Dios yo lo ignoraba aún.

Cuando por fin hube terminado con Shakespeare, me disponía a leer Orgullo y Prejuicio. Pero lo pensé mejor y decidí que podía esperar hasta mañana.

Yacía recostado en mi cama, intentando dormir pensando en lo que haría el día siguiente, cuando de repente recordé algo. Una extraña conversación entre mamá y Alice.

– Edward está tan sólo– decía acongojada mi madre.

Las mamás siempre se preocupan por sus hijos.

– Por eso te digo que es un plan perfecto– sonreía Alice de oreja a oreja– Ya verás que le va a caer bien.

– Alice, no estoy segura de que sea buena idea, ya ves como se pone cada vez que intentas presentarle a alguien.

– Estoy segura de que se van a llevar de maravilla. Aunque ahora que lo pienso, no sé quien se va a enfadar más cuando se den cuenta– rió divertida.

Ahora que lo pienso, esa conversación comenzaba a tener sentido. Eso me sobresaltó y por poco me caigo de la cama. ¡¿Qué?! No estaban hablando de Bella ¿O si? Genial, lo que me faltaba. Por qué me ponía a recordar cosas como estas a mitad de la noche. ¡Rayos! Ya era tarde para negarme y la diablilla de Alice se había marchado por la tarde.

Estaba ofendido, mi orgullo era el que se quejaba. Alice me había engañado vilmente. Yo podía conseguir a la chica que quisiera. El que yo prefiriera leer en vez de salir era asunto mío, pero yo podía estar con quien me diera la gana. Una cosa era que me hiciera el desentendido y una muy diferente que no supiera cuan deseado era. Sino, bastaba con preguntar a cualquier chica al azar por quién moría. ¡Arg! ¿Qué iba a hacer? No quería que Alice se saliera con la suya, pero tampoco quería dejar esperando a Bella en el aeropuerto. Después de todo ella no tenía la culpa, y hasta donde recordaba, ella también había sido engañada.

Intenté dormir pero no pude, así que me puse a imaginar las mil y un torturas que sufriría Alice al regresar a casa. Tendría que ser mi esclava para siempre. Primero, pensé en esconderle todas sus tarjetas de crédito, pero recapacité. De seguro Jasper le daba las suyas, él nunca le negaba nada. No, ese definitivamente no era un buen plan. Seguí cavilando un montón de ideas hasta que algo hizo que me desviara un poco del tema: Bella.

Ella era la mejor amiga de Alice, aunque vivía en Phoenix. Por lo que había escuchado de ella era una chica interesante, algo torpe y distraída. También recuerdo que Alice dijo que era bonita. De pronto me percaté de algo que hasta en ese momento había pasado por alto: no conocía a Bella. Y no me refiero exactamente a conocerla a fondo, no. ¡Ni siquiera tenía idea de cómo era físicamente!

¡Genial! De seguro Alice tendría alguna foto en su habitación, así que una vez que saliese el sol, iría de excursión a su cuarto. O tal vez lo mejor era preguntarle a mamá. Ella de seguro conocía a Bella, después de todo Alice es su hija ¿no?

Trate de dormir un poco y me deje sumergir en un sueño profundo, tan profundo que desperté cerca de las diez de la mañana. Me sobresalté un poco y volví a dormir media hora más. Entonces, una idea me vino a la mente. Era sábado verdad, era sábado y… era 19 ¿verdad? ¡No! No podía ser cierto. Todo debía ser parte de un plan macabro conspirado en mi contra. Corrí a la habitación de mis padres y sentí pánico. Llamé a la puerta una, dos, tres veces.

Toc, toc, toc…

¡Demonios! La convención anual de cirujanos era hoy. Me maldije por ser tan distraído y fui a la habitación de Alice.

Foto, foto, pensaba mientras revolvía las cosas.

Nada, nada, no había NADA.

¡Demonios! ¡Demonios! Y ya eran casi las once. Tenía media hora para darme un baño y desayunar algo. Debía alimentarme antes de que el coraje me provocara gastritis. Me di por vencido en la búsqueda, la habitación era un desastre. Ya luego idearía una forma de dar con Bella en el aeropuerto. Y sino, siempre quedaba la opción de ir a personas pérdidas. Me apresuré y en menos de media hora estaba en el coche con dirección al aeropuerto.

Llegué antes de lo previsto y aún tenía tiempo para ir pasear de un lado a otro. Claro, si el vuelo llegaba a las doce lo único que tendría que hacer era pararme justo en el recibidor y esperar a que ella me reconociera. Ella debería reconocerme. Aunque pensándolo bien, Alice y yo no nos parecíamos mucho. De hecho casi nada, ella tenía el cabello oscuro, el mío era cobrizo, ella tenía los ojos oscuros, los míos eran verdes. Comencé a sospechar que Alice fuera realmente mi hermana.

Miraba distraídamente, mientras veía los rostros de los recién llegados. Buscaba sin buscar. No tenía ni idea de cómo podría ser Bella, pero supuse que debía tener más o menos la misma edad que Alice, quizá un poco bronceada, después de todo era de Phoenix ¿no?

Seguía buscando y entonces la vi. Era una chica impresionantemente hermosa, con la piel pálida, los ojos color chocolate y el cabello oscuro enmarcando su perfecto rostro. Mi corazón se aceleró un poco y deje de ser consciente de las demás personas. Que importaba Bella ahora si tenía ante mis ojos al ser más hermoso y perfecto de la creación. Mis ojos sólo servían para verla a ella. El ángel me sonrió débilmente y su mirada se detuvo en mí. Así estuvimos unos segundos, era como si ella tratara de ver a través de mí. Siguió taladrándome con la mirada y con paso inseguro se dirigió hacia donde me encontraba.

– ¿Eres el hermano de Alice?– preguntó con una sonrisa nerviosa.

Me quedé congelado.

– S-sí – fue lo único que atiné a decir. Ah, sin duda Dios existe, pensé- Yo soy Edward ¿y tú eres?

– Bella, mi nombre es Bella Swan.

¿Qué tal me quedó el primer capitulo? Está algo corto pero pues es el piloto. Espero que les guste y me dejen sus comentarios. ¡¡Ah!! ¡No puedo creer que por fin la haya publicado! ¡Que emoción!