Disclaimer: Shingeki no Kyojin pertenece a Hajime Isayama.
¡Hola! Aquí con una nueva historia sobre mis dos personajes favs en SNK, Eren y Mikasa. Esta vez poniéndolos en una situación distinta a la que se desarrolla ahora mismo en el manga. Así que, aunque incluiré muchos elementos del mundo de SNK, la historia se desarrollará en un mundo alterno y cambiaré algunos hechos para darme más libertad creativa ;D
Ojalá disfruten el fic y por cierto, feliz 2019 ^^
Compunción
Prólogo
Eren me dijo que me odiaba y que, desde niños, siempre me ha odiado. Me trató como si no tuviera sentimientos y sin que le importara cuanto sufriría yo con sus vehementes palabras. Me hizo sentir como un pedazo de basura o incluso peor que eso.
Me esforcé en pensar que se trataba de una pesadilla, que todo lo imaginé... pero huir de la realidad no me ayudaría a afrontarla. Es curioso y a la vez sorprendente como la negación es el primer recurso que tiene la mente para defenderse del inminente dolor.
¿Qué había pasado con el Eren que me colocó la bufanda en la noche más triste de mi vida? ¿Qué fue de quien me brindó consuelo y cariño en el momento más duro de todos? ¿Qué había sido de ese Eren? ¿Realmente ya no existía?
Quizás siempre estuve equivocada respecto a él... o quizás simplemente cambió. Todo tiene la tendencia a cambiar y las personas no son la excepción. Las numerosas señales prodigadas indicaban que él ya no era la buena persona que alguna vez conocí. Ya no era el hombre que alguna vez me encandiló. Ya no era la persona que amaba. Ahora era un egoísta y un ruin. Alguien capaz de hacer cosas dañosas e inmorales con tal de lograr sus objetivos.
Lo peor de todo es que, incluso así, no podía olvidarme de él. Lo peor de todo es que no podía dejar de amarlo. Lo amaba tanto, pero tanto, que simplemente no podía cortar la inmensidad de mi sentir.
No obstante, un fatídico y aciago día todo cambió. Un día sábado en que me citó para hablar de algo importante. Algo que, ingenuamente, pensé que se trataba de nosotros. Pensé que daría marcha atrás sus palabras de odio, empero, estuve rotundamente equivocada.
Ese maldito sábado mis ansias me traicionaron y llegué diez minutos más temprano a nuestra reunión. A las ocho y veinte de la tarde, vi con mis propios ojos como se besaba apasionadamente con la chica que tenía los cabellos rubios como brillante oro. Creo que lo hizo a propósito. No, no lo creo: sé que lo hizo intencionadamente. Desde el mismo momento en que planeó la cita, su intención fue destrozarme el corazón. Y lo consiguió con creces. La realidad era que ese día me convocó únicamente para que yo lo viera besándose con ella.
Ese fue el golpe definitivo que logró acallar el amor que sentía; él mismo se encargó de aniquilarlo completamente.
No podía culpar su elección después de todo. Historia es una chica muy dulce. Ella es tan pequeña, femenina y frágil. Su piel y sus manos tienen la suavidad de la porcelana y su expresividad es muy superior a la mía. Yo, en cambio, soy todo lo contrario: no soy femenina; incluso tengo abdominales y las manos callosas de tanto luchar con espadas. Además siempre estoy guardando lo que siento, siempre le estoy colocando un cerrojo a mis emociones. Sí, continuamente intenté ser fuerte, aunque muchas veces sólo se tratase de una coraza artificialmente creada.
Nunca tuve el valor de confesar mi amor, aunque sé bien que él lo sabía. Después de todo lo que he hecho por Eren, es imposible que no supiera que lo amaba con todo mi corazón.
Cuando vi aquel beso sentí una afilada cuchilla desplazándose a través de mi pecho. Me sentí más débil y herida que nunca. Yo, la fuerte Mikasa, quedé reducida a un montón de lágrimas lacerando mis mejillas. Desde entonces una máscara de dolor se impregnó en mi cara; una que llevaré puesta quizás por siempre.
Soñar que viviría mi amor contigo fue sólo una ilusión. Soñar que podíamos ser felices juntos fue sólo una tonta utopía. No me queda otra que volver a encolar los pedazos de mi corazón y rearmar los remanentes de él. No tengo más opción que seguir adelante a pesar del dolor que me tortura por dentro.
Pero duele tanto aceptar que nunca signifiqué nada para ti. Duele tanto despertar del sueño tan bonito que tenía junto a ti...
Duele tanto.
Continuará.
