Hoola!
me he decidido a escribir un fic de OP, pero basándome en historia de How I met Your Mother. Pasra los que la habéis visto los personajes serían más o menos (repito: MÁS O MENOS, no son los mismos personajes, así que la historia no será igual, ahí está en chiste de este fic, sino no tendría sentido)
Marshall-Luffy
Lily-Nami
Zoro-Ted
Robin-Robin
Barney-Sanji
Dueño de Thousand Sunny (McClaren's)-Franky
Camareros- Mozu, Kiwi, Usopp
Taxista-Brook
También incluiré a personajes secundarios como Vivi, Kaya, Chopper y Ace (éste va a tener un papel bastante importante).
La historia será un ZoRo y LuNa, desde el principio, y no lo cambiaré, y en principio no va a contener Yaoi, pero quizá me lo plantée dentro de unos cuantos capítulos.
Otra diferencia con la serie original How I met Your Mother es que aquí si sabremos desde el principio quien es la madre.
Disclaimer: el argumento de How I met Your Mother pertenece a la cadena de televisión CBS, y los personajes de OP pertenecen al DIOS Oda Eiichiro.
Sin más dejo la historia. Espero que os guste :)
Año 2035
-Hijos, os voy a contar una historia increíble: la historia de cómo conocí a vuestra madre, me enamoré de ella y nos casamos.
-Papá, ¿nos estás castigando por algo?- preguntó mi hijo mayor.
-No.
-Sí, ¿vas a tardar mucho?– añadió mi hija pequeña-.
–Sí contesté sin miramientos–. ¿Sabéis? Hace veinticinco años, antes de casarme y ser padre tenía una vida totalmente diferente.
Año 2010.
En aquel entonces yo, Roronoa Zoro, tenía veintiséis años y vivía en Tokio. Acababa de terminar la carrera de Educación Física, pero sobrevivía dando clases de kendo en un dojo cerca de mi casa.
Mi casa consistía en un apartamento de dos habitaciones en el centro de la ciudad. Compartía piso con el tío Luffy, mi amigo del instituto, aunque su novia, la tía Nami, estaba aquí siempre por lo que se podría decir que también compartía piso con ella.
Luffy era…. Luffy. Lleva siendo igual desde que lo conocí cuando él tenía diecisiete años y yo diecinueve. Todo empezó el primer día de curso de primero de bachillerato. Yo estaba allí, con niños tres años más pequeños que yo (repetí curso tres veces y aún así estudié una carrera), y de repente apareció Luffy. Él era dos años menor que yo, pero nos hicimos amigos enseguida.
Aún no me explico como es que aprobamos los dos años de bachillerato a la primera, porque nos pasamos más del 50% del bachiller en el despacho de director. Luffy solía armar colosales alborotos en clase, en los que yo absolutamente siempre me veía involucrado.
Nami también estaba en esa clase, aunque ella y Luffy aún no estaban saliendo. Creo que fue gracias a ella que nosotros dos aprobamos, porque aunque nos reñía por meternos en líos (¿He mencionado que ella también se veía involucrada a menudo?), también nos ayudaba con los deberes, y, en caso de Luffy se los hacía completamente.
Otro elemento cojonudo de nuestra clase era el tío Sanji, que aún sigue siendo amigo nuestro.
Era el típico adolescente de hormonas revolucionadas que se iba detrás de todo ser viviente con faldas. Era y es completamente idiota, tampoco me explico como logró aprobar.
Tras el instituto no perdimos el contacto: Luffy, Sanji y yo nos fuimos a vivir juntos, y Nami empezó a salir con Luffy.
Yo estudié Educación Física, Nami Geografía, Luffy periodismo (aunque me sorprendí de que supiese escribir) y Sanji hizo un módulo superior de Cocina.
Mi vida en común con Luffy y Sanji no duró mucho, y antes de que nosotros terminásemos la universidad Sanji se fue a vivir sólo.
En ese momento yo trabajaba en el mencionado dojo dando clase a niños por las tardes, Sanji era chef de uno de los más prestigiosos restaurantes de Manhattan, Luffy era crítico gastronómico y Nami trabajaba haciendo mapas. No se exactamente en que consistía el trabajo de ésta última, sólo se que cobraba una pasta y que aparentemente no hacía más que dibujos absurdos.
Eso profesionalmente. Personalmente Luffy seguí y sigue siendo un adolescente, Sanji seguía y sigue igual de salido, y Nami también es exacta a como era antes. Tengo que admitir que ella maduró mucho antes que todos nosotros. Bueno, nosotros no habíamos madurado en absoluto.
Ése día habíamos quedado en reunirnos en nuestro bar favorito, el Thousand Sunny. Y yo, otra vez, llegaba tarde.
Pensaba que estarían todos esperándome, pero cuando llegué no había nadie en nuestra mesa habitual. Le pregunté a Franky, el dueño, y un buen amigo, por cierto.
–Hey Franky. ¿Has visto a los chicos por aquí?
–¡Heeeeeeeeeey Zoro! ¿Cómo te va? ¿Estás SÚÚÚÚPERR? –¿Había mencionado que este tío también era un idiota?–.
–Estoy bien, Franky, pero, en serio, ¿has visto a los chicos?–
El muy imbécil me estaba ignorando y poniéndose a bailar encima de la barra. Lo conozco bien, así que se que si Franky se ponía a bailar sobre la barra, sus pantalones no durarían mucho puestos, así que me escabullí antes de que empezase el escándalo.
–Hey Zoro-san– me llamó Mozu, la camarera–. Los chicos estuvieron aquí, pero se fueron hace casi una hora. Me parece que a Luffy-san se le ocurrió otro de sus planes descabellados.
–Bueno, entonces acabarán volviendo. Ponme lo de siempre Mozu, por favor, los esperaré.
Lo de siempre, hijos, consistía en una botella de sake. Costumbre que no quiero que imitéis nunca, al menos hasta que tengáis veinte años y podáis hacerlo legalmente. Bueno, ya sentado a la barra, tras el espectáculo de Franky, cuando iba por la tercera botella, vi entrar en el bar a la onna más hermosa y perfecta que había visto nunca. Era muy alta, más que yo, tenía el pelo negro y liso, con flequillo recto, y le llegaba hasta los hombros, pero lo que más me llamó la atención fueron sus ojos azules.
Se veía a la legua que era extranjera, así que me sorprendí cuando la vi acercarse y pedir un café en perfecto japonés.
Franky la miró extrañado, pues para él era muy raro servir bebidas sin alcohol.
–Oi, nee-san. No eres de por aquí, ¿verdad?
–No. Soy canadiense. Llegué hace una semana a Japón –contestó amablemente, sin sentirse para nada incómoda con la pregunta de un completo desconocido–. Tú tampoco pareces muy oriental que se diga, camarero-san.
–Bueno, de hecho, hay datos de que nací aquí, pero soy adoptado, así que no se de donde son mis padres. Apostaría a que americanos.
–Oh, lo siento por hacer una pregunta tan incómoda, camarero-san.
–No, es incómodo nee-san, mucha gente me pregunta. Es raro ver a un tío tan SÚPER en este país.
Ella se rió discretamente. Yo pedí otra botella de sake, y finalmente me habló.
–¿No es muy temprano para estar bebiendo sake solo en un bar… kenshin-san?– añadió al advertir las tres espadas que llevaba a la cintura.
–No. Nunca es temprano para un par de botellitas de sake –contesté yo.
–Maaaaaaarchando la cuarta botella de sake del día–apareció Franky con mi tesoro líquido.
–Gracias Franky.
–Bueno, quizá en Canadá seamos muy peculiares, pero no creo que en ningún país del mundo se considere "normal" ir por la cuarta botella a las… –miró su reloj– 14:32 de la tarde.
–Para mí es normal.
–Eres un tío peculiar, kenshin-san. Me llamo Nico Robin –se presentó, ofreciéndome la mano.
Año 2035
–Eh, eh, eh. Espera un segundo papá –me interrumpe mi hija–. ¿Estás diciendo que conociste a mamá en un bar bebiendo sake a las dos de la tarde?
–Sí, papá –este era mi hijo– No nos creemos que tu fueses ese tío tan guay, bebiendo y ligando con jovencitas.
–Bueno, técnicamente no estaba ligando, y no eran las dos, sino las dos y media pasadas. Volviendo a mi historia…
De vuelta en el 2010
–Roronoa Zoro –contesté estrechándole la mano–. Así que canadiense, eh… ¿Qué te ha traído al otro lado del mundo?
–Trabajo –le dio un sorbo a su café, que Franky acababa de servirle–. Me han ofrecido un puesto en la universidad. Profesora de Historia.
–Hmmm… –nunca he sido un gran hablador, ¿vale?
–¿Qué pasa, kenshin-san? ¿No tengo pinta de profesora de Historia?
–No –le di un trago a mi botella–. Mis profesoras fueron todas viejas amargadas con cara de mala leche.
Ella volvió a reírse. Y probablemente hubiese acabado tirándomela esa misma noche si no hubiese sido por vuestro tío Sanji, que escogió ese maldito momento para entrar pegando voces.
–¡Zoro, Zoro! No te vas a creer donde he estado. ¡Luffy nos ha llevado a un parque de atracciones!–me gritó y vino a darme una palmadita en la espalda.
–¿Y?
–Bueno, las atracciones están geniales, pero mejor: ¡está lleno de veinte añeras con ganas de divertirse! Necesito que seas mi gancho, tío… –miró a mi lado y vio a Robin, así que perdí todo el interés para él–. Hola… preciosa. ¿No eres de por aquí verdad?
–Canadiense –contestó vuestra madre, sin perder la calma.
–¿Necesitas a alguien que te enseñe la ciudad? Podríamos ir a un restaurante precioso que conoczco, muy romántico, y podría cocinarte algo yo, soy cocinero…
–No hace falta, kukku-san. Llevo una semana aquí, y ya me desenvuelvo bastante bien. Pero muchas gracias igualmente.
Maldije a Sanji en mi interior hasta la saciedad. Maldito salido metiéndose siempre en medio. Me había fastidiado mis cinco últimos ligues.
–Oye, ero kukku. ¿Por qué no te vuelves al parque de atracciones con las veinteañeras?–gruñí.
–¿Qué? No, gracias, estoy bien aquí –me contestó con su mejor sonrisa de salido–.
Por suerte, alguien más interrumpió. Eran la tía Nami y el tio Luffy, que parecían estar en una violenta discusión. O sea, Nami gritaba y Luffy imploraba perdón con la cara hinchada de las hostias que se había llevado.
–¡Zoooroo! –me saludó muy sonriente. Demasiado sonriente–. ¿Ya tienes el dinero que me debes? –¿Veis? Demasiado sonriente.
Veréis chicos, con mi trabajo en el dojo las veía canutas para pagar el alquiler de nuestro piso, y los últimos tres meses habían sido muy, muy difíciles, así que le debía dinero a Nami. Creedme chicos, nunca, nunca le pidáis dinero prestado a la tía Nami.
–No. –respondí– su sonrisa creció aún más. Mala señal. Muy mala señal.
–Sabes que si no me pagas antes de tres días los intereses aumentarán más y eso siginificará que me debes casi 1.500.000 yenes… y que nunca te perdonaré esta deuda y que aunque yo muera tus descendientes tendrán que pagar a mis descendientes… y así hasta el final de los tiempos.
–¿Mis descendientes? ¿Qué te hace creer que voy a morirme antes que tú?
–Creeme, marimo: no lo creo, lo sé –y tras estas amenazantes palabras, descubrió a Robin a mi lado, siendo acosada por Sanji–. Eh, baboso, deja en paz a la señorita, vete a buscar furcias a otro lado. ¿Recuerdas nuestro acuerdo?
–No…–fue la respuesta de Sanji–.
–El bar no es territorio de caza. Se respetará (es decir TÚ respetarás) a cada ser vivo, humano, animal o planta, de género femenino o que alguna vez haya pertenecido a este género –lo agarró por una oreja–. Así que vete a sentarte con Luffy.
Yo bajé la cabeza, intentando que mi intento de ligue con Robin pasase desapercibido por aquella loca pelirroja, porque bastante tenía con el dinero que le debía.
–Tienes unos amigos muy peculiares, kenshin-san –me comentó Robin, con esa preciosa media sonrisa en sus labios.
–Sólo son una panda de idiotas –aclaró Nami, por si quedaba alguna duda–. ¿Te ha molestado Sanji? Es un pesado, y un mujeriego, pero es buen chico.
Yo aproveché y me escabullí hacia la mesa en la que estaban un deprimido Sanji y un físicamente maltratado Luffy. Ellas se quedaron hablando, y parecía que se llevaban bastante bien.
–...Así que eres canadiense, Robin. Debe ser difícil para alguien de fuera instalarse en esta ciudad. Ya sabes, el idioma, no conocer a nadie..
–No creas, Nami-san. Se me dan bien los idiomas, y no tengo problema para tratar con la gente, ya me has visto con vosotros.
–Has ido a encontrarte con los mayores idiotas de Tokio. En el fondo, tampoco son tan tontos –rectificó mirando hacia nuestra mesa. En el fondo la tia Nami es algo más que una maldita bruja tacaña–. Son buenos chicos. ¿Quieres sentarte con nosotros, Robin?
–Claro, Nami-san.
Y así fue cómo Robin se unió a nuestro grupo.
Gracias por leer :)
