CONTINUACIÓN DE "CUANDO NOS VOLVAMOS A ENCONTRAR"! Si no lo han leído, no van a entender nada!

Léanlo: www . fanfiction . com s/8265613/1/Cuando-nos-volvamos-a-encontrar

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"Rod:

Aquí todo está normal.

Antonio llora cada día como un bebé extrañando a ese sirviente. Francis está cansado de vivir en un barco lleno de hombres, así que, cada vez que hacemos una parada en algún puerto no regresa hasta el día siguiente. ¿Sabes? El otro día llegó al barco con 8 mujeres que decían ser sus esposas…"

"Rod:

¿Huh? ¿Yo? ¿Por qué te interesa saber sobre mí? No ha pasado nada raro. Llevamos 48 días sin ver tierra y solo esperamos poder llegar pronto a un puerto para reabastecernos. Ya se está terminando la cerveza…"

"Rod:

Día 52 sin ver tierra. Y ayer fuimos atacados por la armada de ése maldito inglés cejudo. Sufrimos algunas bajas. Cómo detesto a ése tipo."

"Rod:

¡Por supuesto que estamos bien, idiota! ¿Con quién crees que hablas? No somos humanos, somos seres inmortales, ¿recuerdas?"

"Rod:

Hoy, después de casi 2 meses a la deriva finalmente tocamos tierra. Nos quedaremos en este puerto por unos días para tener un cambio de ambiente."

"Rod:

¿Qué te importa lo que yo haga en este puerto? Sí, probablemente me vaya con algunas mujeres, ¿tienes algún problema?"

"Idiota Rod:

Maldito, si le dices eso a Louis voy a ir hasta Vienna a romperte la cara."

"Rod:

¿Puedes dejar de decir esas cosas? Es molesto. Creo que fui muy claro contigo cuando terminamos"

"Rod:

En verdad que eres molesto. ¿Puedes dejar de mandarme cartas cada día? No tengo idea de cómo rayos entrenaste a esa maldita paloma para encontrar mi barco, pero te juro que si vuelvo a verla voy a dispararle"

Así era Gilbert. Así había sido Gilbert. Y así había sido su relación. Jamás pudieron tener una sola conversación buena, siempre fueron gritos, peleas, golpes.

Roderich volvió a cerrar las cartas como estaban y abrió la caja de madera donde las guardaba, encontrándose con un último pedazo de papel.

Era solo un pedazo de una carta que había sido más larga. Aquella carta que el albino le había dejado antes de irse. Antes de cometer la estupidez que había hecho.

La leyó:

"P.D. Lo siento, Rod. Jamás fue mi intención lastimarte. Traté de alejarte de mí, pero parece ser que somos más humanos de lo que creemos."

Las lágrimas volvieron a agruparse en sus ojos.

Maldición, ya habían pasado 5 años. Ya habían pasado 5 años desde la muerte de ese hombre, pero su corazón aún no podía superarlo.

Metió todas las cartas a la caja de madera y la regresó a su lugar debajo de la cama.

Aún dolía recordarlo…

Se acostó en su cama, intentando volver a conciliar el sueño. Las noches de insomnio se habían convertido en algo común desde que Gilbert se fue. Pero seguían siendo molestas.

Esa noche, como muchas otras desde hace 5 años, no durmió.

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-¿El ático?- preguntó el austríaco, una vez que se había terminado su té.

-Sí, bueno… llevó años tratando de limpiarlo… pero está lleno de cosas tuyas y no se si quieras conservar algo…- dijo la castaña, recogiendo la taza

-… Mmm… no creo tener nada interesante ahí dentro… pero hoy estoy libre, así que, supongo que no hará daño recordar cosas, soy viejo, después de todo-

Elizabetha sonrió.

-¿Necesitas que te ayude?-

-No. Estaré bien por mi cuenta, por favor, no descuides tus deberes-

La húngara hizo una reverencia y salió de la sala, soltando un suspiro. Amaba tanto a ese hombre, pero le dolía ser solo su sirvienta…

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Entró al ático y cerró la puerta tras de sí. Estaba más limpio de lo que esperaba y le sorprendió que no lo atacara una avalancha de polvo al entrar. Era obvio que alguien ya había estado ahí recientemente.

Fue hasta la única ventana, ésta no tenía mucho polvo, la limpió con el antebrazo, manchando de gris su traje y admiró la vista hacia la entrada de la mansión, desde ahí se podía ver también el bosque, el muro. No pudo evitar sonreír. Tenía una vista muy bonita y nostálgica.

Notó que se recargaba en algo y volteó a ver que era. Una silla. Una bella silla roja, aunque la madera ya estaba algo podrida. No podría soportar el peso de alguien, pero tenía algo encima. ¿Un cuadro?

Quitó la tela blanca que cubría el objeto misterioso.

Sí. Efectivamente era un cuadro, una pintura. Pero cuando lo vio sus manos temblaron un poco y su rostro se tornó triste y nostálgico.

Era una bella pintura de Feliciano cuando éste era pequeño. Podía recordarlo. A pesar de que Louis siempre había sido muy malo para el dibujo, realmente se había esforzado en esa pintura y la había convertido en toda una obra de arte.

-Me alegro por ustedes dos. Feli, Lou- calló y se corrigió aquél último nombre –No… Ludwig-

Volvió a cubrir la pintura con la tela y continuó recorriendo aquella pequeña habitación.

Pinturas viejas, con marcos podridos, otras obras de arte que habían sido arruinadas por cierto sirviente travieso. Mucha mueblería vieja. Cortinas, instrumentos musicales anticuados, rotos o que les faltaba alguna pieza. Continuó admirando todas las reliquias de aquél lugar, preguntándose el motivo por el cuál conservaba tantas cosas inútiles.

Le diría a Elizabetha que tirara todo, excepto el cuadro de Louis.

En eso pensaba cuando, mientras caminaba, su pie se enredó con una cortina vieja y empolvada y cayó al suelo, justo al lado de unas cajas. Sobó su tobillo, se lo había lastimado un poco. Pero nada que no sanara rápido, sobretodo si se trataba de un ser inmortal como él. Aún así, mientras trataba de reincorporarse, notó algo fuera de lugar detrás de las cajas.

Siguiendo su curiosidad, se dispuso a mover las cajas para poder ver mejor lo que se ocultaba detrás de ellas. Cuando hubo terminado, se sintió algo decepcionado de ver un viejo baúl de madera con candado. ¿De dónde había salido tal cosa? No podía recordarlo por más que intentaba.

Continuó recorriendo el ático en busca de la llave que habría ese baúl, pero fue en vano. No pudo encontrar nada. Se acabó rindiendo y salió del lugar. Bueno, al menos ya eran dos cosas que se salvarían de la basura, pues no tenía intención de tirar algo cuyo contenido desconocía.

Llamó a Elizabetha y ésta lo ayudó a mover el baúl a su habitación, ahí tenía mucho espacio libre, después de todo. Después le pidió a que dejara el ático tal y como estaba. Aunque ambos sabían que eso significaba que aquél lugar continuaría siendo llenado conforme pasaran los años, y terminarían no tirando nada, después de todo.

Roderich pasó todo ése día observando el baúl, hasta que dio la media noche. ¿Dónde estaría la llave que lo habría? No le gustaba dañar antigüedades, pero su curiosidad lo estaba matando. Se levantó de la cama y se encaminó hacia afuera de la habitación, mientras podía escuchar el ruido de unas gotas de agua que golpeaban contra la ventana. Había comenzado a llover.

Caminando entre los oscuros pasillos, sólo con una vela en su mano, ni siquiera necesitaba luz para saber a dónde dirigirse, había estado viviendo en aquella antigua mansión durante siglos, literalmente.

Llegó hasta un salón de reuniones. Dados sus gustos, las paredes estaban llenas de cuadros y una que otra foto. Finalmente, encontró lo que buscaba. Una vieja espada que aún mantenía su filo. Era muy peligrosa, así que la había puesto muy alto, recordó. En el pasado, el simple pensamiento de que Feli o Louis pudiesen alcanzar aquella arma lo había tentado a simplemente deshacerse de ella, pero finalmente decidió solo colocarla en un lugar fuera de su alcance.

Arrastró un banco que parecía estar sólo de adorno y se subió en él para tomar aquella espada. Una vez cumplido su objetivo, regresó a su habitación. Finalmente, con el arma, logró romper el candado, el cual ya estaba bastante oxidado.

Al abrir se encontró con cosas inesperadamente comunes. Eran ropas. Las sacó para observarlas mejor y sus ojos se llenaron de lágrimas al reconocerlas. Aquellas habían sido las ropas que Gilbert usó durante su viaje, cuando se fue de la casa y los abandonó.

Abrazó la tela contra su pecho con fuerza, tratando de controlar sus lágrimas. Su mente se distrajo del acto cuando vio algo negro debajo de más telas. Movió todo para encontrarse con una pequeña cajita de madera, apenas del tamaño de su palma y un libro antiguo.

Primero abrió la caja y se encontró con una llave unida a una cadena. ¿Una llave? ¿Qué hacía ahí una llave? ¿Porqué Gilbert la había guardado?... ¿Qué abría…? La colgó a su cuello por el momento, hasta averiguar más de ella. Después abrió el libro, no tenía nombre, ni autor, tampoco era muy grueso. Notó que Gilbert había marcado su lugar con un pedazo de papel, así que decidió empezar por ahí.

Al llegar a la página marcada y comenzar a leer, sus manos, seguido por todo su cuerpo comenzaron a temblar. Cerró el libro. Lo tomó y volvió a salir de su habitación.

Aún con toda la lluvia cayendo fuera, salió de la casa, sin importarle, por primera vez, si sus costosas ropas eran ensuciadas o si sus botas se manchaban de lodo. N le importaba nada. Ahora solo le importaba una cosa…

Caminó sin un paraguas, a merced de la lluvia hasta el cementerio de la casa. Se paró frente a la tumba de su amado.

-…Así que fue esto lo que usaste para traer a Louis de regreso…- murmuró al aire

Sonrió sombríamente.

…Y comenzó a cavar…