¡Bienvenidos!
Hola, llego con esta nueva historia que va a ser cortita, divertida y creo que sustanciosa jijiji. Participe con ella en el I Contest Lemmonsutra, espero sea de su agrado.
La historia es de mi completa autoría, los personajes pertenecen a Stephenie Meryer.
¡DISFRUTENLO! Tanto o más que yo escribiéndolo
El Parque
Capítulo 1: Inercia
Otro día con la misma rutina. Otra semana más que, gracias al cielo, terminaba. Me tenía tan estresada.
Manejar una gran cadena de almacenes de lencería no era para nada fácil, a pesar de que era la propietaria, no podía tener un rato libre. Simplemente no podía dejar las cosas en manos de los empleados, que en su mayoría eran unos ineficientes. Solo se ocupaban de cumplir con un horario y no con su trabajo. Pero como en todo, hay sus excepciones…
Sonreí al recordar mi excepción.
—Señorita Swan, en diez minutos tiene una reunión —anunció Jessica, mi asistente, por el intercomunicador, sacándome de mis pensamientos. Sonreí al recordar la idea de esa cita, y más aún lo que iba a tratar en ella. Eso alejó de mí la pesadez.
—Gracias, Jessica.
Ordené algunas carpetas que necesitaba, agradecía que fuera la última reunión en el día. Y la más importante, pensé. Corrí al baño y arreglé mi vestido así como el maquillaje, un poco de labial no le caía mal a nadie. Sonreí al probar el dulce sabor cereza de mis labios; lucían tan rojos, justo como me fascinaba.
Tomé las carpetas entre mis manos y me dirigí a la sala de juntas, donde ya el señor Michael Newton me estaba esperando. Estaba de espaldas, solo podía mirar su cabello rubio; me gustaban más los cobrizos, y no era porque 'él' fuera cobrizo, aunque debía aceptar mi debilidad especialmente por 'él'.
—Buenas tardes, señor Newton.
El tipo se volteó, y apenas me miró, sus ojos azules se abrieron de sopetón —me gusta más el verde zafiro— y me miraron con total lujuria.
Se podría decir que el chico era guapo, pero no era mi tipo. Su vista pasó desde mis pies hasta posicionarse en mis pechos, donde por un buen rato los observó. Hice un esfuerzo sobrehumano para no descomponer mi sonrisa y cambiarla por una mueca de asco. Cuando por fin me miró a la cara, poco le faltaba para que la baba le colgara, Aún no me terminaba de acostumbrar a que lucía bonita para otros hombres.
—Buenas tardes, señorita Swan —dijo con voz ronca, mientras me estiraba la mano en forma de saludo. Evité carcajearme, era tan patético.
—Oh, por favor, llámeme Bella —dije mientras estrechaba igualmente su mano. Su piel era suave, incluso tenía unas uñas bien cuidadas, pero (siempre había un 'pero'), no eran las manos que me gustaría en este momento me tocaran; además, sus dedos no eran lo suficientemente largos para mi gusto. No es que me agradara tener ese tipo de confianzas con él, pero por ahora era necesario si quería conseguir lo que deseaba.
—Está bien, Bella, pero en ese caso, usted llámeme Mike. —Sonrió, y le devolví la sonrisa. Lo invité a sentarse con una seña de mano, y yo lo hice a su lado.
—Bien, Mike, creo que ya sabes el motivo de mi llamado.
—Tengo una idea.
—Y bien, entonces, ¿qué respuesta me da?
— ¿Por cuántos días sería?
—Por un día completo.
No fue realmente difícil convencerlo, después de que le ofrecí una cantidad bastante alta de dinero, y luego de seducirlo un poco, aceptó gustoso. No me gustaba el tipo, ni cómo me miraba, ni mucho menos cómo hablaba. Estaba realmente claro que a su voz estruendosa le quería añadir sensualidad, lo que ni en sueños lograría, pero era el precio que tenia que pagar por conseguir mis caprichitos.
Nuestro trato se selló, no solo con una firma, sino también con un apretón de manos, que después de un jalón a mi mano por parte de él, estrelló sus labios en mi mejilla.
Regresé con rapidez a mi oficina, limpiando con asco las babas que el tal Mike dejó en mi rostro. Tomé mi móvil y marqué el número que estaba al principio en la lista de marcado rápido, aunque me lo sabía de memoria. Tamborileé mis dedos en el hermoso escritorio de madera de caoba que tanto me había gustado, y por el cual no descansé hasta que lo tuve ocupando la parte central en mi oficina. Estaba ya impacientándome, siempre contestaba al primer timbre y ya iban tres.
—Sí, señorita, ¿qué desea? —contestó aquella aterciopelada voz en tono ronco, tan sexy, que cada vez que la escuchaba, estaba más que lista para recibir al dueño de aquellas musicales palabras que me envolvían en un remolino de lujuria. (A veces pensaba que lo hacía adrede). Quise responderle: «a ti», pero debía guardar mi compostura de jefa.
— ¿Por qué se demoró en contestar?
—Perdóneme, estaba…
—No me dé explicaciones baratas —dije, sin dejarlo continuar. Suspiré, con la ola de celos creciendo en mi pecho—. Tenga listo el auto, en cinco minutos salimos —ordené mientras mordía mi labio. Suspiré de nuevo para infundirme calma apenas colgué. Me apresuré a recoger mi bolso y mi abrigo que reposaba en el lindo perchero dorado al lado de la puerta.
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Su cabello era un total espectáculo, era uno de los tantos fetiches que tenía. Cada parte del hombre que iba conduciendo mi Aston Martin negro era mi fetiche. Iba en la parte trasera del auto, y no podía despegar mi mirada de su hermoso cabello. De soslayo, me di cuenta que me miraba a través del espejo retrovisor. Le sonreí.
—Abre tu ventana —susurré, ahora mirándolo directo a sus ojos, que me hacían perder el hilo total de mis pensamientos. Sin decir nada, obedeció.
Regresé mi mirada a su cabello, que era aún más espectacular al viento. Era aún consciente de su mirada verde zafiro sobre mí, y las oleadas de fuego que desprendía de ellos; pero cada hebra que bailaba de manera distinta con el aire que entraba ferozmente y se lo desarreglaba todavía más, se llevó mi atención. El suave olor tan varonil y embriagante que viajó a través del corto trecho me nubló la mente por unos minutos, y casi no pude contenerme durante el largo camino que recorrimos hasta mi casa, ubicada en la parte más exclusiva de la ciudad de Nueva York.
Apenas llegamos, me quedé sentada en el cómodo asiento mientras me deleitaba mirando cómo sus andares tan gráciles lo conducían alrededor del carro hasta llegar a mi puerta, para abrirla tan caballerosamente como siempre. Coloqué mis dos pies juntos en el pavimento antes de alzar la mirada para rendirle de nuevo culto a su magnifico rostro. Me tendió la mano, la cual no objeté en recibirla; su contacto me estremeció, con la misma, o tal vez, con más intensidad que la primera vez.
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Flash Back
Jacob, mi anterior chófer y guardaespaldas, tuvo que renunciar porque su esposa no podía estar sola con el bebé que acababa de tener. Confié en su buen criterio para que me recomendara un remplazo, el cual no duró ni dos días. Supe que ese era un trabajo que tenía que hacer por mi cuenta.
Estaba agotada de estar recibiendo a cantidad de tipos que no me inspiraban la más mínima confianza. Uno tras otro iban pasando, siendo inmediatamente rechazados por mí.
—Siéntese, por favor —dije de manera agria, mirando desganadamente hacia la hoja de vida que tenía enfrente. Escuché cómo la silla ubicada en el otro lado de mi escritorio era movida de manera sutil y alguien la ocupaba con un sonido apagado en el cuero negro. Pasé rápidamente por su nombre, edad, estudio…. Me sorprendió que alguien tan bien preparado y sin ningún problema para entrar en el FBI viniera a pedir trabajo aquí, pero eso lo valoraba—. Muy bien, señor Cullen, me agrada que esté tan bien preparado, pero, cuénteme… —dije mientras levantaba mi cabeza para encararlo y encontrarme con el verdadero dios Eros (1). No cabía duda de que los dioses del Olimpo lo habían mandado para mi satisfacción, placer y gusto—, ¿q-q-qué lo ha-hace venir a buscar est-t-te trabajo c-c-con su preparación?
Qué patética y estúpida. ¿Cómo era posible? Tartamudeé un poco, o mucho —depende de la perspectiva—, y me sonrojé al instante al ver cómo sus comisuras se elevaban para formar una hermosa sonrisa torcida.
Pero, momento. La razón vino a mí para darme un zape interno, lo cual lo agradecí. ¡Era la jefa, no me podía comportar así! Con un gran esfuerzo, alcé mi mentón para seguir encarándolo y no derretirme en esa mirada tan llena de… de… un no sé qué, que lograba en mí, estragos irracionales.
—Quiero este trabajo.
Y con la encantadora voz ronca, suave, calmada y segura con la que me habló, se ganó por completo mi confianza. Además de ganarse mi cuerpo, mi corazón y mi todo con el brillo especial en sus ojos. Ese brillo lujurioso y divertido que saltaba hacia mí.
Un estremecimiento casi orgásmico recorrió mi cuerpo cuando sellamos el trato con un suave apretón de manos
Fin flash back
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Ahora, se podía decir que llagaba al completo éxtasis con sentir sus manos sobre mi piel.
Sin dirigirle palabra alguna, traspasé el umbral de la puerta y me apresuré a llegar a mi habitación, donde los zapatos de tacón negros que traían puestos salieron de su sitio. Me saqué el vestido marrón que tanto me gustaba, junto con la pequeña ropa interior que llevaba, y me coloqué tan solo un delicado vestido blanco de algodón; que de mis brazos se deslizó, acariciando cada parte de mi piel a su paso. Me estremecí al imaginar que no era simple tela, sino sus manos.
—Cullen —grité con desesperación, sentándome cómodamente en mi sillón de cuero rojo sangre —mi preferido— ubicado en la parte opuesta a la gran cama—, ven ahora mismo —demandé, con todo el poder que salía de mi pecho. Crucé mis piernas, la derecha sobre la izquierda, solo para que el corto vestido blanco se alzara y dejara a la vista mis muslos.
En ese momento, cuando sentí cómo sus pasos se iban acercando, haciendo un sonido apagado en las escaleras, empecé a escuchar —no sé por qué carajos— en mi mente una canción de fondo: «I´m a man».
Now when I was a little boy,
At the age of five,
I had something in my pocket,
Keep a lot of folks alive
Now I'm a man,
Made twenty one
Y cada que sus pasos se acercaban, podía ser consciente de cómo su exquisito aroma llegaba lentamente a mis fosas nasales y se metía en mis entrañas para producir oleadas del más puro placer.
La canción, con sus notas malditamente sensuales, se colaba de paso por mi cuerpo, haciendo que mi mente volara. Imaginándome al hombre que estaba cada vez más cerca, haciéndome un show privado de strippers, paseando sus manos por su torso desnudo mientras cantaba, para después al momento del coro susurrarme con su deliciosa y ronca voz al oído…
You Know Baby,
We can have a lot of fun,
I'm a man,
I spell m-a-n… man
E incluso ya podía sentir su calor sobre mi piel desnuda. La necesidad de tenerlo, de poseerlo, me carcomía.
La canción aún seguía reproduciéndose en mi mente; el sonido de la batería y la guitarra eléctrica me hechizaban. No recordaba haberme aprendido la letra, pero al parecer mi cerebro tenía la partitura completa.
Se recostó petulante sobre el marco de la puerta de la habitación y me miró con aquellos ojos verdes llenos de lujuria. Me mordí el labio instintivamente; aquella única prenda que traía, me encendió. ¿Cómo se atrevía a venir sin camisa? Pasó la lengua por el contorno de sus labios, tentándome.
All you pretty women,
Stand in line,
I can make love to you baby,
In an hour's time
I'm a man,
I spell m-a-n… man.
Sin poder contenerlo, mi pierna se deslizó y mi pie se estrelló contra el suave piso alfombrado. Era consciente del temblor en ellas, así como el de mis manos y el resto de mi cuerpo, menos mal que estaba sentada. Las abrí lo necesario y me recosté contra el espaldar del sillón, ofreciéndome por completo a él. Ofreciéndole el paraíso.
Alcé mi mano derecha, y con mi dedo índice hice señas para que se acercara, mientras que la izquierda la paseaba a lo largo de mis muslos. Él me miraba con una ceja alzada, lo conocía muy bien como para saber que se moría por tenerme al igual que yo a él. El rubor en sus mejillas y el bulto en sus pantalones lo delataban, pero el muy maldito quería torturarme.
I going black down,
To Kansas to
Bring back the second cousin,
Little John the conqueroo.
I'm a man,
I spell m-a-n… man.
Ok, si él quería jugar, le iba a mostrar cómo se hacía.
Cerré mis piernas, quitándole el privilegio de ver de primera mano mi sexo. En su cara se dibujó aquella sonrisa torcida, tan maligna que me enloquecía.
The line I shoot,
Will never miss,
The way I make love to 'em,
They can't resist.
I'm a man,
I spell m-a-n… man.
Su sonrisa socarrona no se perdió en ningún momento, así como sus ojos no se despegaron de los míos. No sé cómo, pero estaba segura que él también escuchaba en su mente la misma canción que yo en la mía. Los poros de su piel me lo gritaban. Las últimas notas de la canción se deslizaron por entre mis piernas, produciendo aún más humedad y excitación.
Por fin, después de un tiempo eterno, rompió el silencio en el que estábamos sumimos.
—Isabella, ¿me llamabas? —dijo, con su tono ronco tan malditamente sexy.
Él imbécil tenía muy en claro que cuando me llamaba por mi nombre completo me excitaba hasta el límite; solo lo usaba cuando estábamos en el culmen de la pasión. Aunque, era en parte mi culpa, solo le decía Cullen cuando me dejaba en el mismo centro del nirvana. Pero oírlo de sus labios en ese momento, no fue una buena idea. Mis piernas volvieron a flaquear, y tuve que eliminar por completo mi siguiente jugada. Muy bien, iba ganándome, pero no se lo iba a dejar muy fácil.
—Sí, Edward, pero para ti soy la "señorita Swan" —contesté en su mismo tono de voz, aunque un poco más calculador y autoritario. Al parecer lo notó, porque sonrió aún más y agachó su cabeza de forma respetuosa, y se enderezó en su sitio—. Tengo mucho calor —susurré, mientras me pasaba un dedo desde el cuello para terminar en la línea de división de mis senos, y gemí lo suficientemente alto para que él lo escuchara—. Me preguntaba, ya que la servidumbre está de vacaciones… —A pesar de que era mi chófer, a él nunca lo catalogaba como la servidumbre—. ¿Serías tan amable de traerme un vaso con agua? —Supe que tenía un punto a mi favor, sus ojos se volvieron negros y el bulto entre sus delgados pantalones blancos de algodón aumentó considerablemente. Me carcajeé bajito cuando sin decir palabra, dio media vuelta para ir por mi pedido.
Aproveché para meterme al cuarto de baño y rápidamente a la ducha de agua caliente; me solté el cabello, el agua bajaba eróticamente por cada curva de mi piel. Cerré los ojos, las gotas surcaban mi rostro, eché la cabeza un poco hacia atrás y el cálido líquido se deslizó por mi cuello, mis senos, mi cintura y mis muslos, hasta llegar y estrellarse delicadamente contra el suelo.
— ¿Por qué me torturas? —susurró a mi oído con voz aún más ronca. Salté de la sorpresa y suaves temblores de anticipación me recorrieron, gemí quedito.
—No pretendo hacerlo —respondí burlona, mientras una de sus manos se deslizaba por mi hombro, depositando un beso en el mismo. Su caricia continuó a lo largo de mi brazo y al final entrelazó nuestras manos. Con su mano libre me tomó de la cintura y estrelló mi espalda contra su pecho, logrando que mi trasero chocara con su erección, que a estas alturas estaba aún más notoria. Jadeé—. Pero al parecer tú sí quieres hacerlo.
En un camino que su lengua dibujó por mi columna, serpenteando por cada vertebra y llegando hasta la parte más baja de mi cintura, sus labios se pegaron a mi piel, devorándola en el acto. Los vellos de mi piel estaban completamente alertas, esperando para dispararse en cualquier momento.
—No, vida, ¿cómo crees? —rio, antes de apretar con sus dientes mi nalga derecha. Dolió, pero fue un dolor placentero; un dolor embriagante y exquisito. Mi espalda se arqueó como reacción, junto con un gritito involuntario salido de lo más profundo de mi pecho. Me tomé fuertemente del grifo cuando mi cuerpo se volvió hacia delante; tenía el temor de caerme. Mis piernas, que habían adquirido algo de fuerza, empezaban a debilitarse. Volvió a reír—. O tal vez sí. —Sus labios vibraron.
Sonreí maliciosamente, con la claridad de mi próximo ataque, planeado en las pocas milésimas de segundo de cordura. Me hice el cabello hacia un lado, y con el agua aún cayendo por mi cuerpo, me di vuelta para tomarlo de los hombros y hacer que se parara. Tomé entre mis dientes sus labios, para después pasar mi lengua sorbe ellos y besarlo. Cada vez que nuestras bocas se encontraban el mundo se volvía una completa bruma. Pasé mi índice por sus pectorales.
—Ve a darte una ducha de agua fría, mañana es un largo día —susurré aún contra sus labios. Bufó de frustración.
—Me vas a volver loco un día de estos, Bella. —Me reí burlescamente.
—Anda, ve. —Alejarme de él, y sobre todo, en el estado de excitación máximo en el que estaba (y no solo hablaba de él), me causaba un dolor insoportable. Estaba empezando a pensar seriamente si esto de dejarlo totalmente duro y no llegar a más era un castigo para él o para mí. Tenía mis venas masoquistas, pero sabía que al día siguiente me desquitaría. Le di una nalgada en su espectacular trasero cuando se dio la vuelta para ir por su ducha de agua helada, dejando la marca de mi mano mojada en su pantalón—. Te espero con el auto listo a las 7:30 am en punto —ordené, antes de verlo desaparecer por la puerta, con la mayoría del pantalón escurriendo.
Cuando entré en la habitación, nuevamente envuelta en una enorme toalla, sonreí al ver un vaso con agua junto a una rosa blanca en el tocador.
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Desperté muy temprano a pesar de que era sábado, después de terminar de bañarme y secar mi piel, la humecté hasta la más recóndita parte con un aceite floral. Coloqué sobre mi cuerpo desnudo nada más que un delicado vestido de seda, que era del color de mi piel; a la vista de muchos podría pasar como desnuda, incluso mis pezones resaltaban sobre la fina tela. Me di media vuelta, y mi redondeado culo sobresalía también. La tela se amoldaba a mi cuerpo, justo como lo deseaba. El cabello me lo recogí en una simple coleta, y me maquillé solo lo suficiente para quedar lo más natural posible, sin olvidar el lápiz labial cereza que tanto 'nos fascinaba'.
Sonreí para mí ante el espejo, después de colocarme unos zapatos acordes al vestido —lo suficientemente cómodos para soportar los ajetreos— y un poco de perfume —«Historia de amor»—, y salí, colocándome mi abrigo negro.
Atravesamos la enorme ciudad de Nueva York a la velocidad que nos lo permitía el tráfico; estaba realmente ansiosa, no podía dejar de jugar con mis manos. Miradas felinas eran lanzadas de vez en cuando por el espejo retrovisor; sus enormes ojos me traspasaban. Era notorio el deseo en cada línea de sus pupilas, y de soslayo, en el reflejo pude ver que en las mías también.
—Por la siguiente calle a la derecha —susurré sensualmente, sin despegar mi mirada de la suya.
—Como ordene, 'señorita Swan'.
Lo de «señorita Swan» lo dijo en una manera incitadora. Sonreí. Un destello de completa alegría brilló también en sus ojos durante todo el trayecto.
— ¿Qué se supone que hacemos aquí? —preguntó confuso apenas llegamos, después de abrirme la puerta y ayudarme a salir.
—No preguntes —dije, mientras me quitaba el abrigo que me estorbaba. Estaba haciendo un calor impresionante, aunque el sol estaba oculto por unas finas y acolchonadas nubes. Sus ojos se abrieron descomunalmente al verme de arriba abajo; sonreí, me encantaba que me mirara así. Él estaba con su traje negro perfectamente pulcro, además de unas gafas de sol que lo hacían ver hermoso y sexy—. Quítate ese saco y esa corbata. —Se la empezó a quitar obedientemente y yo le ayudé—. Solo sígueme —susurré sobre sus labios, donde le planté un corto beso.
—Buenos días, Erick —saludé al chico que era nuestro anfitrión este día, sus ojos se abrieron desmesuradamente y casi me desnuda con la mirada. Al mirar de reojo a Edward, que llamó mi atención con un gruñido, pude ver el rojo de su rostro debido a la rabia. Me reí internamente y lo tomé de la mano para calmarlo un poco.
—Buenos días, señorita Swan —dijo nervioso el chico, pero escucharlo de su parte no era igual que de los labios de Edward. En sus labios todo era mucho más genial y electrizante.
— ¿Me tiene todo listo, verdad?
—Sí, como usted ordenó. El parque esta completamente a su disposición y nadie más que ustedes y yo nos encontramos en el lugar.
—Ok, me parece más que perfecto. —Me emocioné, estaba a punto de ponerme a dar brinquitos de felicidad, justo como lo hacia la loca de Alice, mi mejor amiga y abogada, pero ante todo tenía que guardar la compostura. Me volteé para mirar a Edward y su cara de total desconcierto—. Elije, ¿cuál quieres primero? —Me miró sorprendido.
—No sé a qué te refieres. —Rodé mis ojos.
—Elige en qué juego te quieres subir primero —dije en un tono que daba a entender que era obvio. Aún me miraba confuso—. Ok, te voy a dar tres opciones, tú eliges entre ellas. ¿Carritos chocones, laberinto de espejos o montaña rusa?
—Ah, mmmm, ¿carritos chocones?
—Debí suponerlo. —Emprendí mi marcha hasta donde, sabía a la perfección, estaba el juego—. Hombres y los carros —murmuré, pero sí que sería divertido.
—Bella, deberías dejar de ser tan coqueta —dijo muy cerca de mi oído mientras caminábamos—. ¿Cómo se te ocurre venir con ese tipo de vestidos a un lugar como este? —Me reí—. No le veo la gracia —dijo furioso entre dientes.
—Sabes perfectamente que no lo soy. —Le guiñé un ojo—. Me visto así para ti.
—Pero así —dijo señalando hacia mí con su mano—, solo te quiero ver yo.
—Deja ya de refunfuñar, cariño, y camina. —Esto iba a ser muy divertido. Rodó sus ojos—. Erick, apenas nos subamos y enciendas el juego, te vas a hacer tus cosas y no vuelves hasta dentro de una hora, ¿entendido?
—Sí, señorita. —Cómo me gustaba este chico, era tan obediente.
—Adelante, Edward, elige el carro de tu preferencia. —Le señalé el camino de entrada con la mano.
—Bella, ¿qué se supone estamos haciendo?, ¿a qué demonios me has traído aquí? —Lo miré mientras le sonreía con picardía. ¿Acaso no era obvio?
—Tú súbete. —Le di un pequeño empujón. Debí suponer que elegiría el negro, el cual estaba ubicado en el centro de la pista. Lo seguí casi pisando sus talones para subirme a su lado.
—Mmm hmm, y ahora —miré de soslayo, y Erick ya no estaba, entonces supe que había llegado mi momento—, pisa el acelerador y no dejes de presionarlo, ni tampoco dejes de mover el volante —susurré en su oído, mientras mordía ligeramente el lóbulo de su oreja; de su boca salió un suave gruñido.
Tomó el volante y pisó el acelerador obedientemente. Seguí mordiendo su oreja, así como mis manos pasaban por su cuerpo, ambicionando más de aquella exquisita anatomía. Y mientras seguía en eso, nos estrellamos contra uno de los carros inmóviles. Nuestros cuerpos reaccionaron a la inercia, yéndose hacia delante. Reímos.
Edward movió el volante para seguir con la marcha. Llevé descaradamente —y con propiedad—, mi mano a su miembro, el cual ya se encontraba tan listo y tan duro como me fascinaba. Mordí mis labios, aquella necesidad que emanaba de cada poro de mi piel empezó a brotar con más intensidad. Otro choque, pero esta vez con el extremo de la pista, reímos nuevamente.
Aproveché los segundos de inmovilidad para colocarle el cinturón de seguridad alrededor de su cintura. Eso lo mantendrá firme, pensé para mí, mientras pensaba en mis siguientes movimientos y desabrochaba sus pantalones para liberar al héroe que iba a apagar el fuego de la princesa. Nunca soñé con serlo, pero en ese momento era la princesa que estaba en manos del dragón, que me quemaba con el más infernal fuego y necesitaba a mi príncipe para salvarme.
Levantó un poco sus caderas y pude bajar con facilidad la prenda, incluido el bóxer, hasta sus muslos. Una gota de líquido pre-seminal brotó y la tomé con mis dedos. Él jadeó ante el contacto de mi mano y yo la llevé hasta mi boca. Relamí mis labios con glotonería.
— ¿Cómo demonios se te ocurrió esto, Bella? —susurró. Sus ojos, que ahora los había cerrado, y su cara de total placer, eran únicos. Sonreí ya contra su cuello, lo que lo hizo soltar otro gruñido. Recorrí con mis besos el contorno de su mandíbula hasta llegar a su boca para apoderarme de ella, con total necesidad de su aliento.
—Me vuelves loca —dije divertida. Mis manos no podían dejar de moverse por la longitud exquisita de su miembro; arriba y abajo, haciendo la mayor fricción. Cada centímetro de largo y ancho lo tomaba con mis manos con gran propiedad.
Me alcé lo suficiente el vestido para poder pararme y pasar mi pierna para quedar sentada sobre él, de tal manera que mi espalda chocó con su abdomen. El estrecho lugar no me impidió que lograra mi objetivo. Mi movimiento al sentarme sobre él, hizo que su pie pulsara el acelerador y nos estrelláramos de nuevo. Nuestros sexos chocaron con dureza, sentí cómo la longitud de su pene rozaba mi clítoris y mi entrada… Gemimos al unísono.
—Te dije que no dejaras el acelerador —gruñí. Sus labios estaban sobre mi cuello, donde lo sentí reír. Amaba tanto escuchar su risa. Mordió mi cuello con rudeza, más tarde tendría un moretón, pero eso en ese instante no me importó demasiado. Gemí por el placer que me provocó.
Sentí cómo a ciegas movía el volante con rumbo a otra dirección, mis manos se metieron como pudieron por entre su camisa blanca, delineando con devocióncada línea de su bien formado pecho. Arranqué los botones de su prenda de un solo movimiento y nos estrellamos de nuevo. Jadeamos mucho más fuerte por el contacto que produjo el choque; podía sentir cómo su enorme erección, que ahora estaba a mi espalda, se encontraba totalmente dura. No podía esperar a sentirlo dentro de mí.
Una de sus manos alzó aún más mi vestido, que había deslizado hasta enrollarlo y ajustarlo en mi cintura; instantes después, pasó sus dedos por mi clítoris, logrando que mi espalda se arqueara y me apoyara en él.
Alejé su mano del volante, guiándola por mi cuerpo. Masajeó con gran experiencia mis montes; su toque y la fricción de la seda lograron que mis pezones quedaran aún más erectos. Tomé las riendas del volante y lo giré para tomar otra dirección. Me apoyé en él con una mano, mientras me ponía en pie y con la otra tomaba a mi príncipe, guiándolo. De una estocada firme y certera, lo conduje por el punto que nos fundía en uno solo. El movimiento hizo que nuevamente presionara con fuerza el acelerador y nos estrelláramos; parecía que con ese golpe hubiera entrado aún más, hasta rincones inexplorados.
—Ahhh, Edward. —Eché mi cabeza hacia atrás mientras gemía junto a él.
—Hmmm, Bella. —Llevé una de mis manos temblorosas a su cabello, necesitaba enredar mis dedos en él.
A estas alturas todo mi cuerpo temblaba por la sensibilidad. En el estrecho e incómodo lugar, me tomó de las caderas para guiarme arriba y abajo y en círculos; en los cuales la punta de su miembro no desaprovechó para buscar mi punto más sensible. Explorando con gran decisión.
—No sueltes el acelerador —ordené con dificultad, sin poder abrir mis ojos por el inmenso placer que estaba sintiendo.
Aún a oscuras y con la pequeña parte de mi cerebro que no estaba concentrada en las fuertes estocadas y las oleadas de calor que cada arremetida producía en mi bajo vientre, seguí moviendo el volante. Otro estrellón, otra estocada fuerte; salvaje y profunda.
Las paredes de mi vagina se contrajeron un poco más, adorando la sensación de sentirlo entrar y salir; incluso cada vez se hidrataban más, gozaban de la sensación de sentir la estructura y cada poro. La humedad lograba que cada vena se sintiera aún con más intensidad… Era incomparable. En ese momento la inercia se convirtió en mi mejor aliada.
Seis estocadas en el pequeño espacio, junto con tres nuevos estrellones lograron que poco a poco el fuego se aumentara, logrando que mis paredes vaginales se contrajeran hasta límites grandiosos. Límites que no sabía que se podía. Mi cabeza aún permanecía hacia atrás disfrutando de cada arremetida.
—Cullen –grité, sintiendo cómo el exquisito orgasmo se desataba en mi interior aún con el carrito en movimiento y disfrutando del éxtasis. Después de dos estocadas más, Edward jadeó.
—Isabella —gruñó fuertemente llegando también al éxtasis, llenándome con su esencia.
Temblamos y jadeamos al sentir cómo el carrito se estrellaba una última vez… produciendo una última estocada, antes de quedar junto con nosotros en completo reposo.
Nos quedamos no sé por cuánto tiempo en esa posición, él todavía dentro de mí, y mi espalda contra su pecho. Sus labios dejaron dulces besos sobre mi hombro, mientras sus manos acariciaban mi vientre.
Mis piernas estaban agarrotadas, casi no las podía liberar. Él me ayudó un poco y me coloqué a su lado, separando nuestros sexos. Sentí el vacío en mi interior; sentí aún más su ausencia.
Sin darme tiempo de respirar, y dándose solo el tiempo de deshacerse del cinturón que lo aprisionaba, se abalanzó sobre mí, atrapando mi boca en un voraz beso. Mis manos se enredaron inmediatamente en su cabello, mientras las suyas acariciaban mi espalda. Su lengua recorrió cada parte de mis labios, para entrar enseguida en una danza contemporánea con mi lengua.
—Ya probamos la inercia —succionó mi labio superior, mordiéndolo a su paso—, y me encantó. Pero… —abrimos al mismo tiempo nuestros ojos y estrellamos nuestras miradas. Mordió también mi labio inferior—, ahora quiero probar la adrenalina mientras me fundo en ti. —Me relamí los labios y reí junto a él, ante la expectativa de inaugurar la montaña rusa.
(1) Era el dios primordial responsable de la atracción sexual, el amor y el sexo, venerado también como un dios de la fertilidad.
Canción usada en medio de la historia: I'm a Man - Black Strobe
BR Ariana Mendoza
Gracias nena por ayudarme y acompañarme en cada locura . te amo mi preciosa hijita.
OK, hasta aquí llego por el momento ** ¿Que les pareció? ¿Algún comentario, tomatazo, insulto? :P espero de todo corazón les haya gustado.
Y antes de despedirme quiero agradecer a: BarbyBells, alex—hds, Kriss21, I'm still daddy's Little girl, Duhkha, liduvina, Sereny's Cullen, Karina Masen, anamart05, Dani Meneses y alguien anónimo ^^ por sus hermosos comentarios, a los 38 favoritos y 19 follows de verdad UAU, me agrada que les haya gustado y a quien voto por mi también MUCHAS GRACIAS; el contar con su apoyo es de suma importancia porque esto es para ustedes.
Bien, por ahora me despido. Ya estoy trabajando en el siguiente capítulo asi que pronto lo actualizare :D
GRACIAS POR LEER
BEIJOS
MERCE
