EL REGRESO DEL MUGGLE SABUESO
Capitulo uno: La Boda
Nos hallamos en un bonito barrio de Liverpool. Una camioneta se detiene ante una linda casita de dos plantas, con pequeñas jardineras en las ventanas, cuyas flores son flanqueadas por unos curiosos bonsai; que parece que se mueven solos al acercárseles las aves. Del vehículo descienden dos parejas, elegantemente vestidas: Los Potter, conformada por Harry Potter y Ginny Weasley; y los Weasley, integrada por Ron Weasley y Hermione Granger; esta última esperando su segundo bebé.
— ¿Es aquí? — preguntó Ron —. No me parece el hogar de un sabueso y una bruja.
— Pero definitivamente sí es el hogar de Luna y Rocky — comentó Hermione señalando a las jardineras —. Miren. Sólo a ellos se les pudo ocurrir poner a sauces boxeadores enanos a cuidar sus flores.
En ese momento vieron a un pajarito esquivando por poco un buen golpe de uno de los arbolillos. Luego de reírse ante la ocurrencia de sus anfitriones, caminaron por las baldosas de la entrada rumbo a la puerta. Harry y Ginny se adelantaron, mientras Ron ayudaba a Hermione a caminar más despacio. A pesar de que estaba en su tercer mes, el pelirrojo no quería arriesgarse a un accidente, y cuidaba de su castaña esposa tanto como ella lo permitía.
— Ron no exageres — le decía ella —, puedo caminar sola, de veras.
— Nada de eso — replicaba él —. Dije que te cuidaría más que cuando tuvimos a Helm, porque quiero que estés bien y que no sufras lo mismo que pasaste con la pequeña.
— ¿Pequeña? — dijo la castaña recordando — ¡Pero si pesaba como siete libras cuando nació! No me digas que eso es pequeño. Y si este bebé está igual…
Hermione hizo una mueca de dolor de tan solo pensarlo. Ron se rió un poco con el gesto, para luego ponerse serio.
— Por eso te voy a cuidar más Herm, te voy a consentir como nunca.
La castaña sonrió ante la afirmación. Cierto era que Ron exageraba, pero a ella le encantaban todos los detalles con los que el pelirrojo la obsequiaba. Mientras, Harry ya había hecho sonar el timbre, y junto con Ginny escuchaban intrigados el alboroto que se oía tras la puerta de la casa. Un minuto después, la puerta se abrió; y los chicos pensaron que estaba encantada puesto que no vieron a nadie. Harry iba a dar un paso adentro, cuando Ginny lo detuvo.
— Un momento Harry. Mira.
Harry bajó la vista hacia el piso, y vio con sorpresa que quien abrió era el hijo más pequeño de Luna y Rocky; Raymond Dawson II, a quien solían llamar pequeño Ray. El chiquillo se les quedó mirando, y quitándose el chupete de la boca los saludó.
— Hoda — dijo el niño, que ya los conocía — ¿Cómo 'tan?
— Hola pequeño — contestó Harry —, muy bien gracias. Venimos a ver a tu papá y a tu mamá, ¿están adentro?
— Dí — contestó Ray —, pasen pod favod.
Los cuatro entraron al recibidor, y se quedaron parados de la impresión. Aquello era un verdadero caos, aunque bastante controlado. Veían pasar por todos lados a los otros dos hijos de la pareja, y en momentos Luna y Rocky en persona pasaban por delante de ellos aparentemente sin notar que estaban ahí. Iban y venían por la casa, diciéndose recordatorios de lo que necesitaban llevar.
— ¡Luna, mi amor! ¿Tienes mis gemelos? — decía el sabueso, que se abrochaba la camisa caminando.
— ¡Sí cielo, aquí están! — le contestó la rubia, pasando descalza frente a Hermione y dejándole los gemelos en la mano, al parecer sin fijarse en lo que hacía. La castaña se quedó impávida — ¿Y tú no has visto mis zapatillas plateadas? Las que hacen juego con tus ojos.
— Ya las tengo mamá — dijo su hija Selene, pasando delante de Ron y colgándole el par del brazo que tenía libre. EL pelirrojo iba a decir algo pero sólo alcanzó a ver a la adolescente subir a las habitaciones del segundo piso.
— Gracias hija, eres un ángel — dijo Luna, pasando nuevamente y, quitándole los zapatos a Ron; siguió los pasos de su hija.
— Ah, aquí están, qué bueno — dijo Rocky, pasando en sentido contrario y recogiendo los gemelos de la mano de Hermione —. ¡Rick, no te olvides de traer las cámaras, la mágica de tu madre y la mía!
— Claro que no papá, ya las tengo listas — dijo el aludido, apareciendo entre las parejas salido de alguna parte no vista por las jóvenes parejas. El chico pasó hacia la cocina, no sin antes dejar colgadas las cámaras del brazo de Harry. Ginny se empezaba a reír, pero su risa se cortó al sentir un sombrero caer en su cabeza, el cual había dejado Rocky al pasar otra vez.
— ¡Amor, tu sombrero está acá abajo, ya no revuelvas el armario! — gritó el sabueso al pie de la escalera.
Los chicos se miraron con duda, no sabían si llamar o no la atención de sus amigos, por temor a provocar un caos mayor. De repente, los sobresaltó el sonido de un silbato de policía, soplado con mucha fuerza por Ray, quien se había quedado parado con ellos. Al instante, la casa se calmó, y Rocky; quien se dirigía a la cocina, giró sobre sí mismo y, por fin; les sonrió a sus visitantes.
— ¡Amigos, qué bueno que ya estén aquí! — les dijo gustoso y abrazándolos a todos, saludó de mano a ellos y con un beso en la mano a ellas. Los años no le habían quitado los finos modales. Luego se dirigió a su hijo —. Ray, no me avisaste que ya estaban aquí nuestras visitas hijo, la próxima vez, silba más fuerte por favor.
Los invitados reprimieron una carcajada, mientras el pequeño cambiaba su silbato por su chupete y se encogía de hombros, para luego irse escaleras arriba.
— Aahh… — dijo Rocky viendo a su hijo subir —. Es maravilloso tener como hijo al único sabueso –mago del mundo. Pero bueno, pasen y tomen asiento, les ofrezco una bebida mientras…
Rocky fue interrumpido por Luna, quien bajó corriendo la escalera con una agilidad pasmosa, que no tenía cuando estudiaba en Hogwarts (solía tropezarse muy seguido), y venía dando voces de alegría.
— ¡Ya viene, ya está lista! Hola chicos ¡Ya, ya es hora! ¡Alista las cámaras, quiero una foto!
La singular pareja tomó las cámaras del brazo de Harry, como si siempre hubieran sabido que estaban ahí; y se alistaron para las fotos. Entonces, la novia hizo su aparición en lo alto de la escalera: Era Alanna, la sobrina sabueso de Rocky; a quien el sabueso había tomado bajo su protección y tutoría al morir su prima y su esposo en un accidente. La chica tenía veintiún años, pero era bastante madura para su edad, pues Rocky y Luna se habían encargado de su educación, y nunca permitieron que las malas compañías influyeran en ella. Cuando quedó huérfana tenía doce años, y era una chiquilla rebelde, grosera y soberbia. Pero eso había quedado atrás. Ahora era una hermosa señorita, a punto de unirse con un joven prominente, de buena familia, y curiosamente, mago.
La chica bajó despacio, como si disfrutara el momento. Se veía muy bella, pues su vestido tenía un corte bastante moderno, con un solo tirante y ajustado al cuerpo. Parecía un vestido de coctel, al cual le habían agregado la cola y el velo.
— Está hermosa — dijo Ginny en tono romántico —. Qué buen gusto tienes Luna.
— Gracias. — dijo la rubia —, pero sinceramente, el mérito es de Alanna, ella lo rediseñó de unos dibujos míos, y luego lo mandamos a hacer.
— Qué feliz se le ve — comentó Hermione —. Espero que siga así siempre.
— Lo será — dijo Rocky —. Si no, su esposo se las verá conmigo.
Ron se rió discretamente con el comentario, y fue callado por un codazo de Hermione. La novia llegó ante ellos y los saludó ruborizada.
— Tío Rocky, tía Luna; señores Weasley, señores Potter, por favor díganme, ¿cómo me veo?
Los hombres silbaron con admiración, mientras sus parejas le sonreían con aprobación. La novia comenzó a pasar su ramo de una mano a la otra, mientras que secaba a soplidos el sudor de la mano libre. A los amigos les recordaba a Luna de joven.
— Gr-gracias a todos — dijo Alanna —. E-estoy un poquito nerviosa.
— Es normal — dijo Hermione —, a nosotras nos pasó lo mismo Alanna. Pero también es el momento más dichoso de la vida de toda mujer jovencita, así que olvida los nervios y déjalos aquí en casa, o no te dejarán entrar a la iglesia si los llevas.
— Así es Alanna — dijo Luna sonriendo —. Por culpa de esos nervios traicioneros estuve a punto de no casarme con tu tío. ¿Lo recuerdan chicas?
— Cómo olvidarlo — dijo Ginny nostálgica —, si fue toda una aventura.
— ¿Nos lo contarán alguna vez mamá? — preguntaron Rick y Selene, reuniéndose con ellos.
— Tal vez — contestó el sabueso por ella —. Y si no, pueden leerla en mis memorias.
— ¡Ah, papá! — dijeron los chicos, causando la risa de todos.
— No le crean hijos — dijo Luna en voz baja —, yo se las cuento en la primera oportunidad, ¿sí?
Los adolescentes asintieron sonriendo. Su madre era siempre más consentidora que su padre.
— Bueno — dijo Rocky, revisando su reloj —, es hora de irnos. Si ya están listos, subamos a las camionetas. ¿Y Ray? ¿Ray, dónde estás hijo?
El silbato volvió a sonar, esta vez a espaldas de Rocky. Inexplicablemente, el niño parecía llevafr ya un buen rato entre los adultos, sin que ellos se percataran.
— ¿James? ¿Helm? — dijo el pequeño, preguntando por los hijos de las parejas amigas de sus padres.
— Ellos llegarán a la iglesia pequeño Ray — le dijo Harry alzándolo en brazos —. Los van a llevar más tarde, ahora están arreglándose en la Madriguera.
— Quedo id a da Madigueda — contestó Ray —. Allá se puede jugad
— Después de la iglesia hijo — le dijo su padre —, allá será la fiesta, y podrás jugar mucho con ellos.
— Meno — dijo Ray — ¿Ya nos mamos?
