Ehm ¡Hola! Este es mi primer fic y estoy nerviosa a más no poder, espero que les parezca bueno, atrayente jeje... ¡ay! de verdad, estoy temblando. Es muy importante para mi... ¡uuff! Bueno, me gustaría pedirles un favor, si no es mucha molestia... tengo 13 años y me gustaría que evaluaran el fic acorde a mi edad, si esque es posible
y... los dejo con el fic ¡glup!
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Dolor Interno
Prólogo:
El Sol se anunciaba con los primeros rayos en el horizonte y un chico, de aproximadamente quince años, sacudía su cabeza con el objetivo de hacer desaparecer el sueño que anteriormente lo envolvía. Posteriormente, abrió lentamente sus ojos para revelar su curioso color rojo, rubí… pero no solo sus orbes eran algo llamativo, por no decir extraño, sino también su extravagante cabello bicolor, azul claro delante y más oscuro detrás.
Después de terminar su ritual mañanero, se levantó y observó un momento por la ventana… Se le hacía extraño el haberse dormido. Por lo general se levantaba antes del amanecer para tener la oportunidad de ver la anunciación de El Sol por esas horas. Bueno… ¿que más daba?, de todas formas se había levantado antes que sus compañeros de equipo… su equipo. Eran los campeones mundiales del deporte llamado "Beyblade", pero… aún así, para él no era suficiente. Él debía seguir mejorando, entrenando, dando todo de sí con tal de ser conocido como el campeón. Solo él. Porque, en ese momento, el único catalogado como Campeón, era el joven que dormía plácidamente unos metros más allá, de cabello azulado y largo y con el mal hábito de comer en exceso y… de roncar estrepitosamente.
Decidió salir de la habitación para no seguir oyendo tal alboroto. Aún dormidos hacían escándalo.
Se encaminó en dirección al baño, con motivo de entrar a la ducha. Antes de desvestirse, se miró en el espejo encima del lavabo y observó su rostro largo rato.
Acercó su mano al cristal, y acarició su reflejo.
-¿Por qué…?, ¿por qué…?.- eran sus pensamientos.
Por extraña vez, su rostro no mostraba el más mínimo rastro de enojo u odio. Sus orbes rubí mostraban una tristeza infinita, incluso al mirarse fijamente en el espejo pudo percatarse de ello… y se sintió débil, sintió más que nunca que su vida valía trozos de algo inservible y destruido. Se hartó de sentir lástima por sí mismo y decidió sacar a la luz el secreto que escondía debajo del lavamanos. De ahí, sacó un pequeño objeto cuadrado y gris. Luego, abrió un cajón del mueble a su derecha y extrajo una toalla pequeña.
No se percató del momento en que sus lágrimas comenzaron a derramarse, pero no permitió que recorrieran su pálido rostro y las limpió con la manga de su camiseta azul oscuro.
Se sentó en el suelo, a un lado del mueble del que anteriormente había sacado la toalla, se levantó la manga lo más que pudo y observó su brazo. Estaba lleno de marcas cicatrizadas y por cicatrizar. Él se las había hecho, aún más extraño ¿no?
Extendió la extremidad, observó por un momento más el objeto extraído con anterioridad, era un pequeño cuchillo secreto y filoso. Luego, comenzó a incrustarlo en la carne.
¡Le dolía! ¡Le dolía tanto!
Ya no podía negar a sí mismo que los sentimientos que tanto había reprimido, estaban saliendo a flote, no podía negar que si sentía, y… el dolor, el dolor también le había comenzado a acompañar a diario. Cada día, cada minuto, cada segundo, le costada más mantener sus sentimientos bajo control. La tristeza, la pena, todo el tormento que sufrió estaba saliendo a relucir… hasta que encontró una buena manera de deshacerse de todas esas detestables sensaciones: "Auto agresión".
Debajo del lavamanos del baño, había encontrado un rastrillo de afeitar, seguramente del abuelo de El Campeón Del Mundo. Quitó todo el plástico inservible que rodeaba el objeto filoso y había estado usándolo desde entonces. No con motivo de afeitarse, para nada. Sino, para auto agredirse y dejar escapar por unos minutos ese dolor desgarrador en su pecho, en su corazón.
Con el tiempo, su tortura interna pareció crecer, y no fue suficiente el cortarse la piel de sus bracitos, sino que comenzó a sentir un fuerte deseo de muerte. Ahora su mayor anhelo era terminar con todo de una vez y entregarse a la oscuridad. Al menos, ahí por fin podría respirar sin el sofocante sentimiento de ahogo.
- ¡Ah!- fue un pequeño grito que se le escapó al momento de darse cuenta de que se había excedido con la fuerza del corte.- ¡mierda!
Lanzó el cuchillo a un lado y, con la toalla en su mano, comenzó a secar la sangre que emanaba en abundancia de su brazo.
Sintió unos pasos fuera, en el pasillo. Luego, unas voces alegres.
