Summary: Ella era etérea e imposible. Para RivaMika Week, Día 3
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De hadas y manos vacías
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Él soñó con alguien como ella cuando era joven e ingenuo y su madre le contaba historias fantásticas antes de dormir. Más de una vez se descubrió mirándola fijamente, preguntándose como se sentiría su cabello entre sus dedos.
Su madre decía que hacía mucho tiempo vivían en los bosques encantados mágicas creaturas; hadas, si recordaba bien. Las hadas podían volar y su hermoso cabello parecía danzar en el aire. En las historias de su madre, las mejores hadas podían ser energéticas y temperamentales. Tenían poderes curativos, pero eran tímidas y distantes. En el origen de los tiempos vivían entre los hombres, pero los humanos destruyeron su reino, manteniéndolas cautivas; pero las hadas tenían un naturaleza libre y lucharon hasta romper sus cadenas. A pesar de todo, nunca dejaron de tener un corazón generoso. Cada cierto tiempo una de ellas venía y vivía con los humanos y solo los verdaderamente afortunados se daban cuenta de su extraordinaria presencia.
Era algo estúpido, pero a veces él creía que ella era una criatura mítica y fantástica, con poderes curativos. No tenía otra explicación para el efecto que ella tenía en su vida; después de todo, su corazón se aliviaba un poco cada vez que compartían momentos juntos.
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Ella era todo lo que él había querido; lo supo con una mirada a su asombrosa y perfecta forma el día que vencieron al titán simio.
El viento le dio forma a su capa y su sombra la hacía parecer como si ella tuviera alas. Como un rayo incontenible, se inclinó hacia adelante, curvando su cuerpo y cayendo con velocidad para cortar al gigante. El titán cayó en su trampa dejando su punto débil al descubierto; el ente trató de aplastarla, pero el equipo tridimensional parecía una extensión de sus extremidades y ella se alejó con fluidez, dándole espacio a él para que terminara con su enemigo. Poderosa e implacable, parada de espadas al atardecer, ella ajustó su bufanda mientas el titán simio caía a sus espaldas; pero él había visto su fragilidad, dulzura y temores. El contraste la volvía aún más seductora.
Él nunca quiso nada y a nadie tanto como la quería a ella.
No fue un descubrimiento sorprendente, solo la confirmación de sus deseos. Él lo supo cada vez que hablaban o entrenaban, pero desechaba la idea de la misma forma que desechaba todo lo poco práctico. Siguió negando la existencia de la joven por costumbre, era mucho más fácil de esa manera.
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Ella era fuerte pero temeraria y él la admiraba en contra de sus prejuicios. Él no lo decía en voz alta pero todos lo veían; ellos trabajaban como un equipo y sus batallas se volvieron las de ella.
Si él necesitaba llamarle la atención –más veces de las que recordaba- sus palabras eran firmes pero tranquilas y siempre hablaba con ella en privado. Quizá era porque sería obvio que su interés no era estrictamente profesional; tal vez, una simple excusa, así podía tener su atención completa, por unos minutos al menos. Lo único que él sabía con certeza era que ella lo cambió, no eran cambios notorios o exagerados, sino la suma de pequeñas cosas, minúsculas modificaciones en sus hábitos y necesidades.
Esta poderosa criatura se apoderó de su vida, reclamándola como suya y cuando él intento luchar, ya era demasiado tarde.
A la mitad de las más oscuras de las noches, él solía preguntarse si de verdad intentó evitar que ella lo conquistara. El destino jamás fue relevante en su vida, un hombre como él creía en decisiones y responsabilidad. La quería y nunca tuvo la menor oportunidad, porque nunca quiso una oportunidad en contra de ella.
Ella era una respuesta sin pregunta.
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Ella era una perfecta imperfección y él la anheló cuando cada quien tomó su propio camino.
Cuando la guerra terminó, nada los ataba; él se repetía que las hadas vivían en libertad, y ella no tenía jaula o razón para quedarse. Ella no se desvaneció por completo de su vida, pero tampoco cruzaban sus caminos con frecuencia. ¿Desde cuándo la vida tenía piedad de él? Cada vez que se encontraba con ella, él se tomaba su tiempo preguntando, necesitándola y amándola en silencio. Él nunca dijo nada más, nunca la vio como deseaba o anhelaba hacerlo.
Llevaba años ansiando su sonrisa y calor, pero nunca permitió que su mano buscara la de ella pidiéndole que se quedara, rogándole si era necesario. Silencios fue todo lo que ella había dejado, y las palabras morían en su garganta y sus manos se quedaban vacías. ¿Cómo podía extrañar su cabello entre sus dedos si nunca tuvo el coraje de tocarlo? Si tuvo tanto miedo de que ella pudiera desaparecer a su contacto.
Ella era etérea e imposible y Levi nunca supo todo lo que Mikasa Ackerman lo amaba.
