-Fan fic de " Slayers " by Isa. Todos los derechos de autor están reservados a Hajime Kanzaka y Rui Araizumi y Tokyo TV, SOFTX; los personajes y el contexto. El argumento y personajes muy secundarios, son míos. Comentarios y opiniones, al final de la obra.
Esta versión es ligeramente distinta a otras que circulan por la red; la historia es la misma pero se encuentra actualizada en cuanto a nombres de hechizos y objeto; gracias a QP/Diana y Toshiko por la información facilitada.^_^
= Capítulo-1=
"El día Después"
Habían pasado tres días desde que abandonaron el desierto de las Tablas, tres días desde que accedieron a los conocimientos superiores y Xeross los destruyera, tres días desde que Zelgadiss recuperara la humanidad... Los tres días más duros de la vida del grupo.
Desde entonces habían estado alojados en una posada situada en la Plaza Mayor de Vezendy donde habían permanecido encerrados a causa de los temporales de nieve y, por encima de todo, por la consternación sufrida a causa de la muerte de Amelia que les había inmovilizado anímicamente...
Siempre habían sido conscientes del omnipresente peligro de muerte y del riesgo que corrían al enfrentarse a todos los demonios contra los que habían luchado: Ojo de Rubí, Xanaferd, la copia de Rezo, Gaarv, Seigram, Kanziel, Magenta, Fibrizo, Vargaarv, Estrella Oscura... ¡Eran tantos!; y en todos ellos la amenaza de morir siempre había estado allí.
Pero ya no era así, Amelia había muerto, pero no en un combate como presumiblemente debería haber sido, sino en un piadoso sacrificio por alguien quien le importaba demasiado, por el bien de sus amigos y por el bien de todos los demás...
Era una idea insoportable.
Gaury salió de la habitación que compartía con Zelgadiss con la intención de dirigirse al comedor de la posada y desayunar algo para paliar el hambre; entonces se topó con los ojos cálidos y tristes de la famosa hechicera pelirroja.
-¡...Hola; buenos días, Lina! –saludó con voz apagada.
-¡... Buenos días, Gaury ¡-respondió- ¿Ibas a desayunar?
-Sí... –contestó. -No me apetece mucho, pero tengo que comer...
-... A ninguno nos apetece mucho –señaló Lina con voz triste y bajando la mirada.-¿Y Zel...? ¿No va a desayunar...? –preguntó alzando la mirada.
Gaury negó con la cabeza.
-No quiere... Dice que no le apetece comer nada.
- ¿Cómo está...?
-Mal... –contestó Gaury apesadumbrado. -No come y apenas bebe y duerme... Lo único que hace es pasarse el día mirando las montañas sin salir de la habitación. –Hizo una pausa.- Estoy muy preocupado Lina; es como si se hubiese abandonado de todo y ya nada le importase.
Lina le escuchó atentamente y desvió la mirada hacia la puerta cerrada de la habitación que ambos compartían sumida en sus pensamientos.
-¿Y Gracia? ¿Cómo está...? –preguntó Gaury sacándola de sus divagaciones.
-Muy mal –contestó Lina- ... Mi hermana la hechiza para que duerma porque lo único que hace cuando está despierta es querer emborracharse. –La pelirroja bajó la mirada- Conozco a Naga desde hace tiempo pero nunca pensé que se emborrachara por... –Dejó la frase en el aire con un suspiro.
-Entonces, ¿Luna está ahora con ella?
-Sí; ella la vigila constantemente... – Lina dirigió la mirada hacia la habitación de Gaury- ...Creo que será mejor que yo también hable con Zelgadiss. Esto no puede seguir así y yo no pienso quedarme sin hacer nada al respecto –anunció por fin tras una pausa.
-Está bien. Mientras tú intentas hablar con él, yo iré a desayunar; no creo que quiera escucharme a mí, pero tal vez contigo sí lo haga –contestó Gaury.- Supongo que Shilfild ya estará abajo... –añadió.
-No creo. Esta mañana ha madrugado y creo que luego se ha ido a rezar al Templo de Cephied... –explicó la pelirroja.
-Bien... –contestó Gaury tras una pausa- Creo que yo haré lo mismo.
-Como quieras.
Y ambos se separaron en distintas direcciones.
Una vez se quedó sola, y tras pensarlo brevemente, Lina llamó a la puerta de la habitación de Zelgadiss con los nudillos.
-¡Zel; soy yo, Lina! ¿Puedo pasar? –preguntó con suavidad pero, tras esperar unos instantes, no obtuvo respuesta. -¡Abre, Zel, quiero hablar contigo! –insistió, pero tampoco hubo respuesta.
Lina se cansó de esperar. "¡Pero qué tipo más cabezota puede llegar a ser!" pensó irritada y empujó la puerta para abrirla por las malas y entrar sin permiso. Cuando lo hizo encontró a Zelgadiss de pié frente a la ventana y de espaldas a ella mirando el paisaje nevado de las montañas en una clara actitud distante.
-¡Déjame solo, Lina! –anunció rudamente -¡No tenemos nada de qué hablar!
Lina abrió los ojos sorprendida por su ruda contestación pero rápidamente se recompuso con idea de seguir con lo que se supone que había venido a hacer.
-No, Zelgadiss... Tenemos mucho de qué hablar: no puedes seguir así. –contestó.
Entonces el mago se giró, la miró fijamente y Lina dio un respingo asustada por su lamentable estado; ninguno de ellos se había acostumbrado aún a los cambios físicos que significaban el hecho de verle como un ser humano más, pero ahora ya no era el distinguido joven de alrededor de veinte años que resultó ser tras su última metamorfosis: estaba pálido y ojeroso por no comer ni dormir, sus ojos eran opacos y reflejaban una profunda herida y su pelo estaba lacio y sin brillo. No tenía nada que ver con lo que podía haber sido antes.
- ...Supongo que tendré que aguantar tu charla –señaló con un gruñido de resignación. Él sabía muy bien que Lina haría que la escucharan aunque fuera a base de bolas de fuego - …Pero no creo que sirva de algo- Lina suspiró. -¿De qué quieres que hablemos esta vez, Lina? –preguntó con cierto deje de sarcasmo.
-¡De tu actitud, Zelgadiss! –contestó gravemente intentando ser clara usando su nombre completo- ¡Gaury me ha contado cómo has estado todo este tiempo, y no puedes pasarte el día encerrado en este cuarto sin comer ni dormir! ¡Así no vas a conseguir arreglar nada!
-¿Conseguir el qué, Lina? ¡No quiero comer y no tienes porqué meterte en mis asuntos!
Lina permaneció unos instantes aturdida a causa de su contestación y seguidamente suspiró para luego armarse y poder seguir con la conversación: aquello iba a llevar más tiempo de lo que había imaginado, la cabezonería de Zelgadiss se había multiplicado por un número indeterminado de veces.
-¡Mira, Zelgadiss! ¡A todos nos ha afectado mucho todo esto... pero no hagas que sea más difícil todavía! –explicó tras un suspiro -¡Todos nosotros estamos intentando salir adelante como podemos, pero tú, con la actitud que tienes, eres el único que se perjudica y así no vas a conseguir que vuelva Amelia... –concluyó severamente.
Zelgadiss la miró fijamente durante unos instantes, cerró los ojos y sonrió maliciosamente.
-Sigues sin entenderlo, ¿verdad?
-¿Qué...?
Mientras todo esto ocurría en el interior de la posada, afuera, en la Plaza Mayor, Firia y Melina por fin habían llegado. Las dos estaban cansadas, hambrientas y tenían frío, todo ello a causa del largo y duro viaje que habían realizado juntas.
La dragona sabía que aquella ciudad aún no significaba el fin de su viaje, ella aún tenía que llegar a otro lugar perdido entre las nevadas montañas que se alzaban tras Vezendy y ya había llegado a un punto en que tendría que proseguir sola su camino. La verdad es que para ella Melina ya no suponía ningún problema puesto que que la joven ya había concluido su viaje y no tenía porqué acompañarla más ni a ella ni al pequeño Vargaarv cuya identidad había ocultado durante todo el viaje. Lo único era despedirse de ella afectuosamente, desearla suerte y seguir con su camino. Para Firia, en cambio, el problema era el clima: ¿cómo iba a atravesar esas montañas con toda esa nieve que las cubría?; se podría transformar en dragón y llegar a su destino fácil y rápidamente, pero en ese caso, su pequeño podría sufrir las bajas temperaturas y ella levantaría toda clase de sospechas. Incluso en el interior de la antigua Barrera, no se veían dragones todos los días, menos tan cerca de Katang Rank... A decir verdad, no sabía qué hacer.
Mientras tanto, Melina escudriñaba con la mirada la plaza buscando algún sitio donde alojarse y algún indicio de las dos sacerdotisas que había conocido en Atlas... o de su hermano. Lo primero era fácil ya que en una ciudad como esa, había posadas por todas partes, pero de lo último, no sabía ni cómo hacerlo ni por dónde empezar. Entonces divisó a una figura vagamente familiar que entraba en un templo de Cephied al otro lado de la Plaza; abrió los ojos por la sorpresa de lo que creía haber descubierto y rápidamente se giró hacia su compañera.
-Firia... ¿Podrías esperar aquí un momento, por favor? –pidió. -Voy a entrar un momento al templo.
-¿Eh? Sí claro.
-¡Gracias...! –contestó y rápidamente se dirigió hacia el templo.
Shilfild se arrodilló frente al altar mayor de Cephied flanqueado por un círculo en cuyo interior se inscribía una estrella de seis puntas y otro círculo más con el emblema del propio Cephied: un bastón alado en donde se enroscaban dos serpientes. Sobre él se alzaba una gigantesca estatua del Dios Dragón cubierta de pan de oro que le confería un brillo sin par en medio de la pétrea oscuridad del edificio apenas iluminado por los cirios de los penitentes y la mortecina luz invernal que se filtraba a través de las vidrieras.
La sacerdotisa del Hulagón cerró los ojos y se llevó las manos al pecho en actitud orante.
- Mi Señor Cephied... –empezó a rezar- Te ruego a ti como señor del Bien de este nuestro mundo, que bendigas a todas las criaturas que aquí vivimos; te ruego que nos libres del mal y el sufrimiento que nos regalan los demonios haciendo dudar de nuestros corazones... –inspiró profundamente- Y te ruego ante todo que veles por mis padres, por los caídos en Sairag, por mis amigos... y especialmente por Amelia. – Shilfild notó que sus ojos cerrados comenzaban a empañarse -Mi Señor Cephied, quiero rogarte... deseo rogarte por todos ellos... Pero también deseo saber por qué permitiste que esto ocurriese, por qué me arrebataste mi hogar y mi familia... por qué me has arrebatado a Amelia... ¡ Oh, Amelia!... ¿Por qué te has ido?... No sabes cuánto sufro al pensar en la forma en que moriste y en yo que te podía haber salvado... Amelia. –Shilfild inspiró profundamente.
Entonces oyó unos suaves pasos tras de sí y a alguien que la llamaba tímidamente.
-¿Shi... Shilfild? –preguntó.
La sacerdotisa dio un bote al oírse llamada de repente por una desconocida voz femenina que logró sacarla rápidamente de sus plegarias. Entonces se giró y descubrió a una joven de casi 17 años, ojos grises y pelo moreno que iba arropada por una gruesa capa gris con capucha y que le resultaba vagamente familiar.
-... Eres Shilfild, ¿verdad? –preguntó la joven con suavidad.
-Sí... –contestó incorporándose mientras la miraba con curiosidad- Y tú... tú... -
-¡Menos mal que por fin te he encontrado! –exclamó la joven aliviada -No sé si te acordarás de mí... Soy Melina, la chica que os pidió ayuda en Atlas.
-¿¡Melina!? –exclamó Shilfild sorprendida llevándose la mano a la barbilla -¡Sí, claro que me acuerdo de ti!...Pero, ¿qué... ? ¿Cómo es que estás aquí? –preguntó suavemente y confusa.
-Pues verás, yo... –comenzó a decir la joven sin saber cómo explicarle que las había estado siguiendo, además, aquella sacerdotisa tenía un semblante melancólico aún más marcado que la última vez que la vio.
-Aroró... Vargaarv, aroró…–acunó Firia maternalmente el canasto en donde llevaba al pequeño dragón- Tía Firia está contigo y no te va a... ¿¡Eh!? –La dragona se giró de golpe al vislumbrar por el rabillo del ojo a una conocida figura que entraba al templo -¿¡Gaury...!?-
-¡Shilfild! -llamó Gaury a la sacerdotisa que se giró inmediatamente al oír su voz.
Entonces Melina la imitó sorprendida por el recién llegado y le miró acercarse con cierta desconfianza producto de las malas experiencias ya que no era otra cosa más que un rubio espadachín mercenario, uno más de los que venden su talento y su espada al mejor postor.
-¡Oh, mi Gaury-sama! –exclamó la sacerdotisa cuando él las alcanzó- ¡Tú también has venido!
Melina les observó con curiosidad: Shilfild había perdido parte de su expresión melancólica y sus ojos se habían vuelto más vivos al ver al recién llegado, mientras que el joven de melena rubia, ahora que lo tenía ante sí, podía apreciar la expresión franca y melancólica de sus ojos.
- Lina me dijo que estarías rezando aquí –explicó el espadachín. -Y por eso he venido; yo también quería hacerlo.
Melina les contempló con detenimiento y cierta confusión; por lo visto las dos sacerdotisas ya no estaban solas: ahora también había aparecido ese Gaury y una tal Lina. ¿Pero dónde estaban Amelia y ese joven tan socarrón... Sello Metálico?
Shilfild sonrió al ver que Gaury también había venido a rezar con ella y que la tomaba por los hombros, pero entonces la atención del espadachín se desvió hacia Melina.
-¿Quién es esta chica, Shilfild...? –preguntó con curiosidad- He visto que hablabas con ella.
Melina se sintió algo turbada ante la mirada inquisitiva del espadachín.
- ... Es una chica que conocimos Amelia y yo en Atlas –explicó con suavidad. -Se llama Melina.
-Hola, encantado da conocerte –saludó formalmente.
-¡Hola! Yo soy Gaury... –contestó en tono distendido, - Un amigo de...
-¿¡Gaury!? –preguntó de repente una voz al fondo de la cela del templo -¿¡Eres tú...!?
Los tres se giraron y vieron aparecer a una joven de larga melena rubia y vestida de blanco que portaba un canasto con mantitas.
-¿¡Firia...!? –exclamó Gaury sorprendido.
Melina dio un bote al ver que el amigo de Shilfild y su compañera de viaje se conocían mientras que Shilfild les contemplaba intrigada: ¿quién era esa rubia?
-Pe... pero –balbuceó Melina mirando a unos y otros -¿¡Vosotros ya os conocíais... ?
Gaury la miró sin comprender.
Fue un encuentro similar al de cuando todos se reunieron la última vez en la grieta de las montañas: de repente había aparecido Firia, que a su vez conocía a Melina y Gaury, mientras que Shilfild conocía a Melina y Gaury pero no a Firia, y a su vez, Melina conocía a Firia y Shilfild... Así que tras unos momentos para aclararse cada uno por aquel embrollo, Shilfild acabo averiguando que "la rubia" era en realidad una sacerdotisa del exterior de la Barrera amiga del resto del grupo, y que si hacía memoria, ya había oído hablar de ella a los demás en otras ocasiones. Por su parte Melina supo también cual era la relación existente entre Firia-Gaury-Shilfild que también sorprendió a Firia.
La dragona soltó una risita:
-Es gracioso ver lo pequeño que es el mundo, ¿verdad?... –exclamó.
-Sí... –contestó Melina –La verdad es que me alegro pero nunca se me habría ocurrido pensar que esto fuera a pasar.
Gaury miraba a ambos lados desorientado por los acontecimientos que superaban su capacidad; entonces Shilfild se giró hacia Melina.
-Dime; ¿cómo es que has venido a Vezendy? ¿No vivías en Atlas...? –preguntó suavemente pero con curiosidad.
-Bueno... yo –comenzó a decir sin saber aún cómo explicarse -La verdad es que... he venido buscando a mi hermano... –confesó por fin.
-¿Tu hermano...? –preguntó la sacerdotisa –Sí; creo que Amelia ya me contó algo de eso... Pero, ¿cómo es que has venido tú sola?
Melina vaciló; no sabía cómo responder sin que se molestasen.
-Me enteré... Bueno; vuestro amigo me dijo que... si os seguía, encontraría a mi hermano.
-¿Qué...? –exclamó Shilfild perpleja por esa declaración y Firia la miró interrogativamente -¿Quién te dijo eso...?
- ...Ese monje que estaba con vosotras. –contestó confundida - ...Seros Metálico.
Shilfild abrió los ojos sin comprender mientras que Gaury parpadeaba aún más confundido que ella y Firia fruncía el ceño con desconfianza.
-¿Sello Metálico...? –preguntó Gaury- ¿Quién es ese, Shilfild?
-Pues no... ¡Ah! ¡Tú te refieres a Xeross! –exclamó la sacerdotisa al ir comprendiendo.
-¿¡Xeross!? –exclamó Firia de repente levantándose la falda -¿¡Xeross Metallium!? –bramó furiosa blandiendo su mazo.
-S... sí; así es cómo dijo que se llamaba... –contestó Melina realmente asustada por su enorme arranque de furia.
-¡Aaaaaargh...! –gritó fuera de sí la dragona -¿¡Dónde... dónde se ha metido ese demonio!?
-¡Cálmate, Firia! –exclamó Gaury abrazándola para sujetarla- Xeross ya no está... ¡OUCH!
Firia le había soltado un mazazo mientras sus ojos brillaban de furia y... ¿no era una cola de escamas doradas eso que asomaba bajo su falda?
-¡Gaury tiene razón! –la tranquilizó Shilfild -¡Xeross no está con nosotros desde hace días!
Firia pareció tranquilizarse lo suficiente como para dejar de blandir el mazo.
-¿No... no está aquí? –preguntó para cerciorarse.
-No, se fue y no ha vuelto a aparecer... –confirmó Gaury masajeándose por el golpe.
-Vaya! Yo... lo siento –se disculpó Firia guardando el mazo en el ligero de su pierna- Siento mucho mi comportamiento.
Gaury suspiró aliviado mientras Melina se recuperaba de la impresión que acababa de sufrir. Firia tenía mucho genio... y una cola de escamas tan doradas como las de la estatua del templo donde estaban; además, había llamado "demonio" a Xeross: ¿qué significaba todo aquello? Estaba empezando a dudar de la sensatez de permanecer junto a ese grupo.
-Pero si estamos todos los demás –añadió el espadachín en un tono más jovial. -Incluso las hermanas de Lina y Amelia.
-¿Qué...? –exclamó Firia alzando la vista -¿La Srta. Luna Invers también está aquí? –preguntó y los demás asintieron con la cabeza -¡Deberíais haberlo dicho antes! –les reprochó -¡Vayamos a verles! -y diciendo esto, se giró entusiasmada hacia la salida haciendo que los demás la imitaran.
Melina permaneció en su puesto y su mirada se endureció. ¿Luna Invers? ¿Luna, la llamada "La Camarera del Infierno"? ¿No era la hermana de Lina Invers? ¿la "Ladrona y asesina"? ¿Esa gente eran amigos de esa asesina...?
-¿Vienes, Melina...? –preguntó Shilfild con suavidad al darse cuenta de que ella no parecía dispuesta a seguirles.
- ... Bueno, yo... no quisiera molestar... Yo...
-¡Vente! No pasará nada –la tranquilizó -Son un poco brutos, pero no son malos.
Melina la miró largamente hasta que al final aceptó: tal vez debería conocer a las Invers, además, ellas-no-tenían-por-qué-saber-quién-era-ella.
Pero en el momento en que todo el grupo se disponía a abandonar el templo, un monje se acercó al cuarteto y les empezó a echar una bronca a causa del escándalo que habían organizado hacía unos instantes.
Lina era egoísta e interesada, solo miraba por el dinero, la fama y el poder... en una palabra, por ella misma. Era histérica, acomplejada, mandona y un montón de cosas más; nunca hacía nada por nada, de hecho a menudo pisaba literalmente por encima de los demás con tal de lograr sus objetivos... Como muy bien sabía Zelgadiss.
El mago sabía que, en cierta forma, los dos eran parecidos, pero él enfocaba su situación con el cinismo de admitir abiertamente su egoísmo, producto de su oscuro pasado y al demonio-brownie que había habitado en su interior: para él, su comportamiento era simplemente una forma de sobrevivir, así que de alguna forma, su actitud podía estar justificada. Lina pecaba muchas veces de los mismos defectos que él, pero ella no lo afrontaba con la misma actitud fría y pragmática, sino "a lo bruto"; todos sus actos estaban encaminados a destacar y lo demás no importaba. Lo suyo era simplemente un cúmulo de complejos sin superar, no una forma de poder seguir viva.
Zelgadiss la tenía mucho aprecio por muchos motivos, eso era cierto, y en cierto modo su relación era similar a la de dos hermanos que se pasan el día peleando pero que en el fondo se quieren. Pero aún así, ahora se odiaba por eso: él la apreciaba pero no la amaba porque, entre otras cosas, no encontraba en ella la paz que anhelaba: el mero hecho de convivir con ella era una constante lucha por cualquier cosa (contra sus órdenes, su búsqueda de dinero, de comida... hacer el ridículo) que le procuraba devolvérselas cuando podía, habiéndose convertido aquello en una especie de toma-daca de bromas pesadas entre los dos básicamente con el objetivo de ponerse de los nervios el uno al otro. Sin embargo ahora se odiaba precisamente por eso, por apreciarla y confiar en ella: ¿por qué era siempre a quién él acababa confiándose?, ¿por qué no a cualquiera de los demás?... ¿por qué no a Amelia? Desde el punto de vista racional se podría decir que Gaury era demasiado atontado como para contarle nada, que Shilfild tan sensible y cohibida que no serviría de nada; que Xeross... ¡Bueno; un poco de seriedad, hombre!... Y que Amelia era demasiado idealista. Pero el verdadero motivo, el que estaba por encima de cualquier otro, era que con Lina él no tenía nada que perder ni sufriría el temor a abrirse, ya que ella, por un lado, conocía bien su situación personal, y por otro, no tendría que soportar la cálida y afectuosa mirada de Amelia. Ese era el verdadero motivo, Zelgadiss nunca quiso demostrar abiertamente todo lo que sentía a Amelia porque, sencillamente, le daba miedo hacerlo ante ella, a su amada, más incluso que a si mismo.
Y precisamente por eso ella había muerto.
Así que ahora se odiaba por hablar con Lina abiertamente, pero era algo que, tarde o temprano, tenía que hacer...
Lina le escuchaba atentamente.
- ...Cuando conocí a Amelia pensaba en ella como en una cría mimada e inconsciente que había tenido la suerte de nacer como princesa del reino más poderoso del interior de la Barrera... –explicó con voz lacónica y seguidamente inspiró profundamente. -Pero al poco de conocerla empecé a darme cuenta de que ella me trataba con normalidad; no me miraba como si yo fuera un monstruo o un ser despreciable, y me sonreía cuando sentía la necesidad de hacerlo: era franca, terriblemente franca conmigo. Además, empezó a enseñarme Magia Blanca, algo de lo que yo no tenía ni idea y para lo que me consideraba incapacitado por el brownie-demonio que habitaba en mi interior... –Esbozó una sonrisa triste. -Supongo que Rezo nunca tuvo la intención de que yo pudiese dominarla, de esa manera tendría más control sobre mí.
-No te entiendo, Zel; ¿qué quieres decirme exactamente?
El mago la miró fijamente y luego se volvió.
- ...Amelia nunca me trató como a un ser aterrador y repugnante, o monstruo incapaz de sentir nada, no me despreciaba ni dudaba de mí... A sus ojos yo era una persona normal y no un demonio ni un criminal... ni siquiera un vasallo que le debe reverencia a su princesa. –Suspiró -Me irritaba su optimismo y falta de sensatez, pero al mismo tiempo, eso me alegraba, además, siempre hablábamos mucho y combatiendo éramos un buen equipo... y con el tiempo me di cuenta de que me gustaba estar con ella. -
Lina le miró con cierta sorpresa.
- ...Siempre pensé que ella te ponía nervioso por eso mismo.
Zelgadiss cerró los ojos y sonrió con amargura.
-Es cierto; pero su optimismo también me alegraba... Aunque yo sabía que en el fondo ocultaba algo: ella era optimista y vital para poder seguir adelante. –Alzó la vista y continuó con su relato, - Yo la amaba por eso y más cosas; pero no quería admitirlo... No mientras no volviese a ser humano; para mí eso era lo más importante, mi único objetivo, porque pensaba que así volvería a ser una persona y podría tratar y ser tratado como tal... Ella siempre me ayudó a lograrlo y eso me irritaba, pero también me hacía feliz. –Volvió la mirada hacia el exterior de la ventana; hacia las montañas donde Amelia había muerto. -Sin embargo estaba tan obsesionado con volver a ser y sentir como un humano y dejar atrás todas las crueldades que hice en el pasado que nunca quise admitir ni ante mí mismo ni mucho menos ante ella que ya lo hacía. –inspiró profundamente para contener el nudo de la garganta- ...Y ahora mi propia obsesión la ha matado; no es la primera vez que ella muere, ni que mato a alguien, ni que antepongo mis intereses por encima de su vida o de la vuestra, pero para mí romper con mi vida de quimera era lo más importante; y ahora... Supongo que aunque ahora tenga el cuerpo de un humano, sigo siendo un monstruo cuando en el fondo, sabía que podía no serlo.
- Zel... yo... –Lina no sabía que decir; estaba totalmente desconcertada ante la sinceridad de Zelgadiss al demostrar la franqueza de sus sentimientos.
Tras la correspondiente charla del sacerdote prior del templo, los cuatro se dirigieron hacia la posada donde se encontraba alojado el resto del grupo. Firia estaba impaciente por volver a ver a los demás porque lo cierto es que echaba de menos a Lina, Amelia y Zelgadiss. A decir verdad, muchas veces eran insoportables y sus continuas trifulcas la enervaban, pero lo cierto era que Lina había cumplido con el Oráculo, Amelia era encantadora y Zelgadiss era el más sensato de todos ellos (por no decir que también odiaba profundamente a Xeross, lo que desde luego, era un aliciente). Claro que Firia también tenía ganas de volver a ver a Luna y sentía curiosidad por conocer a aquella princesa misteriosa, la hermana mayor de Amelia... ¿Y por qué no?: enseñarles lo grandote que estaba ya Vargaarv. ¡Qué sorpresa se iban a llevar cuando la volviesen a ver! De todas formas, aunque Gaury estaba contento por volver a verla y Shilfild parecía una joven bastante tímida, ¿por qué ambos tenían esa mirada tan opaca?
Por su parte, Melina estaba confundida: en principio no tenía motivos para desconfiar de Firia, después de todo, ella le había salvado la vida y habían estado viajando juntas con toda tranquilidad. Con Shilfild ocurría lo mismo: ella era una sacerdotisa de carácter dulce y tranquilo que la había ayudado de forma altruista... Hasta ahí no había nada que temer.
Sin embargo Firia siempre había estado cuidando con sumo celo de ese extraño bebé que ella no le permitía ver "porque no es humano" y ahora, en un arranque de furia completamente anormal en ella desde que Melina la conocía, había demostrado saber manejar un mazo, y lo más sorprendente de todo: tenía una cola cubierta de escamas doradas. Firia le había dicho que era una sacerdotisa de más allá de la Barrera, o al menos, que lo fue, y si a eso se le añade que lo que ella sabía de esa gente era apenas nada, pues obviamente ella era la menos cualificada para juzgar qué era extraño o no en Firia... Pero de ahí a tener una cola dorada, había una diferencia: ¿acaso Filia era una mujer lagarto?; al parecer en el mundo exterior había muchos de ellos...
Pero eso no era todo; Melina se fiaba de Shilfild y de Firia, pero esas sacerdotisas eran "amigas" de Lina y Luna Invers, nombres de hechiceras temidas y respetadas en todos los reinos y que ella en especial, tenía profundos motivos para odiar, sobre todo a Lina. Luna no dejaba de estar rodeada de un aura de misterio que propiciaba parte de su fama... Si a eso se suma que ellos habían dicho que aquel sacerdote tan socarrón, Xeross, era en realidad un demonio... ¿Acaso las Invers habían utilizado a un demonio para engañarla y conducirla hasta ellas quienes la matarían por ser quien es? Le daba miedo pensar en esa posibilidad.
Sin embargo en la posada a donde se dirigieron no estaba en ningún lugar apartado, sino justo al otro lado de la Plaza Mayor, con su patio y sus habitaciones, o sea, lo normal. El grupo, con Gaury a la cabeza, atravesó el susodicho patio donde estaban las cuadras y espantando a un corro de gallinas a su paso; seguidamente pasaron por el recibidor de suelo de listones de madera y paredes de sillarejos cubiertos de más listones de madera a media altura, luego por el comedor, y a continuación subieron una escalera de peldaños de madera que crujían bajo su peso; finalmente, anduvieron por un largo pasillo a cuyos lados se abrían las puertas de las habitaciones y, a espacios regulares, alumbraban candiles de aceite.
-Deben de estar todavía en sus habitaciones –informó Shilfild- Iremos a comprobarlo.
Firia arqueó una ceja sorprendida: ¿A esas horas de la mañana y todavía no habían desayunado? ¡Qué cosa más rara!
En ese momento una puerta chasqueó al abrirse a mitad del pasillo y de ella salió una joven de ventipocos años, lisa melenita morena con un tupido flequillo que le tapaba los ojos, y una falda de volantes. Al verlos llegar por el rabillo del ojo, se giró hacia ellos.
-¡Vaya! ¡Así que estabais aquí! –exclamó al verlos- Os estaba bus...
-¿¡Luna...!? –preguntó de repente una voz -¿¡Srta. Luna Invers!? ¿¡Es usted...!?
-Sí... ¿pero quién...? –contestó mirando tras de Shilfild y Gaury; seguidamente abrió los ojos ante la sorpresa -¿¡Filia!?
-¡Luna!
La dragona corrió al encuentro de la hechicera ignorando a los demás y ambas, sin dejar de sonreír, se cogieron por las manos afectuosamente felices por su reencuentro.
-¡Cuánto tiempo sin vernos, Luna! ¡Me alegro mucho de volver a verte!
-¡Yo también, Firia! –contestó -¡Mi hermana me ha hablado mucho de ti, pero no es lo mismo!
Los demás contemplaron la escena con sorpresa, aunque Gaury no se enteraba de gran cosa. Lo cierto es que era sorprendente ver el afecto que se procesaban las dos, y más aún, ver a Luna de esa forma sin pegar a nadie. Melina las observó desde una posición cautelosa y con la mirada fría: era chocante, y al mismo tiempo indignante, ver el afecto que Firia le procesaba a "La Camarera del Infierno"... pero no, ella no se fiaría de Luna y esa hechicera no sabía quién era ella... todavía no.
Mientras tanto, un par de puertas más allá, en la habitación que Gaury compartía con Zelgadiss
- ...Muchas veces pienso que si Shilfild hubiese estado en condiciones, Amelia podría haber sobrevivido –maldijo el mago. -Y también en lo poco que me servía todo mi poder para ayudarla y en que no yo pude hacer nada para que siguiera viviendo... ¡Si solo… si tan solo hubiese sabido algo más de Magia Blanca, habría podido conjurar sobre mí mismo el hechizo para volver a ser humano, y entonces ella no habría muerto!
-Y si hubiese sido así... ¿habrías confesado ante ti mismo y ante ella que la amabas? –preguntó Lina en un cauteloso tono incisivo.
Zelgadiss abrió los ojos al oírla formular esa pregunta y permaneció mudo sin saber qué responder.
-No... No lo sé –contestó al cabo de un rato.
-Zel... yo creo que vivías tan obsesionado por volver a ser humano, que nunca te planteaste qué harías una vez que lo hubieses conseguido –señaló la hechicera pelirroja.
El mago bajó la mirada con los hombros caídos por el cansancio de asimilar todo lo que estaba admitiendo ante Lina y él mismo, tal vez demasiado deprisa para lo que podía soportar.
-Es cierto... –contestó esbozando una sonrisa triste- Siempre he vivido presa de mis obsesivos deseos... El deseo de ser fuerte y poderoso, el deseo de vengarme de Rezo y el deseo de volver a ser humano... –suspiró -Nunca me planteé qué ocurriría después, tan solo pensaba que una vez lo hubiese conseguido, lo sabría... Pero una cosa siempre daba lugar a otra... y ahora mi obsesión ha matado a quién menos deseaba hacer daño –concluyó alzando la mirada hacia el techo mientras cerraba los ojos.
Lina le contempló con cierta sorpresa intentando adivinar qué intentaba decirle exactamente.
-¿Estás... estás diciendo que ahora temes obsesionarte por haber provocado la muerte de Amelia? –aventuró sorprendida por esa idea; había esperado cualquier cosa menos que Zelgadiss renegara de su última obsesión.
-¡Sí! –contestó tajante -¡Por eso y por intentar hacer todo lo posible por resucitarla !... ¡Y por eso te he contado todo esto!
-¿¡Qué...!?
-¡Lina...! –comenzó a decir volviéndose hacia ella -¡Deseo resucitar a Amelia por encima de todo... y creo que sé cómo hacerlo!
Lina abrió la boca intentando articular palabra.
-¡Pe... pe... pero, ¿ cómo ?! –exclamó estupefacta -¡ Zel... ya oíste a Shilfild! ¡Aunque ella ya esté en condiciones de usar su magia, no tiene poder como para resucitar a alguien días después de muerto! –contestó rudamente -¡Y por mucho que nos duela a ti y a todos nosotros, eso no es posible! ¿Acaso no recuerdas a Hansifold en Atlas?
-Te equivocas... –contestó con voz lacónica –Hay algo con lo que sí se podría lograr y de otra forma a como lo intentó Hansifold... –Lina le miró totalmente desconcertada, sin saber qué decir. -Lo único que temo es volver a ser víctima de mis deseos... Por eso te he dicho todo esto. Luna y tú sois las únicas que me podéis decir si estoy equivocado o no.
-Zel... creo que si de verdad hay alguna forma de que Amelia vuelva con nosotros, todos estaríamos dispuestos a lograrlo... –contestó la pelirroja aún sin saber a dónde quería llegar el mago.
Zelgadiss esbozó una suave sonrisa que iluminó su apagado rostro.
En ese momento oyeron el alboroto al otro lado de la puerta. Algo estaba pasando.
-¡Oooooh! –exclamó Luna -¿De verdad que has traído a Vargaarv contigo? ¿Podemos verlo?
-No, todavía no –contestó la dragona -No aquí en medio del pasillo... Mejor en una habitación donde podamos estar nosotros solos.
Gaury miró a unas y otras sin entender gran cosa.
-No entiendo, ¿Vargaarv? –exclamó mirando al rededor- ¿Dónde está? No lo veo por ninguna parte...
-Mi querido Gaury –señaló Shilfild cogiendo su brazo -Creo que se refieren al bebé del canastito.
-¡Ah! ¡Claro, eso es! –exclamó golpeándose la palma de la mano con el puño -¿¡El bebé!?
Melina observaba la escena con frialdad y recelo; era inquietante que Firia se hubiese negado a enseñarle el bebé durante todo el viaje y ahora estuviese dispuesta a enseñárselo a toda esa gente sin ningún reparo. Aunque tampoco parecían haber reparado en ella.
En ese momento se abrió otra puerta y Lina salió de la habitación de Gaury con una expresión entre curiosa y molesta.
-¿Qué es todo este jaleo? –preguntó en ese mismo tono mirándoles duramente -¿Qué está pasando aquí?
-¡Lina! –exclamó Gaury alzando un mano -¡Mira quién ha venido!
La hechicera pelirroja le miró interrogativamente durante unos instantes hasta que reparó en esa otra figura de larga melena rubia y cubierta con una capa blanca que estaba junto a su hermana.
-¿¡Fi... Firia!? –exclamó asombrada.
La dragona la miró sonriente asintiendo suavemente con la cabeza.
-¡Firia! –exclamó de nuevo la pelirroja corriendo a su encuentro y abrazándola rudamente sin preocuparse por el empujón que le acababa de propinar a su hermana Luna cuando la abrazó. Ambas rieron de contento mientras se separaban de su abrazo.
-¡Pe... pero, ¿ cómo ?! –empezó a decir la pelirroja -¿Es que has venido a pagarme la factura?
Firia hizo una mueca. Estaba claro que eso no era lo que esperaba oír.
-¡Vaya! ¿Es que no tienes nada mejor que decirme que cuánto dinero te debo? –exclamó con disgusto -¿Después de tanto tiempo sin vernos y me vienes diciendo que si vengo a pagarte?
Lina la miró desorientada durante un instante para luego llevarse la mano al cogote mientras reía nerviosamente.
- Bueno... yo... Ya sabes: el dinero es el...
En ese momento Luna le soltó un soberbio capón que la estampó contra el suelo ante el estupor general.
-¿¡Es que no te he enseñado modales!? –la riñó Luna -¿¡No sabes ir por ahí sin empujar a la gente y pedirles dinero !?
-¡Pe… pero Luna...! –se quejó incorporándose.
-¡Te comportas como una cría, Lina!
Firia miró a la machacada Lina y luego a Luna; ahora empezaba a comprender mejor por qué Lina le tenía tanto miedo a su hermana. Melina también las miró confundida: así que esas eran las terribles hermanas Invers... al menos terribles entre ellas, porque ora ella no se enteraba de nada, ora aquello no era lo que parecía; pero por si acaso, prefería seguir manteniéndose al margen.
Sin embargo fue otra cosa lo que atrajo la atención de Firia que miraba alrededor interrogativamente.
-A propósito... –comenzó a decir sin dirigirse a nadie en particular, ¿Dónde están los demás? ¿Dónde están Zelgadiss, Amelia y esa hermana suya que habéis mentado? –preguntó con curiosidad.
Melina dio un respingo al oír aquellos nombres: era cierto que la sacerdotisa con la que estuvo hablando no estaba allí junto con Shilfild como ella había esperado... pero también habían nombrado a un tal... Zelgadiss.
-No hace falta que busques más, Firia –oyeron decir de repente a una voz profunda desde la puerta por donde había emergido Lina. -Estoy aquí.
Firia alzó la vista esperando volver a encontrarse al mago-quimera de cabellos plateados y largas orejas, pero en su lugar lo que vio fue un joven de unos 20 años de cabello negro-violáceo, piel clara y ojos grises que le miraba con una mezcla de melancolía y cinismo.
-¿¡Zel... Zelgadiss!? –exclamó Firia al ir reconociéndolo.
-Si, Firia –contestó con tranquilidad acercándose al grupo. -Me alegro de volver a verte –añadió con una suave sonrisa que no llegaba a ocultar su opaco semblante.
-¿¡Pe… Pero cómo!? ¿¡Vuelves a ser humano!? –exclamó Firia sin acabar de creérselo.
Melina observó la escena mirándoles uno a uno hasta que posó sus ojos en el joven que, después de tres días de encierro en la destartalada habitación de una posada, se había animado a abandonar. Escuchó atentamente la conversación y la voz del joven; su mente recordó lo que le había dicho Xeross, el "supuesto" demonio y lentamente sus ojos se fueron abriendo ante la sorpresa de su descubrimiento mientras que Firia y aquel joven se saludaban de forma más informal.
-¡No lo puedo creer, Zelgadiss! –decía la dragona- Pero, ¿¡có... cómo!? ¿¡Cuándo has...!?
El mago no respondió.
-Bueno, Firia... eso es...
-¡No hace falta que des explicaciones, Lina! –dijo de repente Zelgadiss sin opción de réplica.
-¡...Pero yo creo que si las merezco! –anunció una voz desconocida tras Shilfild hacia la que todos se volvieron.
Tras su prolongado mutismo, Melina dio un paso al frente ahuecándose la capa para que todos pudieran verla; fue entonces cuando las hermanas Invers repararon en la joven de ojos grises que había estado allí todo el tiempo.
-¿Me reconoces...? –preguntó en tono desafiante al mago.
Zelgadiss la observó confundido durante unos instantes buscando en sus ofuscados recuerdos.
-¡No... No puedes ser! –exclamó por fin mientras sus ojos se abrían por el asombro.
-¿Quién es esa chica, Zel? ¿La conoces? –preguntó Gaury intentando aclararse.
-¡Vaya, vaya; Zel! ¡Eres una caja de sorpresas! ¡Venga dinos quién es! –exclamó Lina en tono imperioso, aunque luego se arrepintió.
El mago y la joven se miraron el uno al otro fijamente ignorando al resto del grupo y justo cuando una pequeña idea empezaba a abrirse camino en la mente de Firia, Zelgadiss se avino a hablar.
-Eres Melina, ¿verdad? Mi hermana postiza, la vasalla de Rezo –adivinó.
-Sí, así es –confirmó.
El pasillo de la posada quedó sumido en un completo silencio.
Zelgadiss cerró tras de sí la puerta de su cuarto volviendo de esa forma a quedarse a solas para poder hablar.
-¡Muy bien! –anunció gravemente, -¿Por qué has venido, Melina?
La joven se despojó de su capa y la dejó caer sobre el respaldo de la silla.
-Han pasado muchos años, hermano –contestó Melina en el mismo tono. -Te he estado buscando y la verdad es que me alegro mucho de haberte encontrado.
Zelgadiss arqueó una ceja.
-¿Por qué? –preguntó secamente. -Yo renegué de todos vosotros igual que hicisteis conmigo... Por lo que a mí respecta, yo no tengo ni familia ni vasallos.
Melina le miró desorientada un breve instante al ir dándose cuenta de que Zelgadiss seguía siendo tan cabezota como siempre. Aquello iba a llevar más tiempo de lo que pensaba.
-Te equivocas: aún tienes a un padre y dos hermanas por vasallaje al Monje Rojo... Ellos siguen existiendo.
-¡No para mí! –contestó rudamente- ¡Vosotros renegasteis de mí y me despreciasteis cuando...!
-¡No; eso no es cierto, Zel! –replicó -¡Nosotros... yo siempre...!
-¿Me vas a decir que todo aquello no pasó? –objetó secamente .– Yo nunca tuve familia a la que volver.
-Tal vez nuestro padre y Eris si lo hicieran, pero yo nunca me olvidé de ti... –El mago arqueo una ceja, -¿¡Qué fue lo que te sucedió!? ¿¡Qué te pasó para que te convirtieras en... en aquella cosa!? –exigió saber en tono piadoso.
Zelgadiss la miró fijamente durante unos instantes, cerró los ojos y esbozó una sonrisa maliciosa.
-Así que ahora te importo y quieres saber qué fue lo que me pasó...-concluyó.
-¡Sí, así es! –contestó ignorando su sarcasmo -Te obsesionaste con ser el mejor... y acabaste convirtiéndote en esa cosa. ¿Qué pasó y por qué ahora vuelves a ser normal?
-Esto sí que es una sorpresa; así que ahora quieres una respuesta –exclamó sarcásticamente. -Después de tantos años mi vasalla Melina desea saber lo que ocurrió. –continuó. -Muy bien: pues la tendrás... –concluyó volviéndose hacia ella.
Melina le miró desorientada durante unos instantes sin saber cuáles eran las intenciones de Zelgadiss. No tenía ni idea de cómo podía acabar aquello, pero reunió el valor suficiente para contestar.
-¡Sí: quiero saberlo todo!
La expresión del mago se volvió grave y la miró fijamente. Para él todo lo que estaba sucediendo era algo incontrolable: había recuperado la humanidad a costa de Amelia, y al mismo tiempo, parecía que podría recuperar a su familia... En otras circunstancias se habría dado la vuelta ignorando por completo, pero ahora ya no podía dar la espalda a lo que estaba sucediendo y, tal vez porque un clavo saca a otro clavo, se avino a hablar.
Inspiró profundamente y cruzó los brazos.
-¿Quieres saber por qué deseaba ser fuerte y poderoso? ¿Por qué quería ser el mejor? –preguntó y Melina asintió suavemente con cierta mirada de desconcierto. Él apartó la vista. - ...La verdad es que ni yo mismo sabría darte ahora una buena respuesta. Se podría decir que yo ambicionaba ser el mejor espadachín de todos los tiempos porque quería convertirme en una leyenda igual que las que llevaba escuchando desde siempre... e incluso puede que solo para presumir delante de todos los chicos de otras haciendas (*)
Melina arqueó una ceja. Parecía que su hermano había pasado por las mismas tonterías que el resto de los chicos de su edad
-Aunque también es posible que en realidad yo quisiese ser el más grande espadachín de todos los tiempos porque era lo único que podía hacer por mi mismo sin que nuestro abuelo tuviese algo que ver. En cualquier caso nuestro querido abuelo Rezo fue quien me instigó a desearlo... –reveló por fin. - Resulta difícil ser alguien a la sombra de un personaje tan famoso y respetado como Rezo. Eso y confiar en él fue mi perdición.
-¿Qué... quieres decir? –preguntó Melina aún más desorientada ante la sonrisa maliciosa de Zelgadiss.
-¡No puedo creerlo, Firia! –le reprochó Lina. -¿¡Cómo no te diste cuenta antes de que esa chica era hermana o lo que sea de Zel!?
La dragona volvió la mirada hacia el canastito donde dormía Vargarv y se sentó en la cama de Luna ante la sorprendente indiferencia de la hechicera-camarera.
-¡...No tenía ni idea! –se disculpó. -Ella solo me dijo que tenía un hermano desaparecido y que lo estaba buscando... –explicó abriendo los brazos. -Me sorprendió que se apellidaran igual, pero... –concluyó dejando la frase en el aire.
-Yo tampoco sospeché nada –añadió Shilfild suavemente. -Su padre era ya un hombre viejo y cansado, y cuando Amelia me contó lo que ellas dos estuvieron hablando, no me pareció nada particular –confesó mientras se sentaba junto a Gaury en la cama de Lina.
Luna resopló desde su posición en la silla del aparador de la habitación.
- No acabo de entender porqué tanto jaleo por esa chica –opinó la mayor de las Invers- ¿Qué problema hay en que Zelgadiss tenga una hermana?-
Lina miró a su hermana pensando en cómo responderla sin que esta le reprendiese.
-Zelgadiss nunca nos había dicho a ninguno que tuviese más familia que Rezo –explicó Lina con suavidad.- De hecho para él la palabra "familia" no significa nada... Y ahora aparece de la nada una hermana pequeña, o por lo menos alguien que fue algo así en su entorno.
-A lo mejor es una hermana bastarda y por eso nunca la mencionó... –aventuró Gaury ante la sorpresa general tanto porque se le hubiese ocurrido algo como por lo que se le había ocurrido.
-¡Vamos, Gaury! –exclamó Lina ruborizándose ligeramente -¿De dónde sacas esas ideas?
- Pues... no sé. –contestó encogiéndose de hombros.
-Pero yo creo que esto podría acabar mal... –advirtió Shilfild suavemente consiguiendo atraer la atención de todos. -Quiero decir que todos estamos mal después de todo lo que ha ocurrido... –explicó con un suspiro. -Pero si ahora el Sr. Zelgadiss también va a tener que enfrentarse a problemas familiares... Y aún tratándose de él, yo sé muy bien lo que es eso –concluyó en tono triste agachando la cabeza.
Los demás la escucharon atentamente a medida que iban comprendiendo lo que Shilfild quería decir, menos Firia que les miró confundida.
-No entiendo –exclamó -¿Qué es eso que ha pasado? ¿Es que Zelgadiss no se alegra de volver a ser humano?
Al oírla, el resto del grupo se giró hacia la dragona dándose cuenta entonces de que ella aún no sabía nada de lo que había sucedido; pero solo Luna se atrevió a dar el primer paso y explicárselo.
- Firia... ¿Tú conocías a la segunda princesa de Seillon, verdad? –comenzó a decir.
-Sí... a propósito, ¿dónde está?
-Ha muerto –contestó lacónicamente con toda su crudeza. -Zelgadiss recuperó la humanidad gracias a un hechizo conjurado por ella, pero al hacerlo, perdió la vida por ser demasiado para lo que su capacidad física y mágica podían soportar.
Firia abrió los ojos estupefacta sin poder articular palabra.
-Es... es una broma, ¿verdad? –replicó.
-¡No! Ocurrió hace tres días...
Finalmente entre todos, incluyendo a Gaury, le dieron una detallada explicación de lo ocurrido a la dragona que les escuchaba intentando asimilar todo lo sucedido y especialmente, la tremenda impresión que suponía la muerte de Amelia. Era algo increíble: después de haber superado con éxito decenas de peligrosos combates, por una gran ironía del destino, Amelia moría víctima de un deseo... de un mal deseo.
-Pe... Pero entonces, Zelgadiss –empezó a deducir Firia. -Bueno, ya sé que no es propio de él, pero se sentirá culpable por...
-Sí... El Sr. Zelgadiss lo está llevando muy mal –contestó Shilfild en tono bajo.
-Lo peor de todo es que cuando Amelia murió, él acabó confesando que en realidad la amaba -añadió Luna lacónicamente como si pusiera una guinda al pastel de los desastres.
Al oírlo Firia les miró con una pregunta muda en sus ojos y los demás asintieron con la cabeza
-¡OH... Mi Señor Cephid! –gimió derrumbándose sobre la cama.
El resto bajó la mirada al ver la reacción de la dragona que, de alguna manera involuntaria, había reavivado el dolor. Sin embargo Firia volvió a alzar la cabeza para mirar a Gaury y Shilfild.
-¿Y… y su hermana? ¿No me habías dicho que también estaba aquí?
- ..Sí, bueno... Está...
-En la habitación de al lado –contestó Luna de improviso -Dormida por efecto de mis hechizos para que no se le ocurra hacer alguna tontería. La muerte de su hermana Amelia le afectado mucho.
Firia parpadeó.
-No creo que esa sea la mejor solución –opinó la dragona.
-Ni yo –afirmó Luna. -Pero por el momento es lo único que puedo hacer.
Lina miró a una y luego a otra, para a continuación, hacer lo mismo con el resto del grupo, y finalmente se decidió a hablar dando un paso al frente.
-¡Escuchadme! –exclamó consiguiendo atraer la atención de todo el grupo- ... He estado hablando con Zelgadiss hasta que habéis venido... –comenzó a decir, y Gaury parpadeó.
-¡Vaya! Al final has conseguido hablar con él... ¿Qué te...?
-¡Cállate; no me interrumpas, Gaury! –se quejó.
-¡Lina!... Él solo te estaba haciendo una pregunta normal –le defendió Shilfild y Lina gruñó.
-¡Tú siempre igual! –le espetó la pelirroja.
Firia contempló la escena con curiosidad... parecía que esas dos se estaban peleando por algo más que por una simple interrupción.
-¡A callar todo el mundo! –ordenó Luna de repente. -¡No quiero tonterías! -La hechicera pelirroja tembló por la posible reacción de su hermana -¡Continúa, Lina! –pidió para sorpresa de todo el mundo.
Lina suspiró y a continuación, se irguió.
-Zelgadiss no acabó de explicármelo, pero por lo visto él conoce una forma de resucitar a Amelia.
La exclamación de asombro del grupo fue más que audible, pero rápidamente se transformó en alegría.
- Y tú le dijiste que le ayudaríamos, ¿verdad? –añadió Gaury entusiasmado.
La pelirroja asintió con una sonrisa.
-...Pero, ¿cómo?... No se puede resucitar a alguien días después de muerto... O al menos, hace falta muchísimo poder para conseguirlo –objetó Shilfild. —La muerte es algo ineludible. Eso es lo primero que aprendemos cualquier sacerdote.
-Ella tiene razón, Lina... –añadió Firia.
La hechicera vaciló.
-Pu... pues no lo sé; pero él cree tener la solución... Y si de verdad funciona podríamos despertar a Naga y explicárselo –añadió guiñando un ojo
-Tal vez...-opinó Luna con un resoplido- Pero primero habría que ver cómo acaban él y su hermana.
-¿¡Qué me estás diciendo!? –exclamó Melina estupefacta -¿¡Que fue Rezo quién te hizo eso!? ¿¡Nuestro señor!?
Zelgadiss asintió con la cabeza mientras la miraba gravemente.
- ...Eres libre de creer lo que quieras, pero así es –contestó dándole la espalda.
-¡Pe... pero eso es imposible! –replicó -¡Nuestro abuelo era una persona bondadosa que siempre dedicó su vida a ayudar a los demás!... ¡Él no pudo convertirte en esa cosa!
-¿Ah, no? –objetó sardónicamente -¿Conoces a alguien más que tenga poder suficiente como para hacer de mí una quimera?
Melina abrió la boca intentando articular palabra sin saber qué contestar. El mago le dirigió una breve y cínica mirada para a continuación volverse de nuevo.
-¡Ahora ya lo sabes!
La joven se derrumbó sobre la cama de Gaury mirando al suelo intentando asimilar esa aterradora idea mientras su hermano la contemplaba con aparente indiferencia.
- ¡ Es... es imposible!- siguió negando- ¡Y aunque así fuera... ¿Por qué hiciste todo lo que hiciste?! –El mago arqueó una ceja. -¡Llevo años escuchando historias sobre ti! ¡sobre el "Guerrero Oscuro" que mataba sin piedad! –Zelgadiss esbozó una sonrisa maliciosa que hizo crecer el desconcierto de Melina. -La gente decía que buscabas tesoros de orihalcón o cualquier otro objeto que tuviese algún tipo de poder mágico... y que para conseguirlo, no reparabas en medios... –comenzó a relatar Melina con ojos vidriosos. -Robabas, secuestrabas, extorsionabas o asesinabas con tal de conseguir lo que querías... La gente hablaba de bandas enteras de bandidos, de familias de ricos hacendados, campesinos, de sectas de hechiceros negros... cualquiera que pudiese tener algo de valor. También decían que nadie podía hacerte daño, que luchabas como un autentico demonio... –continuó relatando la joven ante la aparente indiferencia de Zelgadiss, - ... y aunque alguna vez perdonases la vida de alguno de ellos, si conseguían verte el rostro, lo matabas igualmente... Zelgadiss, el "Cruel Espadachín Endemoniado", el "Guerrero Oscuro" que solo lucha por conseguir cualquier cosa que aumentase su poder o para matar a aquel que hubiese podido verte la cara... Los pocos que lo consiguieron y sobrevivieron, decían que estabas terriblemente deformado, que rostro era repulsivo, con largos colmillos y ojos perversos... Decían que habías pactado con los demonios y eso te había corrompido el rostro hasta ese punto; otros decían que no, que en realidad eras hijo de un demonio y una humana... Posiblemente una sacerdotisa inocente. –Zelgadiss arqueó una ceja aparentemente divertido por ese comentario; pero Melina irguió el rostro inspirando profundamente- Yo sabía que nada de todo eso era cierto; tú eras mi hermano y que una vez fuiste un chico normal, pero no podía encontrar una respuesta a lo que te había pasado... –Apretó los puños. -¿¡Y ahora me dices que fue Rezo quien te convirtió en esa cosa!? ¿¡También vas a decirme que todo lo que hiciste fue por su culpa !?
-Exacto –contestó con tranquilidad.
La exclamación de asombro de Melina fue más que evidente.
-Yo obedecía sus órdenes –explicó lacónicamente. -Todos esos objetos mágicos que conseguía... todo ese orihalcón, eran para él.
-¿¡Q... qué!?
-Él me ordenaba que los consiguiera sin escatimar medios; yo simplemente actuaba siguiendo sus órdenes... Una vez que los tenía, si creía que le podían ser de utilidad, los dejaba almacenados en su laboratorio de Seilorg, y si no, los destruía, como hizo con todo el orihalcón que conseguí para él a costa de muchas vidas.
Melina palideció visiblemente; aquello era tan brutal que era incapaz de asimilarlo... Era imposible, totalmente imposible para ella que su adorado abuelo hiciese algo así.
Dejó caer la cabeza llevándose las manos a las sienes.
-Para mí Rezo ya no era mi abuelito que me cogía en brazos cuando era niño... –continuó implacable como si se regocijara en contemplar el estado de Melina -Él me convirtió en ese monstruo cruel y despiadado. -Melina abrió los ojos. -Yo era su esclavo y el reflejo de su crueldad.
- Pe... pero ¿ tú nunca... ?
-¿Me negué a obedecerle? –adivinó. -Sí; muchas veces, pero yo era una creación suya y él sabía perfectamente cómo controlarme; además tampoco tenía otra opción: yo ya no podía vivir entre los humanos después de en lo que me había convertido. –contestó.
Melina sacudió la cabeza.
-¡No... No puede ser cierto! –exclamó -¿¡Por qué!? ¿¡Por qué te obligó a cometer todas esas atrocidades!? ¿¡O es que acaso tú también llegaste a disfrutar con ellas!? –aventuró escandalizada por esa idea- ¿¡Disfrutabas asesinando pobres campesinos, destruyendo haciendas y violando jovencitas!? Dios Cephied; ahora sólo debes tener algo más de veinte años, y entonces...
Zelgadiss abrió los ojos ante todos esos comentarios.
- ...No conozco todas las historias que se cuenta sobre mí pero no te las creas todas; la gente tiende a exagerar –contestó con cierto deje de sorpresa. -Pero yo siempre fui consciente de lo que hacía, menos cuando Rezo me manipulaba gracias a sus hechizos... No obstante cuando Rezo me transformó, me añadió un demonio-brownie a mi cuerpo y mi mente, y eso me hacía disfrutar de la destrucción; además, hubo un momento en que yo ya hacía lo posible porque no me afectaran mis actos y actuaba con total frialdad renegando del mundo.
-Entonces, ¿...todo es cierto? –preguntó como si perdiera la esperanza.
Zelgadiss miró a los ojos de su hermana gravemente, como si se estuviera confesando.
-Durante esos años yo deseaba poder disfrutar de las mismas cosas que el resto de la gente, que una persona normal, y ser querido; pero los crímenes que Rezo me hacía cometer hacían que yo fuera una criatura destructiva y odiada por todos, así que muchas veces mataba sin miramientos, no sirve de nada dolerse por el daño que haces a criaturas que te van a odiar de todas formas... Pero si lo que quieres saber es si violé alguna vez a alguien o maté por el placer de hacerlo, nunca lo hice...Podría haberlo hecho, por supuesto; pero para mí esa sería la peor de las torturas –confesó. -Durante mucho tiempo no tuve amigos ni nada parecido, hasta el momento en que conocí a Zorlf y Ródimas, pero mientras nunca tuve a alguien a mi lado. Así que ¿de qué me habría servido hacer algo así cuando lo que más deseaba era ser una persona normal?, ¿que alguien me quisiese? No, conseguir acercarme a alguien por la fuerza o pagando una cantidad para conseguir unas cuantas caricias, habría sido algo horrible para mí, porque sería una ilusión, una mentira para engañar mis deseos... Además, mi cuerpo era de piedra y eso habría destrozado a cualquiera. –Melina abrió los ojos estupefacta tanto por lo que estaba escuchando, como por la sinceridad de su confesión.- Habría seguido destruyendo solo por conseguir un paraíso artificial.-
-Entonces, ¿tú nunca...?
-¡No, si es eso a lo que te refieres! –contestó dándose la vuelta.- Es muy posible que alguno de los subordinados que Rezo puso a mis órdenes, si hiciera algo así, yo no tenía porqué vigilar todo lo que hacían. Pero Ródimas tenía el honor de un caballero y Zorf era impotente –explicó ruborizándose ligeramente. -Supongo que por eso siempre estaba de mal humor... No pudimos ser ninguno de nosotros tres.
Melina le miró largamente durante unos instantes; dijera lo que dijera su hermano, seguía siendo brutal.
-¡Dios Cephid! –exclamó- ¡Me resulta tan difícil de creer!
- Créetelo; es la verdad y no quieres creer otra cosa –afirmó su hermano cínicamente.
La joven volvió a agachar la cabeza absorbida por todo lo que acababa de descubrir, intentando asimilar la cruda realidad que le había descrito Zelgadiss.
- Yo no creía las historias que la gente contaba sobre ti, pero Eris y papá te despreciaban –comenzó a decir ante la indiferencia de Zelgadiss- Sin embargo lo que nunca pude perdonarte es que te aliaras con la "Ladrona y Asesina", con Lina Invers y mataseis a Rezo... Pero ahora, después de lo que me has contado, no... –dejó la frase en el aire cuando de repente le asaltó una idea extraña- ¡ Dime qué pasó!: ¿cómo es que vuelves a ser humano?, ¿ acaso Lina y tú...? –exigió saber.
Zelgadiss la miró arqueando una ceja mientras se sentaba en su catre.
-¡Vaya!: así que ahora quieres saber cómo acaba mi historia –exclamó en un tono cargado de sarcasmo.- Sabes muy bien que no tengo porqué seguir contándote mi vida.
-¿¡Y qué más te da eso ahora!? –se defendió Melina.- ¡Rezo está muerto, tú vuelves a ser humano y yo he venido a buscarte!: ¿¡qué puedes perder ahora!?
El mago parpadeó sorprendido por su vehemencia; evidentemente Melina ya se había convertido en una mujer, y lo más sorprendente de todo: le parecía estar escuchando la conversación entre Amelia y Naga en el desierto de las Tablas... y las imágenes de Diana y Rangus Macalinster, su hermano-quimera, también volvieron a su memoria. Y por eso mismo, no podía darle la espalda...
-Muy bien, si eso es lo que quieres saber... –comenzó a decir.
-¡Eh, Naga; despierta! –ordenó Lina palmeando la mejilla de la Serpiente -¡Tenemos que hablar!
La princesa durmiente se revolvió suavemente sobre su lecho sin llegar a despertarse.
-Así no conseguirás nada, Lina –reprochó Luna. –Está bajo los efectos de un hechizo, no de una borrachera o un sueño natural. –Lina miró temblorosa a su hermana temiendo lo que pudiera pasar. -¡Apártate!... –recitó un hechizo a la par que alzaba la mano y una luz azulona envolvía su mano, para a continuación, posarla sobre la frente de la hechicera -¡Despierta Durmiente! –pronunció.
-¿Se... seguro que todo esto está bien? –objetó Shilfild suavemente -¿No es un poco precipitado?
-¡Cállate Shilfild! ¡No sea aguafiestas! –gruñó Lina.
-¡Callaos las dos! –ordenó Luna.
Firia observó la escena con curiosidad: ella sabía que Lina le tenía un pánico profundo a su hermana Luna, y también sabía que estaba enamorada de Gaury (o al menos, que él le gustaba); pero por lo que había visto hasta el momento, Shilfild también parecía estar interesada en Gaury... ¿ acaso lo de esas dos eran celos?
Ajena a las divagaciones de Firia, Naga se removió en su lecho como consecuencia del hechizo de Luna; su rostro se crispó y lentamente abrió sus opacos ojos consiguiendo atraer así la atención de todos. Lentamente sus ojos enfocaron el círculo de gente congregada a su alrededor, de esa forma reconoció a las hermanas Invers, a Shilfild, la sacerdotisa del Hulagón; a Gaury, el espadachín mercenario con cerebro de medusa... y a una joven rubia desconocida. Su hermana no estaba allí, y Zelgadiss, obviamente, tampoco.
-¡Buenos días, Naga!
-Li... Lina –contestó con voz apagada.
-¿Cómo se encuentra, alteza? –preguntó Shilfild con suavidad.
-No hace falta que me llames así, Shilfild –contestó mientras se incorporaba pesadamente y se restregaba los ojos. -Estoy bien... ¿Qué pasa para que estéis todos aquí ahora? ¿Y quién es esa mujer? –preguntó señalando a Firia.
-Ella es Firia, una dragona sacerdotisa del Rey Dragón de Fuego... –informó Gaury. –Es una amiga nuestra.
-¡Hola; me alegro de conocerte... aunque sea de esta forma! –saludó Firia dando un paso adelante.
-¡Vaya! ¡Una dragona con faldas! –exclamó mientras la miraba con atención.- ¡Hola! Soy Naga, la Serpiente Blanca... La mejor hechicera de todos los tiempos –se presentó en tono preponderante, pero a su voz le faltaba convicción. Sin embargo Firia, al oír su pedante saludo, hizo una mueca de sorpresa.-Supongo que no me habréis despertado solo para que conozca a esta dragona... –anunció volviéndose hacia el resto y con una mirada significativa a Luna.
Ella sabía que la había estado hechizando.
-Ha ocurrido algo que deberías saber, Naga- informó Lina y la Serpiente se giró hacia la otra Invers.
-He creído que debes saber algo –añadió Luna con tranquilidad ante la fija mirada de Naga- Por lo visto hay una forma de resucitar a tu hermana Amelia.
Naga se incorporó lentamente con una expresión de evidente ansiedad en su rostro.
- ¿¡Qué dices...!? –exclamó. - ¿¡E... es eso posible!?
Las Invers asintieron en silencio y Naga se derrumbó de culo sobre la cama mientras ocultaba la cara en sus temblorosas manos.
-¡No... No puedo creerlo! ¿¡Acaso eres tú...!? –preguntó mirando a Firia.
-No. Ha sido Zelgadiss quien ha encontrado la solución –replicó Lina.
Naga dio un bote y a continuación su mirada se endureció.
-¿Quién? ¿Zelly? –preguntó en un tono lleno de sarcasmo -¡Vaya! ¿Y qué se le ha ocurrido ahora...?
-¡Gracia; no tienes por qué seguir con esa actitud! –señaló Shilfild en tono calmo pero firme. -El Sr. Zelgadiss demuestra que él también desea que Amelia vuelva a vivir.
Naga resopló y apartó la mirada con desdén
-Está bien... qué es lo que ha pensado –quiso saber.
-¿Eh?... pueees... Aún no nos lo ha explicado –contestó Lina mientras un gotón de sudor le recorría la frente y Naga se derrumbaba sobre el suelo.
-¡Ya me parecía! –contestó la Serpiente incorporándose.
Firia miró a la princesa, a la hechicera pelirroja y a continuación al resto del grupo mientras evaluaba una posibilidad.
-Escuchad... Se me ocurre una cosa –anunció atrayendo sobre sí la atención de todos- Veréis... yo he venido aquí por orden de la Reina Dragón del Agua, así que cuando vaya a verla me podríais acompañar y preguntarle que si la idea de Zelgadiss pueda funcionar. Os recuerdo que la Biblia Claire son todos sus conocimientos y ella seguro que lo sabe.
El grupo miró a la dragona completamente asombrado ante una explicación tan sencilla, y lentamente la sorpresa dio paso a la alegría: sí, pudiera ser que aún hubiese alguna esperanza.
Entonces se oyó un sonoro rugido de tripas.
-Creo que tengo hambre -exclamó Naga llevándose la mano al estómago mientras se ruborizaba ligeramente, algo raro en ella.
-¡Oh, Zel! –exclamó Melina ocultando el rostro entre sus temblorosas manos de nuevo- ¡Yo... yo no lo sabía!...¡No sé qué te puedo decir! ¡Dios Cephied!... ¡Todo eso que me has contado...! –Inspiró profundamente -¡Por favor; perdónanos por todo lo que te hicimos! ¡Yo no... Nosotros no lo sabíamos!
-No quiero ni la piedad de Eris ni la de nuestro padre –contestó Zelgadiss fríamente. - Ahora ya lo sabes todo, ¿no? Entonces déjame continuar con mi vida como he querido hacer desde que Rezo murió.
Melina le miró estupefacta, pero pudo comprender la reacción de su hermano: él lo último que querría sería la piedad de aquellos que le habían despreciado.
Sin embargo el mago enmudeció al sumirse en unos extraños pensamientos.
-Pero hay una cosa que sí me gustaría saber –anunció con cierto deje de sorpresa. –Dime. ¿Cómo me has encontrado? ¿Ha sido por Firia? –preguntó volviéndose hacia ella con genuina curiosidad.
Melina parpadeó sorprendida por esa pregunta.
-No... No fue Firia; yo no sabía que os conocíais –contestó desorientada. -Verás, fue en Atlas hace algo más de dos meses.
Y la joven procedió a contarle detalladamente lo sucedido mientras la cara de Zelgadiss pasaba por múltiples estados de evidente sorpresa y aversión.
-¡Xeroooossss! ¡Maldito bastardo! –maldijo descargando un furioso puñetazo sobre la cama -¡Ese ser despreciable! Debía haber supuesto que ese demonio tendría algo que ver.
Melina arqueó una ceja sorprendida por escuchar otra vez después de tanto tiempo el insulto favorito de su hermano... y que él también llamase "demonio" a Xeross, al igual que Firia.
-Dime... ¿Es cierto que ese sacerdote es un demonio como todos decís? –preguntó con curiosidad. -Firia también le llamó así y se puso muy furiosa cuando oyó su nombre.
-Es cierto. Xeross es el demonio sacerdote de Xeras Metallium, la Señora de las Bestias... –explicó intentando calmarse.
-No entiendo bien lo que me estás diciendo. Te recuerdo que yo no soy una sacerdotisa o una hechicera como tus amigos.
-No importa, olvídalo. Sólo recuerda que no es alguien de fiar –contestó en un tono que reflejaba que quería olvidar el asunto. -En cualquier caso si me has encontrado es simplemente porque Xeross quería divertirse a mi costa.
Melina le miró confundida durante unos instantes hasta que cayó en la cuenta de otro detalle.
-Bueno, pero... ¿dónde está la sacerdotisa con la que estuve hablando? –preguntó por fin- Amalia, creo que se llamaba.
Zelgadiss dio un respingo al oírla y a continuación desvió la vista.
-Ha muerto –contestó lacónicamente ante su estupefacta hermana, -Hace tres días, cuando yo recuperé mi humanidad.
NOTAS:
(*) Según Kanzaka, él simplemente deseaba ser fuerte sin más; no tenía motivos importantes.
Este capítulo ha sido revisado, por tanto:
1-Luna no es una hechicera, sino la Caballero de Cephied. Sin embargo aquí la pongo siendo capaz de ejecutar hechizos sencillos como "Dormir" o "Luz", que están al alcance de cualquiera y que Luna bien puede haber aprendido de su madre o incluso de su hermana.
2-Mellina no es la hermana de sangre de Zel, sino una hermana postiza de niñez, vasalla de Rezo.
3-He mejorado la gramática de este capítulo, aunque sigue estando en la misma línea narrativa que el resto de la saga.
