—Si estas tan desesperada ve y busca a alguien que te mate —escupió molesto.

Internamente se sentía hastiado de oír tantas suplicas.

Él cerró la puerta de un portazo. Estando seguro de que ella no huiría y buscaría otro asesino serial.

"Tú eres el único que puede matarme"

Oyó la voz singular de Ray.

JA.

Por eso.

—Es nuestro juramento —continuó.

Él abrió la puerta de golpe y la miró fijamente desde arriba.

—Lo sé —contestó— Pero tú ya estas muerta.

Ella lo miró con sorpresa, pero sus ojos no emitieron brillo. Sus ojos no tenían vida.

No lloraba, no se enojaba, no corría.

—Asústate, ruega por tu vida —exigió— Si no lo haces, es taaaaan aburrido.

Sin embargo, ella no se movió, no expresó ningún sentimiento.

Ella ya estaba muerta. Estaba viviendo muerta.

—Mátame... por favor —solo articuló.

—¿No tienes miedo de morir? —Era una pregunta estúpida. Él lo sabía, ella suplicaba que haga ese cometido, ¿pero de verdad no tenía miedo? ¡Agh! Ella lo pedía como si nada.

—La muerte no da miedo. Lo que asusta es no ser necesitado por nadie.

Él sonrió sin sonreír, como quien oye una broma que no es divertida.

—No molestes —repuso— No tengo ganas —y volvió a cerrar la puerta dejando a la joven detrás de ella.

Entretanto, esas palabras se quedaron encerradas en su mente.

"La muerte no da miedo. Lo que asusta es no ser necesitado por nadie"

El asesino se deslizó por la puerta, se llevó sus dos manos a su cabello. Dándose cuenta que Ray era la única persona que lo necesitaba, ya sea por su motivo (El cumplimiento de su juramento) Era la única, así que si ella ya no estaba. Entonces... ¿Qué mierda quedaba?

JA.

Se percató.

—Yo te necesito... viva —musitó para sí mismo.