Sueños de sombras.

1

—¿Por qué sigues aquí Mimi?

Pálido, esquelético. Nada quedaba del broceado y atlético Michael que yo conocí cuando apenas llegaba a los Estados Unidos. Incluso su cabello rubio que tanto adoraba se había convertido en fibras cortas y quebradizas.

¿Por qué sigo aquí? Porque te amo, Michael. No puedo dejarte, tu jamás me dejaste a mi. Déjame ayudarte, por favor, déjame ayudarte.

Le moví el hombro, se había quedado como estatua observándome. No dejaba de mirarme, no pestañeaba, no se movía. ¡Michael! ¡Michael! ¡Haz algo! ¡Deja de mirarme así! ¡Michael!

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—¡No! ¡No! ¡Michael!

—¡Mimí!

Sentí el calor de las manos de Koushiro en mis hombros, resaltaba del contacto del cuerpo frío que mi mente había creado. Era una pesadilla más, otra más.

—Koushiro.— le hice saber que ya estaba despierta, que podía dejar de moverme tan bruscamente. —¡Basta Koushiro!

Se regresó a su lado de su cama para prender su lámpara de lectura. Yo me enredé en las sabanas y le di la espalda. No podía mirarle, de nuevo pasaba por esto por mi culpa. Esto era todas las noches.

—¿Quieres que yo...?

—No, lo justo es que sea yo.— le interrumpí, sabía que era lo que iría a proponer.

Me salí de las sábanas y me puse la bata de noche. Tomé una almohada y una manta fina porque hacía calor y salí de la habitación. Me instalé en el sillón de la sala dónde antes habíamos visto películas como una pareja normal. No quería dormir ya, tenía miedo y no estaría Koushiro para despertarme cuando Michael muriera de nuevo en mis pesadillas. Tomé la laptop de Koushiro y la prendí, la tenía protegida con una contraseña que no me fue difícil adivinar y luego entré al explorador de internet.

Kou la había dejado en un artículo de Tanatología y me pregunté entonces el significado de aquella palabrota. "Tanatología. Estudia el fenómeno de la muerte en los seres humanos." Eso decía wikipedia...

La luz del pasillo se encendió y encontré a Koushiro observándome con su playera interior y en boxers. En mi sueños siempre le decía a Michael que lo amaba pero cuando veía a Koushiro sabía que en realidad lo amaba a él.

¿Podía amar a alguien muerto sólo en sueños? ¿Acaso sería yo una Mimi diferente cuando dormía?

Me deslicé a un lado para dejarle un espacio a Koushiro que pronto aprovechó. Le bese la mano en cuanto tuve la oportunidad de alcanzarla y luego se la coloqué en mi hombro.

Koushiro, Koushiro.

—No me dejes.

Koushiro.

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—¿Tachikawa Mimi?

La señorita de la recepción llamó mi nombre por lo alto y me sentí avergonzada que todos escucharan que yo estaba allí. Cuando nadie nisiquiera se inmutó mi vergüenza pasó a indignación. A nadie le interesaba que una chica como yo estuviese en un consultorio psicológico. Las chicas como yo sabemos controlarnos, sabemos lo que nos hace bien y lo como manejar las situaciones.

Nunca pensé de mi como alguien que tendría que recurrir a la ayuda de un loquero. Es que Koushiro insistió tanto y eso fue lo que más me dolió, que el pensara que necesito esto.

Entré a pasos lentos porque la verdad es que tenía mucho miedo, vergüenza de hablar de un desconocido de lo que cada noche me atrapaba. No sentía que pudiera hacerlo y por consecuente no me ayudaría a superar nada de lo que había pasado. Cuando la recepcionista me encontró con un paso dentro del consultorio cerró la puerta dejándome a mi merced con la persona que ni siquiera me miraba sino a sus apuntes en su mano izquierda.

Me tomé entonces la oportunidad de explorar la habitación. Era amplia pero muy oscura ¿Cómo es que podía trabajar así? Llevaba allí solo unos cuantos segundos y ya no lo soportaba. Las paredes eran todas de madera y las ventanas estaban cubiertas por un bonito aunque sobrio juego de persianas cafés con cuentas beiges. Esas mismas prevenían que la luz se filtrase por las ventanas hacía el consultorio con su gran carpeta, también café con matices dorados, y sus muebles serios y con apariencia antigua. Muy bonita decoración, tenía que aceptarlo, pero muy oscura.

—¿Qué te parece?— preguntó de la nada y cuando volteé a verle sus ojos me escudriñaban entera. Sus ojos oliva me petrificaron, toda mi mente se puso en blanco y hasta mi boca se puso seca. —Veamos...— se colocó sus lentes y miró su libreta. —¿Tachikawa Mimi?

—Sí.— logré articular.

—Tachikawa-san, por favor, tome asiento.— dijo señalando un sillón individual con los cojines color rojo puestas en una estructura de madera fina.

Caminé como venado recién nacido sobre mis tacones—sí, así de ridículo—hasta aquel sillón frente a él. Acomodé mi falda tras mis piernas y me senté. Mis manos quedaron en mi regazo, unidas en dedos entre nudos.

—Muy bien, empecemos. Mi nombre es Minamoto Kouji. Veamos...— de nuevo leyó su libreta, tenía mucha curiosidad que podría decir sobre mi. ¿Qué le pudo haber dicho Koushiro en el teléfono cuando hizo la cita? Tan solo de ver como no terminaba de leer mi ansiedad crecía mas y más. —Dime, ¿Qué te trae por aquí?—preguntó con toda naturalidad como si no lo supiese ya.

—¿Qué?— tuve que replicar. —Creo que Koushiro le habrá contado todo ya.

—¿Koushiro?—hizo un apunte en su libreta. —Yo no he hablado con nadie Tachikawa-san, dime ¿Quien es Koushiro?

Debía de ser algún tipo de broma. —Mi novio.— dije aún sorprendida y desubicada. —El llamó para hacer la cita.

—Su novio llamó para hacerle la cita.— de nuevo anotó algo. —¿Usted le pidió ese favor o el la ha obligado a acudir a esta plática?

Mi vista corrió hasta mis dedos que empezaron a moverse nerviosos. La verdad es que no estaba segura de la respuesta que debería darle al doctor. Sus ojos me pidieron una respuesta que me aventuré a dar.

—Pues, uh, un poco de ambas.— admití. —Kou había insistido y le pedí que hiciera la cita por mi.

—Ya veo.—sonrió. Se quitó los lentes y se inclinó un poco más hacia mi. De su bolsillo sacó una grabadora y la dejó en la mesita de caoba que nos separaba. —¿Te molesta?

—No.

—Bien, entonces; ¿De qué deseas hablarme?

Esto no tenía sentido, estaba descolocada en toda manera posible. ¿No se supone que el debería preguntarme a mi para empezar? ¿Qué demonios quiere que le cuente?

—No sé que decirle.— le dije cruzando mis brazos. —Esto es muy difícil.

—Puedes empezar contándome sobre ti, lo que te gusta y lo que no. A que te dedicas, que esperas de esta cita. —Me enumeró con los dedos. —Hay mucho de que hablar.

¿Mucho de que hablar? Había una, una sola razón por la que me encontraba aquí, no tenía porque darle razón de los días pasados a lo que sucedió, no era de su incumbencia. Si hablaba al grano podría zafarme más rápido de todo esto.

—La razón por la Koushiro insistió tanto en esto es porque cree que estoy deprimida por la muerte de un amigo.

Minamoto-san avispó una expresión de sorpresa por unos segundos que después supo controlar, a mi no me engañaba, no esperaba que yo dijera lo que sucedía así tan rápido. ¿Estaba preparado para alguien como yo? ¿Habría acabado con la rutina que sigue con cada paciente? Sonreí, satisfecha. Hasta este momento yo mandaba en la sesión.

—¿Cómo se llamaba tu amigo?

Mi sonrisa se borró. Su nombre...

—Michael.

...me asechaba cada noche.

—Lamento el fallecimiento de Michael, ¿hace cuanto?

Me dolía cada fibra de mi ser al escuchar su nombre y sabía ahora que había dejado a la luz mi punto débil demasiado pronto. Lo seguiría repitiendo y repitiendo hasta volverme completamente loca.

—Hace seis meses.

—¿Cómo murió?— preguntó rápidamente.

—Él... Michael— por alguna razón necesité mencionar su nombre. —Murió de una sobredosis.

—¿De qué?— preguntó inclinándose hacia mi.

—Cocaína.— susurré.

Se recargó de nueva cuenta en su respaldo, anotó algo en la libreta y entonces suspiró. Yo me sentía tensa en aquel sillón que pronto había perdido todo son de comodidad. Me encontraba allí hablando de la muerte de mi querido amigo con un desconocido que no haría más que juzgarlo por haber muerto en drogas.

¿Por qué todos lo juzgaban? ¿Por qué nadie trató de ayudarlo? Yo traté y traté a pesar de los constantes conflictos con Koushiro, con mis padres, con todos. Yo no lo juzgaba, había caído y necesitaba ser levantado. Yo no pude cargar con todo su peso.

Me puse a llorar, fuertemente, y Minamoto-san sólo me miraba desde su asiento. ¿Me estaría juzgando también?

—Tachikawa-san, por favor.— me mencionó mientras me acercaba una caja de pañuelos. Tuve que tomar un par. —¿A que te dedicas?

—¿Eh?— me descolocó completa. —Estudiaba el último año de gastronomía en Estados Unidos.

—¿Estudiabas? ¿No piensas continuar aquí en Japón?

—Kou y yo regresaremos a Estados Unidos. Él me trajo aquí para alejarme de Michael.

—¿Estabas aquí cuando Michael falleció?

—Sí.—dije en un susurro, con las lágrimas derramandose torrencialmente sobre mis mejillas. Ni siquiera ya hipaba, solo dejaba que las lágrimas fuesen cayendo, fuesen yéndose de mis ojos.

—¿Estás enojada con Koushiro?

—No, ¿por qué habría de estarlo?

—No has hecho otra cosa que expresar lo que Koushiro te ha hecho hacer. Te alejó de Michael, te trajo a Japón y te insistió que vinieras a verme.— recapituló. —¿Cuánto tiempo llevan en su relación?

—¿Eso importa?— empecé a enfadarme.

—Si dejas que tome decisiones como tus estudios, tu residencia y el hecho de ver a un psicólogo, claro que sí.

—¡Él solo quiere lo mejor para mi! — le grité totalmente enfadada. Me enfadó mas que ni siquiera se inmutara. —¡No juzgue a Koushiro de ser alguien controlador, nunca lo había sido hasta ahora!

—¿Lo crees controlador y necesario entonces?— preguntó. —¿Qué te hace pensar que no puedas tomar tu misma ese tipo de decisiones?

—Yo... claro que puedo.— mi orgullo salió a flote sin poder evitarlo. —Koushiro solo me cuida. Tuvo que hacerlo cuando verdaderamente fue necesario.

En Estados Unidos solo me pasaba las tardes buscando a Michael cuando se perdía, ayudándole cuando lo encontraba y después todo volvía a comenzar. Mis calificaciones bajaron, mi dinero se esfumaba; mis padres estaban desesperados y entonces a Koushiro le tocó intervenir.

—Llevamos cuatro años de novios, nos conocemos desde niños.— le conté lo que me pidió. —Él es la persona más inteligente que he conocido.

Me miraba sin decir más, sentía como trataba de saber más de lo que yo le decía y eso me ponía de nervios. Me sentía frágil y desprotegida, quería que alguien estuviese allí para protegerme.

—La sesión de una hora ha terminado, Mimi.

Me sorprendí que hubiese pasado una hora tan rápido, me sorprendí que me llamara por mi nombre y me sorprendí que terminara todo tan abruptamente.

Minamoto-san anotó un par de cosas más en esa condenada libreta suya y entonces se levantó de su silla. Acerca de él, estaba visiblemente en sus cuarentas, tenía los ojos color olivo y una barba castaña con matices grises ya. Aún tenía cabello, no tenía pinta de empezar a ser calvo pronto, tal vez no era su destino.

Pero lo que más me impresionó, sin razón alguna, fueron sus manos. Eran grandes, anchas, no tenía anillo de matrimonio pero lo que después entendí era que esas manos eran tan parecidas a las de Michael.

¿Cómo podría distinguir así un par de manos? Lo sabía porque esas manos, ahora muertas, habían sido las primeras en tocarme y ahora sentía ese mismo sopor ardiente de cuando tenía dieciséis años y Michael me tocaba toda.

—Minamoto-san.— le llamé, tenía la tentación sobre sus manos, sus dedos y sus nudillos; pero yo sabía controlarme y tan solo podría desprenderme de esto que sentía al decir la verdad. —Michael fue mi primer novio.

—¿Fueron pareja?— lo anotó también. —¿Koushiro lo sabe?

—Yo... no lo sé.— dije honestamente. Kou y yo habíamos tenido tan poco contacto después de que yo me mudara a los Estados Unidos. ¿Alguna vez se enteró de mi relación con Michael? Me sorprendería que sí pues el no es un chico que le ponga atención a ese tipo de cosas.

—Pregúntele.— aconsejó.

De su bolsillo de la camisa sacó una tarjeta que me entregó. Tenía su nombre y su número en él, supongo pensó que podría necesitarle fuera del consultorio.

Ya no estaba tan segura que Koushiro no le hubiese explicado nada. Salí no sin antes excusarme y entonces encontré a Kou en la sala de espera leyendo un periódico. Me detuve a verle, su frente se arrugaba cuando estaba concentrado en algo y podía ver sus ojos moverse mientras comían cada linea.

El sonido de mis tacones le anunciaron mi salida y entonces su mirada me envolvió toda. Me ofreció su brazo como un caballero que saca a bailar a una princesa en la corte. Lo tomé, me dolía la cabeza y necesitaba apoyarme en algo. La recepcionista le entregó el recibo de pago y salimos.

—Pensé que yo iba a pagar.—le dije cuando llegamos al automóvil. —No tienes que hacer esto.

—Deseo hacerlo Mimi.—dijo con la mirada al frente y sus manos en el volante. Se veía tenso, suspiró y entonces volteó a verme. —¿Cómo te fue princesa?

—Creo que bien, fue mucho para empezar.

—¿Mucho?— preguntó curioso.

—Tú... ¿Sabías que Michael había sido mi novio?— tenía que saberlo y pronto. La duda me mataba, ¿me habría alejado de el por la historia que compartimos? ¿Cuándo más me necesitaba Michael, los celos propios de novio a exnovio, le impidieron ayudarle?

No, Kou no era así.

—Sí.— dijo de nuevo viendo al frente. Yo no pude evitar empezar a llorar de nuevo. —Me lo dijo Sora cuando regresamos a Japón.

—¿Cuándo regresamos?— le repetí. Eso era bueno, muy bueno.

—Vamos a casa, renté un par de películas.

Me calmé, le sonreí y luego el auto arrancó bajo mis pies. Me dormí en el corto camino a casa y soñé con él y sus manos inexpertas. Michael no me dejaba en paz, nunca. . .


Como si no tuviese ya muchos proyectos por terminar, el que mucho abarca poco aprieta pero son retos, la vida es un reto. No me interesa tener muchos proyectos al mismo tiempo porque le da mucha emocion a mis dias y tengo la mente siempre en revoluciónes para pensar en cada una de mis historias.

Espero leer sus opiniones. ¿Por qué escogí a Mimi? Me interesaba a usar a alguien normalmente alegre para este tipo de situacion, a lo mejor a muchos se les hace muy OoC pero así a todos nos puede afectar una muerte sobre todo si fue algo fuerte. Hay muchos diálogos en este capítulo pero echenle a culpa a la sesión. Lalala espero no alargarlo mucho, según yo solo seran unos cuantos capítulos pero siempre digo eso jajaja.

Saludines bebés.