MISIÓN: IMPOSIBLE

------------------------------------------------------

Capítulo I. La apuesta.

Un caluroso día de finales de verano, Yahiko y Yutaro entraron al Akabeko. Como el moreno ya casi era maestro adjunto en el Dojo Kamiya, su economía estaba mejorando bastante, o al menos lo suficiente como para darse una vuelta por el restaurante y deleitarse con un buen plato de sukiyaki (y de paso, con algo de suerte, ser atendido por su preciosa Tsubame). Junto a él, un Yutaro que le sacaba media cabeza localizó a Sanosuke en una mesa del fondo, devorando como si en ello se le fuera la vida (nada raro en él, pensó Yahiko al verlo); el castaño señaló al luchador y se dirigieron a donde estaba.

El joven samurai observó a su viejo amigo con una sonrisa en el rostro, recordando todas las veces que lo había visto comer de ese modo. Cuatro años de conocerlo habían pasado, y aún le sorprendía un poco su apetito voraz, así como su carácter tan extrovertido y despreocupado. Sanosuke sí que era un gran amigo.

Yahiko ya tenía catorce años, y estaba definitivamente más crecido que tras la pelea contra Enishi. Durante ese tiempo muchas cosas habían pasado, una de ellas que su otro mejor amigo, Tsukayama Yutaro, había regresado al Japón y ahora volvían a llevarse como cuando se separaron (aunque sin tanta pelea, por supuesto). Al llegar junto a Sano, Yahiko vió que estaba acompañado de Chou, el ex juppon gatana. Contra todo pronóstico, esos dos se habían vuelto grandes amigos... discutían todo el tiempo como perros y gatos, claro, pero se les veía juntos muchas veces y la mayoría de ellas la pasaban bien.

-Qué hay –saludó Yahiko, después de que él y Yutaro se acomodaron en la mesa-. ¿Cómo están?

-Pues yo bien, pero éste torpe mucho mejor –repuso el rubio mirando con fastidio a Sanosuke, que había levantado una mano en señal de bienvenida.

-Pero pidan lo que quieran, por favor –pidió Sagara con una sonrisa de oreja a oreja. Al ver la cara de sorpresa de Yahiko y Yutaro por la invitación, agregó divertido-: es que Chou perdió una apuesta, y hoy le toca pagar toda la comida que yo quiera... vamos, no sean tímidos. ¡Mesera! Dos platos más, por favor...

Chou negó con la cabeza, viendo alejarse su paga semanal...

A la mesa se acercó Misao, resoplando ante el pedido del Cabeza de Gallo. La había tenido de aquí para allá toda la mañana, pidiendo comida como si fuera un barril sin fondo; claro que ella estaba acostumbrada a ese trabajo por su vida en Kyoto y en el Aoiya, lo malo era que estaba casi segura de que ese par de holgazanes no le iba a dejar ni un yen de propina. La chica había ido a pasar una temporada en el Dojo de su amiga Kaoru, pero como era tan hiperactiva y se aburría con la tranquilidad de la casa, pidió trabajo en el Akabeko para pasar el rato, y de una vez ganar algo de dinero para un kimono...

-¿Estás seguro que vas a pagar, Tori-atama? –inquirió Misao poniendo los brazos en jarra. Cuando reparó en los recién llegados, una sonrisa iluminó su rostro-: ¡Yahiko, Yutaro! Hoy terminó temprano el entrenamiento?

-Hoy no hubo, Misao. Kaoru sólo nos envió a entrenar al Dojo Maekawa, creo que no tenía muchas ganas de enseñar... la muy floja...

-Yahiko, no deberías expresarte así de Kaoru –le reconvino Yutaro dándole un codazo al moreno en las costillas.

-Ah sí, olvidaba que estás enamorado de ella –dejó caer Yahiko maliciosamente. Haciendo voz de falsete, simuló hablar como el castaño-: "Claro que sí, Kaoru, lo que tú mandes y ordenes"...

Todos rieron ante el sonrojo de Yutaro, quien observaba a su compañero con ojos de pistola. Misao sonrió y se fue, al menos el chico Tsukayama le dejaría propina. Siempre era muy serio y muy correcto, y a veces a ella le daba un poco de pesar que Yahiko se burlara de él por ser tan buen alumno con Kaoru (¡así debería ser el enano!).

Una vez que les hubieron servido todo, Yutaro se desquitó del samurai por su comentario acerca de su adorada maestra:

-Yahiko, no les has contado a ninguno de ellos tu última pelea con Kaoru...

-Ya cállate, Ojos de Gato –recriminó el chico con voz tensa, haciéndose el ofendido. Sin embargo, no pudo ocultar sus mejillas encendidas, lo que interesó bastante a los hombres de cabellos parados.

-No, Yahiko-chan –se burló Sano con un brillo en los ojos-, cuéntanos. ¿Por qué te peleaste con Jo-chan esta vez?

-¡Mph! No te interesa, Tori-atama...

-Si no nos dices, seguro que Yutaro lo hará –intervino Chou, pensando que debía ser algo muy bueno si el chico se ruborizaba y su amigo usaba eso para vengarse.

Después de un rato de presión Yahiko accedió a hablar, tras fulminar al traidor del castaño con la mirada:

-De acuerdo, les contaré: hace unos días, Kaoru me hizo limpiar la bodega porque ya no entraba nada más (ya saben que guarda toda clase de cosas inútiles ahí). Pues bien, acomodando trastos me encontré con uno de esos dibujos de su abuelo... –Yahiko titubeó, se notaba que ya no quería seguir con el relato. Un segundo después y ante los apuros de sus amigos, prosiguió a regañadientes-: el dibujo era de una hermosa geisha, a la que habían sorprendido quitándose el kimono...

Sano interrumpió a su amigo con un silbido de apreciación, levantando las cejas imaginando el dibujo que les describía el moreno. Chou sonrió felicitándolo por el descubrimiento; sin embargo Yutaro no se conformó con eso, él necesitaba que contara más.

-Di la verdad, Ojos de Camarón –bufó Tsukayama viéndolo de reojo-. La geisha estaba desnuda, si hasta me la describiste completamente esa vez que me contaste...

-Pedazo de... –empezó Yahiko, insultando a Yutaro. ¿Pues hasta dónde pensaba avergonzarlo?

-¡Uhm! Una geisha desnuda? -Sano había dejado de comer, y observaba a Yahiko que estaba más colorado que un tomate.

-¿Y por eso la chica Kamiya se enojó contigo, porque viste ese dibujo? –Chou preguntó un tanto indiferente, la verdad era que hacían un lío por nada.

-No, no fue porque me viera con la imagen... –Yahiko ya lo había decidido: si ya había comenzado a hablar iba a terminar todo de una vez-. Fue porque al ver el dibujo, una parte de mí empezó a... crecer, si ustedes me entienden...

Sus tres amigos esbozaron sonrisas de complicidad, claro que entendían a qué se refería...

-El caso aquí es que cuando estaba... –el moreno prosiguió, desviando la vista- ...descargando la tensión, entró Kaoru a la bodega y me sorprendió con la hakama (N/A: pantalón) hasta las rodillas...

Sanosuke escupió el té que estaba tomando, casi atragantándose; Chou soltó una carcajada que se escuchó en todo el local y Yutaro reía con satisfacción, había logrado el propósito de vengarse de su amigo. Yahiko puso los ojos en blanco, se imaginaba una reacción así de los inútiles de Sano y Chou (se reían tanto que en las mesas vecinas se les quedaban mirando con extrañeza), pero ya se estaban pasando...

-¡Hay que ser imbécil, enano! –profirió Sagara entre risa y risa-. Sólo a ti se te ocurre "liberar a la bestia" cuando Kaoru está cerca...

-¡Yo no sabía que ella iba a regresar! –se defendió el chico haciendo muecas-. Me había dicho que iba a ir a bañarse con Kenshin y Kenji a los baños termales ¿cómo iba a imaginar que estarían cerrados?

-¿Y qué hizo la chica cuando te encontró así? –interrogó el rubio con lágrimas de risa en los ojos.

-Pues me empezó a golpear con cuanto objeto tuvo a su alcance... y lo peor es que ni podía defenderme, era eso o subirme la hakama para estar presentable...

-¿Y qué preferiste? –quiso saber Yutaro en medio de un ataque de risa, aunque ya sabía la respuesta.

-Pues cubrir mi intimidad, idiota...

Más burla por parte de Sanosuke, Chou y Yutaro, quienes la estaban pasando de lujo con la historia de Yahiko y se burlaban del pobre samurai que tenía hasta las orejas coloradas. Realmente había sido vergonzoso para él, por no hablar de que Kaoru estuvo reprochándole casi una semana entera por su "indecencia". No desaprovechaba oportunidad para recordarle que era un mocoso calenturiento, además de que le arrebató el dibujo de las manos y lo rompió frente a él.

-Ay, pero qué risa –resopló Sano después de un rato, sosegándose- de verdad que fue bueno encontrarlos a ustedes dos...

-Ahora Kaoru vigila a Yahiko todo el tiempo, no se le despega ni un momento –explicó Yutaro ya calmado, secándose las lágrimas de los ojos-. Creo que lo sigue hasta cuando va al baño...

-¡Mph! Pero si ya le dije que no lo volveré a hacer... y pienso cumplirlo.

De inmediato se escucharon las protestas de los demás ante la frase de Yahiko. Eso era muy difícil de creer, sobre todo viniendo de un muchacho de catorce años, y así se lo hizo saber el luchador:

-No digas tonterías, Yahiko. Nadie puede prometer algo así... ¡y mucho menos cumplirlo!

-Claro que no, esa es la forma de un hombre de descargar la tensión –le hizo segunda Chou, asintiendo con la cabeza-. A tu edad, apuesto a que lo haces mínimo una vez al día...

Yutaro no decía nada, sólo seguía sonriendo (Ya le quitaré yo esa estúpida sonrisa, se dijo el moreno mentalmente al ver la cara de satisfacción del castaño).

-Pues en esta semana lo he cumplido –comentó Yahiko serenamente-, cosa que ustedes no podrían decir...

-¿Quieres hacerlo interesante, Yahiko-chan? –desafió Sanosuke, arqueando una ceja.

-Por supuesto. ¿De cuánto estamos hablando? –aceptó la apuesta Yahiko, convencido de ganarle al Cabeza de Gallo.

-Hey, yo también entro –pidió Chou divertido, viendo el modo de obtener dinero fácil. Él era el mayor de los cuatro ¿cómo iba a perder una apuesta así?

-¿Y tú, Ojos de Gato?

-Mmmm... de acuerdo. Sólo porque los conozco a ustedes y sé que será pan comido ganarles en eso.

Entre reclamos, risas y demás, los cuatro amigos fijaron la cantidad de la apuesta. También acordaron que nada de sexo con mujeres en ese tiempo (sobre todo por Sano y el Chou), y que serían completamente sinceros para declarar en caso de haber fallado. Cuando terminaron de arreglar las condiciones, todos bebieron un sorbo de té "por la apuesta".

Mientras todo esto sucedía, Misao se fue acercando para regañarlos por hacer tanto escándalo. Le llegaron fragmentos de conversación, y la palabra "apuesta" le dio una idea: ¡Claro! Ella también participaría, al fin que de ellos cuatro no se hacía uno...

-Oigan ¿de qué hablan? Yo también quiero entrar en la apuesta –comentó Misao al llegar junto a ellos.

-Ni hablar, Chica Comadreja –la cortó el luchador al escucharla-. Esta es una apuesta entre hombres, ni siquiera tendrías el "material" para apostar...

Nada más terminó de hablar, los otros tres aceptaron con sonrisas cómplices y burlonas. Misao se molestó y le reprochó a Sano por su comentario:

-No seas tonto, Tori-atama. Lo que ustedes puedan hacer yo también puedo hacerlo, y mucho mejor aún. Se los voy a demostrar.

Sin embargo Yahiko, Sanosuke y Youtaro se levantaban de la mesa, mientras Chou iba donde Tae a pagar la kilométrica cuenta. La chica oniwaban los observó furiosa salir del local riendo y comentando alegremente, y con ojos centelleantes de indignación se propuso saber a como diera lugar en qué consistía la famosa apuesta de esos cuatro.

-----------------------------------------------------------

¡Holap! He aquí un nuevo fic de Ruroken. Esta vez es un fic para entretener, no tiene nada de romance ni dramas ni nada por el estilo... y si llegan a encontrar algo de eso, seguramente fue un desliz de mi parte xD!

Esta historia está basada en un capítulo de mi serie favorita de Sony, "Seinfield". Es lo mejor de lo mejor, por lo que la recomiendo ampliamente. Como pudieron observar, el fic está ubicado cuatro años después de la batalla contra Enishi (exacto, me fascina el manga y siempre me baso en él), entonces los chicos tienen 14 años, mi adorado Sano 23, Misao 20 y Chou 25 (tenía 21 en el manga, no? Si estoy mal por favor corríjanme :P). Aquí no hubo líos con la policía y mi querido Sano no se tuvo que ir u.u

Saluditos a mi querida Okashira, como siempre :) (aún cuídate, que en una de esas voy a visitarte por haber llamado a Tokio ¬¬).

DISCLAIMER: Rurouni Kenshin y todo lo relacionado son propiedad de Nobuhiro Watsuki.