Ya estaban otra vez mis compañeras molestándome.

-Rose, habla más alto-

-¿Porque sos tan femenina?-

-Sabes que así no vas a conseguirte a Francis-

Yo simplemente no les hice caso y seguí dibujando unos diseños para mis cupcakes.

Eran demasiado odiosas, siempre estaban hartándome. Por culpa de ella y el maldito estrés desarrollé mi manía: necesitaba un poco de mi sangre para calmarme. Solo tendría que esperar al recreo.

-Cálmate, cálmate, tranquila, ya tendrás algo de deliciosa sangres después- Fue lo que pensé.

Agarre un cuchillo y comencé a rasparme, necesitaba sangre ¡Y rápido!

Comencé a cortarme los antebrazos, pero la sangre no salía, apenas podía hacerme raspones. No era capaz de cortarme. Lo intente, me raspe 7 veces los brazos pero solo lograba líneas superficiales, no salía nada.

La desesperación me cubrió. Necesitaba ya mismo eso para calmarme. Corte un poco más, nada.

Una imagen invadió mi mente. Un sentimiento… no sé cómo describirlo. Locura… Sentí que en cualquier momento agarraría el cuchillo y me lo clavaría. Lo vi en una imagen. Me asuste. Me asuste de mi misma. Tire el cuchillo al suelo y corrí. Todos estaban almorzando en la planta baja o estaban fuera comprando así que no me vieron.

Fui a un rincón, una pared detrás del aula de inglés, donde está la puerta de emergencia. Aquel rincón obscuro que nadie usa. Allí me escondí a llorar. A llorar por mi miedo. Tenía miedo, y mucho. Pero no era aquel miedo momentáneo de estar en la obscuridad o el vértigo. Era distinto. Era miedo a mí misma. A mi propia demencia.

-¿Rose?-

-F-Francis…esto…- Me sequé las lágrimas -¿Qué haces aquí?-

-¿Qué cuernos te pasa? Tus brazos estás raspados y estas llorando como una bebe- Se sentó a mi lado.

-Tengo, tengo demasiado miedo-

-De que-

-De mí-

Sentí que unos brazos me sujetaban por los hombros y Francis me abraso.

-Que es lo que te hace tener miedo-

-Mi demencia-

-¿Tu demencia?-

-Estuve a punto de matarme, lo sentí…me dio miedo, mucho miedo-

-Creí que eras una loca psicópata, pero no tanto-

Con eso mi mundo se derrumbo, comencé a llorar nuevamente.

-¿Que te pasa?-

-Yo creí que… al menos-

-Aggg, maldición…no era mi intención eso ¿Sí? No llores-

Me agarro de la nuca y acerco sus labios a los míos en un rápido beso

Sabía a alcohol, a cigarro, también había otro que me resultaba familiar: tenía el sabor de mi comida. Sí de mi comida, esa que todos dicen que contiene veneno y por eso nunca la comen. Me sorprendí completamente.

¿Ya… estas mejor?

Lo mire con mis ojos aun llorosos -Esto…no es un sueño ¿Verdad?-

-¿Y qué hay sí lo es?- Contesto fríamente.

-Fue un hermoso sueño-

-Idiota… no es un sueño, es real-

El timbre sonó e interrumpió el momento, juro que lo destruiría.

-Mejor vamos a clases, la maldita profesora nos va a echar la falta- Yo seguía sentada intentando asimilar la información-Que te levantes- Me miro otra vez -¿Qué? No me digas que seguís con miedo-

Asentí con la cabeza.

-Ufff, está bien, yo voy a protegerte maldita sea- Se agacho otra vez y me abrazo-Así que ya no tengas miedo, te queda claro-

Miró fijamente mis antebrazos –Y hay que hacer algo con eso-

-Es verdad… sería sospechoso que entrara así- Si alguien lo viera se daría cuenta y seguro llamarían a mis padres.

-Di que tenías frio y te presté mi saco- Improvisó Francis dándome su chaqueta, me quedaba un poco grande.

-Te quiero mucho- Le dije levantándome de donde estaba y siguiéndolo hasta el aula.

-Idiota- Luego vio mi cara y se sonrojó –Yo también te quiero-